martes, 23 de marzo de 2021

El funeral de Lolita, Luna Miguel


 La gente solía describirlo como un nudo en el estómago. Para Helena era una mala metáfora. Si tuviera una cuerda en la tripa, al menos podría tirar de ella para escapar a algún lugar lejano, o quizá para deslizarse hacia dentro de sí misma y quedarse allí escondida, a oscuras entre las vísceras, calentita y tranquila. Pero no estaba tranquila: aquello en su estómago aleteaba como una polilla alrededor de un fluorescente.

Mientras vuelve del trabajo a casa en autobús, Helena, treintañera, controvertida crítica gastronómica y personaje principal de El funeral de Lolita (de Luna Miguel; Lumen, 2018) recibe un mensaje que hará temblar los cimientos de su vida de escaparate. Rocío, la que fuera su mejor amiga en el instituto y de la que no sabe nada desde que terminó la secundaria, es la portadora de una noticia demoledora para nuestra protagonista: «No sé ni siquiera si estás viva, pero tenía que decírtelo: Roberto ha fallecido esta mañana…» Roberto. Un nombre que ya creía desterrado en el abismo del tiempo. Su gran amor de los 15 años. Su gran dolor de los 15 años. Su primer deseo. Su rabia. Su herida. El hombre con el que mantuvo una relación clandestina cuyas huellas aún no había podido borrar de sus entrañas. El profesor de literatura que la convirtió en su lolita particular. Movida por su instinto y su afán de clausura del pasado, Helena pondrá rumbo a Alcalá de Henares para asistir al funeral, con un enredo en el pelo que irá creciendo progresivamente al compás de los latidos del nudo de su alma. Desde ese mismo momento avanzaremos por las páginas entre dos tiempos. Por un lado, seremos testigos de las vivencias, sensaciones y reflexiones de Helena en el momento actual y, por otro, de los sentimientos, emociones y peripecias de la niña y adolescente que un día fue y que la marcaron hasta convertirla en lo que hoy es. El final, muy metafórico, es un poco surrealista para mi gusto pero, indudablemente, acorde con el título y con el objetivo narrativo.

No entraré a valorar la calidad lingüística de la novela, ya que en realidad es lo que menos me ha importado de la misma. Sí diré que la prosa de Luna Miguel es cruda y directa, el léxico visceral y carnal (a veces bastante escatólogico), y que algunas frases se te clavan en la piel como aguijones impregnados de veneno: «Escribir es complicado cuando solo quieres decir lo que tienes que esconder». Otras simplemente hacen volar la imaginación y evocan una ternura que puede llegar a ser dolorosa: «He ido a la bliblioteca y he encontrado Viaje al fin de la noche, de Louise Ferdinand Céline. He empezado a leerlo y me he dado cuenta de que olía muy bien. ¿Quién lo habría leído antes de dejar este aroma en sus páginas? ¿Uno se puede enamorar de una persona por cómo huelen sus libros? Creo que sí. Aunque a él ya no pueda amarle, todas las noches huelo Lolita.» Brevedad e intensidad son los elementos que caracterizan las secuencias que conforman las dos tramas temporales. El único pasaje extenso es el correspondiente al diario que Helena empezó a escribir justo cuando descubrió la atracción que sentía por su profesor. Al estar escrito también de forma discontinua y sincopada, contribuye a acentuar la sensación de caos interno y aumenta la tensión dramática de la ya intensa exploración intimista que gira en torno al amor, al sexo, al dolor y a la rabia. («¿Cómo se empieza una historia de amor imposible?»)

Lo que me importa de verdad es que tras terminar de leer sus algo menos de 200 páginas, me siento incómoda. Incómoda por la complejidad del personaje central, Helena, a caballo entre la lolita perversa y seductora de algunas escenas y la víctima del abuso de poder de un profesor en otras. Un personaje que detesta la carne pero que, paradójicamente, la devora cruda cuando está enfadada con el mundo. La pasión por la comida y por el sexo parecen los únicos motores de su vida. Sin duda, el relato de Luna Miguel nos saca de nuestra zona de confort de blancos y negros y nos hace bucear a pulmón por las revueltas aguas del gris más turbio. No ahondaré aquí en temas tales como la pederastia o el abuso sexual, pues no está en mi interés soliviantar sensibilidades ni dar mi opinión sobre aspectos que, a mi juicio y siempre corriendo el riesgo de deslizarme por los márgenes de lo políticamente incorrectísimo, no quedan claros del todo.

¿Quién atrajo a quién? ¿Quién manipuló a quién? Les invito a leer la obra y a sacar sus propias conclusiones, aunque quizá sea más importante que perciban la desesperación vital, la soledad y el caos de un personaje que organiza sus recuerdos por aromas y sabores.


1 comentario:

  1. Parece perturbador, es verdad. Me lo apunto para el verano. Mil gracias por la recomendación.

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