miércoles, 28 de junio de 2023

Del bar Josepe al Cielo, de José Fernández Belmonte

Quizá el secreto de la felicidad (o al menos la clave para no morir de realidad) esté en no dejarse vencer por el tedio y la apatía. En no dejar nunca de mirar el mundo con los ojos vivos e inquietos de un niño revoltoso empeñado en exprimir hasta la última gota de lo que le rodea y aprender de ello. El autor de la obra que acabo de terminar debe de saberlo bien, puesto que lo pone en práctica cada vez que respira y en cada paso que da.

Del bar Josepe al Cielo (Editorial Tirano Banderas, 2023) es lo primero que leo de José Fernández Belmonte y ya le tengo que dar las gracias. Valoro muchísimo que me hagan sonreír, y él lo ha hecho tanto en persona como en negro sobre blanco. Del bar Josepe al Cielo es un crisol de letras donde tiene cabida desde el humor más sutil hasta la emoción más honda. El propio autor nos cuenta que prácticamente nació en el bar -regentado por su familia- que da título a la obra, y que el alcohol y la cafeína que ingirió desde su más tierna infancia podrían ser los causantes de cierta configuración neuronal poco normativa. Yo no sé si eso es así, pero sí que su imaginación, su creatividad y su arte son difíciles de encontrar combinados con la sencillez de una persona como él. La obra es una recopilación de textos de diferente extensión (relatos, microrrelatos y aforismos) y dibujos suyos en tinta china que ya constituyen en sí mismos narraciones visuales llenas de color y fuerza.

A José Fernández le gusta hacer collages (más bien lo necesita de vez en cuando para dejar salir todo lo que le bulle por dentro) y en Del bar Josepe al Cielo hace justamente eso. A través de los distintos textos podemos hacernos una idea de cómo es la persona que hay detrás, que lo mismo escribe una oda a una sopa, se pone unos calcetines mágicos que te vuelven lituano, transcribe palabra por palabra la carta que el único sapo del mundo que sabe escribir dirige a todos los niños del mundo, o nos cuenta su particular vivencia en un hotel fantasmagórico en la campiña sueca. Un tipo ingenioso capaz de mezclar en el mismo relato a Cristo, a Chopin y las croquetas de su madre o de emocionarnos con un réquiem lleno de contrastes. Si quieren pasar un buen rato de lectura, no se la pierdan. Yo les dejo dos fragmentos de los que más me han gustado:
La sociedad está llena de personas piedra. Que defienden dogmas de otro tiempo. Que se rasgan las vestiduras ante todo progreso. Que, al negarse su propia evolución, quieren obligar a los demás a no avanzar.

Tengo claro que existe una escala mágica para medir el tiempo. He vivido semanas que parecían años, y momentos que durarán una eternidad.

martes, 27 de junio de 2023

Polvo en los zapatos, de Manuel Moyano

Nos guste o no reconocerlo, existe cierta fascinación por "espiar" ciertas vidas ajenas, sobre todo si se trata de personas cuyos poros exudan misterio y magnetismo a partes iguales. Contaba la escritora Mónica Rouanet en una cena que en ocasiones, cuando camina, se queda mirando las ventanas de las viviendas y fantasea con lo que cree que ocurre dentro. ¿Quién no lo ha hecho alguna vez? Imaginad ahora que uno de esos seres magnéticos os abre la ventana y os invita a ser testigos de una parte de su existencia. ¿Aprovechariais la oportunidad? Esta lectora lo ha tenido claro, desde luego, y durante unos días se ha convertido en una voyeuse a tiempo parcial de la vida del autor de la obra que acabo de terminar.

Polvo en los zapatos (Menoscuarto Ediciones, 2023). Así se titula la última obra publicada de Manuel Moyano, una recopilación de artículos de su pluma que aparecieron publicados semanalmente en el diario La Opinión durante dos años, de principios de 2018 a principios de 2020. No podría haber escogido mejor título (gracias, Teresa), porque otra cosa no, pero polvo en los zapatos ha debido el autor acumular un par de toneladas (no me sean mal pensados: diferente polvo, diferentes zapatos). Alejado voluntariamente de la ficción, al menos por el momento, Moyano nos ofrece en esta suerte de diario, con el loable objetivo de «plasmar la belleza y variedad del mundo a través de la escritura», fragmentos de su realidad que abarcan el abanico infinito que se extiende desde la cotidianeidad de sus conversaciones, encuentros, lecturas y otros placeres, hasta la excepcionalidad de transitar caminos sitos en tres continentes distintos, pasando por intimidades que descubren a los ojos lectores la vulnerabilidad del afable semidiós de mirada atenta. Viajes de unos cuantos kilómetros en bicicleta o de otros cuantos miles por Marruecos, Escocia, Polonia, Italia o Tailandia, solo o en compañía de Teresa, su esposa. Su inextinguible pasión por el Bob Dylan de los 70 o por Borges. Umbral, Cela y otras curiosidades literarias. El poso de fascinación que en su infancia dejó Félix Rodríguez de la Fuente (fascinación que compartimos, por cierto). Su acervo de conocimientos con respecto a flora y fauna. La mitificación de territorios que a otros ojos no serían más que simples coordenadas en un mapa. Pesadillas con zombies o la invasión de su casa. La preparación de su obra anterior, La Frontera interior. Muertes de familiares o amigos que le han mordido el alma y he leído con un nudo en la garganta. Y yo seguiría escribiendo, porque hablar de Moyano es fabuloso, pero al final será esta entrada más larga que su propio diario.

Lo importante de Moyano, no me cansaré de repetirlo -a riesgo de resultar cansina- no es solo el qué sino el cómo. Su manera de escribir, su forma de contemplar el mundo. Su mirada inquieta que enfoca tanto lo grande como lo pequeño. Su prosa honesta, clara y sosegada. Sus reflexiones profundas y su habilidad para observar el interior del ser humano. Y esa capacidad pasmosa de ilustrar lo que va narrando mediante referencias literarias y/o cinematográficas. En definitiva, Polvo en los zapatos resulta una absoluta delicia para paladear despacio y con calma. No soy de elegir, lo quiero todo, pero esta frase de la parte final del diario se me ha quedado enganchada en alguna rincón de la mente: «Cada uno afronta como puede nuestra singular suerte, la de criaturas pensantes en el inconcebible universo.» 

martes, 20 de junio de 2023

Polvo de glaciar, de Antonio J. Ruiz Munuera


Llamamos glaciares a grandes masas de hielo y de nieve granulada que se forman en aquellos lugares del planeta donde, a causa de la altitud o la latitud, a lo largo del tiempo se acumula más nieve que la que se derrite. De porte imponente y majestuoso, y a pesar de lo que pueda parecer a simple vista, estos colosos helados no son entes estáticos, sino que se desplazan de manera lenta hacia los valles. En ese desplazamiento, muelen las rocas que les sirven de sustrato generando un fino grano de arena cuyo alto contenido en hierro -micronutriente esencial de los organismos marinos según afirma la ciencia- favorece el crecimiento del fitoplancton, influyendo en el dióxido de carbono de la atmósfera. ¿Qué por qué les cuento todo esto? Sencillo. Para que puedan comenzar a imaginarse el contenido de la obra que acabo de terminar. Si se me permite la analogía, equipararía a su autor con el glaciar cuyo movimiento (físico o imaginario) genera un polvo de letras magníficas cuya riqueza nos nutre a nosotros, sus pececillos lectores, que sonreímos y hacemos el aire del mundo un poquito más respirable.  

 Polvo de glaciar (Ediciones Desnivel, 2023) es el título que Antonio J. Ruiz Munuera ha escogido para su última obra publicada -con el objetivo de que la introducción de esta entrada tuviese sentido, claro-, finalista de la XXIV edición del Premio Desnivel de Literatura. Naturaleza salvaje, espacio abierto, belleza, movimiento, experiencia, aventura y buena literatura amalgamados en exactamente 156 páginas. Nada a lo que no nos tuviera acostumbrados desde aquel magnífico La luz de Yosemite (2015). En Polvo de glaciar, Ruiz Munuera vuelve a rendir tributo a su gran pasión por los espacios naturales, el ciclismo, la escalada, la fotografía, etc., en 23 textos de extensión variada (algunos con aspiración de algo más) en los que el lector será testigo de escenarios y situaciones tan variopintas como una mujer especial entrenando en un rocódromo, la filmación de una película imposible, ascensiones por paredes endiabladas, aviones estrellados cuya alucinógena mercancía queda atrapada en un lago helado, paisajes asombrosos, excursiones y salidas de buceo con final nada predecible, imprudencias varias, saltos al vacío o incluso una angustiosa llamada a un servicio de emergencias tras la caída de un compañero de aventuras.

La pluma inquieta de Ruiz Munuera mezcla en las páginas de Polvo de glaciar a leyendas de determinadas disciplinas con paladines locales, éxitos y fracasos, amaneceres y ocasos. Matiza el drama de los momentos serios con excelentes pinceladas de humor negro. Navega entre el lirismo del lenguaje poético hasta la gravilla del más coloquial, sin dejar de lado tecnicismos necesarios que los lectores ignorantes de la materia (bueno, yo ignorante de casi todas) buscamos en Google para no perdernos nada. Mi más sincera admiración al escritor por haber conseguido plasmar negro sobre blanco paisajes, acciones, personas y, sobre todo, sensaciones, y por las ilustraciones escogidas para acompañar a algunos de los textos, que ya cuentan una historia por sí mismas. 

lunes, 19 de junio de 2023

Los dioses también mueren, de Carlos Salem

En ocasiones, la vida nos sacude con vueltas de tuerca que nos rompen cualquier esquema concebido de antemano y trastocan voluntades que suponíamos férreas e inquebrantables. Hay paraísos que se tornan infiernos con un simple mensaje de WhatsApp y pozos ciegos que se vuelven cielo abierto rendidos a la memoria de un beso o de una piel. Le ocurre a todo el mundo, pero cuando nos toca a nosotros... Que se lo pregunten si no al autor o a los personajes de la novela que acabo de terminar, que de giros argumentales saben un rato.

Recién salida del horno, Los dioses también mueren (Editorial Alrevés, 2023) de Carlos Salem es la tercera entrega de la saga de Severo Justo, Dalia Fierro y su peculiar Brigada de los Apóstoles que, para variar, tendrán que verse las caras con otro megalómano con ínfulas de dios olímpico, y esta vez en forma de lobo disfrazado de corderito. La trama principal se inicia en la sierra de Madrid, cuando un afortunado efectivo del servicio de recogida de basuras halla un brazo humano congelado, portador de un anillo con una simbología mitológica. Los primeros resultados que arroja la autopsia apuntan a que el brazo pertenece a un joven de unos 20 años, pero que había sido amputado cuatro décadas antes. Tras subir una foto del anillo a la deep web, las pesquisas de la brigada los dirigen hacia la figura del profesor universitario Homero Gansés para iluminarles el camino pero, ay, mientras este desgrana el principio de la historia que podría conducirlos al portador de la joya, es víctima de un envenenamiento que dará con sus historiados huesos en el hospital. Mientras la policía lo protege, nuevos brazos amputados con sus correspondientes anillos harán su aparición en distintos países, obligando a poner en marcha la red de contactos y colaboradores europeos tejida por la brigada para destapar una trama que pondrá en jaque hasta al mismísimo Presidente del Gobierno.

Mientras tanto, la doctora Dalia Fierro y sus mil voces tratarán de poner fin a un matrimonio que nunca debió haber sido mientras la atormentan las dudas sobre la autoría de un asesinato que debió haber cometido y no cometió. Sin embargo, a mi juicio, la trama más intensa y más valiosa de toda la novela concierne a la vida privada de Severo Justo, tanto en la relación amorosa que mantiene con la periodista Lorna Durán –que le hará replantearse si está del lado de la vida o del lado de la muerte–, como en lo relativo a la muerte de su madre y posterior implicación de su padre en el asesinato de un hombre que pudo ser su verdadero progenitor.

Como ya es costumbre, Salem desgrana sus tramas en capítulos cortos y cambios de escenario que le aportan a la narración una agilidad y un dinamismo importantes, y mantiene la tensión prácticamente hasta la última página de la novela. Mención especial al personaje de Dolores, que seguro hace las delicias de cualquier lector.

martes, 13 de junio de 2023

Madrid nos mata, de Carlos Salem


¿Cuándo fue la primera pintada? Es difícil precisarlo con seguridad, los muros de Lavapiés son lienzo propicio para toda clase de expresiones fugaces, protestas rabiosas y hasta formas de arte al paso [...] Y algún obcecado insiste, después del octavo botellín de cerveza, que esa pintada apareció meses antes de que comenzaran las muertes [...]
                           Madrid nos mata

Hay libros en los que la ciudad es un personaje más. Sus paisajes urbanos evocan los recuerdos y sostienen una trama. Por ejemplo, Nueva York en El guardián entre el centeno, Florencia en Una habitación con vistas o Dublín en el Ulises de Joyce. Exactamente lo mismo ocurre a pequeña escala en la segunda entrega de la Brigada de los Apóstoles de Carlos Salem. El madrileño crisol de Lavapiés, multicultural y castizo a la vez, se erige al mismo tiempo en escenario y co-protagonista de la novela, prestándole al autor y al lector sus calles, sus paredes, sus gentes y su latido.

En Madrid nos mata (Editorial Alrevés, 2022), Carlos Salem vuelve a colocar a Severo Justo, Dalia Fierro y su Brigada de los Apóstoles al frente de un asesino con delirios de grandeza que empezará degollando a ancianas octogenarias y logrará que el madrileño barrio de Lavapiés se convierta en un enorme polvorín a punto de saltar por los aires. La ciudad es una diosa y exige sacrificios, y el elegido no tiene más remedio que ejecutarlos. Los éxitos en misiones anteriores de los Apóstoles con pistola les infunden una falsa sensación de imbatibilidad, aunque algo no está funcionando como habitualmente. Los muertos parecen haber dejado de hablarle a Caronte García, el forense, puede que a causa de una ayudante recién llegada a su cuartel de operaciones, y no tienen ni un hilo del que tirar. Por otro lado, Severo Justo se ve envuelto en una misión clandestina que implica a un arzobispo español, a su bastardo, a un viejo delincuente (o un delincuente viejo) y a un cura asiático que busca en la Biblia las dos mejillas de la venganza. Dalia Fierro tampoco podrá centrarse cien por cien en el asesino de Lavapiés pues, aparte de lidiar con las mil Dalias que viven en ella, tendrá que hacer frente a un matrimonio en el que nunca debió haberse embarcado y a la promesa de una venganza que ahora no quiere cumplir. Por lo tanto, el resto del escuadrón apostólico tendrá que redoblar sus esfuerzos y robarle horas al sueño para detener al megalómano que... Nada, nada, si quieren saber, la leen, no se la voy a destripar yo.

Madrid nos mata es otro ejemplo de novela negra absolutamente devorable. Capítulos cortos que le aportan mucha agilidad, buen manejo de la tensión e intriga prolongada hasta el final y más allá aún (es decir, que ya tengo ganas de leer el siguiente). La prosa del autor sigue siendo formidable (quizá algo menos poética que en Los que merecen morir, pero magnífica al fin y al cabo). Salem sigue usando la sonrisa y la carcajada como medicina para destensar al lector (véase si no a la hacker Dolores y a su equipo de minihackers apodados Do, Re y Mi), e introduce pinceladas de mucha ternura en el luctuoso universo del noir. Muy recomendable. 

sábado, 10 de junio de 2023

Los que merecen morir, de Carlos Salem


obsecuencia (Del lat. obsequentia)
1. f. Sumisión, amabilidad, condescendencia.

Me encanta descubrir nuevos autores que salgan de las páginas como un huracán, me arrollen con su forma de narrar y de escribir (sí, las dos) y me dejen con la boca abierta y con ganas de más. Si, además, me hacen buscar alguna palabra en el diccionario y se me queda grabada, la dicha alcanza ya el nivel máximo. La definición que encabeza esta entrada es buen ejemplo de ello, y la búsqueda frenética de orden en la que ahora mismo se halla inmerso mi cerebro para intentar transmitir todas las ideas que se agolpan en él, signo mayúsculo de mi entusiasmo lector.

La causante de este triatlón cerebral se titula Los que merecen morir (Editorial Alrevés, 2021) y es hija de Carlos Salem, una pluma peculiar y excepcional donde las haya. Ya saben que soy bastante novata como lectora de novela negra (van ya unas cuantas, pero sigo siendo casi virgen en el noir), pero diría que Salem le aporta una perspectiva totalmente diferente a lo que vengo leyendo. Quizá, si culmino con éxito esta reseña, puedan entender de qué les hablo (por si no fuera el caso, ya les pido disculpas de antemano). Ambientada en Madrid, la trama principal de Los que merecen morir nos regala un malo malísimo pero de los malos de verdad: un justiciero, megalómano y mesiánico bautizado paradójicamente como Nadie (lo que le permite al autor unos juegos de palabras brutales). En su delirio de dios vengador y redentor de la humanidad –el resto de humanos son poco más que hormigas–, y con reminiscencias de los serial killers americanos, diseña un plan ritualístico para acabar con la vida de ciertos culpables que escaparon de la justicia (esa que se supone que es ciega) por las grietas del sistema. La amenaza mediática empuja al Ministro de Interior a crear una brigada especial de chivos expiatorios que carguen con las culpas cuando no consigan atrapar al asesino y se desate la histeria colectiva. Dicha brigada, más tarde apodada la "Brigada de los Apóstoles", será encabezada por Severo Justo, ex-sacerdote, viudo y policía exiliado en Bruselas por delito de obsecuencia (o sea, tan fan de las normas que había incomodado a los de arriba). Otro nombre de personaje que es pura metáfora. Justo elegirá, como miembros de su equipo, a antiguos conocidos peculiares también por uno u otro motivo. Dalia Fierro, suave como su nombre y dura como su apellido, psiquiatra, psicóloga, conocedora de más idiomas de los que cree y desquiciada por las mil voces que siempre la acomppañan. El forense Caronte García, que habla con los muertos (Caronte, forense, y hablar con los muertos, no diré nada más). Los comisarios Acuña y Bermúdez, burócrata el primero y hostiócrata el segundo. El inspector Frontela, cuya mejor baza es aportar al equipo al mejor hacker del mundo, una octogenaria que combina hacer calceta con un talento informático insuperable. Si existe una posibilidad de atrapar al asesino, solo este grupo heterogéneo y casi paranormal lo logrará. El plan vengador de Nadie seguirá su curso aunque, una vez conocida la identidad y currículum de su adversario Justo –que le inspirará admiración y odio al mismo tiempo– se verá obligado a variarlo y... De eso nada. Si quieren saber más, la leen. Faltaría más.

Capítulos cortos que proporcionan una agilidad pasmosa a la lectura, tensión dramática constante que no decae, engranaje de tramas y subtramas preciso e impecable. ¿Qué más puedo decirles para convencerles? La prosa de Carlos Salem, por supuesto. Como un camaleón, se mimetiza con el tono acorde con la situación sin que el lector se percate. Preciosista cuando es necesario, las reflexiones de su narrador o de sus personajes son filos que en ocasiones sajan sin piedad yugular o carótida. Gamberro cuando hace falta, se vale de la sonrisa o la carcajada para evitar el colapso coronario del lector.  ¿Y sus personajes? Magníficamente ensamblados. Complejos, profundos y reos cada cual de su condena, abolen los conceptos de héroe y anti-héroe con un simple parpadeo. Notable aplauso merece la construcción de su galería de secundarios, sobre todo del personaje de Dolores  (que no se note que es uno de mis favoritos). Y ya no les robo más tiempo, que además me espera la siguiente entrega de la saga...

martes, 6 de junio de 2023

El pozo de Granados, de Saray Ramírez

El universo de las emociones es un entramado sumamente complejo e inabarcable. Una de las tareas más difíciles para nosotros, humanos imperfectos y desportillados (si no rotos) en algún lance de la vida, es asumirlas y gestionarlas en la medida en que nos es posible. Sin embargo, en numerosas ocasiones se nos atragantan y luchamos contra ellas como si fueran el enemigo, en lugar de abrazarlas, reconocer su existencia y dejarlas fluir para que alguna vez se marchen por donde vinieron. Las negamos, las callamos, y dejamos que se nos pudran dentro, contaminándonos cada latido e infectando hasta el último rincón del alma en una suerte de septicemia aniquiladora. Queda claro que el refuerzo de la inteligencia emocional de un niño no es una de las preocupaciones de las mentes preclaras que diseñan las estrategias, los objetivos y los contenidos de los programas educativos. Nunca lo ha sido y dudo que alguna vez lo sea, y así nos va. Si intento buscar un lado positivo a esta situación, no se me ocurre otro que la posibilidad de generar tramas tan devastadoras y poderosas como la pergeñada por la autora en la novela que acabo de terminar. 

El pozo de Granados (2023), de Saray Ramírez Martín, es una de esas obras que le devuelven a esta lectora ciertos valores importantes. Por un lado, la fe en mi intuición, porque en cuanto vi la cubierta y el título algo me saltó por dentro. Por otro, la posibilidad de decir que "bendita serendipia". Y por otro más, la admiración por una obra bien armada, bien escrita y bien cerrada (aquí creo que habla más la correctora que la lectora, pero tendrán que perdonarme). El pozo de Granados es un thriller de terror psicológico (normalmente no suelo ver claras estas etiquetas, pero en este caso es cristalino) que nos habla de lazos familiares, de monstruos en pozos y del miedo inmenso de enfrentarse a ambos. Ambientada en la tranquilidad de una isla canaria (supongamos que Fuerteventura), la novela comienza en la época infantil de Abel, Lola y Benjamín, los retoños de la familia Domínguez Parra. Sus travesuras infantiles les llevan una noche, junto con sus inseparables amigos Fenchu y Blas, a las inmediaciones de la finca del fallecido Eulalio Granados, donde vivirán una experiencia que los marcará a fuego y sobre la cual acordarán un pacto de silencio que mantendrán hasta la edad adulta. Abel, que se erige en protagonista de la novela, tendrá la mala fortuna de caer a un pozo y compartirlo con unos ojos amarillos que vivirán ya por siempre en sus pesadillas. Ya en la edad adulta, a causa de la ruptura con su mujer, Abel se ve obligado a regresar al pueblo, del que escapó en cuanto tuvo la mínima oportunidad y al que apenas ha regresado, y convivir con su familia, lo que desatará un baile de demonios donde pasado y presente se confundirán en dolor y miedo. Un manuscrito de su hermano Benjamín actuará de catalizador y... De eso nada, si quieren saber más, tendrán que leerla. 

Breve pero intensa, El pozo de Granados supone todo un despliegue de talento y solvencia narrativa. La construcción y el ahondamiento psicológico en las diversas facetas de los personajes son magníficos. El manejo de los tempos y la dosificación de la tensión dramática, soberbios. Intriga hasta el final y ese retorcerse de tripas para adentro que hace que a una no le importe robarle un ratito al sueño. En definitiva, una sorpresa muy agradable y realmente bienvenida a mi hogar de negro sobre blanco. Si se animan, ya saben...

domingo, 4 de junio de 2023

Revista Murciana de Letras, de Newcastle Ediciones

Tarde de domingo y veo, a través de la ventana, cómo van llegando las nubes. Estoy intentando averiguar si se escriben reseñas –como las que escribo yo, que no llegan a eso– de revistas literarias. Hasta ahora, nunca había leído una y, además, me doy cuenta de que soy una desobediente, porque me había propuesto leerla despacito y que me durara mucho y me la he merendado en un par de ratos. Tampoco es que sepa muy bien qué escribir de ella que no suene pedante o paleto (por mí, no por la revista, claro está). Bueno, yo escribo lo que me apetezca y si no les gusta, pues que me detengan.

Mañana lunes hará dos semanas que tuve la suerte de poder asistir a la puesta de largo de la Revista Murciana de Letras tripulada por Javier Castro, de Newcastle Ediciones. La presentación fue interesante y divertida, entre asteroides, meteoritos y plumas llegadas del espacio sideral. Como ya comenté en su día, es emocionante estar en ciertos lugares en ciertos momentos concretos que quizá no sean un hito histórico (o tal vez sí, quién sabe) pero sí forman parte del inmenso y entrañable tapiz cósmico de las historias pequeñas. «La escritura es una forma de fuego que atraviesa la noche», dijo Javier, el temerario editor que ha puesto en marcha el proyecto, como poco anacrónico y desde una perspectiva tan particular como el patio de su casa. Una revista murciana de letras donde no escribe ningún murciano. Quizá esa sea la clave de por qué la lectura de la dichosa revista me ha atrapado. Ha borrado fronteras de un plumazo. El factor común de los autores que han colaborado con sus textos es que en algún momento de sus vidas han tenido contacto con Murcia (curioso también cómo el topónimo va reduciendo o ampliando su alcance según se refiera a la capital o a la región en conjunto). Para unos Murcia es una hermosura de perra, unos veranos en casa de los abuelos o una amiga de la infancia. Para otros, las marineras y las cervezas, el ambiente recoleto de unas calles en fiesta perpetua o una puesta de sol sobre el Mar Menor. Para otros más, Murcia es un lugar de nacimiento o residencia, concretamente el de Eloy Sánchez Rosillo, Pedro García Montalvo, Miguel Ángel Hernández o el cartagenero José Pla (pobre señor, toda la vida tratando de desvincular su pluma y su existencia de la de otro señor con el que compartió nombre y primer apellido). Esa etiqueta de "Murcia" recoge, en concordancia con las secciones en las que se divide la revista, memorias, lecturas, rescates y lugares.

Es esa abolición de fronteras lo que me ha fascinado y cómo, desde la tierra de mi patria chica, en junio del año 2023, he deambulado por bosques norteamericanos esperando a que regresara un animalillo eufórico, he contemplado la orilla del Lago Lemán de los años 30 del siglo pasado, siendo testigo indirecto de momentos históricos que no esperaba encontrar, he olido el aroma a bizcocho casero en el barcelonés barrio de Horta o el hedor del guano en las costas de una Irlanda indómita.

Enhorabuena a Javier Castro y, por supuesto, a la redactora Misha Castro, por su valiente y anacrónica labor. En la lectura de vuestra Revista Murciana de Letras, una entra con su tamaño y acaba saliendo sintiéndose pequeñita y con un par de títulos más añadidos al listado de pendientes.

viernes, 2 de junio de 2023

El credo de los suicidas, de Anabel Rodríguez

Una de las cosas que más me gustan es que me sorprendan (para bien, por supuesto). Ya sé que lo habré dicho más de una vez, pero es que es cierto. Cuando leo, notar cómo abro mucho los ojos y la boca (debe ser imagen digna de foto) mientras absorbo línea tras línea es una sensación inigualable. La obrita que acabo de terminar (novela brevísima o "cuentilargo", como lo llama su autora) es posiblemente una de las más originales que he leído hasta la fecha. 

El credo de los suicidas (Editora Regional de Extremadura, 2022), de Anabel Rodríguez, como su propio título indica, trata un tema delicado y peliagudo del que pocas personas quieren hablar. Siempre es más cómodo obviar la existencia de aquellas personas que, por un motivo o por otro, deciden rendirse y dejar de remar. Anabel Rodríguez no lo hace, no mira para otro lado, y aborda el suicidio desde una perspectiva francamente peculiar. Imaginen que están ustedes alojados en un hotel. Imaginen que van caminando por el pasillo y la moqueta amortigua el sonido de unos pasos cuyo objetivo es secuestrarle. Imaginen que despiertan y descubren su nueva situación de rehén y que su secuestrador les revela lo siguiente como motivo para estar retenido: pretende suicidarse y que usted presencie su mudanza al otro barrio. Sin embargo, usted no es el testigo que el potencial suicida había previsto y pronuncia en un momento determinado una afirmación rotunda, potente, devastadora: «Procedo de una insigne familia de suicidas frustrados». El diálogo (quasi-monólogo) que a partir de ahí se establece es de lo más perturbador.

Y ya no les cuento más, que va a acabar siendo la reseña más larga que la obra. Solo les diré que está escrito con valentía e inteligencia, y lleno de reflexiones que se les quedarán dando vueltas por la mente un ratito. Alguna sonrisa también se les escapará, no crean, aunque no tengan claro si deberían sonreír o no cuando de ciertos asuntos se trata.


Aurora no se durmió, de Judith Romero

Cuando era pequeña me encantaba que me contaran cuentos. Mi madre me enseñó a leer muy pronto y comencé a leerlos a una velocida...