sábado, 26 de noviembre de 2022

La melodía de la oscuridad, de Daniel Fopiani

En un acceso de ira provocado por la diosa Hera, Heracles (o Hércules en la adaptación romana), con sus propias manos, acaba con la vida de su esposa, Megara (hija del rey de Tebas) y de los tres hijos que ambos tienen en común. Una vez recuperada la cordura, horrorizado ante su crimen, decide aislarse del mundo en tierras salvajes. Sin embargo, su hermanastro Ificles lo encuentra y lo convence para que acuda, en busca de la redención, al Oráculo de Delfos. Una vez allí, la sibila délfica le impone como penitencia realizar una serie de trabajos ideados por Euristeo, el hombre al que más odia Hércules, pues era quien había –involuntariamente– usurpado su legítimo derecho al trono. Este pasaje mitológico es conocido como "Los doce trabajos de Hércules" y es la fuente de inspiración de la novela que acabo de terminar. 

La melodía de la oscuridad (Espasa Libros, 2019) de Daniel Fopiani es quizá la novela más brutal (en el sentido literal de la palabra) que he leído hasta la fecha. Fopiani ambienta la obra en su Cádiz natal, e inicia la trama de la misma con el asesinato de un guardia de seguridad en el Museo de la ciudad. El cadáver es hallado en posición de oración u ofrenda junto a la estatua de Hércules Farnesio y le falta un cuadrado de piel en la espalda. El teniente Román de la UOPJ de la Guardia Civil pide ayuda a Adriano, un ex-compañero del cuerpo retirado forzosamente del servicio tras la explosión de una mochila bomba a la salida del cuartel de Intxaurrondo que le robó la vista y las ganas de vivir. Deberán poner sus mentes a trabajar para detener a tiempo a un asesino al que conocemos ya en las primeras páginas de la novela. Se hace llamar Alceo (nombre con el que bautizaron a Heracles al nacer), es de origen rumano y, al igual que el héroe griego, mató a su familia en un arrebato de ira y ahora busca, mediante la ejecución de crímenes rituales, la expiación de su pecado. Las escenas de los asesinatos son realmente espeluznantes, salvajes, macabras, rozando el gore hasta el punto de la náusea (también literal).

En paralelo al desarrollo de la investigación y a la preparación de las ofrendas por parte del asesino, Fopiani va desgranando la tormentosa relación entre Adriano y su mujer, Patricia. Él, encerrado en la amargura de un mundo cuya única banda sonora es la tristísima melodía de la oscuridad. Ella, dedicada al esposo tullido en alma, ya que el cuerpo se lo entrega esporádicamente a otro hombre en episodios de sexo terapéutico que la hace sentir viva. Un torbellino de sentimientos y emociones que mantiene al lector con un nudo en el pecho y otro en la garganta.

En definitiva, una lectura negra negrísima que atrapará al lector en su telaraña macabra y lo torturará hasta el final, sobre todo al final. No apta para estómagos sensibles.

domingo, 20 de noviembre de 2022

La Emperatriz de los Etéreos, de Laura Gallego

A riesgo de resultar cansina, repetiré una vez más que la imaginación es el arma más poderosa de la que disponemos los seres humanos. Gracias a ella podemos, por ejemplo, olvidarnos de nuestro sofá y nuestra mantita, desplegar nuestras alas y volar hasta aterrizar en mundos lejanos y radicalmente distintos al que habitamos. En esta ocasión, acabo de volver de un viaje fascinante a un mundo donde imperan el frío, la blancura de la nieve y el divino afán de una inmaterialidad redentora. La luz y el calor del sol brillan (que expresión tan paradójica en este contexto) por su ausencia y la vida, tal y como la conocemos, resiste oculta en las entrañas de la tierra.

En este escenario tan eternamente invernal sitúa Laura Gallego La Emperatriz de los Etéreos (Alfaguara, 2007), la novela juvenil de aventuras (mira que me gustarán a mí las aventuras) que ha mantenido mi mente ocupada durante las últimas 24 horas. La protagonista, Bipa, es una chica pragmática y poco soñadora que vive en Las Cuevas junto a su comunidad, resguardados del frío y la muerte segura que supondría alejarse de ellas. En las mismas grutas vive también Aer, un muchacho algo diferente al resto que se pasa el día soñando despierto y cuya máxima aspiración es cruzar los Montes de Hielo y encaminarse hacia el palacio de la Emperatriz de los Etéreos, el ser más bello y majestuoso sobre la faz de la Tierra. Será que los polos opuestos se atraen porque, a pesar de ella misma, Bipa inicia una suerte de amistad con el chico raro y comienza a tolerarlo. Un buen día, el muchacho desaparece y, tiempo después de haberlo dado por muerto, regresa con el único fin de demostrarle a Bipa que se equivoca, y que existen cosas que merecen la pena más allá de su refugio en Las Cuevas. Sin embargo, la naturaleza de Aer lo empuja a partir de nuevo hacia la Emperatriz que lo llama con fuerza, y el corazón de Bipa –aunque ella lo niegue con vehemencia– la obliga a marchar en su busca. La joven iniciará un viaje lleno de peligros que pondrá a prueba hasta el último gramo de su tozudez y le revelará la verdadera naturaleza del mundo en el que vive. ¿Logrará cumplir su objetivo de hallar a su amigo y traerlo de vuelta a casa? Para saberlo, tendrán que ponerse un buen abrigo (y los guantes, que no se les olviden) y seguir los pasos de Bipa.

Escrita en tercera persona, y en catorce capítulos de extensión considerable más el epílogo, La Emperatriz de los Etéreos nos adentra en una búsqueda, no solo de un amigo (puede que algo más), sino de la propia esencia. A lo largo de su periplo, nuestra protagonista descubrirá cosas sobre sí misma y tomará conciencia de lo que es realmente importante para ella mientras se topa con personajes de lo más variopinto. Entre sus líneas, si leemos bien, podríamos encontrar una reflexión sobre todo lo que dejamos atrás en aras de alcanzar la perfección y en qué podría resultar nuestro intento.



sábado, 19 de noviembre de 2022

Progenie, de Susana Martín Gijón

En ocasiones hay obras que comienzo a leer simplemente porque forman parte de la lista de títulos pendientes y decido darles una oportunidad, sin expectativas de ningún tipo. En ocasiones, afortunadamente, esas obras me enganchan desde las primeras páginas y, cuando acaban, quiero más. Además, si supone la primera vez que empatizo totalmente con el personaje principal (la inspectora) en novela negra, la sensación de satisfacción se magnifica.

Esta vez les hablo de Progenie, de la sevillana Susana Martín Gijón, publicada a principios de 2020 por Penguin bajo el sello de Alfaguara Negra, una novela dotada de cierta originalidad, desenfado en la escritura, agilidad en la exposición y rapidez en el desarrollo, circunstancias que resultan en un ritmo constante que no permite que el interés de los lectores decaiga en ningún momento. La trama de Progenie se inicia con la aparición del cadáver de una mujer atropellada deliberadamente en el Barrio de las Letanías de Sevilla. En su boca, un chupete; en el informe de la autopsia, un embarazo. Mientras la inspectora Camino Vargas y su equipo trabajan para arrojar luz sobre el caso aparece el cuerpo sin vida de otra mujer. El informe forense revela que la víctima también es gestante. ¿Casualidad? Tras un planteamiento que podría parecer convencional, el lector asiste al desarrollo de una trama argumental trazada al milímetro para obtener un resultado redondo. La aparición de un tercer cadáver sitúa ya a la inspectora Vargas y al resto de su unidad ante el reto más difícil de su carrera.

Otro de los aciertos de Martín Gijón en Progenie residiría en sus personajes. Alejándolos del concepto de superhéroes que todo lo pueden, los presenta como personas convencionales, con sus dudas, sus problemas, sus fracasos y sus emociones. Tan vulnerables como cualquiera de nosotros en circunstancias difíciles. Sin ir más lejos, me ha encantado la inspectora Vargas: entrada en la cuarentena, con un peso y una talla que se escapan de los estándares de belleza socialmente aceptados, y capaz de expresar con naturalidad sus apetencias sexuales, lo esporádico de sus relaciones, su elección de un estilo de vida independiente. Y la certeza de que todo lo anterior no es más que un caparazón tras el cual se siente protegida. Su vida, una paradoja continua y constante.

En definitiva, en Progenie hallamos una novela escrita con valentía e inteligencia, capaz de mantener en vilo al lector mientras profundiza en cuestiones relevantes a varios niveles: la maternidad y las imposiciones sociales sobre las mujeres, los modelos de familia, la crianza, la paternidad y las diversas pérdidas que habitualmente sufren los padres tras una separación. No perdamos de vista tampoco los amores imposibles (o así los llaman). Una obra excelente narrada de modo casi adictivo.

lunes, 14 de noviembre de 2022

La Troupe, Antonio J. Ruiz Munuera

El primer contacto visual con la carpa de un circo, cuando era niña, me provocaba emociones indescriptibles entonces y difíciles de explicar ahora. Los colores y la geometría de aquellas tiendas de lona se aliaban para generar la expectación, la ilusión de una tarde diferente en la que se suspendían momentáneamente las reglas del mundo real para dar paso a la fantasía, a la magia, a la risa y al más difícil todavía. La cubierta de la obra que acabo de terminar me ha traído a la memoria todas esas tardes de ensueño que ni el gris más oscuro contamina.

Titulada La Troupe (Edelvives, 2020), la última novela publicada de Antonio J. Ruiz Munuera, galardonada con el XX Premio de Literatura Juvenil Alandar de la editorial Edelvives, otorga al mundo del circo un papel coprotagonista en una trama donde aventura y naturaleza se combinan para deleite del lector juvenil –de cualquier edad, por supuesto. Ambientada en el Quebec de finales del s. XIX, testigo de las luchas por el poder entre franceses y británicos, La Troupe da cuenta de cómo el circo irrumpe un día en la vida de la joven Elizabeth Gilmour, hija del conde de Gilmour (administrador colonial de Quebec y personaje desagradable donde los haya), provocando un terremoto en su vida prediseñada y empujándola a huir de un hogar donde no recibe amor hacia lo desconocido. Sus pasos se mezclan entonces con los de la compañía circense responsable del seísmo que sacude su existencia. En compañía de los artistas descubrirá nuevos valores, nuevas culturas e incluso esa emoción innombrable que da entrada a un millón de mariposas ruidosas en el estómago. Mientras, los esbirros oficiales de su señor padre intentan seguir su rastro para darle caza. ¿Lo lograrán?

En La Troupe, Antonio J. Ruiz Munuera recrea a la perfección, desde el respeto y la admiración, la fantasía y la magia del espectáculo circense, así como la magnificencia de los espacios naturales canadienses. La ambientación está muy bien conseguida, tanto mediante la contextualización histórica como con la construcción de los personajes y sus historias. Y el conjunto resulta en una obra de lectura muy agradable. Si les apetece, y nunca mejor dicho, pasen y lean.

martes, 8 de noviembre de 2022

Enigmas para un rey, de Javier Marín

Acabar un libro y tener que decidir si admiras al autor o si, por el contrario, lo detestas es una situación compleja hasta que descubres que no has de elegir, que ocurren las dos cosas al mismo tiempo. Por un lado, lo admiras por haber sido capaz de construir la obra como lo ha hecho. Por otro, lo odias porque te ha secuestrado, porque te ha robado horas de sueño y, sobre todo, porque te ha hecho sufrir lo indecible. Comprenderán que lo de odiar al autor es una broma –o no. Para poder juzgar por ustedes mismos tendrán que leer la saga de Marco Duarte, el inspector de policía nacido de la pluma del pinatarense Javier Marín. La primera entrega de la saga, Tablero Mortal, fue galardonada con el Icue Negro en la edición de 2020 de Cartagena Negra. La segunda, Descenso al abismo, nos dejó pidiendo más. Y como queríamos más, en la tercera nos ha dado lo que nos merecemos.

Cometí la imprudencia de comenzar a leer Enigmas para un rey un sábado por la noche, rozando la madrugada, y a punto estuve de cancelar los planes del domingo para poder devorarlo a placer. La tensión dramática ya es palpable desde las primeras páginas. El prólogo provoca ganas de morderse las uñas: un año después del trágico desenlace de Tablero mortal, el asesino invisible vuelve a la carga secuestrando a un miembro del equipo de Marco Duarte. Para encontrarlo, deberán resolver el enigma escondido tras unos versos pergeñados por el mismo secuestrador. Logran salir airosos de este primer lance, pero no tienen ni idea de que la verdadera pesadilla acaba de empezar. El inspector Marco Duarte se verá inculpado en dos asesinatos y tendrá que actuar desde la clandestinidad. Contará, eso sí, con una ayuda inesperada. Mientras tanto, sigue la partida de ajedrez iniciada por el asesino. Acertijo retorcido tras acertijo retorcido irán cayendo las piezas y la ciudad volverá a bañarse en sangre. Para colmo entra en escena el inspector Rojas para liderar el equipo, y no va a despertar precisamente simpatías. Lo van a tener francamente difícil hasta que... Hasta que nada. La leen y sufren como he sufrido yo hasta el último segundo.

Javier Marín vuelve a demostrar en Enigmas para un rey su habilidad en el manejo del argumento y en la construcción de los personajes. La doble línea temporal durante el primer tercio de la obra es, a mi parecer, todo un acierto, y la elección de la brevedad en los capítulos le confiere a la narración un dinamismo brutal. Su técnica anticipatoria contribuye a la escalada de la tensión dramática capítulo a capítulo. Al lector apenas le va a estar permitido respirar, así que imaginen. Absténganse solo si padecen alguna cardiopatía. 

sábado, 5 de noviembre de 2022

Unos días en París, de Paco López Mengual

Decía Moslih Eddin Saadi, célebre poeta persa del período medieval, que «un viajero que no observa es un pájaro sin alas». Si aceptásemos como válida tal afirmación, cabría también figurarnos que el tamaño de las alas del ave en cuestión podría ser directamente proporcional a la capacidad de observación y a la perspicacia con la que observa el viajero. Partiendo de tales premisas no sería erróneo, pues, asociar a Paco López Mengual (mercero, escritor y trotamundos) con la imagen del cóndor andino, cuya envergadura alar alcanza los tres metros de longitud (cifra que lo sitúa en el número uno del ránking alado del reino animal). López Mengual viaja, observa y reflexiona, reflexiona y observa, y anota su cosecha del día en las hojas de un cuaderno para que, tiempo después, sus lectores seamos partícipes de la experiencia con todo lujo de detalles.

En esta ocasión, después de guiarnos por la capital lusa en Recuerdos de Lisboa, López Mengual vuelve al diario/libro de viajes convirtiéndose en nuestro cicerone particular durante Unos días en París (MurciaLibro, 2016). Durante seis días, del 30 de julio al 4 de agosto de 2006, visita el autor, junto a su familia, los entornos más relevantes de la capital del hexágono: la torre Eiffel, que logra vencer su reticencia inicial; el Louvre y sus miles de joyas; el Arco del Triunfo, Les Invalides, el Musée d'Orsay y los puentes del Sena. Se rinde ante los encantos de la sesión golfa del mítico Moulin Rouge y contempla con sus propios ojos los tesoros que guarda la Shakespeare and Company, la librería más emblemática de todo París. Logra tomarse un café en la icónica Les Deux Magots, tiempo atrás epicentro de la vida cultural parisina (y cuyos precios parecen mantener el espíritu de la calidad artística que un día albergó) y es testigo del significativo mensaje que su mujer deposita en la tumba de Jean Paul Sartre, descubierta por azar en el camposanto de Montparnasse.

Como siempre, los cinco sentidos de López Mengual recorren las calles de la ciudad del amor, de la luz y de los gatos (aunque él no recuerda haberse cruzado con felino alguno durante sus visitas) atentos a la historia (con y sin mayúscula), a la efeméride o al cotilleo de alcoba que le narran las piedras, los árboles, el agua del Sena o los guías argentinos que les acompañan. Lo acompaña también su habitual sentido del humor. Magnífica su retranca al describir el infierno sodomita esculpido en el pórtico central de Notre-Dame o las peculiares misivas que enviaba Napoleón a su esposa para anunciarle su regreso del campo de batalla. Sin embargo, impregna también las páginas de su diario un cierto aroma a melancolía, porque en su viaje el autor no solamente cambia su ubicación espacial, sino también la temporal. Regresa a las meriendas de su infancia rememorando Las maravillas del mundo, una de las cinco obras literarias presentes cuando era niño en la sala de estar de su hogar. Mientras camina y observa, resuenan en su memoria los ecos de las voces de los muchos que se vieron obligados a exiliarse en tierras galas a causa de la Guerra Civil, y los gritos de libertad del mayo francés del 68, de los días de vino y rosas, de los que creyeron que bajo los adoquines dormía la arena de playa. Lectura más que recomendable, sí señor.

viernes, 4 de noviembre de 2022

A la intemperie, de Rosario Guarino Ortega

A la intemperie: a cielo descubierto, sin techo o ni otro reparo alguno. Eso dice el diccionario de la RAE, y así nos quedamos muchos a causa de la pandemia que nos encerró en casa durante lo que pareció una eternidad y nos arrebató la burbuja de seguridad en la que hasta ese momento habíamos vivido. Asimismo, nos robó los besos y el calor de los abrazos de nuestros seres queridos. Vulnerables, indefensos y distanciados nos quedamos. Volver a las calles y reencontrarnos con los nuestros –con las debidas precauciones, claro está– fue un sueño hecho realidad (un sueño surrealista dentro de una realidad más surrealista aún). El verano de 2020, el de los abrazos furtivos que pudieron más que el miedo, ha quedado tatuado en nuestra memoria individual y colectiva y plasmado en las páginas de la obra que acabo de terminar.

De las manos de Rosario Guarino Ortega salieron los textos que, previamente publicados en la sección «Verano sin fin» de La Opinión de Murcia durante aquel estío, componen A la intemperie (La Fea Burguesía, 2021). Tras cautivarnos con sus versos en Palimpsesto azul y Los márgenes del tiempo y enamorarnos del todo en Florida Verba, el alma sensible de su autora llega a nosotros ahora en forma de prosa, con resultado igualmente delicioso. Su pluma serena y tierna dibuja en los relatos de A la intemperie fragmentos del mundo exterior de todos y de su hermoso universo interior. Esboza con mimo los contornos del mar y de las flores que tanto aprecia. Colorea con delicadeza la experiencia de un ocaso visto a través de las ramas del pino carrasco más grande del mundo. Recrea el sabor de una cerveza fresca en compañía de amigos. Diserta sobre las siestas de agosto, «esa hora mágica que el verano parece hurtar a la rutina vital» (p. 59). Posa sus ojos sabios sobre la luna y las referencias literarias y mitológicas asociadas a ella. Tiende puentes hacia el pasado que la impulsan a sobrellevar el presente pandémico y le acarician la memoria. Y lo adereza todo con amor, con ternura, con amistad y con elegancia.

La eterna pasión de Rosario Guarino por el mundo clásico impregna la obra letra a letra: la etimología, Homero, su gran Ovidio o los dioses griegos nos acompañan en la lectura y nos guían como faros en noche de tormenta. Sin embargo, confieso que a mí lo que me ganó ya desde las primeras páginas fue su declaración de amor –abierta y rotunda– a la palabra: «Sin poderlo ni quererlo remediar amo las palabras desde el origen hasta el extremo.» (p. 23); «Y en verdad las palabras abrazan, y dan calor, y sanan, aunque también hieran, y hasta puedan llegar a ser instrumento mortal. Nunca tanto como un silencio» (p. 24). Nada más cierto y más hermoso para mí. Disfrutad sus palabras, paladeadlas y dejad que os inunden.

Será que tienen razón y siempre fui un espíritu rebelde. Por eso es, quizá, que leo el diario de un agosto a principios de un noviembre.

martes, 1 de noviembre de 2022

¿Te CUENTO un CUENTO?, de Paco López Mengual

La memoria de la infancia supone a menudo un reducto de indulgencia a donde volvemos de cuando en cuando en busca de sosiego. Ajenos al dolor de los días y los adioses sucesivos, inmunes al desaliento, la vida nos espera en las esquinas dispuesta a sorprendernos y a entregarnos el precioso don de la ilusión. Creemos en duendes y ratones estraperlistas, e incluso pensamos que los escritores de las historias que leemos o que nos cuentan son auténticos magos poseedores de una sabiduría cósmica y armarios repletos de criaturas increíbles. Cuando crecemos, algunos nos sentimos afortunados al constatar que es así, que no fue una invención de nuestra disparatada imaginación de niños. Fíjense si no en Paco López Mengual. De sus cajones sale lo mismo un botón o una cremallera que un personaje asombroso que nos lanza un hechizo para mantenernos pegados a unas páginas.

Esta vez (ya la décima), nos acercamos a López Mengual como narrador infantil en ¿Te CUENTO un CUENTO? (Alfaqueque Ediciones, 2016), una obra compuesta por seis relatos donde la aventura, el misterio y las sonrisas se combinan con el color y la ternura de las ilustraciones de Sofía Martínez y el talento narrativo del autor para cautivar a los lectores (de cualquier edad) y mantenerlos en vilo de la primera a la última página del cuento. En “Sémola Semolorum", el escritor nos pone sobre aviso del cuidado con el que hay que manejar las varitas mágicas; es probable que se nos escapen un par de lágrimas al saber de la vocación de astronauta del personaje de "Mis viajes con monsieur Dupont"; aprenderemos la importancia de llevarse bien con los amigos invisibles en "Mi amigo invisible se llama Chipé” y a mirar de otro modo a los personajes peculiares de los pueblos en "El Gigante"; en "La Llave del Tiempo" viajaremos a mundos remotos y nos preguntaremos si nosotros hubiéramos actuado igual que el protagonista y, finalmente, en "La maldición del Árbol Botella" descubriremos una inquietante historia que sustentará los extraños sucesos acaecidos en un barrio cualquiera.

Siempre es un placer sumergirse en las letras de Paco López Mengual, y aún más cuando se recuperan los ojos de una niña que siempre creyó en la magia. ¿Os cuento algo? He descubierto su secreto: cose las historias con un hilo tan tan tan mágico que es imposible que no nos gusten. Probad a ver si a vosotros os ocurre lo mismo. 

Aurora no se durmió, de Judith Romero

Cuando era pequeña me encantaba que me contaran cuentos. Mi madre me enseñó a leer muy pronto y comencé a leerlos a una velocida...