viernes, 28 de mayo de 2021

En el nombre de Ovidio, antología poética compilada por Rosario Guarino


Hay días en que un abrazo, una caricia, un beso o un saludo te hacen sentir que la fortuna te sonríe de una forma especial. Si, en cambio, lo que ocurre es que Charo Guarino aparece en tu puerta un 21 de marzo, Día Mundial de la Poesía, para regalarte a dos de sus criaturas literarias (dedicadas), el sentimiento es indescriptible.     Por ello, se mezclan agradecimiento, emoción, ilusión y ganas al hablar de En el nombre de Ovidio, lectura que me ha hecho compañía durante una semana agitada y plena de altibajos (y lo que nos queda). Es en estos momentos de montaña rusa cuando más se agradece el sumergirse entre páginas tan estimulantes y cautivadoras como las de esta antología poética. La obra y yo, yo y la obra, y el mundo que deje de girar si le apetece.

En el nombre de Ovidio, cuya edición viene de la mano de la Fundación del Teatro Romano de Cartagena (2021) y se encuadra dentro de la colección "Diálogos del mundo antiguo", es una selección de más de 140 textos, hijos de la pluma de 115 autores (30 de los cuales oriundos de la Región de Murcia), escogidos con gusto y con mucho mimo por Rosario Guarino para recordarnos que, más de dos mil años después de su muerte, el gran Ovidio sigue muy presente entre nosotros. Trascendiendo las fronteras temporales, pues la antología recoge desde textos del Arcipreste de Hita hasta poemas prácticamente recién nacidos, y las barreras del idioma (pues en sus páginas podremos encontrar textos en valenciano, catalán, inglés, italiano y ruso, con su correspondiente traducción al castellano), las letras de En el nombre de Ovidio homenajean al vate de las artes amatorias, al poeta de los dioses maestro en mitologías, y al hombre desterrado que lanza al viento su verso elegíaco.

Voces muy distintas entre sí y estilos totalmente diferentes se conjugan en las páginas de En el nombre de Ovidio para ofrecernos singulares perspectivas del poeta romanísimo en sus tres vertientes más reconocidas: amor, mitología y destierro. Yo no sabría con cual quedarme, así que me las quedo todas y con ellas confecciono mi puzle particular.

Para despedirme, os dejo unos versos del poema "Ciane", de Gabriella Amorós. Puede que sean los que más me han descolocado de la antología:

cómo duele la carne inconstante
constante en el reflejo

cómo duele ser tú acariciando ser yo misma
cuando empapas una de tus manos
en mí
y lo único que tengo desde mí es
tu mano.

Y estas líneas del poema "Buster Keaton" de Rafael Alberti que se me han quedado dentro:

La luna tras la nieve
Y estos pronombres personales extraviados por el río
Y esta conjugación tristísima perdida entre los árboles

jueves, 20 de mayo de 2021

Teatro de ceniza, Manuel Moyano

Acabar un libro con una gran sonrisa es un acontecimiento de valor incalculable, y así es justamente como he terminado la lectura de Teatro de ceniza, de Manuel Moyano. Circunstancias diversas han provocado que esta semana mi tiempo de lectura se haya reducido de forma drástica pero, afortunadamente, este compendio de microrrelatos ha contribuido (muy agradablemente) a reducir mi desasosiego lector (síndrome de abstinencia o mono lo llaman por ahí). Es la primera vez que me adentro en el microrrelato, y la experiencia ha resultado de lo más gratificante.

Teatro de ceniza (Ed. Menoscuarto, 2011) no es únicamente una colección de microrrelatos. Es también la prueba fehaciente de que Manuel Moyano tiene una extraordinaria capacidad creativa, una forma de narrar IM-PRE-SIO-NAN-TE y una habilidad para la escritura fuera de lo común. La temática de las piezas es amplia y variada: revisita mitos, inventa imperios, expone paradojas teológicas y religiosas, versiona elementos de cuentos tradicionales; propicia que lo irreal, lo insólito, se sienten junto a lo cotidiano a la hora del café; redimensiona el concepto doppelgänger, y nos invita a soñar mientras leemos un libro. En prácticamente todas asoma lo fantástico, lo fabuloso. En ellos, la mente del lector viaja a velocidad vertiginosa entre un escenario geográfico y otro, entre un espacio temporal y otro bien distinto. Sus textos son extraños, inquietantes, y sus finales casi siempre llegan provocando asombro. Tampoco hemos de dejar de lado su sentido del humor, ácido a veces, cruelmente irónico otras.

Y todo ello nos lo cuenta Manuel Moyano de forma magistral, con su lenguaje impecable, con su estilo directo. Con su forma de hacer que el lector perciba claramente que no falta ni sobra una palabra, un punto o una coma. Como un arquitecto de la exactitud. Como un devoto de la precisión. Gran descubrimiento el microrrelato, y mayor descubrimiento aún la pluma de Moyano.

Os dejo aquí uno de los microrrelatos que más me han gustado:

AUTOBÚS

Todos los asientos del autobús estaban libres, pero ella se sentó justo a mi lado. La miré de reojo: no había visto una mujer tan hermosa en toda mi vida. Era indudable que quería algo de mí; sin embargo, no se me ocurría nada que decirle: siempre he sido un poco timorato con el sexo opuesto. Fue ella quien rompió el hielo; me cogió de la mano y, mirándome con aquellos grandes ojos de color turquesa, me preguntó qué hora era. El roce de su piel me hizo enfermar de deseo. Apenas acerté a leer la esfera de mi reloj de pulsera; la voz me temblaba cuando respondí: “Las seis y media”. “Entonces, ya es hora de despertar”, afirmó ella.

lunes, 17 de mayo de 2021

El experimento Wolberg, Manuel Moyano

Dicen que lo bueno, si breve, dos veces bueno. Sin embargo, no suelo estar yo muy de acuerdo con esa máxima, y mucho menos en lo que a placeres se refiere. Y leer a Manuel Moyano es, lo mire uno por donde lo mire, un verdadero gozo. Por lo tanto, no me hubiese importado lo más mínimo que El experimento Wolberg (Editorial Menoscuarto, 2008) hubiera continuado durante un par de cientos de páginas más, pues ratifica, una vez más, la calidad literaria  con la que este autor agasaja en cada una de sus obras a los lectores.

El experimento Wolberg nos trae de vuelta la  maravillosa ficción de Moyano, en forma de ocho relatos que, aun concebidos con el mundo real como sustrato, abrazan con entusiasmo la injerencia de lo irreal, de lo excepcional, de lo surrealista, arrojando como resultado composiciones armónicas y  bien proporcionadas. Manuel Moyano refleja en sus relatos la condición humana, sus ansias de fortuna, de gloria, de excelsitud, y la ineluctable miseria que conlleva el fin del sueño, el golpe de realidad. Encontramos entre sus páginas a individuos abocados, de una forma u otra, a la tragedia: hombres corrientes que reciben las dádivas de la diosa Fortuna y a continuación experimentan los más crueles de sus reveses. Protecciones milagrosas que dejan en la boca un regusto amargo, malos augurios convertidos en realidad, abducciones que ponen en riesgo trayectorias políticas, coincidencias insólitas que deparan a ciertos personajes futuros prometedores con resultados nefastos, minutos de gloria sustentados por la más abyecta de las mentiras.

Un catálogo de fatalidades salpimentadas por pinceladas del humor tan característico de Manuel Moyano.Ocho relatos deslumbrantes donde la paradoja y la ironía (ya lo dijo en "Bazar", broche final de La memoria de la especie: «La ironía es el humor de los tristes») se alían para dejar flotando en el ambiente el aroma dulzón de la tristeza junto a la posibilidad de continuar imaginando, obra, sin lugar a dudas, de un narrador a todas luces fabuloso.

martes, 11 de mayo de 2021

La coartada del diablo, Manuel Moyano

Finalizo la lectura de la sexta obra de Manuel Moyano con la gratificante sensación de que este autor no va a dejar de sorprenderme. Tras haber saboreado ya dos colecciones de relatos (los borda) y tres obras de ensayo (agradabilísimas), le toca ahora el turno a su primera novela publicada, La coartada del diablo, que llegó a manos de sus primeros lectores en 2007 con el sello de la palentina Menoscuarto.

En este excelente ejemplo de novela epistolar, el protagonista busca refugio en Manfraque, una minúscula aldea situada en medio de la nada –"un lugar idóneo para experimentar las propiedades terapéuticas del aburrimiento" (p.41)–, con el objetivo de hallar la paz y el sosiego necesarios para sobreponerse a la dramática muerte de su esposa. Allí conocerá a una serie de personajes de lo más peculiar: a Orellana, el prócer megalómano; al atribulado padre Jambrina y sus vacilaciones teológicas; al extraño doctor Paniagua y sus delirios de grandeza; a su casera, la Coronela y al vegetal Porfirio... Sin embargo, el hallazgo que más le sorprende es el de unos seres horripilantes, deformes y de inteligencia escasa: los bubos, humanos afectados, al parecer, por severas mutaciones genéticas. Nuestro protagonista se verá pronto obligado a abandonar sus pretensiones de tranquilidad y contemplación de la naturaleza a la luz de ciertos acontecimientos, cada vez más escabrosos, que rompen la monótona existencia de Manfraque: actos de vandalismo, profanación de tumbas, fenómenos climatológicos adversos, violaciones, asesinatos, suicidios... ¿Quién será el culpable de estos males? Tendrán que leerla y esperar hasta el mismísimo final, ya que es imposible descubrirlo antes. 

La trama es original y sorprendente, y los personajes están magníficamente construidos; tanto las descripciones de estos como las del entorno rural donde se desenvuelven son absolutamente sensacionales (apenas hay que esforzarse para visualizarlos). La elección de la forma epistolar, acertadísima. Pero el modo de narrar, señores (lo lamento, en el idioma que hablo el masculino incluye al femenino), eso sí que es soberbio. Moyano mima el lenguaje, escoge los adjetivos con precisión de cirujano. Ni le falta ni le sobra. Es, sencillamente, perfecto este narrador de lo insólito. Si aún no han probado a leerlo, ¿a qué esperan?




domingo, 9 de mayo de 2021

Florida Verba, Rosario Guarino y Mayka García

Florida verba, amor adolescente, 
compromiso gozoso porque ignora
cuán cerca en el papel están la flor y el llanto
por un azar cruel, en la lengua del Lacio.

Hoy, al abrir los ojos, la mañana me recibe con gotas de lluvia y cielo borrascoso. Poco después, aún adormilada, me asomo al patio, y los rayos de un sol radiante, junto al rosa rosae en pleno apogeo, el amarillo intenso de los hibiscos y el rojo vivo de los geranios (y algún que otro estornudo, para qué negarlo) se confabulan para recordarme que es primavera, y que en primavera todo florece, incluso las palabras; palabras y flores me despiertan las ganas de releer Florida Verba (Ediciones Dokusou, 2017), obra hermosísima donde las haya, y aquí estoy, con el corazón contentísimo tras haber disfrutado una vez más de esta magnífica simbiosis de palabra e imagen, de esta armónica explosión de literatura y color en movimiento. Florida Verba nace como la fusión perfecta entre los deliciosos versos de Charo Guarino y las poderosas ilustraciones de Mayka García. Unos y otras se abrazan en una hipnótica danza de primavera eterna que aleja del lector cualquier atisbo de gris.

La obra está integrada por veintidós poemas distribuidos en dos bloques. En las composiciones del primer bloque, que lleva por título "Metapoética", los versos nos hablan de la propia creación poética, de la inspiración de la autora (las pequeñas cosas e, indefectiblemente, el mundo grecolatino que respira al mismo tiempo que el aire), del alumbramiento del poema y de la naturaleza del mismo. Profundamente conmovedora es su definición de la poesía en estas líneas:

Un lamento, un ruego,
con lágrimas en tinta derramado
que en otra alma su sentido encuentren
pues no hay mejor destino
que el hallar su refugio 
en otro pecho. ("La poesía")

Todos los suyos son versos bellos, pero los que homenajean a un libro y dan forma a "Vida de papel" son especialmente hermosos. Será que mi amor por los libros ya se gestó conmigo en el vientre de mi madre. En "Vidas paralelas" vuelve a regalarlos una definición de la poesía (yo la extrapolo a la literatura en general) que se asimila bastante a la mía: "... el bálsamo verbal que,/ milagroso, me sana desde dentro,/ y, haciéndome pequeña, al mismo tiempo,/ consigue su misterio engrandecerme."

En el segundo bloque, "Ofrendas verbales", la autora rinde tributo, como si de una ofrenda floral se tratase, a temas universales como la amistad, el amor maternal y el amor romántico, la belleza de las flores y los frutos, a los juncos ribereños y al lamento dormido de una guitarra huérfana de dedos que la hagan sonar. Siempre con "Ithaca en el recuerdo", la poeta se nos muestra como amiga ("Amistad"), como compañera ("Il compagno di viaggio"), como hija en los tiernos versos de "Si pudiera", como madre en las dulces líneas de "Ninna Nanna". Siempre mujer y siempre poeta, transforma en oda la hermosura de las flores, que "siempre impregnadas/ de sutiles fragancias/ muestran coquetas/ con timidez impúdica/ sus mil encantos" ("Floranias"), y los Libros (sí, con mayúscula) en tesoros.

Las ilustraciones se conjugan perfectísimamente con las palabras. Nos regalan flores en combinación con mujeres danzantes. Mujeres ataviadas con colores vivos que bailan al son de su propia y única melodía interna. Intensidad extasiante. Sensibilidad maravillosa. 

Leer los poemas y contemplar a un tiempo las imágenes que los acunan provoca sensaciones indescriptibles, que hacen viajar al lector al lugar perfecto, al instante perfecto, donde se puede soñar con los ojos abiertos junto a palabras brillantes como gemas que enfatizan la jubilosa sencillez de lo que de verdad importa. Gozo literario. Placer estético. 

Y un corazón que, lleno de amor, recita emocionado los versos finales de "La biblioteca", poema que cierra la obra:

¡Bendita seas por siempre, bella Literatura!
Antídoto eficaz contra el veneno
de la vida ordinaria y anodina, 
garantía perpetua
de vigilias en buena compañía.

sábado, 8 de mayo de 2021

La memoria de la especie, Manuel Moyano

Hoy acaricio las últimas horas de un día inusual –empezó de un magnífico azul libidinoso y luego se tiñó de un gris plomizo y monocorde– leyendo las últimas páginas de una obra también inusual, una miscelánea de misceláneas: La memoria de la especie, de Manuel Moyano, publicada por la editorial Xordica en 2005.

Reconozco que tras acabarla he pasado un rato buscando el elemento común que aporte unidad al conjunto de textos que la integran, y me seduce la idea de que ese nexo sea la tragedia, tan propensa a excitar el morbo y la curiosidad de los lectores, pero no estoy del todo convencida. Percibo en el narrador un distanciamiento, una ironía, que me impele a dudarlo una y otra vez. Quizá sea que no existe un nexo común entre los distintos textos que la conforman, y puede que la obra sea un reflejo de las yuxtaposiciones casuales que se dan en el complejo Universo, ese engranaje caótico donde no somos más que microscópicas partículas de petulancia cósmica.

La memoria de la especie se articula en torno a cuatro apartados. El primero, titulado "Plaudite, amici", aglutina una serie de relatos exprés de la vida y, sobre todo, de las postrimerías de ciertos personajes célebres de las más diversas categorías. Cada texto va encabezado por la fecha de la muerte de la celebridad en cuestión, y resulta todo un reto intentar averiguar la identidad del personaje antes de que Moyano escriba su nombre en las líneas finales del texto. En el segundo apartado, "Archivo de atrocidades", el autor demuestra su valentía literaria al transformar acontecimientos extraídos de la sección de sucesos de algún periódico en verso clásico. Horror y lírica se toman de la mano con el único objetivo de provocar la perplejidad del lector. La tercera sección, "Interludio onírico", como su mismo título sugiere, consta de una serie de breves narraciones surrealistas derivadas de ciertos sueños inquietantes que asaltaron en su descanso a la mente creadora. El sueño del peluquero en su propio cuarto de baño me pone directamente la piel de gallina. La sección final es un "Bazar" de reflexiones personales (muchas de ellas relacionadas con el catálogo de dolores que aguijonean los textos precedentes) y aforismos, algunos de los cuales se instalarán en la memoria lectora de forma indefinida. Personalmente, yo me quedo con este: 

"De entre las atrocidades en que es pródigo el Universo, acaso ninguna mayor que nuestra aptitud para la tristeza"

Obra, como he dicho al principio, inusual, diferente a lo que hasta ahora he ido leyendo, pero escrita por Manuel Moyano y rubricada con su propio sello de calidad literaria. Acabar el día leyéndolo a él es, sin duda, de agradecer. 

miércoles, 5 de mayo de 2021

El lobo de Periago, Manuel Moyano

Agotadísima mentalmente por circunstancias varias, huyo de este mundo que ahora mismo no comprendo y me refugio entre las letras de El lobo de Periago (Natursport, 2004) de Manuel Moyano, su tercera obra de corte antropológico (etnológico al menos). Voy leyendo página tras página y desaparece el tiempo. Cuando vengo a darme cuenta, me lo he bebido entero, y se me queda en las manos cierto aroma a melancolía.

El subtítulo de la obra, Historias de la Murcia rural, ya permite al lector intuir que va a pasear con Moyano por parajes remotos (remotísimos, y en su gran mayoría desconocidos para el común de los mortales) y a entablar conversación con individuos de algún modo excepcionales. Y son precisamente esos paisanos, con nombres y apellidos (o apodo) los que van a relatarnos anécdotas, costumbres, geografías y demografías con su verbo idiosincrático y rural (confieso que he tenido que recurrir en varias ocasiones a un diccionario, pues eran muchos los términos que no comprendía), pues así lo quiso el autor para dar un toque si cabe más genuino a la narración. Encontraremos retazos de vidas en completa conexión con la naturaleza, existencias casi aisladas, trabajo arduo a cambio de un pedazo insuficiente de pan. Hallaremos también la alegría del humilde ante las cosas sencillas, y la melancolía del que sabe a ciencia cierta que su modo de vida no tardará en caer en el olvido.

Caminante incansable, Moyano nos ofrece en la última parte de la obra tres magníficos textos (no sé si me recuerdan a Delibes, pero prácticamente con toda seguridad a Cela) donde detalla de manera deliciosa (qué descripciones, por favor) vivencias propias extraídas de sus excursiones a pie.

El lobo de Periago es, pues, además del último lobo que dicen se mató en Murcia, la metáfora perfecta y nostálgica de un mundo que, inevitablemente, se sumirá más pronto que tarde en los abismos del tiempo donde la memoria no llega. Sin embargo, es de agradecer que permanezca eternamente, indeleble, entre las páginas de Manuel Moyano, del cronista de los mundos olvidados.

martes, 4 de mayo de 2021

Galería de apátridas, Manuel Moyano


 El año 2003 debió de ser un gran año para los avispados lectores que fueran testigos de los pasos de Manuel Moyano desde el inicio de su carrera literaria, pues vino con doble premio. Por un lado, Xordica publicaba la colección de relatos El oro celeste (simplemente maravillosa) y, por otro, Nausícaáä editaba Galería de apátridas, compendio de narraciones que siguen la estela antropológica iniciada con su Dietario mágico el año anterior.

Esta segunda obra de ensayo de Manuel Moyano comienza ya con un prólogo delicioso firmado por Luis García Mondéjar, prólogo que constituye un excelente aperitivo que abre el apetito de los lectores y les prepara el paladar para lo que degustarán a continuación. Y los manjares que, sin duda, devorarán a placer quienes se dejen llevar por Moyano no son sino quince historias que buenamente podrían ser inventadas, por bizarras e inverosímiles, pero cuyos personajes son (o fueron, dados los años transcurridos) de carne y hueso como usted o como yo, pero fabricados, al parecer, de una pasta ostensiblemente diferente a la que suele dar forma a la existencia en términos convencionales. Personajes "apátridas", extraños en su propio mundo, extravagantes, excéntricos, con un factor común: la localidad de Molina de Segura. Desde Salvador García Aguilar (honestamente, el único del que me sonaba el nombre) al Decano del sistema penitenciario español, pasando por ciudadanas al uso reconvertidas al budismo, señores que entienden a las abejas a las mil maravillas y artistas polifacéticos donde los haya. Como colofón, y para acercar al lector más si cabe a algunas de las figuras que nos dibuja, dedica las páginas finales de la obra a ciertos textos del puño y letra de alguno de los habitantes de sus historias (y yo no puedo dejar de pensar en las abejas).

Imagínense, además, que todos los relatos están escritos de forma precisa, brillante, perfecta, por la pluma de un narrador fabuloso, de un cronista de lo insólito, empeñado en mostrarle al mundo que la homogeneidad no es más que una pátina de convenciones debidamente homologadas, y que si uno rasca lo suficiente, lo extraño, lo diverso, lo diferente, hacen su aparición en el lienzo.

Léanlo, y gocen.



Aurora no se durmió, de Judith Romero

Cuando era pequeña me encantaba que me contaran cuentos. Mi madre me enseñó a leer muy pronto y comencé a leerlos a una velocida...