Esta semana las temperaturas han sufrido un descenso considerable que ha perjudicado seriamente la realización de cualquier actividad que implicase abandonar la calidez del hogar (será que por estos lares no estamos habituados a que de verdad sea invierno). Lo que no se ha enfriado en absoluto han sido las ganas de leer ni de saber cómo continuaba la historia del inspector David Vázquez y de Irene Ochoa, a quienes conocimos hace ya unos cuantos días en Sin retorno. En la segunda entrega de la saga, que he devorado con ansia equipada con el preceptivo uniforme invernal de lectura (es decir, pijama y barra libre de mantas), Susana Rodríguez Lezaun nos muestra que el pasado siempre acecha en la sombra, por muchos esfuerzos que uno haga para dejarlo atrás y cortar los cabos sueltos. Sigue vigente en mí la profunda empatía por el personaje de Irene Ochoa, por mucho que en más de una ocasión haya quebrantado las normas legales y consuetudinarias.
Con un título y una ambientación muy acordes a la gélida climatología de estos días, Deudas del frío (Debolsillo, de Penguin Random House, 2018) supone un nuevo rompecabezas que deberán resolver el inspector David Vázquez y su equipo. La primera pieza, el cadáver de Jorge Viamonte, presidente del Banco Hispano-Francés, es hallado en Berriozar, municipio colindante con la capital Navarra, con un enorme agujero en el tórax. Allí debía el célebre banquero haberse reunido con su hermano Lucas, individuo alcohólico y enfermo que sobrevive en medio de la más desoladora indigencia, para entregarle algo de dinero. En el mismo momento en que la policía conoce esta información, que el lector ya posee de antemano, el nombre de Lucas Viamonte se sitúa, por supuesto, en cabeza (y casi con exclusividad) de la lista de sospechosos. Tras un par de días de infructuosa búsqueda, el Viamonte mendigo es localizado por una patrulla e, inmediatamente tras su primera declaración, debe ser hospitalizado debido a su deplorable estado de salud. Mientras el sospechoso está ingresado y en coma inducido, se produce el segundo asesinato, el de Tobías Meyer, vicepresidente de la misma entidad bancaria. Todo se complica entonces. El primer sospechoso, obviamente, no pudo apretar el gatillo. El equipo policial se encontrará, pues, con varias líneas de investigación y pocas respuestas. ¿Estará la clave escondida entre los grupos de activistas afines al movimiento del 15M que proclaman abiertamente su odio hacia los banqueros? ¿Residirá en el entorno financiero de los finados, donde las envidias, el rencor y las amenazas veladas se ocultan tras ademanes y sonrisas corteses? Ya saben, si les pica la curiosidad...
En paralelo a la investigación policial, el lector asistirá a la consolidación de la relación sentimental que se inició en Sin retorno entre el inspector Vázquez e Irene Ochoa. Mientras el primero sueña con un futuro estable al lado de la mujer de la que se ha enamorado perdidamente, la segunda tratará de borrar las huellas de los crímenes que cometió en la primera entrega de la saga. Eliminar el pasado para tener la opción de ese futuro que ambos desean. ¿Lo logrará?
Deudas del frío demuestra, a nivel literario, que no existe incompatibilidad alguna entre el dinamismo narrativo y la minuciosidad en el detalle. Susana Rodríguez Lezaun desgrana las tramas a buen ritmo sin dejar por ello de prestar atención a las arrugas en la vestimenta o al estado del peinado de tal o cual personaje. Si la primera entrega de la saga destacaba la ambientación, en Deudas del frío podemos encontrar una contextualización social realista y descarnada, con escenas y diálogos que romperían el corazón hasta al lector más sosegado. Un buen compendio de trama de novela negra y crítica social, en definitiva.