domingo, 29 de enero de 2023

Deudas del frío, de Susana Rodríguez Lezaun

Esta semana las temperaturas han sufrido un descenso considerable que ha perjudicado seriamente la realización de cualquier actividad que implicase abandonar la calidez del hogar (será que por estos lares no estamos habituados a que de verdad sea invierno). Lo que no se ha enfriado en absoluto han sido las ganas de leer ni de saber cómo continuaba la historia del inspector David Vázquez y de Irene Ochoa, a quienes conocimos hace ya unos cuantos días en Sin retorno. En la segunda entrega de la saga, que he devorado con ansia equipada con el preceptivo uniforme invernal de lectura (es decir, pijama y barra libre de mantas), Susana Rodríguez Lezaun nos muestra que el pasado siempre acecha en la sombra, por muchos esfuerzos que uno haga para dejarlo atrás y cortar los cabos sueltos. Sigue vigente en mí la profunda empatía por el personaje de Irene Ochoa, por mucho que en más de una ocasión haya quebrantado las normas legales y consuetudinarias.

Con un título y una ambientación muy acordes a la gélida climatología de estos días, Deudas del frío (Debolsillo, de Penguin Random House, 2018) supone un nuevo rompecabezas que deberán resolver el inspector David Vázquez y su equipo. La primera pieza, el cadáver de Jorge Viamonte, presidente del Banco Hispano-Francés, es hallado en Berriozar, municipio colindante con la capital Navarra, con un enorme agujero en el tórax. Allí debía el célebre banquero haberse reunido con su hermano Lucas, individuo alcohólico y enfermo  que sobrevive en medio de la más desoladora indigencia, para entregarle algo de dinero. En el mismo momento en que la policía conoce esta información, que el lector ya posee de antemano, el nombre de Lucas Viamonte se sitúa, por supuesto, en cabeza (y casi con exclusividad) de la lista de sospechosos. Tras un par de días de infructuosa búsqueda, el Viamonte mendigo es localizado por una patrulla e, inmediatamente tras su primera declaración, debe ser hospitalizado debido a su deplorable estado de salud. Mientras el sospechoso está ingresado y en coma inducido, se produce el segundo asesinato, el de Tobías Meyer, vicepresidente de la misma entidad bancaria. Todo se complica entonces. El primer sospechoso, obviamente, no pudo apretar el gatillo. El equipo policial se encontrará, pues, con varias líneas de investigación y pocas respuestas. ¿Estará la clave escondida entre los grupos de activistas afines al movimiento del 15M que proclaman abiertamente su odio hacia los banqueros? ¿Residirá en el entorno financiero de los finados, donde las envidias, el rencor y las amenazas veladas se ocultan tras ademanes y sonrisas corteses? Ya saben, si les pica la curiosidad...

En paralelo a la investigación policial, el lector asistirá a la consolidación de la relación sentimental que se inició en Sin retorno entre el inspector Vázquez e Irene Ochoa. Mientras el primero sueña con un futuro estable al lado de la mujer de la que se ha enamorado perdidamente, la segunda tratará de borrar las huellas de los crímenes que cometió en la primera entrega de la saga. Eliminar el pasado para tener la opción de ese futuro que ambos desean. ¿Lo logrará?

Deudas del frío demuestra, a nivel literario, que no existe incompatibilidad alguna entre el dinamismo narrativo y la minuciosidad en el detalle. Susana Rodríguez Lezaun desgrana las tramas a buen ritmo sin dejar por ello de prestar atención a las arrugas en la vestimenta o al estado del peinado de tal o cual personaje.   Si la primera entrega de la saga destacaba la ambientación, en Deudas del frío podemos encontrar una contextualización social realista y descarnada, con escenas y diálogos que romperían el corazón hasta al lector más sosegado. Un buen compendio de trama de novela negra y crítica social, en definitiva.

martes, 24 de enero de 2023

Sin retorno, de Susana Rodríguez Lezaun


Hay lecturas que llegan a su fin y ya está. Nos entretienen durante las horas que pasamos entre sus páginas y, cuando llegamos a la última, se marchan sin más pena ni gloria. Otras, por el contrario, nos obligan a quedarnos quietos, mirando la pared, lanzándole al silencio ciertas preguntas que probablemente carecen de respuesta. Algunas nos hacen incluso cuestionarnos nuestra integridad como personas... La novela que acabo de terminar pertenece a este último grupo. A su autora, la pamplonica Susana Rodríguez Lezaun (periodista, escritora, correctora y directora del reputado festival Pamplona Negra) tuve la oportunidad de conocerla en la edición de 2021 de Cartagena Negra cuando presentaba Bajo la piel. No tardó en seducirme su qué y su cómo, y decidí que empezaría a leerla desde su primera obra publicada, lo que nos lleva justo a este momento.

Sin retorno. Así se titula la opera prima de Susana Rodríguez Lezaun, inicio de la saga del Inspector David Vázquez, publicada por primera vez en 2015 y reeditada en 2021 por HarperCollins. Ambientada en su Pamplona natal, la autora vertebra la trama en dos líneas que discurren en paralelo. Comienza presentándonos a Irene Ochoa, una mujer víctima de malos tratos que, desesperada al comprobar el inminente peligro que corre su vida, toma la decisión de acabar con la de su marido. Dando por garantizada la habitual y elevada tasa de alcohol en la sangre del cónyuge, elige un cigarrillo, un mechero y un cenicero como su tabla de salvación. El inspector de la Policía Nacional David Vázquez es asignado como responsable de la investigación de lo que, en principio, parece una muerte accidental. La atracción entre el inspector y la reciente viuda será inmediata y arrolladora. No obstante, la atención de David deberá enfocarse con más fuerza en el segundo hilo argumental de la novela: la aparición del cadáver de un peregrino en el albergue de Itzandegia, en Roncesvalles, puerta del Camino (de Santiago, claro) francés a España. El equipo de investigación no ha logrado reunir ninguna pista que les conduzca hasta el criminal cuando un segundo peregrino es hallado muerto en las inmediaciones de la misma población. Mismo modus operandi, mismo símbolo puesto a conciencia sobre el cuerpo. El inspector David Vázquez compaginará la búsqueda del asesino junto al resto de su equipo con la incipiente relación con Irene Ochoa, quien, a pesar de los remordimientos y la culpa que la atormentan, hará lo que tenga que hacer para que su vida no se detenga y pueda disfrutar de ese balón de oxígeno que le supone su inesperada historia de amor. ¿Y si alguien comenzara a sospechar que la muerte de su marido no fue accidental porque hay un dato relevante que no cuadra? Si desean saber, tendrán que leer.

Susana Rodríguez nos ofrece en Sin retorno una novela cuya ambientación es brutal. Rica y minuciosa en descripciones, sus páginas llevarán al lector a pasear por el entorno de Roncesvalles y su Colegiata, punto de vital importancia en la ruta jacobea desde Francia. Personajes bien definidos, un buen ritmo narrativo y un aumento constante de la tensión mantendrán cautiva la atención de este hasta el final, trepidante donde los haya. Sin embargo, a esta humilde lectora lo que le trae de cabeza de esta obra es la figura de Irene Ochoa. Víctima y verdugo a un tiempo, me plantea cuestiones que no soy capaz de responderme. ¿Hasta qué punto es lícito llegar para salvarse una misma? Como verán, no hablo de legalidad, pues ese aspecto está claro como el agua. Cuando se cruzan ciertas líneas sin retorno, ¿aún se conserva el derecho a la felicidad? ¿Y si no puede aspirarse a una felicidad relativa, para que se querría vivir? Que lo del valle de lágrimas está muy bien para los que tengan fe, pero para el resto... En fin, no les robo más tiempo con el sinfín de preguntas que me rondan la cabeza. Léanla si tienen la oportunidad y ya me dicen qué opinan. A mí, mientras tanto, me espera la segunda entrega de la saga. 

sábado, 21 de enero de 2023

36 maneras de quitarse el sombrero, de Miguel Ángel de Rus



En estos tiempos que corren, en los que la crispación, el sinsentido y la estulticia más profunda campan a sus anchas (si no me creen, atrévanse a encender la televisión o a leer los titulares de cualquier periódico), la risa es casi un acto de rebeldía. Por ende, se agradece mucho cruzarse con obras que mandan al carajo aquello que podría considerarse políticamente correcto y enarbolan el humor como arma contra el hastío, contra el aborregamiento y el encefalograma plano del homo ignorans.

«Los textos reunidos en este libro están creados con animus jocandi, jamás con animus injuriandi o animus doli

Esta es la advertencia que figura en una de las primeras páginas de 36 maneras de quitarse el sombrero (M.A.R. Editor, 2018), de Miguel Ángel de Rus y, como reza el popular mantra, quien avisa no es traidor. Y es que el Sr. de Rus se quita el sombrero de una forma indefectible y deliciosamente irreverente compilando en esta obra 36 relatos escritos con pluma afilada  en los que se nos muestran visiones satíricas de la realidad contemporánea. Encontrará el lector entre sus páginas desde el drama kafkiano de El híbrido mezclándose con los vapores alcohólicos de una boda de provincias hasta algún apocalipsis pergeñado con la vista puesta en una exorbitada rentabilidad económica pasando por cierto escándalo sexual protagonizado por el todopoderoso director de un importante periódico. Hallará también diversos ejemplos en los que la inteligencia humana será puesta en duda a causa del simiesco fanatismo futbolero y además pruebas irrefutables del lesivo poder de la estulticia en masa y el riesgo que suponen las redes sociales. Se le escapará alguna que otra carcajada al leer un texto que, de no ser por las advertencias iniciales del autor, podría incurrir en delito de lesa majestad. Se espantará frente al magnicidio culinario perpetrado por un chef justiciero y tal vez ante el apocalipsis caníbal vaticinado por cierto predicador yanki (lo de la perversión de la sexualidad humana por medio de los cafés de Starbucks es sencillamente hilarante). O ante la ascensión al cielo de Carlos y Camilla patrocinada por un enjambre multinacional de indignados. Interesantes perversiones sexuales y la conversión al judaísmo de una famosa ex-reina del porno figuran entre los ingredientes más picantes de la propuesta de M.A. de Rus. No se olvida este autor de las ferias del libro, ni de resucitar a autores tales como Proust o Miguel Mihura, ni de dejar en ridículo a las mentes más lúcidas del CNI por una pintada de mensaje indescifrable. El payaso de Trump tiene asimismo su minuto de gloria, y el pintor de acuarelas y emergente político Adolf Hitler no iba a ser menos. ¿Y qué me dicen de la posibilidad de mutilar los textos clásicos para adaptarlos al paradigma ético del momento?

Estas escenas absurdas, cargadas de humor negro, ironía, sarcasmo y otras comedias llevan implícita, por supuesto, una acibarada crítica social y la intención de hacer añicos la burbuja de aceptación hipócrita donde respiramos con un nivel aceptable de comodidad las mansas ovejas del rebaño gobernado por los lobos. Con un estilo muy pulido y tremendamente preciso (ni una simple coma le falta o le sobra), Miguel Ángel de Rus invita al lector a sumergirse en su propuesta, inteligente, ingeniosa, de observar desde una óptica diferente las perversiones del sistema capitalista y sus secuaces, de los todopoderosos amos del mundo y sus serviles esclavos. Para quitarse el sombrero, sí señor.

domingo, 15 de enero de 2023

El salto de la araña, de Graziella Moreno

«Cuando una araña se arroja desde un punto fijo hacia abajo, hacia sus consecuencias, siempre ve ante sí un espacio vacío en el que no puede hallar apoyo por mucho que se estire.» (Soren Kierkegaard, Diapsálmata)

En ocasiones tomamos decisiones obviando el calado de sus consecuencias. Huimos hacia delante siendo conscientes de la inexistencia de un punto seguro de restauración. Saltamos al vacío, como la araña de Kierkegaard cuando empieza a tejer su trampa, aun sabiendo que el éxito va a ser escaso si no nulo. Como todo se mide según los resultados –me lo dijo un sabio–, al constatar nuestro ya barruntado fracaso, sentimos la frustración por partida doble: por un lado, hemos sido lo suficientemente estúpidos para continuar en la senda torcida y, por otro, hemos aniquilado la esperanza última del milagro salvador. Por si fuera poco, a veces el destino nos juega malas pasadas aprovechando las circunstancias –para seguir mofándose de nosotros, sin duda– y caemos presas de la culpa más destructiva. Algo así le pasa al protagonista de la novela que acabo de terminar: por más esfuerzos que hace, no logra evitar ser la araña que queda atrapada en su propia tela.
El salto de la araña (Editorial Alrevés, 2020), de Graziella Moreno, galardonada con el Premio de Letras del Mediterráneo 2020 otorgado por la Diputación de Castellón y finalista del Premio de Novela de la edición de 2021 de Cartagena Negra, es una novela negra solo en parte. Es negra, supongo, porque se ha producido un crimen que está a la espera de ser juzgado y el lector debe determinar, ateniéndose a lo narrado, la responsabilidad del protagonista en él. Sin embargo, la veo más como una novela de personas, de sentimientos, de situaciones. Comienza con un prólogo en tercera persona que muestra al lector la escena de un crimen en la que no llegará a conocer ni la identidad de la víctima ni las circunstancias que han conducido a su muerte. A partir de ahí, la trama se desarrolla en treinta capítulos de extensión breve donde el protagonista –Javier Márquez– nos relatará, en primera persona y a modo de diario, su versión de los hechos (siempre reconociendo que es solo la suya, que la de otra persona podría ser distinta), la historia de su relación (más tóxica imposible) con Alba, la llegada al mundo de su hijo Kevin y los acontecimientos que propiciaron la caída en picado de su familia y el trágico final al que se ven abocados. Lo aliña todo con recuerdos de su infancia y adolescencia, dándole un carácter emotivo al relato. Al lector se le presenta, por tanto, una doble incógnita por resolver: ¿quién es la víctima del homicidio pendiente de juicio‽ ¿Son Javi y Alba culpables o inocentes‽

En El salto de la araña, Graziella Moreno nos ofrece una historia bien construida alternando un tiempo presente y dos pasados. La prosa es sencilla y sin alharacas, lo que resulta totalmente congruente si pensamos que el narrador es un tipo corriente y moliente de modesta extracción social. El ritmo, sin ser rápido, es dinámico y los numerosos recuerdos del protagonista y sus reflexiones no molestan en absoluto, sino que contribuyen a la profundidad del personaje. La autora acierta de pleno al equilibrar el caos y el vértigo angustioso que supone la vida de Javier Márquez con el punto de cordura que aporta el personaje de Dani (su único y mejor amigo). No se pierdan el veredicto del jurado, a modo de epílogo.

N.B. Otra novela negra atípica... Aquí la investigación brilla por su ausencia... A ver si va a ser que mi concepto de la novela negra está cogido con alfileres...

sábado, 14 de enero de 2023

Ellas. Perras, brujas y serpientes, de Javier Caravaca

Ellas: pronombre personal, femenino y plural, que engloba a prácticamente la mitad de la población mundial. Tan diferentes. Libres u oprimidas. Sabias o ignorantes. De vientre fecundo o yermo. El sexo "débil" que se abre paso en la vida a codazos y a mordiscos si es necesario. Mujeres. Es habitual que el género femenino escriba desde, por y en torno a sí mismo. Sin embargo, no es muy común que un autor de género masculino las convierta al mismo tiempo en sujeto y objeto de sus letras y les dedique una obra completa. El valenciano Javier Caravaca lo hace y de manera deliciosa, por cierto. Pasear por los stands de una feria del libro y que un título y una cubierta te llamen tan poderosamente la atención no es algo que me haya ocurrido muchas veces. Constatar que envoltorio y contenido van tan de la mano, tampoco.
Javier Caravaca le ofrece al lector en Ellas. Perras, brujas y serpientes (NPQ Editores, 2020) una sabrosa colección de diecisiete relatos de temática amplia pero cuyas tramas se estructuran, de un modo u otro, alrededor de la condición femenina. Diecisiete historias de mujeres distintas en muchos aspectos pero que convergen en su perspectiva de feminidad. Una bruja que besa con la boca, con el cuerpo y poniendo en juego el alma, capaz de exponer sus teorías sobre cómo el cristianismo desvirtuó y demonizó elementos de otras religiones y culturas. Una enfermera insegura que exorciza sus temores haciendo rápel y barranquismo. Una soldado de la marina que vuelve al mar porque la tierra ya no es su sitio. Un clon que espera con impaciencia que carguen en su memoria los datos de su historial y su cronología. Una poetisa guardiana que vive del vino y del sol. Una mujer de manos destrozadas y sueños despiertos que recoge flores por la mañana y trabaja en la máquina del tiempo por las tardes. El miedo a la monstruosa serpiente que encarna todo el mal femenino. Perras que no volverán a ser las mismas al ser despojadas de su esencia. La angustiosa odisea de una madre que se topa con la burocracia y la mala leche de algún funcionario al intentar matricular a su hijo en un instituto. Otras madres que enseñan a sus hijas a reflexionar. Interesantísimas reflexiones sobre la existencia o no de machismo en nuestro idioma. Estos son solo algunos ejemplos de los personajes y argumentos que dan vida a las páginas de esta obra, pero hay muchos más a los que hincarles el diente.

En Ellas. Perras, brujas y serpientes, Javier Caravaca muestra una habilidad pasmosa para  ocultar el género del narrador(a) o interlocutor (a) hasta que decide desvelarlo (es uno de los aspectos más interesantes de la obra, por cierto). Utiliza en muchos casos el diálogo para exponer ideas, lo que confiere a los relatos un carácter dinámico. Analiza y desmonta mitos que han sido convenientemente manipulados y retorcidos para favorecer la doctrina del poder imperante. Sin embargo, les confieso que, entre todo lo bueno que tiene la obra, he desarrollado una cierta adicción a su título: Ellas. Perras, brujas y serpientes.

martes, 10 de enero de 2023

5 Jotas, de Paco Gómez Escribano

Dicen que es de bien nacido ser agradecido y en Libridinosum –creo que nací bien, o al menos eso me han contado– queremos dar públicamente las gracias al Festival de novela Cartagena Negra por nutrir las estanterías de nuestra biblioteca con obras maestras de un género que hasta ahora no había estado entre los visitados con asiduidad. Tras unas cuantas lecturas de las recomendadas en diferentes ediciones del festival –todo aciertos–, creemos que en Libridinosum vamos a empaparnos de noir con más frecuencia todavía (al menos de los títulos que los señores demiurgos de Cartagena tengan a bien ofrecernos). Uno de los autores a los que tuve la oportunidad de conocer y escuchar en la edición del festival celebrada en 2021 fue a Paco Gómez Escribano. A decir verdad, me impresionó (y me proporcionó cierto morbo lector) su peculiar forma de hablar y de desenvolverse defendiendo sus letras y, año y medio después (ya saben, la interminable lista de títulos pendientes), por fin hemos resuelto la incógnita.
La obra que aquel día comentaba lleva por título 5 Jotas ( Editorial Alrevés, 2020) y, cuando uno la lee, puede escuchar perfectamente la voz de su autor narrando: su estilo sencillo y al grano, su cadencia chulesca.  Paco Gómez Escribano es oriundo del madrileño barrio de Canillejas, así que se mueve por territorio conocido al convertirlo en el epicentro alrededor del cual se desarrolla la trama de la novela. Una trama, por cierto, de lo más original donde el protagonismo no recae sobre el lado de la ley ni la investigación, sino sobre la materia prima del delito: un robo, los ejecutores y la planificación del mismo. El objeto del robo, distinto de los habituales. Ni dinero, ni joyas, ni armas, ni droga. Jamones. Sí, señores, como suena, jamones de la más alta calidad. Los organizadores, un cerebro con un cociente intelectual de 180 apodado el Banderines y su fiel compañero el Charli, ambos ex toxicómanos y varados en la playa de los 80 madrileños. El proceso de preparación del robo, morbo total (cuando llega el momento, te das cuenta de que lees con los dedos cruzados para que todo salga bien y no los pillen). El Charli, tirando de contactos del barrio y del trullo, va a reclutar una serie de personajes bastante pintorescos para dar el palo. Entre ellos destacaría sin duda al Pestañas, un “jácquer" (me encanta leerlo escrito así) que bebe Coca-Cola en cantidades industriales cuya pericia en «movidas de esas de ordenatas» va a resultar imprescindible en el tinglao que quieren montar. En paralelo, mientras asistimos a los preparativos del robo, mediante flashbacks (analepsis o técnica retrospectiva, no se me vaya a enfadar nadie), conoceremos ciertos aspectos de la vida del Banderines (o de Nora, según en que momento lo pilles).  Pero al final, ¿logran robar los jamones e irse de rositas o los trincan? Para saberlo, les recomiendo que la lean, puesto que yo no se lo voy a desvelar.

Los personajes de 5 Jotas no son héroes (mas bien podríamos calificarlos como anti héroes), sino personas reales que constituyen un fiel reflejo del barrio, de las calles donde han crecido. Ellos y los antros donde ahogan sus penas exhalan el inconfundible aroma quinqui de finales de los 70 y los 80. Delincuentes de baja extracción social, toxicómanos (ex o poli), gente que habita las afueras de todos los márgenes. No es difícil tomarles cariño. No falta, por supuesto, la crítica social en sus páginas, ni las notas del blues que tanto agradan a su protagonista. En definitiva, totalmente recomendable. 

domingo, 8 de enero de 2023

El último orco, de Silvana de Mari

En Libridinosum, iniciamos el 2023 literario en los mismos terrenos de la fantasía épica donde nos despedimos de 2022, con la continuación de las aventuras de espada y brujería iniciadas en El útimo elfo, de Silvana de Mari. Para quien no lo sepa, el término «novela de espada y brujería» lo acuñó a principios de los 60 Fritz Leiber, autor destacado en este subgénero de la literatura fantástica. A diferencia de otras obras de fantasía épica, las historias de espada y hechicería, aunque también dramáticas, enfatizan mucho más las batallas personales del héroe que los peligros que puedan acechar al mundo en el que este habita.

Como secuela de los acontecimientos relatados en el El último elfo, en 2007 Belacqua publica en castellano El último orco, un texto sustancialmente más extenso que su antecesor (hablamos ya de un volumen de 776 páginas frente a las escasas 300 del primero), y con un estilo más adulto, tanto en la elección de los temas como en la misma prosa. La novela está dividida en tres libros. El primero, "El oso y el lobo", cuenta la historia del Capitán Rankstrail desde su infancia en Varil hasta su ascenso a comandante de los mercenarios de Daligar y su encuentro con Yorsh, el último elfo. En el segundo, "El último fenix", los protagonistas de la primera novela, Yorsh, el último elfo, y Robi, que se convirtió en su esposa (y su hija Erbrow, bautizada así en honor al último dragón), aparecen de nuevo. Finalmente, en "El último orco", se relata la confluencia de los personajes principales durante la sangrienta guerra librada por los orcos para conquistar el mundo de los hombres. ¿Se cumplirá la profecía de Arduin escrita sobre la piedra en Daligar? ¿Se doblegarán nuestros personajes ante la locura megalómana de su regente?

El último orco no tiene un protagonista claramente definido, sino una multitud de ellos cuyas voces y perspectivas son escuchadas cuando les llega el turno. Mientras que el último elfo y los suyos son casi héroes por destino, el capitán Rankstrail tiene que encontrar su camino a través de las decisiones que toma, no siempre acertadas (o sí, quién sabe)... El amor se convertirá, sin duda, en el factor decisivo que le ayudará a adoptar las correctas. En las aventuras clásicas suele ser el héroe quien libera a los demás de las garras del malvado orco, pero ¿quién es realmente el orco: quien nació orco, o quien eligió serlo?Silvana de Mari nos propone el tema del libre albedrío como centro de este relato lleno de aventuras, de batallas sangrientas y sorprendentes, y al mismo tiempo, de una ternura infinita.