martes, 24 de enero de 2023

Sin retorno, de Susana Rodríguez Lezaun


Hay lecturas que llegan a su fin y ya está. Nos entretienen durante las horas que pasamos entre sus páginas y, cuando llegamos a la última, se marchan sin más pena ni gloria. Otras, por el contrario, nos obligan a quedarnos quietos, mirando la pared, lanzándole al silencio ciertas preguntas que probablemente carecen de respuesta. Algunas nos hacen incluso cuestionarnos nuestra integridad como personas... La novela que acabo de terminar pertenece a este último grupo. A su autora, la pamplonica Susana Rodríguez Lezaun (periodista, escritora, correctora y directora del reputado festival Pamplona Negra) tuve la oportunidad de conocerla en la edición de 2021 de Cartagena Negra cuando presentaba Bajo la piel. No tardó en seducirme su qué y su cómo, y decidí que empezaría a leerla desde su primera obra publicada, lo que nos lleva justo a este momento.

Sin retorno. Así se titula la opera prima de Susana Rodríguez Lezaun, inicio de la saga del Inspector David Vázquez, publicada por primera vez en 2015 y reeditada en 2021 por HarperCollins. Ambientada en su Pamplona natal, la autora vertebra la trama en dos líneas que discurren en paralelo. Comienza presentándonos a Irene Ochoa, una mujer víctima de malos tratos que, desesperada al comprobar el inminente peligro que corre su vida, toma la decisión de acabar con la de su marido. Dando por garantizada la habitual y elevada tasa de alcohol en la sangre del cónyuge, elige un cigarrillo, un mechero y un cenicero como su tabla de salvación. El inspector de la Policía Nacional David Vázquez es asignado como responsable de la investigación de lo que, en principio, parece una muerte accidental. La atracción entre el inspector y la reciente viuda será inmediata y arrolladora. No obstante, la atención de David deberá enfocarse con más fuerza en el segundo hilo argumental de la novela: la aparición del cadáver de un peregrino en el albergue de Itzandegia, en Roncesvalles, puerta del Camino (de Santiago, claro) francés a España. El equipo de investigación no ha logrado reunir ninguna pista que les conduzca hasta el criminal cuando un segundo peregrino es hallado muerto en las inmediaciones de la misma población. Mismo modus operandi, mismo símbolo puesto a conciencia sobre el cuerpo. El inspector David Vázquez compaginará la búsqueda del asesino junto al resto de su equipo con la incipiente relación con Irene Ochoa, quien, a pesar de los remordimientos y la culpa que la atormentan, hará lo que tenga que hacer para que su vida no se detenga y pueda disfrutar de ese balón de oxígeno que le supone su inesperada historia de amor. ¿Y si alguien comenzara a sospechar que la muerte de su marido no fue accidental porque hay un dato relevante que no cuadra? Si desean saber, tendrán que leer.

Susana Rodríguez nos ofrece en Sin retorno una novela cuya ambientación es brutal. Rica y minuciosa en descripciones, sus páginas llevarán al lector a pasear por el entorno de Roncesvalles y su Colegiata, punto de vital importancia en la ruta jacobea desde Francia. Personajes bien definidos, un buen ritmo narrativo y un aumento constante de la tensión mantendrán cautiva la atención de este hasta el final, trepidante donde los haya. Sin embargo, a esta humilde lectora lo que le trae de cabeza de esta obra es la figura de Irene Ochoa. Víctima y verdugo a un tiempo, me plantea cuestiones que no soy capaz de responderme. ¿Hasta qué punto es lícito llegar para salvarse una misma? Como verán, no hablo de legalidad, pues ese aspecto está claro como el agua. Cuando se cruzan ciertas líneas sin retorno, ¿aún se conserva el derecho a la felicidad? ¿Y si no puede aspirarse a una felicidad relativa, para que se querría vivir? Que lo del valle de lágrimas está muy bien para los que tengan fe, pero para el resto... En fin, no les robo más tiempo con el sinfín de preguntas que me rondan la cabeza. Léanla si tienen la oportunidad y ya me dicen qué opinan. A mí, mientras tanto, me espera la segunda entrega de la saga. 

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