sábado, 25 de febrero de 2023

La hija de la noche, de Laura Gallego García

Leer, para mí, es un acto complejo donde interviene, entre otras cosas, la emoción. Al igual que mi umbral del dolor es tan ínfimo que roza lo subterráneo, mi capacidad de sentir es infinita, y hay momentos en los que necesito un respiro. Entonces busco obras que me garanticen una lectura de bajo coste emocional al tiempo que me permitan seguir disfrutando. La fantasía de la valenciana Laura Gallego suele funcionarme bien en estos casos, y esta vez tampoco me ha decepcionado.

La hija de la noche (Edebé, 2005) es una novela juvenil (recuerden siempre: para jóvenes de todas las edades) donde se combinan fantasía y misterio, ambientada en la Francia rural del siglo XIX. La acción se desarrolla en el tranquilo pueblecito de Beaufort, donde la vida transcurre perezosa, pacífica, entre quehaceres diarios y chismorreos mojados en el té de las reuniones vespertinas. Una mañana, la señora Bonnard, que ostenta el incontestable honor de maledicente suprema, desvela al lector una jugosa noticia. La joven Isabelle ha tenido la osadía de volver al pueblo cinco años después de haber huido del mismo en pos de su amado, un noble lejos del alcance de sus manos de lavandera (ofensa imperdonable, claro está). Por si ya era poco su atrevimiento, su regreso viene acompañado de un sorpresivo cambio de estatus económico: la antigua muerta de hambre ha adquirido un caserón en las afueras de la población. Su palidez, su luto, su extraño criado y su carácter ciertamente asocial espolearán la curiosidad malsana de los vecinos. Al mismo tiempo, comienzan a suceder una serie de acontecimientos extraños en el pueblo: una vaca muerta, un aullido espeluznante... El joven gendarme Max Grillet deberá iniciar una investigación que esclarezca las causas de tan insólitos hechos. ¿Estará preparado para afrontarlos? ¿Estarán relacionados con la llegada de Isabelle? ¿Pueden vivir los murciélagos tropicales en Francia? Ya saben, si quieren respuesta a estas preguntas, tendrán que leerla.

Narrada a buen ritmo en capítulos cortos, La hija de la noche resulta una lectura entretenida. Simple, sin grandes giros ni complicaciones en la trama lineal, engancha desde el principio. Malas lenguas, buenas intenciones, amor y clases sociales son algunos de sus ingredientes. ¿Se animan?

jueves, 23 de febrero de 2023

Una bala con mi nombre, de Susana Rodríguez Lezaun

Every time that I look in the mirror
All these lines on my face getting clearer
The past is gone
It went by like dusk to dawn
Isn't that the way?

(Cada vez que me miro al espejo
las arrugas de mi rostro son más visibles.
El pasado ya no está.
Se esfumó de la noche a la mañana.
¿No sucede así?)

Estrofa de Dream On, de Aerosmith

Me encanta la música y, dentro del eclecticismo donde nadan mis gustos, la textura ronca de la voz de Steven Tyler, líder y vocalista de la banda de rock Aerosmith, libera en mi cerebro algún tipo de dopamina que me provoca un placer difícil de explicar con palabras. Dream on es uno de sus temas legendarios, concretamente el primer sencillo de su álbum debut, que vio la luz allá por 1973, y uno de los preferidos en mi playlist para momentos de bajón. Toca cuerdas del alma que no vibran a menudo. Justo ayer por la tarde iba escuchándola en el coche y hoy, zas, aparece mencionada de repente en los agradecimientos de la novela que acabo de terminar. Esta autora ya me gustaba y, ahora, más todavía.

Susana Rodríguez Lezaun abandona las frías tierras de su Navarra natal, que ambientaban la trilogía Sin retorno y sitúa la acción de su cuarta novela publicada, Una bala con mi nombre (Harper Bolsillo, 2020), en Boston, como homenaje a la mítica banda de Massachusets (¡Bravo!). La protagonista de su trama esta vez es Zoe Bennet, una apática restauradora en el Museo de Bellas Artes de Boston. A sus cuarenta años, su vida – tranquila, rutinaria, aburrida– de mujer solitaria y fría dará un giro de ciento ochenta grados al conocer en una fiesta a Noah Roberts, un apuesto camarero que derribará sus defensas sin mucha dificultad. Con él se sentirá deseada, atractiva, importante. Viva, en definitiva. Y esa sensación le vendará los ojos ante el peligro. Una tarde, Noah la convence para entrar en el museo y visitar juntos el taller donde trabaja. Una vez allí, darán rienda suelta a sus instintos más básicos y gozarán de una fiesta privada cuyas consecuencias no serán capaces de anticipar. Zoe no tardará mucho en descubrir que ha sido utilizada con fines delictivos, y su existencia se verá truncada por una vorágine de amenazas, golpes y sorpresas desagradables que la empujarán a tomar ciertas decisiones de las que luego se arrepentirá ( o no). Rabia, miedo, frustración y un deseo que no es capaz de domar la acompañarán sin descanso y la convertirán en una persona diferente. Si les pica la curiosidad, no tendrán más remedio que leerla.

Narrado en primera persona, Una bala con mi nombre es un thriller absolutamente adictivo desde la primera página. Susana Rodríguez Lezaun nos presenta a los personajes centrales en el prólogo, en un escenario ya próximo al desenlace y en una situación que dispara los niveles de cortisol del lector de manera alarmante. A partir de ahí, tendrá que seguir la trama lineal de la novela, compuesta por capítulos cortos y repletos de acción, para averiguar cómo han llegado hasta ese punto. Con un ritmo rapidísimo aderezado con una buena dosis de sexo y adrenalina, la autora consigue convencer a los lectores para que no dejen de leer hasta la última página. No apto para taquicárdicos.


domingo, 19 de febrero de 2023

1Q84, de Haruki Murakami

Es extraño para mí acabar una lectura y no saber concretar conmigo misma si me ha gustado o no. ¿He disfrutado leyéndola? Mucho, sin duda. Entonces, ¿a qué viene esta sensación de incomodidad perpleja? ¿O se trata quizá de una perplejidad incómoda? Da lo mismo, la sensación existe y me provoca una cierta zozobra. Mi primer contacto con la obra del autor nipón con más proyección internacional y aquí me hallo, más confusa imposible. Al menos, soy capaz de reconocer el siguiente hecho: la novela constituye la simbiosis perfecta entre la obra maestra y la rayada mayúscula.

Por lo que he sido capaz de dilucidar picoteando la red, 1Q84 parece ser la obra más extensa (hasta la fecha) de Haruki Murakami. Yo he leído la traducción al inglés de Jay Rubin y Philip Gabriel publicada por Vintage Books en 2012 y consta de más de  1300 páginas. Es difícil clasificar la novela en términos de género, pero creo que no sería descabellado hablar de un híbrido a caballo entre la ciencia ficción, el realismo mágico, el surrealismo y el suspense. En 1Q84 (el eco orwelliano le llega al lector claramente desde el título) Murakami sitúa al lector no en un mundo imaginado, sino en un mundo real –Tokio, 1984– que acoge sin armar revuelo las injerencias de lo fantástico, de lo onírico o de lo milagroso (entiendo como tal aquello que carece de explicación científica). Dividida en tres libros, la obra discurre en planos narrativos alternos. En los dos primeros libros, se turnan el relato de Masami Aomame y el de Tengo Kawana, los personajes centrales de la novela. Ella, oficialmente instructora en un gimnasio y fisioterapeuta, es una asesina sui generis a las órdenes de una viuda multimillonaria que persigue el loable objetivo de reducir los casos de violencia machista mandando al otro barrio a hombres despreciables (he de decir que Masami Aomame me ha traído varias veces a la memoria a la Lisbeth Salander de Larsson). Él, Kawana, un insulso profesor de matemáticas y escritor de ficción en ciernes, recibe el fraudulento encargo de reescribir La crisálida de aire, una historia dictada por una misteriosa y exótica adolescente que se esconde bajo el pseudónimo de Fuka-Eri. Entre las historias de los dos coprotagonistas, aparentemente inconexas, se irán tejiendo puentes narrativos que prepararán al lector para el desenlace del libro tercero, donde aparecerá una tercera voz, la del estrafalario investigador Ushikawa, cuyas pesquisas subrepticias harán a los personajes principales caminar sobre el filo de la navaja. ¿Y que tendrán en común las voces de estos personajes? Una comunidad religiosa e intocable llamada Sakigake, un firmamento nocturno dotado de dos lunas y unas criaturas mágicas y minúsculas que tejen crisálidas con briznas de aire. Mundos solapados, realidades paralelas. Y la historia de amor más insólita que he leído nunca.

Murakami demuestra en 1Q84 ser un maestro a la hora de acoplar lo prodigioso a lo real. Los personajes narran en primera persona, maximizando la posible empatía del lector. El autor los desnuda sentimentalmente, ahonda profundamente en sus cómos y sus porqués, y lo hace de manera brillante. Se los presenta al lector como individuos solitarios, melancólicos, portadores y cautivos de un vacío existencial inabarcable, aquejados de una dolorosa orfandad espiritual. Salpica la narración de una profusión de referencias culturales, sobre todo al jazz, y convierte su obra en un magnífico ejercicio metaliterario.

Entonces, ¿por qué la sensación de incomodidad? Probablemente porque Murakami practica un surrealismo muy abierto y he acabado sintiéndome como sus propios personajes, desbordada por todas las preguntas que nunca tendrán respuesta. En definitiva, Haruki Murakami parece un escritor que desafía las reglas establecidas y apuesta por la libre creatividad. Juega con la imaginación y las emociones haciendo que el lector viaje constantemente entre lo aparentemente real y lo onírico en un mundo de ilusiones, o como él lo llama: de realidades colindantes. Quizá sea que sus historias no están concebidas para comprenderlas en su totalidad, sino para paladearlas y degustarlas como un ejercicio literario sublime. Y desde esa perspectiva, lo cierto es que sí me gusta.

viernes, 3 de febrero de 2023

Te veré esta noche, de Susana Rodríguez Lezaun


Por más que haya avanzado la ciencia, la mente humana y su funcionamiento siguen constituyendo un misterio prácticamente insondable. Tratamos de encontrar relaciones causa-efecto, clasificamos operadores, establecemos principios o analizamos dopaminas, serotoninas, oxitocinas y endorfinas. Sin embargo, los resultados que obtenemos no son más que hipótesis, conjeturas o meras entelequias. En realidad, no sabemos nada. ¿Quién podría explicar cómo y por qué un individuo de funcionamiento normativo se transforma en un asesino frío y calculador? ¿Cómo conviven en una misma persona la calidez y la ternura amantes con el cerebro de una homicida múltiple? No hay respuestas, me temo. Quizá podamos preguntarle a Susana Rodríguez Lezaun qué opina ella, puesto que demuestra una gran habilidad a la hora de dar vida a personajes que se mueven como peces en el agua en la frontera malsana que separa el amor de la muerte.

Con Te veré esta noche (Debolsillo, de Penguin,  2018) llegamos al final –al menos por ahora– de la trilogía iniciada en Sin retorno y protagonizada por el inspector David Vázquez. En esta última entrega, a nuestro atormentado inspector y a su equipo les va a tocar investigar la desaparición de la familia de Raquel Gimeno  en el trayecto desde el pueblo natal de esta hasta su residencia en Pamplona. Raquel se queda dormida mientras viajan y despierta en el coche, sola y en medio de un descampado. A su madre, su marido y sus hijos parece habérselos tragado la tierra. En diez capítulos que resumen la tensión de diez angustiosos días y le ofrecen al lector toda una lección sobre construcciones militares en Navarra, Susana Rodríguez Lezaun mantiene al lector en vilo mientras desgrana los delirios de una mente desquiciada y la carrera contrarreloj de las fuerzas del orden que intentan detenerla tratando de hallar pistas en cadáveres mutilados de forma salvaje y tosca y poemas salidos del corazón que casi rozan el gore. ¿Amor? ¿Obsesión? ¿Patología? Quién sabe...

Al igual que en las dos entregas anteriores, en paralelo a la trama de investigación discurre la acibarada historia de amor entre David Vázquez e Irene Ochoa, ahora prófuga de la justicia y cazadora de nuevas identidades tras las que ocultarse. Dos vidas rotas que no logran deshacer el vínculo. Dos vidas que pagan las consecuencias de amar a quien no se debe. Dos almas irremediablemente perdidas en el lodo de lo imposible. Negra desesperación y profunda tristeza. ¿Cómo acabarán?

En Te veré esta noche, Susana Rodríguez Lezaun vuelve a ofrecerle al lector una novela negra con una ambientación acorde al tono de la misma. Lluvia, viento, frío y oscuridad nos acompañan en escenas repletas de dolor y sufrimiento. Montes de densa vegetación que dificultan más si cabe la esperanza. Personajes complejos que guardan secretos inconfesables. Y un final contundente, vaya que sí. 

Aurora no se durmió, de Judith Romero

Cuando era pequeña me encantaba que me contaran cuentos. Mi madre me enseñó a leer muy pronto y comencé a leerlos a una velocida...