sábado, 31 de diciembre de 2022

El último elfo, de Silvana de Mari

Último día del año. Última reseña de 2022. Acabamos este año que ha sido un poco bastante regular en cuanto a lectura (he podido leer poquísimo) con fantasía, con Silvana de Mari, una autora italiana poco reconocida como tal quizá por sus polémicas declaraciones sobre la homosexualidad. Controversias aparte –literatura es, al fin y al cabo, literatura–, llegó a mis manos por casualidad y hoy es la encargada de despedir el año lector en Libridinosum.

Silvana de Mari es principalmente conocida por la obra que nos ocupa, El último elfo (Belacqua, 2004). Publicada originalmente en italiano en 2004 y traducida posteriormente a 18 idiomas sin mucha unanimidad en la elección de título (en algunos países fue publicada como El último dragón), esta novela de fantasía a caballo entre el público juvenil e infantil (nada de sexo, poca sangre y ninguna complejidad en la trama) consta de dos partes. En la primera, "El último elfo", se nos presenta al protagonista (de nombre impronunciable y demasiado costoso de transcribir) cuando huye, de niño, de su lugar de origen tras unas inundaciones que, al parecer, han acabado con todos sus congéneres. En un mundo donde los elfos son seres proscritos, su camino se cruza con el de dos humanos que, pese a sus reticencias iniciales, lo protegen y juntos, emprenderán un camino que dará con sus huesos en las mazmorras de la ciudad de Daligar. Allí, mientras escapan, descubrirán grabada en piedra la profecía que a partir de entonces guiará sus pasos. El último elfo habrá de encontrar al último dragón, y juntos deberán romper el círculo que restaure el equilibrio meteorológico de la tierra. En la segunda parte, "El último dragón", cuya acción transcurre trece años después del fin de la primera parte, el joven elfo deberá cuidar de un bebé dragón, hijo del viejo Erbrow, enseñarle a volar (ardua tarea para una criatura sin alas) y evitar que lo calcine todo con sus berrinches. Cuando aprenda a volar, el reptil alado reconfigurará sus habilidades lingüísticas e intelectuales, que le fueron transferidas antes de romper el cascarón, y ayudará al elfo en la culminación del cumplimiento de la profecía. Encontrarán a Robi, hija de los humanos que salvaron al último elfo y, todos juntos, liderarán a una muchedumbre de desheredados hacia la orilla del mar, hacia la libertad.

Pese a la simpleza de la trama, lo cierto es que he disfrutado de El último elfo. Al principio, sus pretensiones élficas de precisión en el lenguaje y su desconocimiento de parte de las expresiones que utilizan los humanos generan situaciones de lo más cómico. Luego, el pequeño de orejas puntiagudas se gana un lugar en el corazón del lector con su bondad, su ternura y su visión sencilla del mundo. Obra apta sin lugar a dudas para las almas lectoras repletas de inocencia. 

domingo, 25 de diciembre de 2022

La cordura del idiota, de Marto Pariente

«No fue por una trágica amargura
esta alma errante desgajada y rota; 
purga un pecado ajeno: la cordura,
la terrible cordura del idiota».

Estas líneas de "Un loco", poema de Antonio Machado, le sirvieron de inspiración al escritor Marto Pariente para el título de la novela que acabo de terminar. Galardonada con el IV Premio de Novela en la edición de Cartagena Negra 2020, se trata de una obra peculiar donde las haya. En el prólogo ya se la califica, con bastante acierto, como "country pulp". Efectivamente, la trama no transcurre en un entorno urbano, sino en pueblo perdido de Guadalajara, y los personajes, los diálogos y las escenas pertenecen al pulp más tarantiniano.

La cordura del idiota (Versátil, 2019) de Marto Pariente sitúa al lector en la tranquila población de Ascuas, «donde nunca pasa nada. Hasta que pasa». El protagonista, Toni Trinidad (curioso el nombrecito), un poli de pueblo sin mucha madera de madero aquejado de hematofobia (vamos, que se desmaya ante la visión de una sola gotita de sangre) ve su apacible existencia severamente alterada con el supuesto suicidio de su único amigo, el loco del pueblo, apodado el Triste. Quizá tenga algo que ver con unos letreros colocados en su finca que, de manera soez, exhortan al malogrado individuo a vender sus terrenos. Para colmo de males, la hermana del poli sin pistola, Vega, le busca las cosquillas al Colmenero, mafioso manchego propietario de una numerosa colección de dedos conservados en formol. De la tranquilidad de patrullar las calles y los alrededores del pueblo sin más pena ni gloria y deleitarse con alguno de los reality shows televisivos, pasará a verse envuelto en una disparatada trama que lo enfrentará a narcotraficantes, sicarios, corruptelas varias y sangre, mucha sangre.

Distinta a los planteamientos convencionales de la novela negra, La cordura del idiota presenta todo un reto lector: ser capaz de pasar páginas y cerrar la boca al mismo tiempo. En capítulos cortos, que imprimen buen ritmo a la obra, y sin entrar en descripciones ni digresiones innecesarias, Marto Pariente utiliza la narración en primera, segunda y tercera persona para marcar con claridad la voz que relata. Alterna la narración en presente con el flashback que permite conocer al lector la primera infancia de los hermanos Trinidad, dura, durísima. En contraste, el carácter pulp de las situaciones y los diálogos convierte a muchos de ellos en momentos de hilaridad perpleja (y yo siempre agradezco que me hagan reir). Si tuviera que quedarme con algo de la novela elegiría el elenco de personajes que dan vida a las páginas de La cordura del idiota (cada cual más particular y descabellado que el anterior) y, sobre todo y sin lugar a dudas, con los exleñadores, psicópatas y vascos, fanáticos de Mecano.



sábado, 17 de diciembre de 2022

La última leyenda, de C. J. Cilleros

Dicen que todo lo bueno en algún momento se acaba, pero yo no me termino que creer que haya de ser forzosamente así. A veces algo toca a su fin en el plano temporal pero se queda con nosotros en el plano emocional, donde las agujas del reloj no significan nada. Con algunas de nuestras lecturas ocurre lo mismo: se lee la última palabra de la última página, se coloca con mimo el libro en su lugar de la estantería y, sin embargo, los personajes siguen acompañándonos en el café o sentándose junto a nosotros en el sofá.

Yo acabo de terminar La última leyenda (Khabox Editorial, 2018), la tercera y, supuestamente, última entrega de la saga Creadores de magia del autor C.J. Cilleros, y la verdad es que no he querido despedirme de sus personajes. Cory, Alex, Tahy, Gabriel –y sus versiones onírices– y algunos otros se quedan conmigo hasta que ellos decidan marcharse. Todos ellos vivirán en esta obra el desenlace de la historia de magia (y de amor) que se inició en La lágrima del guardián al descubrir Cory su pertenencia al mundo mágico y revelarse la gran amenaza que se cierne sobre este y, por extensión, sobre la Tierra. En La última leyenda, la magia oscura encarnada en la figura de Necrótanom ha resurgido en todo su maléfico esplendor con la vista puesta en el eclipse galáctico que sucede cada 26.000 años en nuestro universo y que, bajo unas determinadas condiciones, es capaz de desatar la fuerza mágica de los nueve elementales, otorgando a quien lo absorba el poder absoluto. Mientras tanto, Gurka, el Amo de la Niebla (si hubiera solo un malo sería demasiado sencillo), diseña su estrategia para arrebatarle la supremacía a Necrótanom y someter a todas las criaturas mágicas. Nuestros Guardianes lo van a tener francamente difícil para superar el reto final. Capturados y al límite de sus fuerzas, contemplarán con angustia el inicio de una debacle que se barrunta irremediable. Sin embargo, la fortuna se reserva un poderoso as bajo la manga y... Juas, si piensan que se lo voy a contar todo lo llevan claro. Si sienten curiosidad, pueden saciarla leyendo la saga.

Fantasía, magia, amistad y amor incondicional son los elementos que combina C.J. Cilleros, el autor, para crear una trama sólida que enseguida capta el interés del lector y lo atrapa entre sus páginas. Una imaginación desbordante y su capacidad de plasmar por escrito sentimientos y emociones son las señas de identidad de un autor que crea historias fascinantes dotadas de alma. ¿Será que él también es un creador de magia? 

domingo, 11 de diciembre de 2022

La ira del unicornio, de C.J. Cilleros

En Libridinosum seguimos cabalgando a lomos de la magia para combatir los desapacibles días que anuncian la llegada del invierno al otro lado de la ventana. Manta calentita, gatos tumbados sobre mis piernas y, en mi regazo, la segunda entrega de Creadores de magia, de C.J. Cilleros recién terminado. Mucha magia –por supuesto– y toneladas de acción que también dejan espacio para sentimientos y emociones que calan hondo.

La ira del unicornio (Khabox Editorial, 2017) es el segundo título de esta saga mágica y, al igual que el anterior –La lágrima del guardián–, me ha dejado con ganas de más. Suerte que aún me queda el tercero. En esta entrega, Cory y el resto de los Guardianes de Núbbalis se verán obligados a proteger a los habitantes de la Tierra de los úmbros creados por alguno de sus enemigos. Los úmbros son seres malignos que invaden los cuerpos de los humanos y los transforman en criaturas perversas y destructivas. Para evitar que las sombras apaguen toda la luz de la humanidad, los Guardianes deberán encontrar un objeto mágico que guarda en su interior un peligroso hechizo olvidado. Durante la búsqueda, Cory se enfrentará a nuevos descubrimientos sobre su origen y, sobre todo, tendrá que hallar la forma de asumir por completo su naturaleza híbrida –humano y unicornio– para despertar completamente sus poderes. Aparecerán nuevos creadores de magia y algún otro cobrará más relevancia, lo que aumentará la complejidad de la trama.

Aparte de la capacidad de la obra para atraparme en su argumento y hacerme empatizar con algunos personajes, admiro la potencia imaginativa de C.J. Cilleros, el autor, a la hora de crear criaturas mágicas e insuflarles su hálito de vida. Además, me encanta su modo, intenso y totalmente verosímil, de plasmar sentimientos y emociones sobre el papel. No les robaré más tiempo, pero no puedo despedirme sin recomendarles que le hagan un hueco a la magia y a sus Creadores en sus lecturas.


domingo, 4 de diciembre de 2022

La lágrima del guardián, de C.J. Cilleros

En ocasiones el frío, el gris y algún barniz de pesadumbre se nos instala en el alma y ya no somos capaces de percibir la magia, ni la exterior, que hace que el mundo sea un lugar medianamente soportable, ni la que habita nuestras entrañas disfrazada de sonrisas y abrazos pasados o futuros. Es entonces cuando los que creemos en la magia más agradecemos que alguien nos recuerde que, aunque por circunstancias no podamos sentirla, sigue existiendo y nos mantiene vivos. A veces, como me ha ocurrido a mí, ese regalo llega en forma de libro. Esta vez el autor se llama C.J. Cilleros y su saga, titulada Creadores de magia, ofrece al lector la oportunidad de mirar al cielo e intentar descubrir la silueta del mundo mágico que construye para que podamos abrir las alas y escapar de este.

Acabo de terminar la primera entrega de la saga, La lágrima del guardián (Khabox Fantasy, 2016) y estoy deseando continuar para averiguar qué les depara el futuro a sus singulares personajes, los onírices, y al mundo mágico de Núbbalis. En esta primera entrega, el autor nos presenta como protagonista a Cory O'Neil, un muchacho de 15 años nacido en Escocia que se traslada a Madrid junto a su familia. Todos, incluido él, esperan que el cambio de aires mejore la situación del chico que, inadaptado y víctima  de acoso, no logra encontrar su lugar en el mundo. Hasta que la casualidad le lleva a encontrarse con los ojos de Alex en un pasillo del nuevo instituto, y a sentir que ya no está solo. Alex es un onírice, un Guardián del Unicornio Blanco de Núbbalis, y ayudará a Cory a descubrir no solo que la magia existe, sino también que es una parte esencial de su ser. A pesar de sus reticencias iniciales, un trágico acontecimiento empujará a nuestro protagonista a aprender a usar sus habilidades mágicas y a colaborar con el resto de onírices en la búsqueda de las lágrimas de su creador, imprescindibles para hacerle frente a la malvada oscuridad cuyo propósito es... Si quieren averiguar más, tendrán que leerlo, puesto que yo ya no les voy a contar más.

Sí les diré, sin embargo, que C.J. Cilleros ha ensamblado con pericia una historia que tiene de todo: mucha magia, mucha posibilidad de reflexionar sobre aquello que nos resulta diferente, mucha superación personal con el apoyo de una mano amiga (y qué imprescindible resulta) y la certeza de que la unión hace la fuerza en la mayoría de ocasiones. Ah, y un poquito de amor, que nunca viene mal. Con todos estos ingredientes y algún que otro hechizo importado probablemente de Núbbalis, el autor crea una trama y unos personajes que atraparán al lector desde el primer momento y le instarán a seguir leyendo. 

sábado, 26 de noviembre de 2022

La melodía de la oscuridad, de Daniel Fopiani

En un acceso de ira provocado por la diosa Hera, Heracles (o Hércules en la adaptación romana), con sus propias manos, acaba con la vida de su esposa, Megara (hija del rey de Tebas) y de los tres hijos que ambos tienen en común. Una vez recuperada la cordura, horrorizado ante su crimen, decide aislarse del mundo en tierras salvajes. Sin embargo, su hermanastro Ificles lo encuentra y lo convence para que acuda, en busca de la redención, al Oráculo de Delfos. Una vez allí, la sibila délfica le impone como penitencia realizar una serie de trabajos ideados por Euristeo, el hombre al que más odia Hércules, pues era quien había –involuntariamente– usurpado su legítimo derecho al trono. Este pasaje mitológico es conocido como "Los doce trabajos de Hércules" y es la fuente de inspiración de la novela que acabo de terminar. 

La melodía de la oscuridad (Espasa Libros, 2019) de Daniel Fopiani es quizá la novela más brutal (en el sentido literal de la palabra) que he leído hasta la fecha. Fopiani ambienta la obra en su Cádiz natal, e inicia la trama de la misma con el asesinato de un guardia de seguridad en el Museo de la ciudad. El cadáver es hallado en posición de oración u ofrenda junto a la estatua de Hércules Farnesio y le falta un cuadrado de piel en la espalda. El teniente Román de la UOPJ de la Guardia Civil pide ayuda a Adriano, un ex-compañero del cuerpo retirado forzosamente del servicio tras la explosión de una mochila bomba a la salida del cuartel de Intxaurrondo que le robó la vista y las ganas de vivir. Deberán poner sus mentes a trabajar para detener a tiempo a un asesino al que conocemos ya en las primeras páginas de la novela. Se hace llamar Alceo (nombre con el que bautizaron a Heracles al nacer), es de origen rumano y, al igual que el héroe griego, mató a su familia en un arrebato de ira y ahora busca, mediante la ejecución de crímenes rituales, la expiación de su pecado. Las escenas de los asesinatos son realmente espeluznantes, salvajes, macabras, rozando el gore hasta el punto de la náusea (también literal).

En paralelo al desarrollo de la investigación y a la preparación de las ofrendas por parte del asesino, Fopiani va desgranando la tormentosa relación entre Adriano y su mujer, Patricia. Él, encerrado en la amargura de un mundo cuya única banda sonora es la tristísima melodía de la oscuridad. Ella, dedicada al esposo tullido en alma, ya que el cuerpo se lo entrega esporádicamente a otro hombre en episodios de sexo terapéutico que la hace sentir viva. Un torbellino de sentimientos y emociones que mantiene al lector con un nudo en el pecho y otro en la garganta.

En definitiva, una lectura negra negrísima que atrapará al lector en su telaraña macabra y lo torturará hasta el final, sobre todo al final. No apta para estómagos sensibles.

domingo, 20 de noviembre de 2022

La Emperatriz de los Etéreos, de Laura Gallego

A riesgo de resultar cansina, repetiré una vez más que la imaginación es el arma más poderosa de la que disponemos los seres humanos. Gracias a ella podemos, por ejemplo, olvidarnos de nuestro sofá y nuestra mantita, desplegar nuestras alas y volar hasta aterrizar en mundos lejanos y radicalmente distintos al que habitamos. En esta ocasión, acabo de volver de un viaje fascinante a un mundo donde imperan el frío, la blancura de la nieve y el divino afán de una inmaterialidad redentora. La luz y el calor del sol brillan (que expresión tan paradójica en este contexto) por su ausencia y la vida, tal y como la conocemos, resiste oculta en las entrañas de la tierra.

En este escenario tan eternamente invernal sitúa Laura Gallego La Emperatriz de los Etéreos (Alfaguara, 2007), la novela juvenil de aventuras (mira que me gustarán a mí las aventuras) que ha mantenido mi mente ocupada durante las últimas 24 horas. La protagonista, Bipa, es una chica pragmática y poco soñadora que vive en Las Cuevas junto a su comunidad, resguardados del frío y la muerte segura que supondría alejarse de ellas. En las mismas grutas vive también Aer, un muchacho algo diferente al resto que se pasa el día soñando despierto y cuya máxima aspiración es cruzar los Montes de Hielo y encaminarse hacia el palacio de la Emperatriz de los Etéreos, el ser más bello y majestuoso sobre la faz de la Tierra. Será que los polos opuestos se atraen porque, a pesar de ella misma, Bipa inicia una suerte de amistad con el chico raro y comienza a tolerarlo. Un buen día, el muchacho desaparece y, tiempo después de haberlo dado por muerto, regresa con el único fin de demostrarle a Bipa que se equivoca, y que existen cosas que merecen la pena más allá de su refugio en Las Cuevas. Sin embargo, la naturaleza de Aer lo empuja a partir de nuevo hacia la Emperatriz que lo llama con fuerza, y el corazón de Bipa –aunque ella lo niegue con vehemencia– la obliga a marchar en su busca. La joven iniciará un viaje lleno de peligros que pondrá a prueba hasta el último gramo de su tozudez y le revelará la verdadera naturaleza del mundo en el que vive. ¿Logrará cumplir su objetivo de hallar a su amigo y traerlo de vuelta a casa? Para saberlo, tendrán que ponerse un buen abrigo (y los guantes, que no se les olviden) y seguir los pasos de Bipa.

Escrita en tercera persona, y en catorce capítulos de extensión considerable más el epílogo, La Emperatriz de los Etéreos nos adentra en una búsqueda, no solo de un amigo (puede que algo más), sino de la propia esencia. A lo largo de su periplo, nuestra protagonista descubrirá cosas sobre sí misma y tomará conciencia de lo que es realmente importante para ella mientras se topa con personajes de lo más variopinto. Entre sus líneas, si leemos bien, podríamos encontrar una reflexión sobre todo lo que dejamos atrás en aras de alcanzar la perfección y en qué podría resultar nuestro intento.



sábado, 19 de noviembre de 2022

Progenie, de Susana Martín Gijón

En ocasiones hay obras que comienzo a leer simplemente porque forman parte de la lista de títulos pendientes y decido darles una oportunidad, sin expectativas de ningún tipo. En ocasiones, afortunadamente, esas obras me enganchan desde las primeras páginas y, cuando acaban, quiero más. Además, si supone la primera vez que empatizo totalmente con el personaje principal (la inspectora) en novela negra, la sensación de satisfacción se magnifica.

Esta vez les hablo de Progenie, de la sevillana Susana Martín Gijón, publicada a principios de 2020 por Penguin bajo el sello de Alfaguara Negra, una novela dotada de cierta originalidad, desenfado en la escritura, agilidad en la exposición y rapidez en el desarrollo, circunstancias que resultan en un ritmo constante que no permite que el interés de los lectores decaiga en ningún momento. La trama de Progenie se inicia con la aparición del cadáver de una mujer atropellada deliberadamente en el Barrio de las Letanías de Sevilla. En su boca, un chupete; en el informe de la autopsia, un embarazo. Mientras la inspectora Camino Vargas y su equipo trabajan para arrojar luz sobre el caso aparece el cuerpo sin vida de otra mujer. El informe forense revela que la víctima también es gestante. ¿Casualidad? Tras un planteamiento que podría parecer convencional, el lector asiste al desarrollo de una trama argumental trazada al milímetro para obtener un resultado redondo. La aparición de un tercer cadáver sitúa ya a la inspectora Vargas y al resto de su unidad ante el reto más difícil de su carrera.

Otro de los aciertos de Martín Gijón en Progenie residiría en sus personajes. Alejándolos del concepto de superhéroes que todo lo pueden, los presenta como personas convencionales, con sus dudas, sus problemas, sus fracasos y sus emociones. Tan vulnerables como cualquiera de nosotros en circunstancias difíciles. Sin ir más lejos, me ha encantado la inspectora Vargas: entrada en la cuarentena, con un peso y una talla que se escapan de los estándares de belleza socialmente aceptados, y capaz de expresar con naturalidad sus apetencias sexuales, lo esporádico de sus relaciones, su elección de un estilo de vida independiente. Y la certeza de que todo lo anterior no es más que un caparazón tras el cual se siente protegida. Su vida, una paradoja continua y constante.

En definitiva, en Progenie hallamos una novela escrita con valentía e inteligencia, capaz de mantener en vilo al lector mientras profundiza en cuestiones relevantes a varios niveles: la maternidad y las imposiciones sociales sobre las mujeres, los modelos de familia, la crianza, la paternidad y las diversas pérdidas que habitualmente sufren los padres tras una separación. No perdamos de vista tampoco los amores imposibles (o así los llaman). Una obra excelente narrada de modo casi adictivo.

lunes, 14 de noviembre de 2022

La Troupe, Antonio J. Ruiz Munuera

El primer contacto visual con la carpa de un circo, cuando era niña, me provocaba emociones indescriptibles entonces y difíciles de explicar ahora. Los colores y la geometría de aquellas tiendas de lona se aliaban para generar la expectación, la ilusión de una tarde diferente en la que se suspendían momentáneamente las reglas del mundo real para dar paso a la fantasía, a la magia, a la risa y al más difícil todavía. La cubierta de la obra que acabo de terminar me ha traído a la memoria todas esas tardes de ensueño que ni el gris más oscuro contamina.

Titulada La Troupe (Edelvives, 2020), la última novela publicada de Antonio J. Ruiz Munuera, galardonada con el XX Premio de Literatura Juvenil Alandar de la editorial Edelvives, otorga al mundo del circo un papel coprotagonista en una trama donde aventura y naturaleza se combinan para deleite del lector juvenil –de cualquier edad, por supuesto. Ambientada en el Quebec de finales del s. XIX, testigo de las luchas por el poder entre franceses y británicos, La Troupe da cuenta de cómo el circo irrumpe un día en la vida de la joven Elizabeth Gilmour, hija del conde de Gilmour (administrador colonial de Quebec y personaje desagradable donde los haya), provocando un terremoto en su vida prediseñada y empujándola a huir de un hogar donde no recibe amor hacia lo desconocido. Sus pasos se mezclan entonces con los de la compañía circense responsable del seísmo que sacude su existencia. En compañía de los artistas descubrirá nuevos valores, nuevas culturas e incluso esa emoción innombrable que da entrada a un millón de mariposas ruidosas en el estómago. Mientras, los esbirros oficiales de su señor padre intentan seguir su rastro para darle caza. ¿Lo lograrán?

En La Troupe, Antonio J. Ruiz Munuera recrea a la perfección, desde el respeto y la admiración, la fantasía y la magia del espectáculo circense, así como la magnificencia de los espacios naturales canadienses. La ambientación está muy bien conseguida, tanto mediante la contextualización histórica como con la construcción de los personajes y sus historias. Y el conjunto resulta en una obra de lectura muy agradable. Si les apetece, y nunca mejor dicho, pasen y lean.

martes, 8 de noviembre de 2022

Enigmas para un rey, de Javier Marín

Acabar un libro y tener que decidir si admiras al autor o si, por el contrario, lo detestas es una situación compleja hasta que descubres que no has de elegir, que ocurren las dos cosas al mismo tiempo. Por un lado, lo admiras por haber sido capaz de construir la obra como lo ha hecho. Por otro, lo odias porque te ha secuestrado, porque te ha robado horas de sueño y, sobre todo, porque te ha hecho sufrir lo indecible. Comprenderán que lo de odiar al autor es una broma –o no. Para poder juzgar por ustedes mismos tendrán que leer la saga de Marco Duarte, el inspector de policía nacido de la pluma del pinatarense Javier Marín. La primera entrega de la saga, Tablero Mortal, fue galardonada con el Icue Negro en la edición de 2020 de Cartagena Negra. La segunda, Descenso al abismo, nos dejó pidiendo más. Y como queríamos más, en la tercera nos ha dado lo que nos merecemos.

Cometí la imprudencia de comenzar a leer Enigmas para un rey un sábado por la noche, rozando la madrugada, y a punto estuve de cancelar los planes del domingo para poder devorarlo a placer. La tensión dramática ya es palpable desde las primeras páginas. El prólogo provoca ganas de morderse las uñas: un año después del trágico desenlace de Tablero mortal, el asesino invisible vuelve a la carga secuestrando a un miembro del equipo de Marco Duarte. Para encontrarlo, deberán resolver el enigma escondido tras unos versos pergeñados por el mismo secuestrador. Logran salir airosos de este primer lance, pero no tienen ni idea de que la verdadera pesadilla acaba de empezar. El inspector Marco Duarte se verá inculpado en dos asesinatos y tendrá que actuar desde la clandestinidad. Contará, eso sí, con una ayuda inesperada. Mientras tanto, sigue la partida de ajedrez iniciada por el asesino. Acertijo retorcido tras acertijo retorcido irán cayendo las piezas y la ciudad volverá a bañarse en sangre. Para colmo entra en escena el inspector Rojas para liderar el equipo, y no va a despertar precisamente simpatías. Lo van a tener francamente difícil hasta que... Hasta que nada. La leen y sufren como he sufrido yo hasta el último segundo.

Javier Marín vuelve a demostrar en Enigmas para un rey su habilidad en el manejo del argumento y en la construcción de los personajes. La doble línea temporal durante el primer tercio de la obra es, a mi parecer, todo un acierto, y la elección de la brevedad en los capítulos le confiere a la narración un dinamismo brutal. Su técnica anticipatoria contribuye a la escalada de la tensión dramática capítulo a capítulo. Al lector apenas le va a estar permitido respirar, así que imaginen. Absténganse solo si padecen alguna cardiopatía. 

sábado, 5 de noviembre de 2022

Unos días en París, de Paco López Mengual

Decía Moslih Eddin Saadi, célebre poeta persa del período medieval, que «un viajero que no observa es un pájaro sin alas». Si aceptásemos como válida tal afirmación, cabría también figurarnos que el tamaño de las alas del ave en cuestión podría ser directamente proporcional a la capacidad de observación y a la perspicacia con la que observa el viajero. Partiendo de tales premisas no sería erróneo, pues, asociar a Paco López Mengual (mercero, escritor y trotamundos) con la imagen del cóndor andino, cuya envergadura alar alcanza los tres metros de longitud (cifra que lo sitúa en el número uno del ránking alado del reino animal). López Mengual viaja, observa y reflexiona, reflexiona y observa, y anota su cosecha del día en las hojas de un cuaderno para que, tiempo después, sus lectores seamos partícipes de la experiencia con todo lujo de detalles.

En esta ocasión, después de guiarnos por la capital lusa en Recuerdos de Lisboa, López Mengual vuelve al diario/libro de viajes convirtiéndose en nuestro cicerone particular durante Unos días en París (MurciaLibro, 2016). Durante seis días, del 30 de julio al 4 de agosto de 2006, visita el autor, junto a su familia, los entornos más relevantes de la capital del hexágono: la torre Eiffel, que logra vencer su reticencia inicial; el Louvre y sus miles de joyas; el Arco del Triunfo, Les Invalides, el Musée d'Orsay y los puentes del Sena. Se rinde ante los encantos de la sesión golfa del mítico Moulin Rouge y contempla con sus propios ojos los tesoros que guarda la Shakespeare and Company, la librería más emblemática de todo París. Logra tomarse un café en la icónica Les Deux Magots, tiempo atrás epicentro de la vida cultural parisina (y cuyos precios parecen mantener el espíritu de la calidad artística que un día albergó) y es testigo del significativo mensaje que su mujer deposita en la tumba de Jean Paul Sartre, descubierta por azar en el camposanto de Montparnasse.

Como siempre, los cinco sentidos de López Mengual recorren las calles de la ciudad del amor, de la luz y de los gatos (aunque él no recuerda haberse cruzado con felino alguno durante sus visitas) atentos a la historia (con y sin mayúscula), a la efeméride o al cotilleo de alcoba que le narran las piedras, los árboles, el agua del Sena o los guías argentinos que les acompañan. Lo acompaña también su habitual sentido del humor. Magnífica su retranca al describir el infierno sodomita esculpido en el pórtico central de Notre-Dame o las peculiares misivas que enviaba Napoleón a su esposa para anunciarle su regreso del campo de batalla. Sin embargo, impregna también las páginas de su diario un cierto aroma a melancolía, porque en su viaje el autor no solamente cambia su ubicación espacial, sino también la temporal. Regresa a las meriendas de su infancia rememorando Las maravillas del mundo, una de las cinco obras literarias presentes cuando era niño en la sala de estar de su hogar. Mientras camina y observa, resuenan en su memoria los ecos de las voces de los muchos que se vieron obligados a exiliarse en tierras galas a causa de la Guerra Civil, y los gritos de libertad del mayo francés del 68, de los días de vino y rosas, de los que creyeron que bajo los adoquines dormía la arena de playa. Lectura más que recomendable, sí señor.

viernes, 4 de noviembre de 2022

A la intemperie, de Rosario Guarino Ortega

A la intemperie: a cielo descubierto, sin techo o ni otro reparo alguno. Eso dice el diccionario de la RAE, y así nos quedamos muchos a causa de la pandemia que nos encerró en casa durante lo que pareció una eternidad y nos arrebató la burbuja de seguridad en la que hasta ese momento habíamos vivido. Asimismo, nos robó los besos y el calor de los abrazos de nuestros seres queridos. Vulnerables, indefensos y distanciados nos quedamos. Volver a las calles y reencontrarnos con los nuestros –con las debidas precauciones, claro está– fue un sueño hecho realidad (un sueño surrealista dentro de una realidad más surrealista aún). El verano de 2020, el de los abrazos furtivos que pudieron más que el miedo, ha quedado tatuado en nuestra memoria individual y colectiva y plasmado en las páginas de la obra que acabo de terminar.

De las manos de Rosario Guarino Ortega salieron los textos que, previamente publicados en la sección «Verano sin fin» de La Opinión de Murcia durante aquel estío, componen A la intemperie (La Fea Burguesía, 2021). Tras cautivarnos con sus versos en Palimpsesto azul y Los márgenes del tiempo y enamorarnos del todo en Florida Verba, el alma sensible de su autora llega a nosotros ahora en forma de prosa, con resultado igualmente delicioso. Su pluma serena y tierna dibuja en los relatos de A la intemperie fragmentos del mundo exterior de todos y de su hermoso universo interior. Esboza con mimo los contornos del mar y de las flores que tanto aprecia. Colorea con delicadeza la experiencia de un ocaso visto a través de las ramas del pino carrasco más grande del mundo. Recrea el sabor de una cerveza fresca en compañía de amigos. Diserta sobre las siestas de agosto, «esa hora mágica que el verano parece hurtar a la rutina vital» (p. 59). Posa sus ojos sabios sobre la luna y las referencias literarias y mitológicas asociadas a ella. Tiende puentes hacia el pasado que la impulsan a sobrellevar el presente pandémico y le acarician la memoria. Y lo adereza todo con amor, con ternura, con amistad y con elegancia.

La eterna pasión de Rosario Guarino por el mundo clásico impregna la obra letra a letra: la etimología, Homero, su gran Ovidio o los dioses griegos nos acompañan en la lectura y nos guían como faros en noche de tormenta. Sin embargo, confieso que a mí lo que me ganó ya desde las primeras páginas fue su declaración de amor –abierta y rotunda– a la palabra: «Sin poderlo ni quererlo remediar amo las palabras desde el origen hasta el extremo.» (p. 23); «Y en verdad las palabras abrazan, y dan calor, y sanan, aunque también hieran, y hasta puedan llegar a ser instrumento mortal. Nunca tanto como un silencio» (p. 24). Nada más cierto y más hermoso para mí. Disfrutad sus palabras, paladeadlas y dejad que os inunden.

Será que tienen razón y siempre fui un espíritu rebelde. Por eso es, quizá, que leo el diario de un agosto a principios de un noviembre.

martes, 1 de noviembre de 2022

¿Te CUENTO un CUENTO?, de Paco López Mengual

La memoria de la infancia supone a menudo un reducto de indulgencia a donde volvemos de cuando en cuando en busca de sosiego. Ajenos al dolor de los días y los adioses sucesivos, inmunes al desaliento, la vida nos espera en las esquinas dispuesta a sorprendernos y a entregarnos el precioso don de la ilusión. Creemos en duendes y ratones estraperlistas, e incluso pensamos que los escritores de las historias que leemos o que nos cuentan son auténticos magos poseedores de una sabiduría cósmica y armarios repletos de criaturas increíbles. Cuando crecemos, algunos nos sentimos afortunados al constatar que es así, que no fue una invención de nuestra disparatada imaginación de niños. Fíjense si no en Paco López Mengual. De sus cajones sale lo mismo un botón o una cremallera que un personaje asombroso que nos lanza un hechizo para mantenernos pegados a unas páginas.

Esta vez (ya la décima), nos acercamos a López Mengual como narrador infantil en ¿Te CUENTO un CUENTO? (Alfaqueque Ediciones, 2016), una obra compuesta por seis relatos donde la aventura, el misterio y las sonrisas se combinan con el color y la ternura de las ilustraciones de Sofía Martínez y el talento narrativo del autor para cautivar a los lectores (de cualquier edad) y mantenerlos en vilo de la primera a la última página del cuento. En “Sémola Semolorum", el escritor nos pone sobre aviso del cuidado con el que hay que manejar las varitas mágicas; es probable que se nos escapen un par de lágrimas al saber de la vocación de astronauta del personaje de "Mis viajes con monsieur Dupont"; aprenderemos la importancia de llevarse bien con los amigos invisibles en "Mi amigo invisible se llama Chipé” y a mirar de otro modo a los personajes peculiares de los pueblos en "El Gigante"; en "La Llave del Tiempo" viajaremos a mundos remotos y nos preguntaremos si nosotros hubiéramos actuado igual que el protagonista y, finalmente, en "La maldición del Árbol Botella" descubriremos una inquietante historia que sustentará los extraños sucesos acaecidos en un barrio cualquiera.

Siempre es un placer sumergirse en las letras de Paco López Mengual, y aún más cuando se recuperan los ojos de una niña que siempre creyó en la magia. ¿Os cuento algo? He descubierto su secreto: cose las historias con un hilo tan tan tan mágico que es imposible que no nos gusten. Probad a ver si a vosotros os ocurre lo mismo. 

domingo, 30 de octubre de 2022

Antes mueren los que no aman, Inés Plana

Amar y morir parecen ser dos de los ingredientes básicos que llenan los cajones de aquellos dedicados a surtirnos de experiencias literarias. Que se lo pregunten si no a Inés Plana. Su primera obra publicada, Morir no es lo que más duele, ya me dejó buen sabor de boca, que ahora se intensifica tras la lectura de la segunda.

Se titula Antes mueren los que no aman (Espasa Libros, 2019), y puedo decir que la he disfrutado y la he sufrido al mismo tiempo. Inés Plana sitúa el comienzo de la novela en las navidades de 2009, en plena crisis económica, que se tiñen de rojo sangre en la pequeña población de Uvés, en la sierra madrileña, con la trágica muerte de una funcionaria de la Seguridad Social tras un empujón por parte de una desconocida que se da a la fuga tras contemplar el catastrófico resultado de su agresión. El teniente Julián Tresser deberá estar al mando de la investigación que arroje luz sobre la identidad de la mano homicida, pero no podrá centrarse completamente en la resolución del caso al hallarse inmerso en la búsqueda de Luba, una adolescente desaparecida dos años antes y a la que le unen lazos familiares descubiertos sorpresivamente al final de Morir no es lo que más duele (primera entrega de la saga protagonizada por Tresser). Encontrar a esa niña e intentar resarcirla de toda una vida de penalidades se ha convertido en su objetivo de vida, y no renunciará a él bajo ninguna circunstancia, y menos aún cuando recibe cierta información que podría ayudarle a localizarla. Tresser lamenta no poder apoyarse esta vez en el cabo Coira, quien disfruta de unos días de permiso intentando volver a encajar con su familia en tierras gallegas. Sin embargo, el destino tiene otros planes para él y no le quedará más remedio que colaborar con sus compañeros de Madrid. En su interior, se desencadena una batalla entre el deber y la familia de la que es difícil que salga ileso. Mientras tanto, Luba ha escapado del prostíbulo donde la retenía el ex mercenario Águila desde el mismo momento de su desaparición. En su accidentada huida hacia la anhelada libertad, acaba escondida en el sótano de la mansión de una famosa actriz que guarda oscuros secretos. ¿Logrará encontrarla Tresser y ofrecerle la vida que nunca tuvo? ¿La localizarán primero aquellos que la mantuvieron cautiva?

Antes mueren los que no aman ofrece al lector una excelente arquitectura narrativa donde tramas y subtramas se engarzan a la perfección en una sucesión de acontecimientos que mantiene en todo momento la tensión dramática por las nubes, a un ritmo trepidante y, en ocasiones, frenético. La profundidad psicológica de los personajes y las situaciones a las que se ven abocados despertará, sin duda, sentimientos y emociones difíciles de controlar en el lector. En mi caso, he tenido que detenerme varias veces, respirar profundamente y recordarme que estaba leyendo ficción. Tenía razón quien me dijo que estos personajes iban de algún modo a formar parte de mi familia, y ahora me cuesta despedirme de ellos. En opinión de esta humilde lectora, eso es una señal más que clara de que tengo que recomendarla. Ya saben, si les apetece, averigüen más leyéndola. 

jueves, 20 de octubre de 2022

Morir no es lo que más duele, Inés Plana

Son ya tantos los títulos que tengo pendientes de leer que empezaban a agobiarme un poco, por lo que ha sido necesario establecer una estrategia en cuanto a cómo gestionarlos. Ahora el mundo se divide en dos grupos: las obras que compré en Cartagena Negra desde 2020, y el resto. Me he propuesto leer alternando ambos grupos, a ver si así... El primer reto de esta nueva forma de leer ha sido la periodista barbastrense Inés Plana y su debut como novelista, titulado Morir no es lo que más duele (Espasa, 2018), y no ha sido un mal comienzo.

En Morir no es lo que más duele, el lector va a encontrarse casi de bruces con el cadáver de un hombre ahorcado al que le han arrancado los ojos. En uno de sus bolsillos, un papel con un nombre escrito: Sara Azcárraga, y una dirección. La susodicha es una mujer de unos cuarenta años y un perfil principalmente ermitaño. Trabaja a distancia como correctora editorial, vive sola con la única amistad de una botella de vodka, no se relaciona con nadie y, por supuesto, no tiene ni idea de por qué su nombre y su dirección han aparecido en los bolsillos del finado. El teniente Julián Tresser y el cabo Coira, de la Guardia Civil, lo van a tener muy complicado en la investigación del caso, que arroja muy pocas pistas y una multitud de enigmas. Conforme van tirando de los pocos hilos de los que se puede tirar, irán descubriendo ciertos hechos del pasado que contribuirán tanto a esclarecer las causas y la autoría del crimen como a desatar el infierno más truculento en la vida de algunos de los personajes.

Con un lenguaje sencillo y vibrante, Inés Plana se estrena en el género de la novela negra con una historia que iguala la relevancia de los personajes a la de la trama. En las más de cuatrocientas páginas durante las cuales se desarrolla la obra, el lector podrá apreciar el marcado carácter de los protagonistas y arderá en deseos de saber más sobre ellos y sobre sus vidas (bastante tormentosas, como no). Ese carácter marcado de los personajes contrastará por completo con el entorno impersonal donde los sitúa: la sierra del noroeste de Madrid, donde en las últimas décadas han proliferado urbanizaciones iguales las unas a las otras donde los vecinos apenas alcanzan a saber que lo son.  Además, estructura la obra en capítulos de longitud considerable narrados en tercera persona y que podrían (creo) clasificarse en dos fases: la primera conduce al lector a descubrir la identidad del asesino, mientras que la segunda le desvela los cómos y los porqués. Sin linealidad en la trama, el lector se verá obligado a bucear en aguas lodosas para comprenderlos. Y ya no les canso más. Si gustan, ya saben: léanla. 

sábado, 1 de octubre de 2022

La impostora: Cuaderno de traducción de una escritora, de Nuria Barrios

Hay obras que despiertan en mí una curiosidad inmediata, de las que conviene atender pronto. Este ha sido el caso de La impostora: Cuaderno de traducción de una escritora, de Nuria Barrios (Editorial Páginas de Espuma, 2022). Llegó a mis manos por cauces inesperados a la par que bienvenidos y muchas de sus líneas se han convertido para mí en una suerte de epifanía novedosa e íntima. Me ha resultado de lo más grato "leerme" en algunos de los fragmentos, "identificarme" en alguna de las conjeturas, "saberme" partícipe del colectivo de los impostores, protagonista sus páginas a pesar de la invisibilidad que habitualmente lo caracteriza.

Nuria Barrios, doctora en Filosofía, escritora y traductora, en La impostora, acude al ensayo para intentar acotar la maravillosa, enriquecedora y complejísima experiencia que supone la traducción. Los catalizadores de esta necesidad de explicar, claros como el agua. Por un lado, el cataclismo existencial sobrevenido con la pandemia. Por otro, la polémica suscitada por la elección de los traductores de The Hill We Climb de Amanda Gorman, recitado por su autora en enero de 2021 en la toma de posesión de Joe Biden como presidente de Estados Unidos, que desplazó el ejercicio literario e imaginativo como pilar fundamental de la traducción sustituyéndolo por una base de índole totalmente diferente: política identitaria y racial (ay, el doble filo de las redes sociales). Nuria Barrios transforma este ensayo literario en una profunda reflexión ontológica, en un genuino viaje existencial. Transmite (con mucho acierto, a mi juicio) la debacle inicial que significa enfrentarse al comienzo de la traducción de una obra literaria, los bancos de niebla que acompañan a la traductora durante todo el proceso, el sentimiento apátrida de ser extranjera en ambas lenguas y la regresión a esa etapa anterior al dominio de la lengua materna (su expresión «un viaje desde la punta de la lengua a la raíz de la misma» la sintetiza con una eficacia brutal) cuando se comprende un elemento del idioma original pero no se encuentra la equivalencia en el de destino. Expresa con claridad meridiana la necesidad de despojamiento, de extrañamiento y de alienación con respecto a una misma al traducir y, a pesar de llegar al final del viaje sin una definición conclusiva del objeto del ensayo, sí elucida su perpetuo fluir entre la fidelidad al texto y la exégesis traductora. Se afirma como TRADUCTORA MUJER, y escribe en femenino genérico, huyendo del acostumbrado masculino genérico («muy masculino y poco genérico»), como reivindicación contra la capa extra de invisibilidad que envuelve a las mujeres que desempeñan este oficio que, casualmente, somos mayoría. Además, y continuando con la perspectiva de género, cuestiona cuál sería el papel de la mujer en la sociedad actual si la elección de cierto vocablo para traducir, en la Biblia, el término hebreo tezla se hubiera hecho con afán igualitario y no subordinador, ya que Eva podría haber nacido "al costado" de Adán y no de una "costilla" suya. Podría seguir escribiendo sobre La impostora durante muchas líneas más, pues dos lecturas de la obra dan para muchas apreciaciones, pero no quiero resultar cansina, así que lo dejaré aquí, invitándoles a adentrarse en su lectura si les apetece.

Eso sí, me van a permitir que concluya esta entrada con un fragmento del final del ensayo en cuestión. Probablemente se trate de las palabras que más cerca estén de definirme a mí misma: «... la que fui, la que soy y la que seré compartimos una certeza: los libros son nuestra manera fundamental de relacionarnos con los otros y con el mundo. También son mi manera de relacionarme conmigo misma».

Ya saben: si gustan, pasen y lean. 

jueves, 15 de septiembre de 2022

Cuentos de miedo para jóvenes valientes, de Paco López Mengual

 


Cuando miro hacia atrás, no me recuerdo como una criatura miedosa. Siempre quise conocer a los monstruos, los vampiros y los fantasmas que aparecían en los libros. Pensaba que tan malos no serían, y casi siempre tenían un punto simpático. Pero, claro, esos eran los de los libros. Otra cosa muy distinta eran esos personajes que aparecían en las historias que nos contaban los adultos para intentar que nos portásemos bien y que luego los niños repetíamos a nuestros amigos y vecinos con un temor reverencial. O las primeras experiencias de quasi-adolescentes en el terreno de lo esotérico (la memoria de las tijeras de Verónica me sigue espantando, la verdad). Lo cierto es que esa rumorología de lo oculto, de lo misterioso, de lo cabalístico, resulta un excelente acicate para la imaginación popular.

Eso debió pensar Paco López Mengual cuando concibió la obra sobre la que versa esta entrada: Cuentos de miedo para jóvenes valientes (Alfaqueque Ediciones, 2020), una colección de quince relatos “reales” donde personajes peculiares y situaciones escabrosas procedentes en su mayoría de la tradición oral estimulan la imaginación y el morbo (aunque no queramos reconocerlo, somos morbosos) del lector y le hacen preguntarse hasta dónde llega el hecho y donde empieza la leyenda urbana. Tumbas vacías y cadáveres desaparecidos, fantasmas de diferente condición (ojo a la estudiante universitaria cuya compañera llevaba fallecida más de dos décadas y a la Dama de Negro que provoca sobresaltos a quienes se acercan a la casa Díaz Cassou) o algún traje de marinerito capaz de erizar el vello al más valiente se combinan en las páginas de esta obra con pinceladas de la vida de un supuesto licántropo, con supervivientes de catalepsia que provocan fulminantes ataques al corazón  e incluso con la siniestra merced de cierto santo. Sin embargo, la historia que realmente resucita mi pavor infantil es, sin duda, la del Tío Saín, único ser –divino o terrenal– capaz de impedirme salir a jugar en la calle a la hora de la siesta y morador de alguna que otra de mis pesadillas.

Quince relatos narrados con la inteligencia, la solvencia y esos trazos de humor que caracterizan a López Mengual y le convierten, a mi humilde parecer, en un mago cuentahistorias. Sepan ustedes que tuve la fortuna de asistir a una presentación de Cuentos de miedo para jóvenes valientes que hizo el autor en la puerta del cementerio de Molina, y les puedo asegurar que, si leídas, las historias provocan cierto repelús, contadas de viva voz (y a las puertas del camposanto) el efecto es ciertamente desasosegante. Ya saben, si gustan ustedes de un ratito de miedo y morbo, pasen y lean.

 


domingo, 11 de septiembre de 2022

Un paseo literario por las calles de Murcia, de Paco López Mengual

«Los científicos dicen que estamos hechos de átomos, pero a mí un pajarito me contó que estamos hechos de historias» (Eduardo Galeano)

Comienzo esta entrada con la célebre cita del periodista y escritor uruguayo porque, no sé si será una verdad universal que nos aplique a todos, pero está claro que no podría ser más certera en el caso del escritor-mercero que ostenta la autoría de esta obra, que no es otro que el molinense Paco López Mengual, un exepcional contador de historias que, encima, sabe escribirlas. No es mi afán adularlo (no se me suelen dar bien esas cosas), pero pocos le hacen sombra en ese terreno.

En esta ocasión, López Mengual nos invita a ponernos calzado cómodo y activar nuestra imaginación para dar Un paseo literario por las calles de Murcia (La Fea Burguesía, 2016) y dejarnos seducir por las historias de su historia, vivas en sus muros y en sus adoquines para todo aquel que quiera leerlas y disfrutarlas. En primer lugar, nos habla de "El árbol de Santo Domingo", un enorme ficus (enorme ahora, claro, pues han pasado más de 120 años desde que fue plantado) situado en la plaza bautizada con el nombre de tan descansado santo gracias a Ricardo Codorniu (personaje interesante este, responsable de la repoblación forestal de ciertas partes del Levante español). ¿Sabían ustedes que este anciano gigante llegó a Murcia como un pequeño esqueje desde Australia oriental? ¿Y que el inocente vegetal cuenta ya con tres muertos en su historial? Además, esa misma plaza donde está ubicado el ficus, la de Santo Domingo, fue testigo del ajusticiamiento público de "Jaime Alfonso el barbudo", un bandolero que sembró el terror en el sureste español durante el siglo XIX (impresiona leer la rapidez con la que pasa uno de villano a héroe y viceversa), y  presenció "El milagro de San Vicente Ferrer" en el siglo XV, cuando el fraile quizá más peculiar de toda la cristiandad pronunció un vehemente sermón que expulsó, según el testimonio de los que allí estuvieron, al maligno de la capital murciana. Si el lector atraviesa el Arco de Santo Domingo llegará a otra hermosa plaza que le narrará, si tiene a bien escucharla, "La maldición del Romea", pronunciada por un fraile loco hace más de siglo y medio al contemplar la exhumación de sus difuntos hermanos de hasta aquel entonces su camposanto para edificar el Teatro Romea (leyenda o no, se siguen tomando ciertas precauciones que eviten que la maldición se cumpla). Fueron los alrededores del teatro maldito por aquel orate los que acogieron los primeros correteos y los juegos infantiles de Don José Echegaray y Don Jacinto Benavente, ambos notables académicos de la Lengua y premios Nobel de Literatura. Por lo que nos cuenta López Mengual, la capital murciana es la única del mundo que puede presumir de tener "Dos premios Nobel de Literatura".  También en los aledaños del Romea, la calle Alfaro, una de las antiguas callejuelas que integraban la Murcia del siglo XVIII, tiene algo que contarnos: "El asombroso caso del caballero cornudo", cuyas astas eran protuberancias reales y no alusión metafórica a infidelidad alguna. Si los lectores continúan paseando por las páginas de esta ilustradora obra, llegarán al antiguo Pórtico de San Antonio, ahora calle Sánchez Madrigal, donde tuvo lugar “El crimen del hostal La Perla", quizá el más popular de los acaecidos en Murcia y el que propició la última ejecución pública realizada en nuestro país. También nos lleva el autor de la mano a conocer el antiguo Café Santos, centro neurálgico de las letras murcianas, donde tantas veces acudiera el grandísimo escritor caravaqueño "Miguel Espinosa" (injustamente ignorado por nuestras instituciones), y a la casa Díaz Cassou, sita en la calle de Santa Teresa, donde una dama de negro se asoma a un balcón acristalado para contemplar la Murcia que la vio nacer y morir demasiado joven, circunstancia que utiliza el autor para explicarle al lector la arraigada creencia murciana en "Las ánimas". Si aún les aguantan los pies y las ganas, sigan paseando hasta la misma puerta del Ayuntamiento, abran bien la mente y empápense de la historia de Antonete Gálvez, una de las figuras más destacadas del republicanismo federal español en el siglo XIX (lean, lean que fuimos los primeros independentistas y que incluso pudimos ser el 51° estado de E.E.U.U). Nuestro paseo finaliza en "La plaza de Santa Catalina" , lugar elegido por "La Santa Inquisición" para sus castigos ejemplares, por el Consejo de Hombres Buenos para sus primeras reuniones y donde se sitúa la vivienda donde nació el célebre actor teatral Julián Romea. El olor a pastel de carne de las calles que rodean la plaza viene acompañado por las andanzas de Charo Baeza, famosa murciana afincada en E.E.U.U.

Con los pies algo cansados de tanto andar y plena conciencia de lo ignorante que era acerca de muchas de las historias que cuenta el autor, acabo este viaje por el espacio y el tiempo de nuestra capital murciana agradecida por un lado y con la curiosidad muy despierta por otro. Procuraré caminar más atenta cuando transite sus calles para ver si a mí también me cuentan algo. 

jueves, 8 de septiembre de 2022

El archivo vampiro, de A.A.V.V.

Vuelvo, sí, aunque mientras estoy escribiendo estas letras me cueste creérmelo. Y vuelvo con nada más y nada menos que con otra de mis debilidades literarias: los vampiros. Entre manuscritos innombrables y otros menos, he pasado el verano leyendo The vampire archive (El archivo vampiro), una antología de relatos vampíricos en lengua inglesa editada por Otto Penzler (una autoridad en la materia) y publicada en 2009 por la británica Quercus. Debí comprarla por el año 2010 con poco criterio, puesto que el formato es pesado e incomodísimo. Suerte que gran parte del contenido ha hecho que merezca la pena el esfuerzo, aunque no le perdono no haber podido llevármelo a la cama.

1064 páginas (a las que hay que añadir otras pocas más de referencias bibliográficas) y 85 piezas constituyen la tentadora selección de Otto Penzler para explorar los distintos enfoques de la literatura vampírica. En primer lugar, os diré que casi todo lo que creáis saber sobre los vampiros es cierto. O no. Tratar de entender el mito del vampirismo sería equiparable a intentar comprender el concepto de Dios. Todo depende de la cultura, de la época y de la capacidad imaginativa y credulidad individual. En el mundo occidental contemporáneo, el concepto de vampiro que aceptamos coincide con el personaje de la novela icónica victoriana de Bram Stoker: Drácula. Para la mayoría de lectores y cinéfilos, un vampiro es una criatura inmortal que bebe sangre y ostenta poderes sobrenaturales, capaz de adoptar otras formas presentes en la naturaleza: murciélago, lobo, o algún otro animal. Duerme durante las horas diurnas, normalmente en un ataúd o una tumba, y se despierta al anochecer para dar caza a sus víctimas mordiéndoles el cuello. Hasta ahí ya lo sabíais, ¿verdad? Pues yo he estado indagando sobre el mito del vampirismo, y soy consciente de que ni en dos vidas podría empaparme de todo... Si nos centramos en el campo de la literatura, si bien es cierto que Drácula es la historia de vampiros más conocida, no es la primera, pues fue antecedida por El vampiro de John Polidori en 1816, aunque lamentablemente su lectura no suele ser habitual en estos días.

En El archivo vampiro, Otto Penzler selecciona multitud de relatos en la línea de Drácula y el vampiro de Polidori: criaturas de la noche escondidas en castillos, panteones o sepulturas que atacan a nuestros pobres e incautos protagonistas. Abundan también las femmes fatales, hermosas, hermosísimas, que seducen a sus víctimas para luego hincarles el diente. Aunque la mayoría de las piezas son en prosa, también inspiró la figura del vampiro poemas como, por ejemplo, "La novia de Corinto" de Goethe, "El Giaour" de Lord Byron (de corte oriental) y "La bella dama sin piedad: una balada", de John Keats. De entre todos los relatos, mi favorito es, sin duda, "Carmilla" (1870) de Sheridan Le Fanu, protagonizado por una vampiresa lesbiana con la habilidad de convertise en un gato gigante (me encanta imaginar cómo debió de escandalizar en su día a los lectores victorianos). Tampoco son nada desdeñable las contribuciones a la antología del propio Bram Stoker, de Lovecraft, D. H. Lawrence, Zelazny, Harlan Ellison, Clive Barker, Anne Rice o incluso Stephen King, entre muchos otros, más o menos conocidos. Destacaría el enfoque metafísico de E. A. Poe y su hermosa "Ligeia". O el personaje atrapado en la narrativa de un libro maldito encontrado al azar en la estantería de un anticuario ("Revelaciones en negro", de Carl Jacobi). O la tensión, el miedo y la locura que desprenden las páginas de "El horror del Castillo de Chilton", de Joseph Payne Brennan. Quizá también la intriga omnipresente en "La habitación de la torre" de E. F. Benson. Y el vampirismo psíquico en "El parásito" de Arthur Conan Doyle. Incluso nuestro apreciado Sherlock Holmes y su insuperable Watson se asoman a nuestra antología para investigar un peculiar caso de vampirismo ("La aventura del vampiro de Sussex" , Conan Doyle). Como original, señalaría "La historia de Chugoro", de Lafcadio Hearn, en la que una bella vampiresa (para variar), que resulta ser una mujer rana, arrastra cada noche a du presa bajo las aguas de un gran río.

Podría seguir escribiendo, pues la mayoría de piezas de la antología han resultado más que interesantes, pero como ni vosotros ni yo somos inmortales (¡maldición!), lo dejaré aquí por ahora. Quien sabe si continúe otro día. Ya saben, si les interesa, pasen y lean, pero sean más inteligentes que yo al elegir el formato.




martes, 5 de julio de 2022

Nada importante, de Mónica Rouanet

Calladita estás más guapa. Las mujeres, ver, oir, y callar. Así no se comporta una señorita. Con esa actitud, no vas a encontrar nunca un hombre que te aguante. Te vas a quedar para vestir santos. Podría llenar páginas y páginas con las lindezas que durante siglos han escuchado (y, lamentablemente, siguen escuchando) un alto porcentaje de mujeres. El simple hecho de nacer con dos cromosomas X sitúa a aproximadamente el 50% de la población mundial en una clara situación de desventaja con respecto a la otra mitad, es decir, el colectivo XY. Esposas, madres, sumisas, sujetas a cánones estéticos ridículos y lastradas por la desigualdad atávica de pertenecer al sexo débil. Susceptibles de sufrir acoso, agresión y violencia en cualquier entorno. Sin embargo, ciertos sectores enfermos y reaccionarios se empeñan en proclamar que todo lo anterior no existe, que es fruto únicamente de degeneradas y maquiavélicas mentes feministas. Por lo tanto, sigue siendo necesario –muy necesario, extremadamente necesario– visibilizar a todos los niveles el nefasto panorama al que nos seguimos enfrentando las mujeres en pleno siglo XXI. Y qué mejor arma para hacerlo visible, debió de pensar Mónica Rouanet un día, que la palabra escrita. Nada importante es el título de la novela donde Rouanet explora y expone con claridad meridiana la situación a la que se enfrentan ciertos personajes femeninos y las actitudes de ciertos personajes masculinos en torno a un episodio de violencia machista.

La primera parte de la trama de Nada importante (Roca Editorial, 2022) arranca en Madrid a principios de 1991. Minerva, una joven estudiante de Psicología, es hallada al borde de la muerte en un callejón oscuro por un tipo que pasea a su perro de madrugada. Junto a ella, el cadáver de su presunto agresor, su exnovio. Sota, caballo y rey: crimen pasional indiscutible. Contra todo pronóstico, el objetivo del verdugo no se cumple, y Minerva sobrevive. Totalmente amnésica, sí, pero viva. El inspector Campos (machista recalcitrante) y la agente Parrondo intentarán que la víctima declare, para poder cerrar un caso que está claro como el agua.  Julio Amaya, periodista de profesión convertido en tertuliano de la telebasura más amarillista, buscará la forma de recuperar su antigua gloria ofreciendo a la audiencia los detalles más morbosos del caso y, para ello, tendrá que utilizar un infiltrado. La doctora Fuentes, feminista convencida, ayudará a Minerva en su proceso de recuperación. Sagrario, la madre de la víctima, dejará su pueblo en la costa levantina para estar al lado de su hija que no la recuerda. En uno de sus muchos días en el hospital, trabará amistad con Fran, un personaje que será, más adelante, clave en la trama. Sin embargo, y sin que nadie sospeche lo más mínimo, el verdadero agresor de Minerva (no era el exnovio, eso ya nos lo dejan claro al principio de la obra) se oculta en las sombras temeroso de que esta recupere la memoria, e irá introduciéndose en su círculo más íntimo para tenerla bajo su control. Mientras tanto, irá narrándole al lector, en primera persona, el por qué y el cómo de lo que él mismo denomina sus "autoencargos". La segunda parte de la novela supone un salto considerable en el tiempo, pues nos sitúa a finales de febrero de 2020, al principio de la pandemia, a las puertas del confinamiento. Minerva nos cuenta que decidió volver a Madrid, huyendo de las miradas chismosas y reprobadoras de su pueblo, buscando el anonimato que garantiza la gran ciudad. Ha comprado el piso donde vivía cuando fue agredida, y trata de llevar una vida normativa a pesar de los vacíos. Ante el cada vez más inminente confinamiento que se cierne sobre ellos, decide quedar con sus amigos, Fran y Manuel, y al final de la noche les desvela una gran noticia: más de 30 años después, ha empezado a recordar. A partir de ahí... No querrán que se lo cuente yo todo, ¿no? Si quieren saber, tendrán que leer.

Mónica Rouanet lo borda en Nada importante. Construye a los personajes de forma magistral, profundizando tanto en ellos y manejando su psicología hasta tal punto que el lector llega a pensar que son reales. Sin ahondar en lo escabroso, no escatima en detalles. La tensión dramática está presente desde la primera hasta la última página mientras intentamos averiguar quién es en realidad el agresor, mientras deseamos que se atragante el señor inspector de policía, que se vaya al carajo el periodista de tres al cuarto, que Minerva recupere la memoria. Las reflexiones de los personajes femeninos son a ratos puñetazos en la boca del estómago; otros, reminiscencias de un pasado que a más de una nos gustaría olvidar. Por si no lo habían captado ya, lectura absolutamente recomendable. Gracias, Mónica, por usar la palabra como arma. 

sábado, 2 de julio de 2022

El destino del agua, de Mikael Cantalapiedra

Llevo un rato dándole vueltas a cómo clasificar, en términos de género, la obra que acabo de terminar, y lo cierto es que ni me acerco a conseguirlo (también es verdad que no entiendo a qué viene ahora este afán clasificatorio, si a mí siempre me ha importado un pimiento, pero reconozco que esta obra me ha generado una cierta inquietud, una extraña necesidad de etiquetarla). Lo único que tengo claro es que se trata de literatura fantástica y que lo más probable es que no encaje en ninguno de los subgéneros estipulados hasta el momento (y, mientras escribo esto, sigo preguntándome: ¿eso qué más dará?). Mucho de fantasía alegórica, un poco de épica o epopeya, algo de gótica con sus fantasmas, sus ángeles y sus demonios, y magia y poderes a muchos niveles, y todo interfiriendo en el mundo real. En definitiva, un crisol de elementos que la sitúa como el enfoque menos ortodoxo y más original hacia la fantasía que he leído hasta la fecha. Y, como ya sabréis de sobra, me encanta que me sorprendan y me rompan los esquemas.

La obra en cuestión se titula El destino del agua y vio la luz bajo el sello de Ediciones Arcanas a finales de 2018. Su autor, Mikael Cantalapiedra, sitúa al lector desde la primera página en un escenario interdimensional donde las posibilidades son absolutamente infinitas. El relato comienza en la constelación de Piscis, sumida en la anarquía desde hace milenios, desde la partida de su Señora, Gota de Lluvia. Helena, una de las hijas del agua, decide bajar a la Tierra, convencida de que allí la encontrará y evitará así el cumplimiento de la profecía que augura la segunda destrucción de la vida en el universo. Una vez en el planeta azul, tendrá que unir sus fuerzas con las de otros cuatro seres con poderes extraordinarios: Julien, un niño terrestre que es en realidad un árcade que trata de regresar a su mundo; el mago Calen y su inseparable fantasma Danielle, cuyo objetivo es exterminar al demonio Samael; y Jack, el hombre-guepardo que busca desesperadamente a su amada felina. Juntos tendrán que enfrentarse a los Hijos del Vacío y su cohorte de esbirros, una serie de criaturas con habilidades asombrosas cuyo fin es... Y habrán pensado que se lo iba a contar todo. Pues no. Tendrán que leerlo si quieren saciar su curiosidad.

Ocho mundos separados a conciencia por los poderes superiores que manejan los hilos y, sin embargo, aquejados del mismo mal: la ambición desmedida que todo lo corrompe. Sorpresas y traiciones interdimensionales. Dudas y preguntas que quebrantan credos. La pureza y la inocencia frente a la depravación moral. El amor que todo lo puede y el agua generadora de vida. Esos son algunos de los elementos que intervienen en la receta del autor para conseguir una obra original narrada con solvencia, construida con una prosa bastante más que aceptable. En El destino del agua, Mikael Cantalapiedra combina de manera hábil los recursos de la mitología, el folklore, diferentes creencias religiosas y una imaginación desbordante para tejer una telaraña donde fantasía y realidad constituyen una sinergia indisoluble que captará, sin duda, la atención del lector desde el principio. ¿Se la van a perder? 

martes, 14 de junio de 2022

La rosa de los cuatro estados II. Lágrimas de fuego, de Amador Peña

Ya habré escrito alguna vez (seguro) en este blog que sé que algo me gusta realmente cuando quiero más. Hay historias y personajes que pasan por nuestras vidas lectoras sin pena ni gloria, que no nos demandan más allá de lo leído hasta el momento de finalizarlas. Otros, sin embargo,   nos cautivan tanto y espolean de tal modo nuestra curiosidad que necesitamos –irremediablemente– avanzar en ellos hasta conocer el desenlace de desenlaces. Si encima son sagas que constan de más de dos títulos (y no nos percatamos antes de empezar a leerlas) nos obligan a ejercitar la virtud de la paciencia. Y en esas me hallo yo, metafóricamente mordiéndome las uñas, deseando saber qué les ocurre a Lulcio y a sus compañeros de viaje en su intento de salvar el Viejo Elion.

Acabo de leer la última página de La rosa de los cuatro estados II. Lágrimas de fuego (Ediciones Arcanas, 2019), de Amador Peña, y ya me pregunto cuándo (¡¡¿CUÁNDO?!!) se publicará el siguiente título de la saga. Tras el final –esperanzador por un lado, inquietante por otro– de la primera entrega (ver entrada anterior del blog), nos encontramos a un Lulcio más crecido, más maduro, capaz ya de tomar ciertas decisiones. Con uno de sus compañeros herido de gravedad en el Bosque de Cromos, y otro escindido del grupo con la intención de encontrar aliados que les aporten número y fuerza en su lucha, lo que conciben como una separación momentánea (para intentar salvar la vida del herido) deriva hacia el desastre. Lulcio y su tío Lesmes son capturados por los perseverantes grecos, que los conducen hacia la fortaleza de Aktum. Irineo queda al cuidado de Ercilia y de sus nuevas hermanas las sirenas, que arriesgarán su eterna belleza por ayudarlos en su misión. El hechicero Gerclass y el leñador Lizauro seguirán el rastro de Lulcio y Lesmes para rescatarlos, hasta darse de bruces con una amenaza que los hace desistir en su empeño y encaminarse hacia el desierto de Barum en busca de Evelio, el segundo de los Prestél que duerme bajo el hechizo de Aktum. Mientras tanto, el cazador Delio sufrirá lo indecible para recabar el apoyo de los francos, cuyo objetivo es acabar con los cuatro Prestél y poner fin así a los poderes del hechicero malvado. En el lado oscuro tampoco marchan muy bien las cosas: Lulcio se esfuma de su prisión con inesperada compañía, mientras una figura enormemente poderosa le recuerda a Aktum que debe restaurar el equilibrio del Viejo Elion si quiere continuar su proyecto. Para colmo de males, la maldición de Prisca (la madre de Aktum) es cada vez más evidente e incontrolable. ¿Quieren saber más? Pues ya saben, léanlo.

Una trama muy sólida, unos personajes bien construidos que se definen tanto por sus acciones en el presente como por sus vivencias en el pasado, y hasta un par de dragones son algunos de los alicientes para embarcarse en esta aventura de espada y brujería. Además, en esta entrega, aparte de magia, batallas y criaturas fantásticas, tenemos nuevos elementos que aderezan la intriga. Por un lado, la interacción de Lulcio con jóvenes de sus edad que lo colocará en una posición de liderazgo. Por otro, esa emoción indefinible que surge de un primer beso, de una primera complicidad. Esa que nos aloja bellos insectos en el estómago y nos impulsa a acciones descabelladas o ilógicas. ¿Sabrían ustedes ponerle nombre? 

martes, 7 de junio de 2022

La rosa de los cuatro estados: El último Prestél, de Amador Peña Ruiz

Ayer por la tarde, tras acabar de leer la obra que traía entre manos, investigué un poco por la red para averiguar si, con el paso de los años, los lectores de fantástica hemos subido algo en la escala de la crítica literaria –académica, rancia, a esa me refiero– y me llevé la agradable no-sorpresa de que no. Seguimos siendo esos lectores mediocres que ven en la literatura ÚNICAMENTE una vil forma de evasión. Inmaduros, retraídos, asociales... son algunas de las lindezas con las que se nos califica por parte de esos inteligentísimos señores (casualmente, la mayoría son hombres). A los escritores que practican este innoble género los condenarían, indudablemente, a las más atroces de entre las torturas. Leer ciertos artículos me provoca una sonrisa ladeada. Otros merecen directamente la más sonora de las carcajadas. No leo exclusivamente fantástica (excepto en ciertas épocas, como esta misma), pero ya de antemano les aviso de que estoy en completo desacuerdo con semejante consejo de sabios. La evasión es uno de los objetivos de la literatura tan lícito como cualquier otro. Además, admiro sinceramente la habilidad para construir mundos coherentes, a la par que personajes fantásticos completos y complejos. Afortunadamente, cada vez es mayor el número de personas que expresan sin pudor su afición por este género y, gracias a pequeñas editoriales que le dan voz (o tinta, en este caso), aumenta progresivamente la cantidad de autores que se atreven con él. Ediciones Arcanas –ya os he hablado de ellos alguna que otra vez– es uno de los sellos que apuestan firmemente por la literatura fantástica, y gracias a ellos llega a manos de los lectores la novela que acabo de terminar.

Se titula La rosa de los cuatro estados: El último Prestél, y el sello almeriense la publicó en diciembre de 2018. Su autor, Amador Peña Ruiz, opta en esta obra por la fantasía épica o heroica (básicamente, la que Fritz Leiber denominara a mediados de los 60 como de «espada y brujería»). Su protagonista, Lulcio, es un joven de 16 años que vive en una pequeña aldea junto a Ercilia, su madre. Lo desconoce absolutamente todo sobre sus orígenes –aunque su madre le recuerda constantemente el orgullo que debe sentir al ostentar el apellido Prestél—, y la mayoría de las noches su sueño se ve perturbado por terribles pesadillas que no es capaz de comprender. Tampoco conoce el mundo más allá del bosque tras el cual se oculta su aldea. Cierto día, mientras caza en el bosque junto a Delio, una serie de desafortunadas circunstancias darán lugar a que ponga por primera vez un pie fuera del bosque, y a que se ponga en marcha la maquinaria que le lleve a descubrir sus orígenes y el mal que asola el Viejo Elion (así se llama el mundo que habita). Un oportuno náufrago, que resultará ser un gran hechicero, jugará un papel clave en sus descubrimientos y e el cumplimiento de sus objetivos, relacionados con vencer a Aktum (otro hechicero, pero malvado donde los haya) y recuperar la estabilidad del Viejo Elion.

Amador Peña Ruiz nos presenta en esta novela un mundo fantástico oscuro, ya dominado por el mal y sus siniestros designios. Será nuestro joven Lulcio, saliendo de su cascarón y superando un indecible número de calamidades, el responsable de revertir esta situación. Para ello, contará con el apoyo de un grupo de peculiares compañeros que aportarán a la trama profundidad, perspectiva y momentos divertidos. La rosa de los cuatro estados: El último Prestél resulta así un viaje de crecimiento, de aprendizaje, donde tanto la magia como la lucha serán factores claves. 

jueves, 2 de junio de 2022

La noche de los Niños Eternos, de Francisco Javier García Hernández

Quienes me conocen o me siguen ya sabrán que la lectura es una de mis mayores pasiones, y que disfruto de prácticamente todos los géneros literarios. También sabrán que mi debilidad es la literatura fantástica. Es mi principal herramienta de desconexión en estos momentos. Abrir un libro y que desaparezcan los problemas, la rutina, y hasta este calor que ya me está pareciendo insoportable. Hoy les vuelvo a traer narrativa fantástica juvenil –que por fortuna goza cada vez de mejor salud–, con una obra que me ha traído a la memoria (con mucha emoción, por cierto) la fantasía heroica de la entrañable Historia interminable de Michael Ende. Qué quieren que les diga, lo de salvar un mundo mágico me fascina hasta límites indescriptibles.

La obra se titula La noche de los Niños Eternos (Raspabook, 2015) y a su autor, Francisco Javier García Hernández, lo conocí como ilustrador de Las aventuras del piloto Rufus, de Manuel Moyano (también de Raspabook). García Hernández construye en esta novela una historia maravillosa repleta de aventuras, y con un bello mensaje que el lector ya irá intuyendo conforme avanza en la lectura. Nos presenta a Alabilú, el protagonista, un joven duende, en una inquietante noche de tormenta que le cambiará la vida, aunque no será consciente de ello en ese momento. Al día siguiente, la gran familia de Alabilú, al igual que los demás habitantes de La Ladera, se sumergirán en una jornada frenética de preparativos para la Gran Fiesta preludio de la llegada de los esperados Niños Eternos, portadores de un mensaje de vital importancia para la comunidad. Ese mensaje será transmitido a través del Eslabón, cuya elección siempre es un misterio. En esta ocasión, será Alabilú el elegido, por circunstancias completamente opuestas a las deseadas. Los Niños Eternos y el mundo en el que vive están en grave peligros. Seres oscuros y malignos acechan en las sombras dispuestos a acabar con la luz y la bondad e instaurar su reinado de dolor y desesperanza. El valiente Alabilú, junto con su inseparable Búho Kruku (que no es un búho en realidad), Brillúbilla (la reina de las Hadas de la Luz), la Bruja Libélula y otra serie de personajes simpáticos y pintorescos tendrá que involucrarse en una búsqueda arriesgada, sorteando todo tipo de peligros y circunstancias insólitas, que pondrá fin a la siniestra amenaza. Para ello, deberá enfrentarse a las Brujas Negras, los Gatos Aparentes y otra serie de criaturas que intentarán boicotear su complicada misión. Finalmente... Y se habrán pensado que se lo voy a contar. Si quieren saber, pasen y lean, señores.

Reconozco que aunque al principio de la lectura me pareció que La noche de los Niños Eternos era demasiado junior, no tardé en darme cuenta de que estaba equivocada, al engancharme a las pocas páginas. Uno de los alicientes de la obra es la fascinante capacidad imaginativa del autor a la hora de crear criaturas mágicas peculiares, asombrosas, extravagantes e incluso, en ocasiones, disparatadas, que más de una vez te hacen sonreír, y denominarlas de formas divertidas, literales e incluso poéticas. Las descripciones de los escenarios son minuciosas y, sobre todo en lo referente a paisajes naturales, rebosantes de belleza. Su modo de pintar la luz con palabras es sencillamente prodigioso. En resumen, una lectura muy adecuada para juniors de cualquier edad. 

jueves, 19 de mayo de 2022

La rosa de Naran II. El destino de Aekya, de Saray Santiago

 


 Los que me seguís o me conocéis, sabréis ya de sobra que la fantasía es uno de mis terrenos favoritos. Lo que quizá no sabéis es que siento verdadera pasión por los elfos. Seguramente los conoceréis como esos seres bellísimos y longevos como la Galadriel de El Señor de los Anillos pero, en realidad, hay más tipos de elfos, y algunos no son tan guapos.Los drow o elfos oscuros (Dökkálfar o Svartálfar en nórdico antiguo) son criaturas mitológicas del folklore nórdico cuyas características son parecidas a las de los enanos (ya que intentan evitar la luz, aunque no sean necesariamente subterráneos), y constituyen por lo general el contrapunto de los elfos de la luz (los Ljósálfar).Aunque originariamente encarnaran el papel de guardianes ancestrales protectores del pueblo (con algo de mal genio si se sentían tratados de forma grosera), en la literatura fantástica asumen comúnmente el rol de malvado o antihéroe. Por ejemplo, en El Silmarilion de J.R. Tolkien, al principio se identifican con los Moriquendi (aquellos elfos que no vieron la luz de los árboles de Valinor). Después, en el período de exilio de los Noldor, se asocian a los Avari (los elfos de la Tierra Media que no pertenecen a los Noldor ni a los Sindar), para finalmente pasar a denominar definitivamente a los elfos capturados por Melkor, cuya sangre sería utilizada para crear una raza superior de malvados orcos. En el universo de Reinos Olvidados, escenario de campaña para Dungeons & Dragons y marco ambiental de novelas como El elfo oscuro de R.A. Salvatore, los drow son una raza mezquina incapaz de soportar la luz del sol. En Warhammer, se les define como criaturas que dieron la espalda a los Cadai (los dioses buenos) y comenzaron a adorar a los Citharay (los dioses oscuros). En La rosa de Naran, Saray Santiago continúa la tradición a este respecto adscribiendo a los drow a la raza de los renegados, forzados a emigrar de las tierras mágicas de la luz y asentarse en el inhóspito territorio de Infierno Oscuro. Ah, claro, qué despiste. Se me olvidaba mencionar que toda esta erudición sobre estas versátiles criaturas viene por haber terminado la segunda entrega de la saga de esta maravillosa escritora almeriense. 

 En la contraportada de La rosa de Naran II. El destino de Aekya (Ediciones Arcanas, 2019) ya se nos avisa de que, en ocasiones, es necesario viajar al pasado para comprender el futuro. Es por ello que Saray Santiago, la autora, utiliza la dolorosa historia de Aekya, paladina de la Guardiana de la Tierra de Zailën, para ilustrarnos sobre el origen de la rosa de Naran (un poderoso objeto mágico que, combinado con la daga azul, es capaz de destruir a los Guardianes y, por tanto, el mundo de la luz) y las repercusiones que podría tener en el futuro (lo averiguaremos cuando por fin tengamos en nuestras manos la tercera entrega de la saga). Aekya, hija del cruel Tharsus, jefe supremo de un clan de elfos drow, es distinta al resto de su especie. No disfruta matando, ni torturando, y ello le cuesta, ya desde muy pequeña, sufrir despiadados castigos por parte de los suyos. Cerca ya de su madurez, del momento en que se convertirá en mujer y recibirá sus dones mágicos, ha de tomar una difícil decisión: huir de aquel mundo sádico que detesta o salvar a su madre. Opta por lo segundo, y para ello deberá fingir ser quien no es: una guerrera feroz e implacable al servicio del tirano de su padre. Arduas sesiones de entrenamiento y seguir a pies juntillas el principal consejo que le da su progenitora pronto la convierten en un elemento indispensable para el cumplimiento de ambiciones del megalómano Tharsus: aunar a todos los clanes drow (bajo su mandato, por supuesto), encontrar los objetos mágicos que les permitan acabar con los arrogantes Guardianes que los mantienen encerrados en Infierno Oscuro y poder vengarse así, por fin, de los odiosos elfos de la luz. Mientras tanto, llora a escondidas cada trozo de alma que va perdiendo con cada muerte, y se refugia en la Torre de la Luna, lugar que le dará la clave para entender por qué es tan distinta a los demás. Por el camino, encontrará también un elemento con el que no contaba y que la hace si cabe más vulnerable: el amor. ¿Logrará Aekya alcanzar sus objetivos sin corromperse? ¿Perderá su alma en el siniestro camino que le ha sido marcado? ¿Qué destino la aguarda? Para saberlo, evidentemente, tendrán que leerla, pues no se la voy a contar yo. 

 Saray Santiago vuelve, en esta segunda entrega de La rosa de Naran, a otorgar al amor (en todas sus dimensiones) un papel central en la obra. Vuelve a mostrarnos unos personajes completos y complejos a la vez que desarrolla una trama bien engranada y con la tensión dramática pautada a la perfección. Nos habla de lazos familiares, de sentimientos, de dudas pero, sobre todo, nos habla de la importancia de ser uno mismo, de honestidad e integridad, de fuerza de voluntad. Y nos hace sufrir, vaya que sí. Aunque, claro, como decía mi abuelo, palos con gusto no duelen, y aquí estoy yo deseando que salga ya la siguiente entrega. Saray, por favor, no tardes...

lunes, 9 de mayo de 2022

La rosa de Naran, de Saray Santiago Fernández

 “No creamos un mundo de fantasía para escapar de la realidad. Lo creamos para poder quedarnos”. Son palabras de Lynda Barry, autora y dibujante estadounidense, y yo, desde el punto de vista lector, las suscribo totalmente. Parecerá extraño, incluso paradójico, pero la magia y la fantasía pueden convertirse en refugios que actúen de elementos de anclaje a la realidad que a cada uno nos ha tocado vivir. Quizá sea porque en ellas podemos proyectar nuestros sueños, nuestros anhelos más profundos e intangibles, jugar con ellos y disfrutarlos sin censura. O, tal vez, puede que el atractivo de la fantasía resida en que obtiene el máximo rendimiento del arma más poderosa a disposición de los humanos: la imaginación. Sean cuales sean los motivos, lo cierto es que el género fantástico es uno de mis favoritos.

Hará unos tres años, en la Feria del Libro de Almería, tuve la suerte de encontrarme con el stand de Ediciones Arcanas, una pequeña editorial almeriense que apuesta fuerte por la fantasía. Allí compré, entre otros títulos, La rosa de Naran (cuya primera edición fue publicada por Ediciones Atlantis en 2014 y la segunda, por Ediciones Arcanas en 2016), de Saray Santiago. Es el cuarto título que leo bajo el sello de Arcanas y, al igual que los tres anteriores, me deja con ganas de más (por suerte, tengo la segunda parte esperándome en la mesa del despacho). En La rosa de Naran, Saray Santiago nos lleva hasta Zailën, territorio inventado donde seres mágicos y humanos viven separados desde hace milenios. La historia comienza con una pareja de humanos que recibe un regalo inesperado: una preciosa bebé en la puerta de su casa, junto a dos cartas y un anillo que atestiguan la identidad de la pequeña. Kat –así se llama la niña– crecerá feliz junto sus padres adoptivos, y será poseedora de un don especial que mantendrá en secreto para no ser señalada. Un buen día, mientras trabaja junto a su padre, se cruzará en su camino Will, un apuesto joven que de inmediato le robará el corazón pero le dará el suyo a cambio. Kat y Will comenzarán a soñar con un futuro juntos lleno de amor y de niños pero, la misma noche en que nuestra protagonista cumple dieciocho años, le será desvelado su origen y se desencadenará una serie de acontecimientos que cambiarán su vida para siempre. Junto a su amado y con la ayuda de su recién descubierta madre, se verá obligada a huir y llegar a la tierra mágica de Esmelina, donde tendrá que aprender con rapidez a controlar sus poderes para evitar que estos la destruyan. Allí estará a salvo y no caerá en las garras del malvado Atarrán, un hechicero mezquino que ansía dominar el mundo mágico y el humano, pero... Pero nada, si les ha picado la curiosidad y quieren saber más, tendrán que leerla.

Apta para todos los públicos, La rosa de Naran atrapará al lector prácticamente desde la primera página. En ella, Saray Santiago combina a la perfección elementos y estructuras del cuento tradicional con un cambio en la relevancia de los roles femeninos.  Dibuja en profundidad a la mayoría de personajes, por lo que tiene la empatía del lector garantizada. Y su manejo de la tensión dramática, soberbio. Una excelente historia fantástica narrada con mucha magia. No se la pierdan.


Aurora no se durmió, de Judith Romero

Cuando era pequeña me encantaba que me contaran cuentos. Mi madre me enseñó a leer muy pronto y comencé a leerlos a una velocida...