Cuando era pequeña me encantaba que me contaran cuentos. Mi madre me enseñó a leer muy pronto y comencé a leerlos a una velocidad endiablada. Habitualmente me encantaban todos los que leía hasta que, no recuerdo a qué edad, me encontré con el de La Bella Durmiente. No sé si fue primero el cuento o la película de Disney, la verdad, pero no me convenció en absoluto. Una princesa que se llamaba como yo y cuya única gesta se resumía en pincharse con una aguja y dormirse todo el cuento hasta que el maravilloso príncipe azul venía y la despertaba con un beso. Pues no, oye, no me conformaba. Al menos que se raspara las rodillas o se llenara el vestido de barro, ya que se llamaba como yo. Siempre me pareció un cuento de lo más ñoño, y casi casi se había perdido en mi memoria, hasta cruzarme con la novela que acabo de leer.
Aurora no se durmió (Knowmadas Books, 2023), de Judith Romero, es, en efecto, un fantástico (en todos los sentidos de la palabra) retelling de la historia que Walt Disney llevó a la pantalla allá por 1959. La introducción a la trama de Judith Romero comienza con la desdichada sentencia que las Hadas Supremas (máximo y único órgano de gobierno del mundo feérico) imponen a un hada y un humano que han transgredido sus ancestrales reglas de forma aberrante (según ellas, claro está). Una parte de esencia perdida, dos corazones rotos y una maldición que despertará a una criatura letal, la Durmiente. Un contrahechizo que logrará salvar a una criatura que no incurrió en culpa alguna, pero que condenará a un siglo de sueño al resto de su familia... Muchos años después, en Inveraray, Escocia, Aurora, una chica congelada en los 15 años a causa de una maldición, busca junto a sus tres tías hadas (Fauna, Flora y Primavera), la clave para deshacerla y despertar a su familia del sueño al que fueron condenados el día de su decimoquinto cumpleaños. Un buen día, el segundo reloj de arena de un amuleto –que hasta la fecha desconocía– se pone en marcha, y las tres hadas y Aurora, acompañada sin poder evitarlo de su mejor amiga Daracha, tendrán que viajar hasta otro enclave escocés para hallar a la segunda víctima de la maldición e intentar detenerla a tiempo. A partir de ese momento, el ritmo de la acción comenzará a ser frenético, pues no solo deberán convencer a la víctima y a su tío (un tipo de armas tomar) para que las ayuden, sino que tendrán que protegerse al mismo tiempo de criaturas sacadas directamente de sus peores pesadillas. El tiempo se agota, y aún deberán averiguar la identidad de la tercera víctima para que la maldición no sea irreversible y sus consecuencias nefastas. Mientras tanto, los ojos de Aurora se encuentran con el azul de los de Calem, que le van a descolocar todo lo que hasta ese momento creía seguro. El clímax del argumento tendrá lugar en el castillo de Glamis, un lugar repleto de mentiras, secretos y magia. ¿Lograrán detener a la Durmiente y romper la maldición? ¿Lo harán de una sola pieza? Para saber... tendréis que leer.
Judith Romero combina en Aurora no se durmió todos los elementos necesarios para poner en manos del lector una buena historia, y lo hace combinando con mucho acierto tradición y originalidad. Personajes muy bien construidos, un argumento sólido y, como no, la magia de las hadas que hechiza los ojos lectores desde la primera página. El personaje de Aurora vira maravillosamente de princesa durmiente a pelirroja guerrera en un mundo al que tiene que ocultar su realidad. No puede permitirse ciertas licencias que para el resto de sus congéneres son tan comunes, como por ejemplo enamorarse...Hasta que se hace inevitable. Quienes me conocéis sabéis que yo de literatura romántica, poco, pero he de reconocer que...bueno, no, mejor no, que esto se queda escrito. Solo diré que muy buen trabajo el de la autora en ese aspecto en concreto. Y la galería de personajes, ¡impresionante! Mi debilidad son los seres fantásticos de toda índole, así que ya podréis imaginar que he disfrutado como una enana entre hadas, elfos, hombres lobo, fantasmas y algunos más. Si os apetece un buen rato de lectura y magia, ya sabéis...