sábado, 14 de septiembre de 2024

Hierro viejo, de Marto Pariente

Habitualmente, consignamos al verbo «enterrar» y a todos sus parientes semánticos al espectro más incómodo del léxico. Enterrar es, literalmente, sepultar algo o a alguien bajo capas de tierra. Lo asociamos indefectiblemente a la muerte, y mal encaminados no vamos, la verdad. Sin embargo, a menudo no somos conscientes de que, por lo general, casi todos tenemos experiencia en el arte de enterrar, con mayor o menor habilidad, con mayor o menor garantía de éxito. Por mil razones, tratamos de reducir pretéritos recientes o remotos—palabras, acciones, sueños, besos, vivencias, sentimientos— a diminutas cápsulas de ignominioso olvido y las sumergimos bajo estratos de apariencia y sonrisas prefabricadas. ¿Y qué es el olvido sino la muerte de quienes un día fuimos? El protagonista de la última novela que he leído lleva el acertadísimo nombre de Coveiro (enterrador en portugués) y ha sepultado bajo tierra negra su verdadero nombre y su identidad, ignorante de que el pasado resucita a veces como una bala que impacta en el centro del pecho. 

Hierro viejo (Siruela, 2024) es la tercera novela de Marto Pariente que ha caído en mis manos y que no he podido devorar porque me la he tenido que beber a sorbitos y volver atrás para saborearla como realmente se merecía. La obra ha sido definida como «western crepuscular» pero, más allá de etiquetas que encasillan más que definen, diré que me ha encantado. Ambientada en el entorno rural, agreste y decadente, de un pueblecito llamado Balanegra, Marto Pariente nos presenta a un protagonista, Coveiro, para quien los años no han pasado en balde. Tras numerosos años de una vida entregada a la violencia y a la clandestinidad, Coveiro se dedica ahora a cazar, a enterrar a los pocos difuntos del pueblo y a cuidar de su sobrino Marco, un chico cuya mente flota entre los márgenes de un espectro autista. En la imperturbable paz de Balanegra nota el viejo cómo se resienten sus articulaciones mientras mantiene a raya a los fantasmas de un pasado que quizá no quedó tan lejos como esperaba y regresa cuando el hijo mayor de Rubí de Miguel, diva propietaria de la mayor industria cárnica del país, muere y debe ser enterrado allí. El muerto al hoyo y los vivos a jugar a los trileros. Ahora lo ves, ahora no lo ves. Pero nadie cuenta con la presencia del insomne Marco, testigo involuntario del secreto mejor guardado, que se esfuma dejando junto a una fosa su inseparable cinturón de herramientas. La desaparición del chico revive el espíritu dormido de Coveiro, que hará lo que haya que hacer para saber. Hierro viejo no suelda bien, pero sigue golpeando.

Marto Pariente nos regala en Hierro viejo un estilo narrativo propio y difícilmente definible, como una constelación donde pasados y presentes brillan en el momento justo y necesario para crear la atmósfera y la singular melodía del conjunto. Capítulos breves, contundentes, y frases cortas como martillos que permiten que, desde el inicio, el lector perciba la voz propia de un autor con una habilidad especial para la ambientación. Prosa sencilla y a ratos dura donde sobresalen diálogos repletos de fuerza. Ritmo alejado de lo frenético pero en la senda de la urgencia. Un protagonista inolvidable que conjuga el cinismo de un ex sicario con la ternura del que protege a los suyos. Y si el protagonista es memorable, los secundarios —perfilados seguramente por alguna musa tarantiniana— no lo son menos e incluso amagan con hacerle sombra en algunos pasajes. No es necesario insistir en que la recomiendo, ¿verdad?




lunes, 2 de septiembre de 2024

Purasangre, de Noelia Lorenzo Pino


Valiente: capaz de acometer una empresa arriesgada a pesar del peligro y el posible temor que suscita. Eso dice la RAE. Y valentía es lo que hace falta para tratar ciertos temas sin mojigatería, con amplitud de miras y con una sensibilidad digna de admirar. Hablar de salud mental no es sencillo, gestionarla mucho menos. Nos supera el desconocimiento y nos pesa el estigma como una losa. Resulta sencillo, por ejemplo, contarle a alguien que tu padre ha superado un cáncer o que le han cambiado la medicación de la tensión. Fisio, quimio, magneto o quimioterapia tampoco suponen ningún problema. Sin embargo, ay, cuando tienes que confesar (sí, confesar, como si fuera un pecado, uno que nadie ha cometido) que semanalmente preparas un pastillero con varios tipos de drogas legales porque tu madre las necesita. Desayuno, comida y cena. Benzodiazepinas, feniltriazinas, pregabalina, duloxetina, olanzapina... Revestidas de incomodidad, vergüenza y culpa a ojos propios y ajenos. Hijas de la ciencia, víctimas de la ignorancia y los prejuicios y súbditas del oprobio. Carne de tabú por los siglos de los siglos. ¿Hablaremos algún día de ellas y de las patologías que tratan con la misma naturalidad con la que hablamos de otras disfunciones? ¿Y de las adicciones? No lo sé, pero es cierto que ayuda bastante que los autores metan el dedo en la llaga y ayuden a normalizar situaciones. Y si encima lo hacen con la solvencia, la elegancia y el buen hacer de esta autora, el beneficio es por partida doble. 

Purasangre (Plaza y Janés, 2024), de Noelia Lorenzo Pino, es la segunda entrega de la saga protagonizada por la oficial de la ertzaintza Lur de las Heras y la patrullera Maddi Blasco. Aunque son tramas de investigación independientes, recomiendo leer primero Blanco inmaculado (la entrega anterior), porque son multitud de detalles los que colean en esta de la anterior. La trama de Purasangre comienza al recibir Lur de las Heras en su casa la visita de su vecina Rosa, que fuera mejor amiga de su abuela, preocupada por la desaparición de su nieta Sua, una joven de dieciocho años aparentemente normativa, sin problemas familiares ni sociales conocidos. Al parecer, la chica no regresó a casa la noche anterior, y a priori no parece una desaparición voluntaria. El hecho de conocer a Sua desde que nació hace que Lur se reincorpore a su puesto (estaba de baja para tratar su particular dolencia, extremadamente limitante y sin diagnosticar) y se implique tanto personal como profesionalmente en el caso. Lur y Maddi, junto al pesimista Kirmen González y su compañero Mateo Algorta (que ya se tiene el cielo ganado) —dos agentes de la comisaría de Oiartzun que se incorporarán al departamento de casos de Irún— se enfrentarán a un caso que eleva a la máxima potencia el dicho de que las apariencias engañan. Tras la reconstrucción de los días previos a la desaparición de Sua, la investigación de su entorno, interrogatorios, revisión de cámaras, etc. La ertzaintza apenas encuentra pistas que seguir. Tan solo unos misteriosos mensajes recibidos en su app alertando del peligro que corre la chica del abrigo rojo desaparecida y una intrigante letra "C" que se repite los jueves en la agenda de Sua. Hilo a hilo, se irá trenzando el tejido de la atmósfera que rodeaba a la chica antes de desaparecer: miedo, secretos, responsabilidades impropias de una quasi adolescente, enfermedad mental, malas decisiones y una droga de alto nivel (la purasangre). De forma paralela a la trama policíaca, Noelia Lorenzo nos va dibujando la faceta personal de Lur y Maddi. La primera, condicionada por su extraña enfermedad y un brote de amor ineludible. La segunda debe lidiar con un marido infantiloide y celoso por sus logros profesionales que enturbiará la vida familiar usando a los niños como arma arrojadiza. ¿Lograrán mantenerse a flote y encontrar a Sua?? Para saberlo, tendréis que leer.

Como en Blanco inmaculado, los personajes de Lur y Maddi destacan sobre el resto. Dos mujeres fuertes, valientes, que se complementan y se entienden a la perfección. Heroínas de sus propias vidas imperfectas, como las de casi todos. A golpe de capítulo corto, con la prosa ágil, sencilla y cuidadísima que la caracteriza, Noelia utiliza en Purasangre una narración a dos tiempos. La voz del narrador del presente nos relata la investigación y las vidas de Lur y de Maddi. La voz de Sua nos habla del pasado reciente, de las semanas anteriores a su desaparición. Ingeniosa y muy bien hilada, la trama de Purasangre emociona y atrapa enseguida. Aunque es cierto que el ritmo de la misma no es frenético, se mantiene hasta llegar a un final que, por inesperado, deja al lector boquiabierto. Como dicen por estas tierras, oro "molío". Creo que queda claro que la recomiendo, ¿no?

miércoles, 28 de agosto de 2024

Blanco inmaculado, de Noelia Lorenzo Pino


Al lector se le llenaron de pronto los ojos de lágrimas,
y una voz cariñosa le susurró al oído:
—¿Por qué lloras, si todo
en este libro es de mentira?
Y él respondió:
—Lo sé;
pero lo que yo siento es de verdad.
(Ángel González)

Llevo mucho tiempo viendo este fragmento circular por redes, pero nunca lo había sentido tan verdad como hace un rato, mientras buscaba las gafas de sol para que nadie se percatase de una lágrima que nacía en mis ojos, cerca del desenlace de la novela que acabo de terminar. Y es que, a veces, el lector se sumerge tanto en la historia que tiene delante que sus páginas le atrapan y no le conceden la libertad hasta la ultimísima. Para ello, el autor o autora debe dominar la magia de las letras, el mecanismo de un buen personaje y la alquimia de las relaciones humanas. Y esta autora siempre lo consigue, mejor dicho, lo borda. No hay novela suya que no me haya retorcido las entrañas poniéndome en la piel de uno o varios de sus personajes. Y esta no iba a ser menos.

Blanco inmaculado (Plaza & Janés, 2022) es la primera entrega de la nueva saga de Noelia Lorenzo Pino, protagonizada por Lur de las Heras y Maddi Blasco, dos ertzainas que tardan poco o menos en ganarse la simpatía y la confianza del lector. La trama, ambientada en Euskadi, comienza con un asesinato y un incendio en el caserío que en tierras vascas posee la "familia" Fritz, una comunidad cristiana tradicionalista (vamos, una secta) que vive alejada del mundo moderno y se financia mediante la elaboración artesanal de prendas cuya marca da título a la novela. Como podréis imaginar, la historia se desarrolla principalmente en un entorno rural y las relaciones entre sus personajes están determinadas por el aislamiento, la ignorancia y la violencia. El personaje central de Blanco inmaculado es Lur de las Heras, una inspectora que lleva un tiempo alejada de su puesto a causa de una enfermedad a la que nadie pone nombre y que ha mermado considerablemente su movilidad. La llamada de su comisario (y amigo) la saca provisionalmente de su retiro y la lleva hasta el caserío Fritz para investigar la muerte de Ari, una joven de 14 años, y el incendio del taller de costura donde la "familia" confecciona las prendas. Para ello, contará con la ayuda de Maddi, una patrullera con buen instinto que, además de la investigación en las restrictivas condiciones que impone el estado de Lur, deberá soportar una situación nada agradable en casa, con un marido machista, envidioso e infantiloide a más no poder. La obra se estructura en dos bloques y cuenta con un amplio abanico de personajes secundarios cuya relevancia irá aumentando a lo largo de la historia. El primer bloque gira en torno a la investigación de Lur y Maddi, en cómo van descubriendo pistas y sospechosos. El segundo se centra en la vida de la comunidad Fritz y en las relaciones entre sus miembros, lo que posibilita al lector comprender el escenario en el que ha tenido lugar el crimen. Hermetismo a prueba de bombas, mentiras, secretos y boicots varios serán algunos de los obstáculos que tendrán que salvar Lur y Maddi para esclarecer la autoría de los hechos. ¿Quién asesinó a Ari y por qué? Para averiguarlo... tendréis que leerla, vamos digo yo.

En Blanco inmaculado, con su prosa habitual sencilla y directa y con una habilidad difícilmente superable, Noelia Lorenzo hace un retrato detallado de los personajes, mostrándonos sus miedos, deseos y debilidades con una sensibilidad exquisita. Dibuja a la protagonista, Lur de las Heras, como una mujer inteligente, resiliente, decidida y valiente que, aparte de la dificultad de la investigación, debe luchar contra los prejuicios y la discriminación del sector machista de su profesión. Los miembros de la "familia" Fritz están diseñados como seres enigmáticos, cincelados por la rigidez de su millón de normas, baúles que esconden secretos que irán desvelándose a medida que avanza la trama. De la novela destacaría su cuidadísima estructura, su trama hilada a la perfección y un ritmo narrativo que mantiene al lector en vilo de la primera a la última página. Muy acertados los flashbacks de Noelia para conocer el pasado de los personajes y comprender sus motivaciones, y los diálogos totalmente verosímiles para empaparnos de sus personalidades y sentimientos. El componente de crítica social transversal y perfectamente integrado en la trama vuelve a ser uno de los puntos fuertes de la autora. En Blanco inmaculado, Noelia visibiliza sin ambajes el machismo latente en la sociedad, personificado en los compañeros ertzainas que subestiman y menosprecian a Lur y a Maddi por su condición de mujeres, y en la superioridad del varón en torno a la que se articula la "familia" Fritz. La intolerancia a varios niveles también es otro factor clave de la historia, una intolerancia que lleva a los personajes a sucumbir a prejuicios y estereotipos, juzgar y dictar sentencia sin interés alguno en conocer la verdad. Y no puedo acabar sin mencionar esa forma única que tiene Noelia de transmitir y provocar emociones, de crear atmósferas de opresión y tensión que enganchan al lector y a veces le obligan a detenerse y decirse: eh, tú, que es ficción. En resumen...que la leáis. Merece la pena, y mucho. 






viernes, 23 de agosto de 2024

Las horas crueles, de Marto Pariente

-Te diré una cosa- le dijo con cierta dulzura-: entre la maldad y un jodido loco, teme siempre al loco.

No sé si vosotros os habréis percatado, pero hace tiempo descubrí que las letras de ciertas obras, independientemente del soporte donde se hallen consignadas, desprenden su propio aroma, trazan senderos con determinados colores, nos atrapan en su melodía singular y única y nos subyugan con su particular tacto y sabor. Para percibir tan sensoriales matices solo es necesario leerlas con el alma abierta de par en par. La novela que acabo de terminar exhala la fragancia inconfundible de la tristeza. De la pena inmisericorde que otorga la pérdida. Sus páginas mezclan el gris y el negro con los colores agrestes de la sierra. Su banda sonora es la sinfonía del dolor, de la ausencia, del irremediable desahucio de las ilusiones.Tiene el tacto rugoso de las cicatrices con vocación de tormento, la caricia áspera de los inviernos que abolen la sonrisa. Y el regusto amargo de la muerte en varios tiempos. Pero casi siempre hay una primavera acechando tras la esquina del frío...Además, está escrita por una de las mejores plumas con las que me he encontrado hasta la fecha, tanto en la faceta de narrador como en la de escritor. 

Las horas crueles (Espasa, 2023) es la tercera obra publicada de Marto Pariente y, aunque las expectativas eran altas tras haber leído La cordura del idiota, puedo decir sin miedo que las ha superado con creces. Catalogada como country o rural noir (aunque cualquier etiqueta se le queda corta, y es mucho más que eso) y ambientada en su Guadalajara natal, Las horas crueles sumerge al lector en una trama sórdida urdida con los mimbres de lo escabroso y lo profundo, trenzada con los hilos de la investigación y miles de dolorosas agujas que se clavan en la piel del lector cual perplejo acerico. Comienza de forma intensa, sin preámbulos, con un monstruo que debe decidir en un instante la mejor muerte y prosigue presentándonos a uno de sus protagonistas, Frank Durán, en una escena que ya remueve las entrañas. Frank Durán era policía y, a causa de una decisión con desenlace poco afortunado, perdió la placa y su licencia de investigador, por lo que ahora ejerce funciones de "asesor" de investigación de asuntos menores en un negocio propio con poco o ningún futuro. Un día, recibe la visita de Abraham Constanza, relacionado con el caso que propició su debacle profesional, y este se ofrece a solucionar sus problemas económicos a cambio de que se integre en la plantilla de Constanza Desaparecidos donde, junto a la peculiar y tatuadísima Eliana Santoro, deberá hallar el paradero de Tomás Moreda, el Monstruo de la Tejera Negra. El individuo en cuestión salió hace seis meses de prisión tras una condena de 30 años por la desaparición de sus hijos, cuyos cadáveres nunca llegaron a aparecer, y se ha perdido su rastro. Frank y Eliana, con la ayuda de Méndez (ex-jefe y único amigo de Frank) entre bambalinas, se verán inmersos en una historia a la que no le faltará ni un ingrediente para atrapar la atención del lector: fiambres varios, dientes de leche bañados en plata, mafiosos muy a lo Tarantino, el ángel de la muerte y, si no era suficiente, ciertos mitos y leyendas del folklore popular. ¿Hallarán respuestas? ¿Sabrán encontrar la dirección correcta en la que mirar? ¿Añadirán más castigo a su ya pesado bagaje de sufrimiento? Tendréis que leerlo..


Marto Pariente vuelve a dejarme con la boca abierta y el alma dolida (sí, duele). Destacaría su lenguaje ágil, preciso, descriptivo y certero, que a pinceladas medidas nos hace imaginar lugares aunque no los conozcamos, su excelente adaptación a los diferentes registros pero, sobre todo, me gustaría destacar la calidad de sus personajes. Complejos, poliédricos, alejados de cualquier estereotipo y excelentemente dosificados hacen, desde luego, las delicias de cualquier lector del género. Absolutamente recomendable. No os la perdáis.


jueves, 15 de agosto de 2024

El pantano de las mariposas, de Federico Axat


¿Os ha pasado alguna vez que acabáis una lectura y se os queda cara de bobos? ¿Incluso hasta el punto de casi enfadaros un poquito porque el autor os ha manipulado y os ha llevado por donde él quería? ¿O porque, mientras estamos inmersos en el placentero acto de leer, hay ciertas cosas que damos por sentadas y ni siquiera nos planteamos? Reconozco que a mí me ha ocurrido pocas veces, o al menos de forma tan aparatosa como con la novela que acabo de terminar. Aunque la crítica la encuadra en la versatilidad del thriller (que no digo yo que no lo sea porque en ese cajón cabe casi todo), lo cierto es que también es un bildungsroman de manual, con personajes que me han traído a la memoria a alguno de los huérfanos de Dickens. 

El pantano de las mariposas (Destino, 2013), de Federico Axat, es la combinación perfecta de misterio, suspense, crecimiento y aventuras. Ambientada en Carnival Falls, una ciudad ficticia al noreste de Estados Unidos, comienza rozando intensa pero brevemente la tormentosa noche del 10 de abril de 1974. Una mujer que vuelve a casa en coche con su bebé. Unas luces, un terrible accidente, y un cuerpo desaparecido. Tras esa fugaz introducción, Axat traslada al lector al verano de 1985. Sam Jackson y Billy Pompeo, en plenas puertas de la adolescencia, son mejores amigos y planean un verano, probablemente el último que disfruten como niños, cuyo ingrediente primordial es la aventura. Surcarán los misterios del bosque a lomos de sus inseparables bicicletas y tendrán como objetivo principal la construcción (largamente planificada) de una casa en un árbol. Sin embargo, pasarán de dúo a trío con la irrupción en sus vidas de Miranda Matheson, una recién llegada a la zona con quien compartirán peripecias, resolverán misterios y se iniciarán en el complejo y hermoso a la vez camino del primer amor. Carnival Falls, escenario donde transcurre la novela, es un enclave tranquilo y pintoresco en el que casi todos dicen conocerse pero guardan secretos de mayor o menor enjundia, un lugar moldeado por su drama particular: misteriosas desapariciones de personas a lo largo del tiempo. Aunque en principio estos sucesos no parecen tener ningún elemento común, existe en la zona una creencia bastante arraigada que atribuye a los extraterrestres la responsabilidad sobre las desapariciones. El autor consigue, con sencillez pero con maestría, que nos sumerjamos sin esfuerzo en esta pequeña ciudad, en su vida cotidiana, en las granjas circundantes y en el bosque, ese bosque que oculta al mismo tiempo belleza y peligro. 

Aunque la prosa de Federico Axat está exenta de artificio, es digna de mención su manera de transmitir una sensación de desasosiego en cada línea, una inquietud persistente que se mantiene constante desde el mismo comienzo y que cocina la tensión a fuego lento. Los misterios y aventuras que se van desgranando llevan al lector en volandas con un ritmo rápido que, junto a la abundancia de diálogos y el suspense permanente hacen la lectura muy activa y entretenida. Dos líneas temporales, 1985 y 2010, se irán entremezclando en la novela, dando cuenta al lector de los sucesos de ese verano en el que Sam, Billy y Miranda se hicieron amigos y corrieron grandes aventuras, pero también del presente de esos niños que ahora ya son adultos. Narrada en primera persona por Sam Jackson, que vive en régimen de acogida en la granja de los Carroll, asistiremos a una historia donde la aventura y el misterio rivalizarán en relevancia con el peso los sentimientos, la ternura y la belleza de la inocencia. Además de señalar que he caído rendida ante sus personajes, a mi juicio verosímiles y entrañables, no quiero terminar sin mencionar el final. Ese final en el que, cuando ya crees saber todo lo que vas a saber, llega el autor y te planta en tus mismas narices una revelación sorprendente que, aparte de dejarte absolutamente pasmado, te provocas unas ganas locas de empezar a leer de nuevo bajo la perspectiva que otorgan esas últimas dos páginas. Si os ha picado la curiosidad, ya sabéis.


lunes, 12 de agosto de 2024

La ley del padre, de Carlos Augusto Casas

Como bien sabéis quienes me conocéis, mi trayectoria como lectora de noir no tiene aún solera, puesto que solo se remonta unos cuatro años atrás en el tiempo, a la edición semi-pandémica de Cartagena Negra 2020. Nunca podré demostrar lo suficiente el agradecimiento al festival por llevarme al lado oscuro de una forma tan natural e irremediable. Desde entonces he leído ya unas cuantas, pero me sigue maravillando la capacidad del género para sorprenderme. Habitualmente, el negro suele destacar por contraposición a otros colores. Destaca sobre todo en contraste con el blanco. Sin embargo, la novela que acabo de terminar me ha demostrado que también es posible apreciar ese negro entre las sombras retorcidas de otros negros cada cual más oscuro que el anterior. 

En La ley del padre (Ediciones B, 2023), Carlos Augusto Casas, con una prosa precisa y actual y un humor a juego con el color de la trama, nos ofrece un matiz del noir distinto al que solemos estar habituados los lectores del género. Alejado del thriller policíaco al uso y de cualquier paradigma maniqueísta, el autor nos ofrece una historia familiar plagada de personajes zaínos en todas las acepciones del término. La novela comienza con el intento de suicidio frustrado de un alma anónima cuya identidad descubriremos algunas páginas después. Un ser atribulado por máculas pretéritas e imborrables que, sabiendo de la imposibilidad de la redención, anhela la asepsia incolora e inodora de la muerte. Poco después, la joven Melinda se incorpora como parte del servicio del hogar de los Gómez-Arjona, cuyos principales atributos son un insano apego por el poder (y el dinero, pero sobre todo el poder) y la inherente carencia de escrúpulos que este conlleva. Durante la celebración de cumpleaños del patriarca, apodado con mucho tino "el Rey Arturo", alguien cercano a el intentará acabar con su vida con la ayuda de unos cuantos gramos de dioxina. ¿Enemigos? ¿El servicio? ¿Sus propios hijos? En lugar de acudir a la policía o a algún investigador privado, con el afán de evitar que la turbidez del asunto llegue a manos de la prensa, Arturo Gómez-Arjona recurre a una de sus marionetas, el Enterrador, para que averigüe quién de entre sus allegados se ha atrevido a intentar quitarlo de enmedio. A partir de ese momento, Enterrador y lectores se verán inmersos en una trama de personajes oscuros, poderosos y sádicos cuyo status social los sitúa por encima del bien y del mal. La clave de todo: ¿a manos de quién y por qué fue asesinada cinco años atrás Ada, la esposa del Rey Arturo y madre de sus cuatro tiburones, digo hijos? El suspense y el misterio están servidos, y alguna escena que pone la piel de gallina, también.

La ley del padre se estructura en capítulos cortos, bien provistos de diálogo, que imprimen agilidad y buen ritmo a la lectura y espolean continuamente la necesidad de saber del lector. La forma de narrar del autor es magistral, y su construcción de los personajes es soberbia, sin intento alguno de justificar ni blanquear sus almas podridas. Una crítica feroz y sin paños calientes a las altas esferas del poder y a la inmunidad que garantiza el mismo (junto con el dinero, claro). Si bien es cierto que el final se aventura con unas cuantas páginas de antelación, tampoco es necesaria la sorpresa ni el giro brutal para el disfrute de la obra, pues lo importante en ella no es tanto el destino como el camino. ¿Recomendable? Por supuesto. Aquí os dejo algunas frases que me han impactado:
 
«Es por el corazón por donde el diablo nos atrapa».

«Lo que llamamos verdad es una forma de simplificar la realidad para quedarnos con una de sus versiones».

«La educación es la rama de la hipocresía que hace soportable el hecho repulsivo de tener que vivir los unos con los otros».

«Hacer el mal es como beber sin sed, innecesario pero muy placentero, además de divertido».

jueves, 8 de agosto de 2024

Orbis Ultra: El vínculo entre mundos, de M.D.P. Faulín


«- ¿No sabes nada de Fantasía? Es el mundo de la fantasía humana. Toda parte de él, toda criatura representa los sueños y las esperanzas de la humanidad. Por lo tanto no tiene límites.
- ¿Entonces por qué se está muriendo?
- Porque la gente ha empezado a perder esperanza y al olvidarse de sus sueños. ¡La Nada se hace cada día más poderosa!»
(La historia interminable)

Empiezo esta reseña con uno de mis extractos preferidos de La historia interminable, una de las obras que más me marcó en la última etapa de mi niñez y la primera de mi adolescencia porque, aparte de tener mucho que ver con la obra que acabo de leer, no hace excesivo tiempo he comprendido que encierra mucha verdad. Si paramos de soñar, si dejamos de lado la magia y la fantasía, estas se van marchitando y poco a poco desaparecen de nuestra existencia. ¿Y qué sería de nosotros sin esas lucecitas que alumbran el gris monocorde de muchos días? Siempre he sido lectora de fantástica, pero la novela negra me atrapó de la forma más inmisericorde, y los dragones de mis armarios, las hadas que dormían conmigo y los duendes que me regalaban suerte se mudaron a regiones menos inhóspitas. Sin embargo, la magia realmente existe, y de vez en cuando hace su aparición para recordarme quién soy realmente (cuando no voy disfrazada de sesuda investigadora o asesina en ciernes), y esta vez ha llegado adoptando la forma de una de las novelas de planteamiento y desarrollo más originales que han caído nunca en mis manos.

Se titula Orbis Ultra: El vínculo entre mundos, el nombre de su autor es M.D.P. Faulín, fue autopublicada hace muy poquito (mayo de 2024) y ha sido una sorpresa más que grata. Reconozco que fue empezar a leerlo y recordar cuánto y por qué amo la lectura. Como historia absorbente e inmersiva, un diez. Como ejercicio de literatura donde se conjugan a la perfección la ciencia ficción y la fantasía épica, otro diez. La trama de Orbis Ultra comienza con la aparición de un joven, desnudo y sin memoria alguna, en un escenario que no conoce. A su alrededor, gritos desgarradores y unas criaturas horripilantes que tratan de acabar con la vida de una chica. Empezamos bien, ¿verdad? Pues unas oportunas flechas y un legendario guerrero cambiarán su suerte y le salvarán la vida, iniciando un peligroso periplo en que tanto el joven aparecido como el lector irán descubriendo la información necesaria sobre el lugar al que ha llegado. Aprenderán, entre huidas, escaramuzas y batallas en toda regla, que Orbis Ultra, el lugar en cuestión, es el mundo al que se arriba tras la desconexión entre cuerpo y alma que sigue a la muerte en Orbis Primus (escenario donde transcurre nuestra vida terrenal). Que a Orbis Ultra no llega la materia, sino exclusivamente la energía y, por lo tanto, todo lo que "existe" está creado por la mente colectiva de todos los que lo habitan. El personaje central (si puede llamarse así) adoptará el nombre de Andrus por motivos muy emotivos y junto al guerrero Durgon comenzará una aventura, centrada básicamente en huir de seres oscuros, del daño y de la muerte, que cruzará su camino con el de otros personajes que, por razones propias o ajenas, colaborarán con su causa y se ganarán la confianza, la empatía y el amor de los lectores. Etapa tras etapa, irán dejando atrás enemigos y obstáculos diversos solo para enfrentarse en una fase posterior a otros peores (una especie de Comunidad del Anillo pero sin joya maligna hasta casi el final). Se percatarán con frecuencia de que a veces, el mayor enemigo es uno mismo, y de que la línea que separa el bien del mal es a menudo delgada y difusa. Llegar a la capital, conocer los futuros vaticinios del Primer Augur y escapar de las garras del poliédrico Borghont serán sus principales objetivos, y para lograrlos tendrán que pasar por experiencias como poco asombrosas. ¿Lograrán sus metas? ¿Recuperará finalmente Andrus su memoria? Ah, no, no, tendréis que leer para saber, no os lo voy a contar yo todo. 

M.D.P. Faulín combina en Orbis Ultra un universo propio de paisajes fruto de una imaginación desbordante, violencia y brutalidad, poderes mágicos y criaturas francamente extraordinarias con acertadas y medidas dosis de amor, amistad, reflexión y filosofía, construyendo un bildungsroman en toda regla donde la evolución de los personajes será tan relevante como las peripecias a las que se ven abocados. Orbis Ultra se presenta ante el lector como un escenario distópico y revuelto, a imagen y semejanza de nuestro mundo. Lo peor y lo mejor del ser humano trasciende el plano terrenal y llena Orbis Ultra de injusticias, rivalidades enquistadas, guerras clandestinamente abiertas, pero también de amor y de las maravillas más portentosas que pueda concebir una mente. A mí me ha encantado, desde luego, así que si os gusta la ciencia ficción, la fantasía o buscais nuevos horizontes de lectura, no os la perdáis.


Hierro viejo, de Marto Pariente

Habitualmente, consignamos al verbo «enterrar» y a todos sus parientes semánticos al espectro más incómodo del léxico. Enterrar ...