Una melodía es algo que todo el mundo ve, pero que muy pocos atrapan. Como si fuera una mariposa huidiza...
Las tormentas son fenómenos naturales que despiertan sensaciones contradictorias. Hay quien se siente atemorizado ante su fuerza imprevisible, mientras que a otros les fascina semejante espectáculo de la naturaleza. Los antiguos habitantes del mundo las consideraban como manifestaciones del poder divino. En todas las grandes civilizaciones se ha señalado a dioses como responsables de ellas: Raijin en Japón, Vajrapani para los budistas, para los hinduistas Paryania, Zeus en la mitología griega, Júpiter Fulgurator o Summanus en la romana, en la mitología nórdica estaba Thor y su martillo, y así muchos otros. Más adelante, otros pueblos buscarían una explicación más racional a estos fenómenos (por ejemplo, los etruscos del siglo VII a.C. creían que los rayos estaban causados por el choque entre las nubes), pero no sería hasta mediados del siglo XVIII cuando Benjamin Franklin comprendiera la naturaleza eléctrica del rayo... Pero, ¿todas las tormentas se pueden explicar en términos científicos? ¿Qué hay de esotérico en algunas? ¿Llegan en momentos concretos como señal de algo o con algún propósito concreto? ¿Cómo nos puede cambiar la vida una tormenta? Todas esas preguntas podría intentar responderlas, con mayor o menor probabilidad de éxito, Peter Harper, el protagonista de la novela que he terminado de leer esta madrugada, y que ha conseguido algo que echaba de menos desde hace tiempo: no me duermo hasta que no sepa cómo termina esta historia.
La última noche en Tremore Beach (Ediciones B, 2014), de Mikel Santiago, es un thriller psicológico en toda regla, un verdadero page turner que he devorado en poco más de un día. Su principal protagonista, Peter Harper, es un reconocido compositor de bandas sonoras que, tras un traumático divorcio y la pérdida de su inspiración, decide dejar su rutina de Amsterdam y buscar refugio en una casa de Tremore Beach, una solitaria playa irlandesa. Con este exilio voluntario tratará de poner su vida en orden y recuperar el favor de las musas que lo abandonaron en plena espiral de amargura. No tardará mucho en ganarse la amistad de sus únicos dos vecinos —Leo y Marie—, y comenzará una relación sentimental (sin etiquetar) con la preciosa Judie, que regenta una tienda y la única pensión para los turistas que visitan el lugar. Parece que, aunque no está siendo productivo a la hora de retomar sus composiciones, al menos ha conseguido la vida tranquila que buscaba hasta que, una noche, todo se le tuerce al ser atravesado por un rayo y sobrevivir de puro milagro. Al parecer, además, Peter ha recibido como herencia materna una especie de don que le avisa de situaciones de peligro. Él se resiste a reconocerlo, a hacer caso a esa voz interior que le dice lo que debería o no hacer. Después de salvarse milagrosamente del rayo, comienza a tener visiones donde ve que sus hijos –que han venido a pasar con él parte de las vacaciones—, sus vecinos y Judie están en peligro. Para los diferentes médicos que lo tratan no son más que pesadillas o alucinaciones causadas por el alto voltaje del rayo, pero él percibe que esas visiones son una aviso de algo... ¿Será todo producto de su mente o habrá algo de cierto en que Peter está intuyendo una amenaza futura? La intriga es enorme y desconcertante en ocasiones. Se difuminan las fronteras entre lo real y lo irreal.
Peter será el encargado de narrar la historia en primera persona, lo que hace conocer mejor al protagonista y empatizar más con él. Durante la historia te pones en su piel de tal manera que hasta parece que te está ocurriendo a ti. Los demás personajes, aunque descritos en breves pinceladas, están llenos de vida; no son meros personajes secundarios, sino que todos tienen su papel. Las algo más de 400 páginas de la obra debut de Mikel Santiago están repletas de una intriga y una tensión excelentemente dosificadas y enganchan al lector desde el minuto cero. Como siempre digo de las novelas de Mikel, la ambientación es absolutamente perfecta. Ha sabido impregnar las páginas que desarrollan su historia del olor a turba mojada, del aullido del viento en sus paisajes agrestes, del frío de las solitarias costas norteñas y del calor de la chimenea de una pequeña taberna, incluso del sabor de una buena pinta de cerveza. Y lo hace con maestría, consiguiendo un realismo que hace que el lector se sumerja a pleno pulmón en la historia, un realismo que no se resiente cuando entran en juego los elementos sobrenaturales de la misma. Hace encajar lo misterioso de forma natural y sin fisuras. Con una prosa sencilla y rápida donde abunda el diálogo, Mikel Santiago nos mete de lleno de un adictivo thriller de misterio ambientado en un escenario realmente impresionante. ¿Os lo vais a perder?