¿Cuándo fue la primera pintada? Es difícil precisarlo con seguridad, los muros de Lavapiés son lienzo propicio para toda clase de expresiones fugaces, protestas rabiosas y hasta formas de arte al paso [...] Y algún obcecado insiste, después del octavo botellín de cerveza, que esa pintada apareció meses antes de que comenzaran las muertes [...]
Madrid nos mata
Hay libros en los que la ciudad es un personaje más. Sus paisajes urbanos evocan los recuerdos y sostienen una trama. Por ejemplo, Nueva York en El guardián entre el centeno, Florencia en Una habitación con vistas o Dublín en el Ulises de Joyce. Exactamente lo mismo ocurre a pequeña escala en la segunda entrega de la Brigada de los Apóstoles de Carlos Salem. El madrileño crisol de Lavapiés, multicultural y castizo a la vez, se erige al mismo tiempo en escenario y co-protagonista de la novela, prestándole al autor y al lector sus calles, sus paredes, sus gentes y su latido.
En Madrid nos mata (Editorial Alrevés, 2022), Carlos Salem vuelve a colocar a Severo Justo, Dalia Fierro y su Brigada de los Apóstoles al frente de un asesino con delirios de grandeza que empezará degollando a ancianas octogenarias y logrará que el madrileño barrio de Lavapiés se convierta en un enorme polvorín a punto de saltar por los aires. La ciudad es una diosa y exige sacrificios, y el elegido no tiene más remedio que ejecutarlos. Los éxitos en misiones anteriores de los Apóstoles con pistola les infunden una falsa sensación de imbatibilidad, aunque algo no está funcionando como habitualmente. Los muertos parecen haber dejado de hablarle a Caronte García, el forense, puede que a causa de una ayudante recién llegada a su cuartel de operaciones, y no tienen ni un hilo del que tirar. Por otro lado, Severo Justo se ve envuelto en una misión clandestina que implica a un arzobispo español, a su bastardo, a un viejo delincuente (o un delincuente viejo) y a un cura asiático que busca en la Biblia las dos mejillas de la venganza. Dalia Fierro tampoco podrá centrarse cien por cien en el asesino de Lavapiés pues, aparte de lidiar con las mil Dalias que viven en ella, tendrá que hacer frente a un matrimonio en el que nunca debió haberse embarcado y a la promesa de una venganza que ahora no quiere cumplir. Por lo tanto, el resto del escuadrón apostólico tendrá que redoblar sus esfuerzos y robarle horas al sueño para detener al megalómano que... Nada, nada, si quieren saber, la leen, no se la voy a destripar yo.
Madrid nos mata es otro ejemplo de novela negra absolutamente devorable. Capítulos cortos que le aportan mucha agilidad, buen manejo de la tensión e intriga prolongada hasta el final y más allá aún (es decir, que ya tengo ganas de leer el siguiente). La prosa del autor sigue siendo formidable (quizá algo menos poética que en Los que merecen morir, pero magnífica al fin y al cabo). Salem sigue usando la sonrisa y la carcajada como medicina para destensar al lector (véase si no a la hacker Dolores y a su equipo de minihackers apodados Do, Re y Mi), e introduce pinceladas de mucha ternura en el luctuoso universo del noir. Muy recomendable.
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