“El hombre que trabaja con sus manos
lleva el alma en la punta de los dedos
y cava zanjas en la tierra seca,
poda los árboles de otoño, sueña
con herramientas y suda las horas
que trascurren tan lentas, tan espesas
como el invierno, el frío y la nostalgia.”
En Trabajan con las
manos, Pascual García vuelve a deleitarnos con sus recuerdos de infancia,
conectados a la tierra que le vio nacer y crecer y a las personas cuya huella
de amor resta indeleble en sus adentros y en los trazos de su prolífica y regia
pluma. Son sus versos un himno al aroma de la tierra y sus frutos, a la
familia, al amor y a la vida sencillos y sin imposturas, un canto alejado de
notas bucólicas e idealistas, una melodía agridulce que surge de las entrañas de
la “puerca tierra”, amada y maldita a un tiempo, la que obliga a “sudar como
esclavos del sol y de la lluvia”, la que hombres y mujeres “labran juntos y
aman juntos con idéntico desprecio” y de la que obtienen difícil recompensa.
Hombres y mujeres condenados, desheredados, sin más dios que el fruto de sus
fatigas y de sus anhelos. Manos que con esfuerzo cuidan el mundo y, callosas y sumisas,
acarician pieles sobre las que, inexorable, discurre el tiempo vaciándolas de
vida y de sueños y acercándolas a los negros parajes donde únicamente se salva
la memoria.
Un poemario donde el autor, con sus manos y su incuestionable
habilidad para moldear climas, paisajes y temperaturas a través de la palabra, nos
emociona con escenas sobrias, preñadas de una belleza serena y sencilla. Una
obra donde Pascual García comparte con el lector una de sus más preciosas
pertenencias, la memoria.
Me destierro a la memoria,
voy a vivir del recuerdo.
Buscadme, si me os pierdo
En el yermo de la historia. (Miguel de Unamuno)
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