sábado, 29 de junio de 2024

La desaparición de Stephanie Mailer, de Joël Dicker


Ella entonces alzó la mano y me la colocó a la altura de los ojos.
-¿Qué ve, capitán?
-Su mano.
-Le estaba enseñando los dedos.
-Pero yo veo su mano.
-Ese es el problema...

Bueno, ya puedo decir que, a falta de leer la primera obra que escribió Joël Dicker (que en algún momento caerá, sin duda), el autor suizo es un verdadero maestro de la intriga, el suspense y el despiste. Engaña al lector como quiere y, a pesar de empezar sus lecturas ya prevenidos de esta posibilidad, caemos en sus múltiples trampas a la primera. Ya lo he dicho también con anterioridad (soy cansina, qué le vamos a hacer), pero hay que tener en cuenta que, además, es un genio manipulador de las emociones y la empatía. Cierto es que, tras haber leído todas sus novelas (menos la primera, ay), La verdad sobre el caso Harry Quebert y El libro de los Baltimore siguen ostentando el puesto de honor entre mis preferidos, pero hay que reconocer que, por unos motivos u otros, todas merecen la pena y consagran a Dicker como uno de mis autores favoritos. Esta última ha sido diferente, muy dickeriana pero distinta. 

La desaparición de Stephanie Mailer (Alfaguara, 2018) es, si la memoria no me falla, la obra de Dicker donde más personajes he contado y, por ende, donde el lector puede volverse más loco encontrando sospechosos. Como siempre, Dicker juega a varios tiempos, y esta vez las tramas vuelven a estar separadas por dos décadas. La línea del pasado orbita en torno a la noche del 30 de julio de 1994, en la apacible ciudad de Orphea en los Hamptons, donde tuvo lugar un cuádruple asesinato. El alcalde de esa pequeña ciudad, su mujer, su hijo y una joven que pasaba haciendo footing en el fatídico momento perdieron la vida esa noche. El caso fue resuelto satisfactoriamente por dos jóvenes policías estatales, Jesse Rosenberg y Derek Scott, pero las consecuencias de aquella resolución los dejaron marcados para siempre a nivel personal y profesional. La trama del presente se inicia el 23 de junio de 2014, con Jesse Rosenberg, con solo 45 años, recibiendo una suerte de homenaje por parte de sus compañeros, pues ha decidido dejar la policía y perseguir otros sueños. En un momento de esa pequeña fiesta, la joven periodista Stephanie Mailer se acerca a él y le asegura que ha descubierto ciertos indicios que la llevan a creer que su compañero Derek y él se equivocaron de culpable en el 94. A los pocos días, Stephanie desaparece sin dejar rastro. Con la colaboración de Anna Kanner, de la policía de Orphea, Jesse Rosenberg y Derek Scott intentarán averiguar qué le ha sucedido a Stephanie Mailer y, de paso, tratarán de confirmar si se equivocaron o no de culpable en 1994. Sus pesquisas los acercarán inexorablemente a "La noche negra", un nombre que va apareciendo en todas partes pero cuyo significado desconoce casi todo el mundo. 

Como ya viene siendo costumbre en las novelas de Dicker, el lector viajará constantemente del presente al pasado y viceversa. Encontrará múltiples narradores que irán abriendo subtramas distintas, historias que en principio quedan lejos incluso de Orphea y los sucesos allí ocurridos. Aunque existan muchos hilos de los que tirar, multitud de nudos por deshacer, el autor los remata con un final bastante coherente y satisfactorio (un poquito Deus ex machina, pero se lo perdonamos). Con un lenguaje sencillo donde abunda el diálogo, un ritmo vertiginoso, continuos giros y horas de morderse las uñas, Dicker lleva al lector de sospecha en sospecha hasta llegar a un desenlace totalmente inesperado, al menos para mí. Además de la trama policíaca en sí misma, descubriremos también las vidas tanto de los principales protagonistas como de otros muchos personajes que aparecen en la novela. La desaparición de Stephanie Mailer posee sin duda una estructura complicada de escribir sin duda y, sin embargo, muy fácil de seguir por el lector (queda patente el buen trabajo del autor con esta novela que parece un tangram, como dice en cierto momento uno de los personajes de la novela). La variedad de los personajes también es importante en la obra. Policías, personas relacionadas con distintos ámbitos de la literatura y la prensa, adolescentes, alcaldes y vicealcaldes, matones, etc. aportarán cada uno su granito de arena a la hora de enriquecer y desentrañar el misterio. Además, todos y cada uno de los personajes guardan un secreto, más pequeño o más grande, algo que se ha mantenido en silencio y que, cuando se descubre, se convierte en una pieza más de este rompecabezas lleno de suspense. Ágil, entretenida, oscura en ocasiones. No me queda más que recomendarla. 

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