En el fondo, todos somos animales heridos. A unos los lastiman manos despiadadas y corazones podridos. A otros, el tiempo y la ausencia de respuestas, la falsedad de ciertas palabras y los silencios lacerantes. En el fondo, todos estamos rotos o como mínimo desportillados, aunque la sonrisa camufle con eficacia nuestras miserias. Pero hay roturas y roturas, y solo pensar en alguna de ellas provoca un nudo que, lejos de apretarte la garganta, te estruja el alma y te la hace jirones como una garra de acero. Sabes que estás leyendo ficción, pero es tan real, sin mucho melodrama ni aspaviento, que duele. Los personajes de la novela que acabo de terminar son expertos en lidiar con experiencias desgarradoras y situaciones escabrosas, y su autora les confiere un aura de verosimilitud que elicita automáticamente la suspensión de la incredulidad brechtiana. Nos transmite sus sentimientos, sus emociones, sus miedos, con tanta naturalidad como describe un paisaje o una estancia. Y cuando acabas la lectura sientes alivio, pero también un cierto vacío y un poso de tristeza que es difícil de explicar con palabras.
Animales heridos (Travel Bug, 2021), de Noelia Lorenzo Pino, es la quinta y última (de momento) entrega de la serie protagonizada por Eider Chassereau y Jon Ander Macua, y lo cierto es que me ha dado un poco de pena despedirme de ellos. Ya son casi como de mi familia. En esta entrega, nos encontramos con unos protagonistas más maduros y fuertes, pero arrastrando mochilas de emociones sin gestionar que pesan como el plomo. Eider, que ya no pertenece a la UIC sino a los Berrozi (el grupo de operaciones especiales de la Ertzaintza) toma parte en una intervención demoledora: el rescate del joven Elías, secuestrado desde hace siete años y sometido a todas las vejaciones imaginables y por imaginar. Elías se queda enganchado a los ojos grises que lo salvan y se refugia en ellos para poder superar el trago que le espera. Jon Ander ya ha ascendido en el escalafón y es oficial y, junto a Eider (en todos los sentidos) deberá ir tirando del hilo para desentrañar el Caso Maraña, donde se enmarca el extraño secuestro, amargamente condimentado con perversos abusos sexuales a menores en unas denominadas "fiestas de invierno" que coinciden con los famosos festivales "après-ski". Sin embargo, la autora da otra vuelta de tuerca y enfrenta al lector a una situación complicada: al parecer, el chico rescatado no es quien dice ser... En paralelo, veremos cómo se consolida (¡por fin!) la relación entre Jon y Eider, pues esta deja de luchar contra sus sentimientos y decide apostar por lo que realmente quiere.
A lo largo de las páginas de la novela, Noelia Lorenzo nos va mostrando en cierto modo la cara oculta del mundo, un entramado que provocará al lector verdaderas arcadas, y lo hará de tres formas: a través de la investigación de la Ertzaintza, mediante los recuerdos y testimonios de jóvenes que han sufrido en sus propias carnes los abusos y por medio de las conversaciones de chat de un grupo secreto de familiares de desaparecidos. En Animales heridos, Noelia Lorenzo Pino ofrece al lector una obra devastadora y de factura excelente que cruza la frontera de lo policial y nos adentra en la negrura más profunda del negro, en los resquicios de sombra donde medra la maldad en detrimento de la humanidad. Os echaré de menos, Eider y Jon. Espero volver a encontrarme con vosotros.
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