sábado, 23 de septiembre de 2023

Lo que arrastra la lluvia, de Men Marías


El problema no es la lluvia sino lo que arrastra la lluvia.

Qué indescriptible sensación la de acabar una lectura y quedarse quieta, con el cuerpo relajado y la vista fija en la pared (blanca, muy blanca) mientras los pensamientos se retuercen en una danza frenética al ritmo silencioso de las letras que acabo de dejar con mucho mimo sobre la mesita de noche. Cómo. Por qué. Placer e incomodidad a un tiempo. Un coro de preguntas. ¿Qué abren sus palabras: heridas o caminos? ¿Qué es la bondad? Según la RAE, la inclinación natural a hacer el bien. Según la mayoría, no existe. Nuestro respeto por nosotros mismos, como sociedad y como individuos, ha languidecido hasta casi marchitarse, y no somos capaces de reconocer en otros benevolencia, generosidad, afabilidad y dulzura. Casi tan difícil como aceptar que alguien ama nuestra imperfección. Solemos barruntar en quien gasta de esta bondad —a menudo incómoda— agenda ocultas, imposturas o cualquier otro atributo que los miedos y los prejuicios nos susurran al oído. Pero, ¿saben qué? Que yo sí creo en ella. Que ciertas personas salvan un mundo al menos una vez al día.

En Lo que arrastra la lluvia (Editorial B, Planeta, 2023), ambientada en su Granada natal, Men Marías explora los límites de donde habita la bondad y los hace colindar con la envidia, la maledicencia y la locura. Año 2008. Crisis global a todos los niveles. Economía, sociedad, valores. Dinamita para lo que damos por supuesto. Cuando las pobrezas entran por la puerta, la seguridad de los vulnerables salta por la ventana. Marina Pastrana trabajaba como profesora de lenguas clásicas en una academia y de repente se ve condenada a la mendicidad. Su pasado, el más reciente y el más remoto, está plagado de zarzas venenosas donde se le ha enredado la vida. Nada. No tiene nada, y hasta para ser mujer se necesita dinero. Un día cualquiera, el destino la cruza con los ojos de un gris imposible de Carmen Salvaterria, gallega afincada en Granada que cree en el bien por encima de todo y destila bondad por los cuatro costados. Carmen lo tiene todo: estatus social y económico, un marido que la adora, una joya adolescente que sangra en un blog su primer amor... Carmen decide ayudar a Marina y la lleva a vivir a su casa, y a partir de ahí el lector será testigo de los complejos y oscuros mecanismos que gobiernan la mente humana. Parte de la trama será también la tortuosa relación entre Leonor, en cuyo corazón pesan las muertes de su hermano y su sobrina y está decidida a meter a su asesina entre rejas, y Lola, que tuvo que huir de Granada tras la investigación de la muerte de los parientes de Leonor. Y Betty, la Beatriz que no se elige, cuñada de Carmen, sazonará el argumento con una historia de amor y maltrato, de disfraces y letras. Y en mitad de todo, un magnífico ejercicio metaliterario repleto de reflexiones sobre la condición humana mediante las cuales se profundiza en el alma de las protagonistas.

Difícil etiquetar Lo que arrastra la lluvia. Novela negra, sí, en el aspecto de que indaga y profundiza en el lado oscuro de la mente y alma humanas. Sin embargo, sé que hay algo más que no logro definir. Un aguijón. Una flecha. Un puñal de letras. Su formato narrativo aúna eficiencia y eficacia, e imprime dinamismo a la obra. Un narrador omnisciente que desgrana vida y entrañas. Una voz epistolar ahonda en llagas que escuecen. Y, luego, la inocencia de los catorce años vestida de blog. Men Marías lo cuida todo. La construcción de personajes, soberbia. El tempo y los tonos, armónicos. Y el Oh Fortuna de Camina Burana desgarrando el aire mientras su prosa te hace cosquillas en las certezas. Les dejo unos pocos de los fragmentos de los muchos que me llevo conmigo de esta maravilla:
El ser humano no es un animal social, es un socio que necesita dinero para no ser un animal. (p. 71)
Y amar es cuidar. Quien ama algo contribuye a su salud, no a su muerte. (p. 103)
Un ser afortunado es aquel al que se le permite ser consciente de que está viviendo una última vez. (p. 104)
Cada cuerpo tiene una combinación de teclas, solo hay que pulsarla en el orden correcto para alcanzar el clímax. (p. 146)
Sé que te parecerá una locura, pero es una locura que se ha tragado todas las coherencias. (p. 199)
No tenemos ni idea de lo que es el amor porque estamos enfermos de utopía.(p. 350)

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