Yo ya he muerto. Y como estoy muerto, no tengo nada que perder.
En general, tratamos de no pensar en ella, pero la muerte, junto con el nacimiento, es el único acontecimiento inevitable para el ser humano. ¿De cuántas formas es posible morir? Si se consultan datos del INE, en España se han detectado hasta 12.000 formas de expirar, algunas tan increíbles como caerse de una silla. Si uno investiga un poco las redes, observará que hay cierta controversia con respecto a cuál es la peor, la más dolorosa, la más dulce, y un punto básico de acuerdo: la parada cardiorrespiratoria definitiva. Sin embargo, ¿qué ocurre cuando uno se sabe muerto y sin embargo sigue respirando? ¿Qué nefasto suceso provoca que alguien se convierta en una máquina con un único objetivo: hacer "justicia" a cualquier precio? Podríamos preguntarle, por ejemplo, al escritor José Antonio Jiménez Barbero pues, en la novela que acabo de terminar, trata estos asuntos de una manera afilada, implacable, sin piedad (como ya viene siendo habitual, retorciéndole las tripas al lector).
En Diario de un maldito (MurciaLibro, 2022) se narra en primera persona, y a modo de diario personal, la historia de Raúl Salom, un profesor universitario que decide impedir la agresión a un alumno, totalmente ajeno al jardín donde se mete. Como consecuencia de esa intromisión, de la noche a la mañana pierde todo lo que le ancla al mundo, y se hunde en una profundísima depresión que le lleva a intentar suicidarse en repetidas ocasiones. En una de ellas, de manera completamente fortuita, acaba segando la vida de un drogadicto que pretendía robarle. Esa muerte sacará a la luz una parte oscura de sí mismo que no conocía y que desencadenará una espiral de acciones violentas perpetradas con toda premeditación y alevosía. Se convertirá así en autoproclamado justiciero con la potestad de decidir quién vive y quién muere. Mientras transita esta virulenta senda de destrucción conocerá instantes de bondad, amistad y lealtad, que no serán suficientes para apartarlo del objetivo que, involuntariamente, se ha marcado la cáscara vacía que una vez fuera un hombre.
Diario de un maldito resulta una aproximación diferente, original, a los parámetros a los que nos tiene habituados la novela negra. El foco de Jiménez Barbero no se centra ni en el esclarecimiento de un crimen ni en ningún arquetipo de investigador/policía. Con la prosa pulida pero asequible que lo caracteriza y el amplio bagaje de conocimientos acerca de la psique humana que atesora, Jiménez Barbero muestra a lector, sin subterfugios, la mutación de un alma del color de lo ordinario a la negrura de lo terrible. De la luz habitual de lo normativo a la noche infinita del dolor salvaje. Una obra para disfrutarla y sufrirla a la vez que dejará en el lector, indefectiblemente, un universo de reflexión y de dudas. Yo no me la perdería. Destacaría también lo acertado de la ilustración, simbólica y potentísima, de la cubierta de la obra, magnífica composición de Diana Escribano.
Magnífico libro y magnífica comentarista. Os sigo con entusiasmo.
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