"Cuentos para viajes propulsados es un libro de cuentos para adultos que narran y acompañan, desde el cariño, al aprendizaje de algunas situaciones cotidianas en las que el miedo, la resiliencia, el afán de cambio y la consciencia, nos hacen salir de nuestra zona de confort y viajar por el universo para seguir creciendo".
Comparto el texto que figura en la contraportada Cuentos para viajes propulsados (Ediciones Dokusou, 2020), de Rocío la Pequeña) porque considero que transmite de manera precisa y rotunda la esencia de este libro maravilloso que ha conseguido ponerme muchas sonrisas en la cara y que ha aliviado el peso de mi corazón estos días que son un poco grises.
A todos nos encantaban los cuentos cuando éramos niños (a algunos todavía nos gustan a pesar de haber arrancado ya muchas hojas del calendario) y nos poníamos en la piel de príncipes, princesas, animalitos desvalidos y otros personajes entrañables (a mí siempre me dijeron que era rara, porque empatizaba con las brujas y los lobos, sobre todo con el de Caperucita). Ahora, obras preciosas como esta dan la oportunidad a los adultos y a las adolescentes eternas (como yo) de disfrutar los cuentos desde una perspectiva diferente. Cuentos para viajes propulsados es una hermosa colección de ocho relatos cuyas protagonistas, con nombres y atributos femeninos, han de enfrentarse a diversas situaciones que las harán evolucionar y desarrollarse, como personas primero y como mujeres después. Sí, son mujeres, pero sus dilemas, sus cruces de caminos, sus motivaciones y sus emociones son universales. Algunas luchan contra sus circunstancias o contra los convencionalismos para ser quienes quieren ser. Eva se percata de que, sin darse cuenta, ha perdido una parte de sí misma. Vega mira a su Miedo a los ojos, lo saca a pasear y le enseña quién manda (yo de mayor quiero ser Vega, porque anda que no es difícil). Se cuentan a ellas mismas, se dejan llevar y lo consiguen. Mi favorita es, sin duda, Lili, valiente como ella sola para escoger el camino por donde seguir, aunque el destino al que la conduce sea incierto (ay, quién pudiera escoger el camino azul...).
Rocío la Pequeña acompaña los cuentos con unas ilustraciones muy personales, delicadas y potentes a la vez. Azul, rojo, negro y gris son la seña de identidad de sus mujeres de cuerpo redondito y mejillas destacadas que aportan al conjunto de la obra fuerza y mucha valentía. Las combina con un lenguaje sencillo, asequible y directo, pero con guiños muy tiernos cuyo recuerdo me hace sonreír. En realidad, más que cuentos, son píldoras de luz, o así lo siento yo al menos.
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