Poliédrico
Érase una cara que a cada gesto cambiaba. No era nunca la misma, de un perfil que del otro, de frente, una cara que a cada movimiento cambia, cuando habla, cuando ríe o cuando absorbe el humo del cigarro o cuando escribe. Cuántas caras tiene el escritor, que cada palabra que escribe, que a cada gesto va cambiándole la cara que es el espejo de su obra.
Así creo yo que es Chacón, cuyas historias nos relata José Cantabella en esta obra, un poliedro de innumerables caras que lo mismo pasea reflexionando sobre asuntos tan trascendentales como el paso del tiempo y la muerte, que recuerda de repente que la noche anterior estuvo poblada de sueños eróticos con su compañera de trabajo, que anuncia la apertura del plazo de matriculación en la Escuela Oficial de Idiotas. A Chacón lo conocimos en el relato “Fidelidad”, en Amores que matan, como el aburrido oficinista cuya imaginación volaba mientras leía la sección de contactos de un periódico. También en aquella primera obra nos presentó Cantabella la “bella y olvidada ciudad de Recuerdo”, por donde transita nuestro personaje y cuya configuración se asemeja bastante a la ciudad de Murcia, una ciudad inusual donde los escritores pueden bajar a un kiosko a comprar palabras o ideas. Chacón es la pasión por la literatura (más claro, y agua), la ambigüedad, la sátira (en alguna de estas páginas sigue recordando a los Literators, y no puedo evitar que se me escape la sonrisa pensando en ciertos individuos que, en secreto, podrían pertenecer a esa especie). En el día a día de Chacón (¿cuánto tendrá este carácter de autobiográfico? Me temo que no lo sabré nunca) se mezcla lo ordinario con lo insólito, transitando de lo uno a lo otro de manera sutil y a veces imperceptible. En estas 114 composiciones, el autor nos muestra con pinceladas difusas trazos fugaces de su alter ego literario, que ama sin duda a Cortázar y a otros tantos (los nombra directamente o alude a ellos mediante algún detalle en las composiciones). Un individuo meditabundo y hastiado en ocasiones que muta en pura socarronería o en asombrosa pachorra (“Cuando por fin Chacón encontró el punto G, Angélica Brown llevaba ya dormida un buen rato”).
Notas, apuntes llenos de ingenio y acrimonia. Interesante la forma en la que juega con las palabras. Un poco desconcertante.
Y ya para terminar (soy una viciosa, lo sé y no lo puedo ni lo quiero remediar), lo que me quedo para mi colección:
Pascual García
A Francisca Fe Montoya que vela sus sueños
Los que viven como Chacón para merecer la muerte nunca sabrán cual de los personajes que deambula por el mundo hostil de los libros del escritor de Los Olmos es realmente el intruso, pues esos individuos no creen en el bálsamo del tiempo, quizás solo sean voces y gestos creados para vengarse de tanta soledad o tal vez nada más que seres creados para que nunca olvidemos su nombre.
Toda novela
A Rubén Castillo
El lector es la esposa del novelista, el personaje principal es su amante, mientras que el lenguaje que utiliza es la prostituta con la que se pervierte.
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