Aquella mañana, temprano, una extraña sirena salió de las profundidades del mar...El cuerpo desnudo estaba sobre la arena y, como si se tratase de una variedad exótica de pez, todo, excepto la cabeza, estaba recubierto por una especie de tono rojizo.
La etimología de la palabra "tatuaje" procede de Tahití, una isla del archipiélago de Samoa, y deriva de la raíz "ta-" o "tattau-", que significa dibujar. Fue el capitán James Cook quien la introdujo en la lengua inglesa y de esta se extendió a otras. A lo largo de los siglos, el tatuaje ha acuñado varios significados o simbolismos. ¿Sabiaís que el origen de los tatuajes se remonta a cinco milenios atrás? Diversos descubrimientos arqueológicos demuestran que, ya en el Neolítico, el ser humano llevaba la piel tatuada, bien por razones relacionadas con lo místico, como ritos de paso, o como símbolo de lucha y ferocidad. Otras teorías apuntan a que el primer tatuaje de la historia se encuentra en el antiguo Egipto, donde las mujeres se tatuaban por motivos religiosos. Por otro lado, en la Antigua Grecia, y por herencia persa, los tatuajes eran la señal distintiva que identificaba con eficacia a esclavos y a criminales, práctica que también se adoptó en la Antigua Roma para marcar a los mercenarios de los que se nutrían sus ejércitos. Hoy en día, el tatuaje, aparte de su función simbólica (personal e intransferible) cumple, sin duda, un objetivo estético. Algunos son pura belleza, auténticas obras de arte que adornan el museo de nuestra piel. Pero, ¿qué ocurre cuando alguien se obsesiona con estas manifestaciones artísticas o con el artista que las alumbra? Que se lo pregunten a los personajes de la novela que acabo de terminar...
La sirena roja (Erein, 2015), de Noelia Lorenzo Pino, es la primera entrega de una serie de novelas que se desarrollan en San Sebastián y cuyos protagonistas son la agente de la Ertzaintza, Eider Chassereau y el sub-oficial Jon Ander Macua. La crítica de esta obra era muy buena, y lo cierto es que, para esta lectora, ha superado las expectativas. La trama se inicia con la aparición de un cadáver al que le han desollado la espalda y le han envuelto la cabeza en film transparente, cual embutido en nevera. Bajo las órdenes de la oficial Juncal Baraibar, una mujer algo estirada que parece esconder algún secreto, los ertzainas Eider y Jon Ander comenzarán entonces a investigar el caso más importante de sus carreras, que adquirirá una nueva dimensión con el hallazgo del segundo cadáver, esta vez el de una jovel a la que han arrancado la piel de los hombros. Tras hablar con la familia de esta segunda víctima, se percatarán de que el nexo común entre ambas es que les han arrancado los tatuajes, lo que les conduce hasta Lorena Artiga, la mejor tatuadora de Donosti, en cuyo entorno descubrirán una antigua denuncia de malos tratos y una orden de alejamiento. Además, para mayor complejidad, se abren otras vías de investigación relacionadas una con un grupo religioso, y otra con un pariente de Lorena que se obsesionó con ella en el pasado. Eider y Jon Ander dedicarán la mayoría de su tiempo y sus energías al caso, puesto que es el más relevante en el que se han visto inmersos, lo que, sobre todo en el caso de Eider, tendrá consecuencias sobre sus vidas personales. A Eider, que no lleva ni medio año en la Unidad de Investigación Criminal, a veces le cuesta mucho controlar sus emociones. Su compañero Jon Ander es muy distinto, por carácter y por experiencia, y en ocasiones no le importa obviar las reglas si con ello consigue que la investigación avance.
Esta es una de las cosas que me ha encantado de La sirena roja, lo bien que retrata Noelia el lado humano de sus personajes. El lector puede sentir cierta angustia ante las dificultades que atraviesa el matrimonio de Eider: incompatibilidad de horarios, cansancio, preocupación... Además, la ertzaina cuenta con la presión añadida de haber acogido a su sobrina, una adolescente poco comunicativa hija de una hermana fallecida por sobredosis hace años. Por su parte, Jon Ander está separado de su mujer y echa mucho de menos su hogar y a su pequeño... Honestamente, durante toda la lectura he sentido que estaba siendo testigo de la historia de personas reales, de carne y hueso. Otro punto a favor de la novela es la banda sonora rockera de la misma (he buscado algunos de los temas que no conocía, y me han encantado), y el tema de los tatuajes me ha picado aún más la curiosidad (a ver si va a ser porque me acabo de hacer el primero...)
Con respecto a sus aspectos narrativos, la historia está escrita en tercera persona de forma lineal casi en su totalidad, en capítulos cortos fechados que abarcan un mes desde la aparición del primer cadáver. Alternados en la narración aparecen también pasajes en primera persona donde el lector tendrá acceso a la voz del asesino, que le desvelará fragmentos de una infancia llena de crudeza, dolor y miedo que fue modelando al monstruo en el que se ha convertido hoy. A esto hay que añadir que Noelia Lorenzo le imprime a la obra un ritmo que, sin ser para morderse las uñas, no permite que ni la intriga ni el interés del lector decaigan en ningún momento, y que su estilo sencillo y directo, donde abunda el diálogo, hace posible que la lectura avance sin más escollos. La sirena roja es, sin duda, la historia de una obsesión que no deberían perderse.
¡¡¡Gran reseña para una gran novela!!! Me alegra ver que coincidimos en nuestros aplausos a la autora.
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