martes, 26 de octubre de 2021

Maldito chino, de Paco López Mengual

A veces, cuando acabo de leer una obra, me quedo un rato pensando en qué querría de mí el autor como lectora. ¿Que reflexionara sobre un tema en concreto? ¿Que empatizase con algún personaje o que aprendiese algo? ¿Que simplemente me dejase llevar por la historia? En el caso de Maldito chino (Círculo Rojo, 2013), de Paco López Mengual, el propósito del escritor está claro como el agua: hacer que el lector se ría hasta que se le salten las lágrimas. Objetivo muy loable, por cierto, pues la risa es beneficiosa a todos los niveles.

Maldito chino es una novela hilarante en cuyas páginas confluyen una infinitud de disparates. Imaginen a su protagonista: un cincuentón esquizofrénico y devoto de Pérez-Reverte cuyo gran sueño es la regeneración de España. Imaginen que, un buen día, desaparece su mascota y comienza una divertidísima cruzada contra el Imperio Chino para que su chihuahua sea liberado y, de paso, proteger al país de una más que inminente invasión oriental. Recréense también en la imagen de un grupo de trasnochados nostálgicos del régimen franquista que conciben un embrolladísimo plan con el fin de obtener financiación para dar el golpe de estado definitivo que acabe con los treinta y tantos años de pesadilla democrática en que se haya sumida España. Súmenle a esto un preso fugado con profundas inclinaciones anticlericales, un importador de fruta que guarda un terrible secreto, una tita madrina que se acuesta cada noche con la mortaja puesta, una maga estríper, un político de alto rango disfrazado de mandarín, dos Testigos de Jehová negros, un dentista cabreado y un señor ecuatoriano que domina el arte de la levitación. El resultado, desternillante.

Ya conocía el lado cómico de Paco López Mengual, su retranca y su sorna, pero me ha pillado desprevenida esta obra gamberra e irreverente donde las haya. Jamás hubiera pensado que semejante encadenamiento de despropósitos pudiese alcanzar el nivel de calidad literaria de Maldito chino, pero me ha encantado descubrirlo. Les invito a leerla y a disfrutar de un rato de risas y buena literatura (siempre que no pertenezcan, claro está, a uno de los tropecientos colectivos designados al inicio de la obra como susceptibles de ofensa). 

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