Los monstruos que salían de sus tumbas no son nada comparados con los que llevamos dentro del corazón (Max Brooks)
Desde pequeños, no resulta extraño que todos los seres humanos crezcamos con miedos y que estos pueblen nuestros sueños y nuestras pesadillas. Los miedos pertenecen a nuestra naturaleza y son necesarios para la formación de la personalidad y la manera en la que nos enfrentamos al mundo. En muchas ocasiones nuestros miedos mutan en monstruos, seres que a veces nos atemorizan pero al mismo tiempo nos fascinan. La concepción que tenemos sobre los monstruos viene determinada por referencias cinematográficas, literarias y, sobre todo, por el imaginario colectivo. El término "monstruo" puede, entonces, referirse a una criatura mítica y extraordinaria, con poderes especiales, que reta los límites de la naturaleza tanto con sus características físicas como a través de sus acciones. Sin embargo, un monstruo no necesariamente tiene que ser un ente extraño. Muchas veces se encuentran más cerca de lo que pensamos y forman parte de nuestra comunidad. Seres humanos que se convierten en monstruos, no por sus características físicas, sino por su maldad. Se definen por sus acciones y sus decisiones, por la voluntad que les habita, y poco se parecen a los de los cuentos o las películas. El autor al que acabo de descubrir parece saber mucho sobre este último tipo de monstruos, y lo refleja bien en su primera novela.
A la hora de los monstruos (Létrame Grupo Editorial, 2021) de Julio Perrico transcurre en Isla Encanta, una pequeña isla ficticia del Mediterráneo donde nunca pasa nada pero también donde, veinticinco años atrás, la aparición de los cadáveres de dos niñas salvajemente torturadas conmocionó las almas y las vidas de sus habitantes. Uno de sus vecinos, acusado por una tercera joven que logró escapar de sus captores, acabó entre rejas, dejando sobre su familia el desprecio de toda una población. En esa misma isla recala años después Ismael, el protagonista (y excusa perfecta para desgranar la historia), que regenta una librería y vive una vida paradisíaca hasta que, de repente, giran las tornas y su idílica existencia muta en lodazal ignominioso. Dos décadas y media después del trágico suceso, los beneficios penitenciarios permiten volver a casa al violador y asesino confeso, generando en la población un malestar y un odio macerado durante años. El destino de Ismael querrá que sus pasos se crucen con los del reciente ex-convicto, quien le hará partícipe de sus confesiones y le descubrirá que las apariencias engañan y que todo lo que reluce no es oro. La desaparición de otras dos niñas en plena Fiesta Mayor supondrá la apertura de la caja de Pandora y... Y nada. Si queréis saber, lo leéis. No os lo voy a contar todo yo.
Julio Perrico nos ofrece en A la hora de los monstruos una novela de suspense con una ambientación inquietante y paranoica más que lograda. A ello contribuye que el protagonista sufra de parálisis del sueño, así como la presencia permanente de un personaje, Lucas, que se consolida como oráculo maldito del pueblo. La obra está escrita con ingeligencia y, pese a la crudeza y brutalidad de algunos pasajes, con mucha elegancia. El ritmo y el tono juegan en muchas ocasiones a favor de la trama. El lector irá conociendo a los personajes poquito a poco, e irá descubriendo cómo verdades inamovibles no lo son tanto dependiendo del prisma desde el que se miren. Otra cosa que Perrico trabaja muy bien es la emotividad que desprenden algunas historias, fundiendo blancos y negros en grises verosímiles que se alejan a grandes pasos del maniqueísmo. El lector tendrá, sin duda, oportunidad para reflexionar sobre quién es el verdadero monstruo, o si acaso lo fuéramos todos de una u otra manera, y de lo extremadamente manipulable que resultan los rebaños cuando les estimulas la víscera en lugar de la razón. Una lectura muy recomendable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario