miércoles, 9 de junio de 2021

Noventa libros y un film, de Manuel Moyano

No considero que la lectura sea un vicio, pero tampoco es una virtud.

Esta cita de Harold Bloom es la elegida como pistoletazo de salida de Noventa libros y un film, de Manuel Moyano, publicada en 2016 bajo el sello de MurciaLibro (que, dicho sea de paso, constituye para mí un sello de calidad literaria). Una compilación de reseñas literarias (publicadas entre 2009 y 2011 en Ababol, suplemento cultural del diario La Verdad), ocho prólogos y, como el propio título indica, una simpática crítica cinematográfica, configuran esta obra ecléctica y llena de matices interesantísimos.

Si bien es cierto que, por mi equilibrio mental, he abandonado toda pretensión de elaborar listas de lectura a raíz de lo que los dioses reseñan, he de reconocer que he disfrutado la lectura de esta obra de una manera ciertamente fisgona. Cuando se admira a un autor como esta lectora admira a Manuel Moyano, tener la oportunidad de recorrer las sendas de sus experiencias literarias con obras ajenas es todo un lujo. Ficción, ensayo, textos científicos, clásicos reeditados, novela, relato, microrrelato; todo bajo su mirada peculiar que capta matices que la mayoría de mortales no osaríamos siquiera intuir. Nombres que se repiten a lo largo de las páginas y nos permiten atisbar sus pasiones en estas lides: Borges, siempre Borges; Lovecraft, Poe, Bukowski, Juan Manuel de Prada. Autores que se me han quedado dando vueltas en la mente: Jon Bilbao, Olgoso, Miguel Ángel Hernández (prometo no apuntarlos en ninguna lista).

Con respecto a sus prólogos, destacaría que, siendo joyas literarias per se, cumplen holgadamente con la función que convencionalmente se les asigna: provocar en el posible lector unas ganas (casi irrreprimibles) de perderse entre las páginas a las que preceden. Me ha emocionado especialmente la lectura de "El hombre de Inawaia", preámbulo de la reedición de Mosaico Papú, de Xavier Vergés (Nausícaä, 2007), pues he creído encontrar en el texto el posible germen que dio lugar al Padre Cuballó de El imperio de Yegorov

Y una casualidad grata que la película comentada sea Tiburón, la que más veces habré visto a lo largo de mi vida. La que volvería a ver una y otra vez sin cansarme. Solo escuchar la musiquilla y ya se me eriza la piel. La diferencia es que, en lugar de desarrollar miedo o aversión al mar, a mí me inspiró una insólita querencia por los escualos que, junto a las medusas y los ofidios, son mis animales favoritos.

P.D. Y me van a disculpar el Sr. Bloom y el Sr. Moyano, pero algo de vicio sí que tiene la literatura.

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