Con esta exquisita dedicatoria nos introduce Charo Guarino en Los márgenes del tiempo (MurciaLibro, 2019), su último poemario publicado hasta la fecha. Tras haber gozado de Palimpsesto azul y de Florida Verba, busco en sus líneas la belleza de un alma transmutada en verso, y la encuentro ya en el primer poema, "Ciclo", donde la autora se nos muestra «a orillas del tiempo,/ contando las olas», reflexionando sobre la vida, que es, al fin y al cabo, lo que sucede entre el pasado y el futuro que delimitan los márgenes del tiempo.
El tiempo es, efectivamente, el hilo conductor con el que Guarino hilvana primorosamente este poemario. Pero, como bien nos muestra en cada una de sus piezas, tiempos hay muchos y se perciben de forma muy distinta según las circunstancias del momento en cuestión. Existe el tiempo regular, el cíclico, el que nos reconforta con la certeza de que tras cada ocaso regresará de nuevo el amanecer. Existe el tiempo amable en el que transcurren los recuerdos de la infancia, el que nos permite admirar el lila de la jacaranda y el brillo de la luna a la que cantamos, enamorados y soñadores. Existe el tiempo amargo del desengaño, del desamor, que percibimos como eterno, sobre todo comparado con el instante fugaz y placentero de la caricia o el abrazo anhelados («cuán breve es el instante/ si es de dicha,/ qué eterno cuando duele/ y el consuelo se esconde/ en un bucle perpetuo de desorden», nos dice en "Volver a empezar"). A veces es tiempo huido, otras faro iluminado por la esperanza, otras minutos que flotan entre música y poesía. Y luego está el tiempo más cruel, el más obsceno, el más desgarrador: el tiempo mudo y congelado de la pérdida ("Elegía a Gonzalo") y el tiempo del horror ("El secreto"). Todos estos tiempos distintos confluyen indefectiblemente en nuestros calendarios, dejando nuestro corazón «como un viejo madero/ a la intemperie/ soportando los rigores del clima,/ el azote de las lluvias y el viento» ("Intemperie").
Todo un placer sentir que vuelven a cautivarme sus versos sencillos y hermosos, su música serena y femenina, su candorosa voz poética en constante diálogo con la mitología y sus amados clásicos.
Mis palabras y yo nos sentimos honradas por las tuyas. Un abrazo agradecido.
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