lunes, 2 de junio de 2025

Las Soliña. Brujas, sapos, Ángeles y Nornas


Mirad, yo no sé cómo empezar a escribir esta reseña, porque a estas alturas del cuento y con este calorcito que pega ya tengo la cabeza del revés. Podría comenzar diciendo que esta autora tiene una manera maravillosa de volverme loca, pero me quedaría corta seguro. ¿Cómo es posible llorar y reír con dos párrafos de diferencia? Pues preguntadselo a ella, porque es la reina del disloque. No has terminado de limpiarte la lagrimilla de una escena cuando se te escapa una carcaja que, sin más dilación, da paso a nuevo puchero. 

Las Soliña. Brujas, sapos, Ángeles y Nornas (2024) de Gema Tacón es la cuarta entrega (sí, porque si no leéis la novela corta de la Navidad se os queda un pelín cojito) de la saga protagonizada por la familia de brujas más loca y entrañable del panorama brujeril literario, y no iba a ser menos que las anteriores. Volvemos en ella a sumergirnos en un universo repleto de magia y de locura, con situaciones surrealistas y cómicas a más no poder. Esta entrega empieza con una supuesta vuelta a la normalidad tras los sucesos de la anterior (y el paréntesis navideño dentro de una bola de nieve). Las brujas que cumplían 21 años y que no pudieron hacer la presentación de sus dones en sociedad a causa de la debacle de la primera entrega lo van a hacer ahora en un macroaquelarre extempore. Apesadumbrada por volver a la realidad después de su idílica estancia en la bola de nieve, Sarah Soliña se prepara para el evento y para ello tiene que realizarse un ritual previo para que no se muestre cierta parte de ella que causaría un ligerísimo revuelo entre sus congéneres. Pero, ay, que antes de acabarlo se vuelve a liar parda y nadie sabe por qué. De respente aparecen unos rayos de colores que van convirtiendo a los asistentes al festival en zombies, fantasmas, cerdos o bebés demoníacos (según el color del rayo, claro). ¿Quiénes serán los artífices de este nuevo despropósito? Ahhh...misterio. Sarah tiene por delante otro buen berenjenal, con su familia convertida en cualquiera de esas cosas, el velo que separa las dimensiones cada vez más roto, y lo hará con la ayuda de su prima la demonia dragona, su inseparable Pepe, un ángel pelín turbio y el premio gordo: un comestible bebé con alitas. Se supone que contarán con la ayuda de las Nornas, esos beatíficos seres (¡ja!) que hilan el destino de todos pero ya veréis qué ayuda más chula. Y si faltaba algo, tendrán como refuerzo a una panda de arcángeles en vías de jubilación con métodos motivacionales no exactamente legales. ¿A que pinta bien? Pues está mejor todavía.

En esta entrega de Las Soliña, aparte del lado descacharrante, también tendremos espacio para la reflexión. Aparte de visibilizar el trastorno TDA/TDAH presente durante toda la saga, nuestra protagonista (y nosotros con ella) aprenderá que toda decisión tiene sus consecuencias (por muchos hilos que tejan las Nornas) y que a veces, cuando nos preguntamos quiénes queremos ser, a lo mejor es necesario mirar un poquito hacia dentro y reconocer que, oye, quizá no está tan mal ser nosotros mismos. Y una vez acabado el momento moñas, como no es cuestión de hacer la reseña más larga que el libro, voy cortando y os la recomiendo encarecidamente si lo que buscáis es pasar un buen rato leyendo. Ojo a los mensajitos de los sobres de azúcar, ciertamente personalizados, que dan comienzo a cada capítulo...no tienen desperdicio ninguno.

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