Pocas cosas se me dan bien, pero parece que una de ellas es llevar la contra. A lo que sea. Que hace frío, pues yo calor. Que dicen que esta semana ya suben las temperaturas y va a parecer verano, pues yo a leer una historia navideña. Que de todo tiene que haber en el mundo, como decía el sabio de mi abuelo, y a mí me debió tocar el palito más corto (¿o era el más largo? Vete tú a saber). ¿Veis? Ya me estoy quedando yo como la Sarah Soliña de mis amores, que todo se pega menos, evidentemente, la hermosura.
Cuando leí las dos entregas anteriores de Las Soliña, pensé que ya más no le podía descarrilar la imaginación a Gema Tacón, pero anda que no estaba equivocada. Noniná... Las Soliña. Brujas, ángeles y demonios celebran la Navidad (2023) es una ida de olla maravillosa. Imaginad a un grupito de personajes sobrenaturales escondidos en un sótano cada uno a hacer sus cositas y, ¡tachán!, de repente aparece la cabra alcohólica barra oráculo barra tocapelotas máxima y los encierra a todos en una preciosa bolita de esas navideñas con su nieve dentro y todo. Como un escape room pero sin entender un caraj... lo que tienen que hacer para poder salir, ya que el mensaje que les deja más críptico no puede ser. ¿Lograrán los diez personajes entenderse y cumplir las expectativas de la caprina beoda? Menudo disparate de bolas y muñecos de nieve, hechizos y besos, alas, cuernos y rabos (sí, rabos, de todos los tipos).
Gema Tacón consigue en este relato de poco más de 80 páginas que nos ríamos lo más grande, pero también nos pellizca el corazón a ratitos. O a mí al menos, que últimamente a moñas no me gana nadie. Ni a perturbada, que puedo llorar y reírme siete veces en la misma página. Si podéis, leedla, y dejad que su magia os descacharre la cabeza más de lo que ya la podáis tener. ¿O a vosotros no os gustaría que os metieran en una bola de cristal con nievecita y os obligaran a ser lo que realmente sois y a sentir aquello de lo que estáis huyendo?
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