miércoles, 25 de septiembre de 2024

Mañana acabará todo, de Susana Rodríguez Lezaun

En eso nos convierte a todos la guerra, pensó, en cosas que no le importan a nadie, que lo mismo pueden estar en pie que tumbadas, vivas o muertas, seguir o hundir la cara en el barro para siempre.

La cita que encabeza esta entrada llega al lector en las primeras páginas de la novela que acabo de terminar. Si las frases pudieran encarnarse en sustancia, esta sin duda lo haría en unos ojos repletos de vacío que miran a la nada en un bucle infinito donde ya no existen el espacio ni el tiempo. En unos ojos desprovistos de chispa que escudriñan, hastiados, la línea convulsa que separa la cordura de la mayor de las sinrazones humanas: la guerra. La guerra. Esa sentencia de muerte indiscriminada auspiciada por megalomanías y codicias varias disfrazadas de geopolítica, xenofobia o religión. Dolió hablar de guerra ayer. Duele hablar de guerra hoy. Mejor no ver las noticias. Tierra empapada en sangre que sepulta humanidad perdida. Cuenta Susana Rodríguez Lezaun, autora de la obra, en sus ultimas páginas que, en el no tan lejano otoño de 1992, estrenaba contrato de ayudante de redacción en el Diario de Soria. Cuenta que le asignaron cubrir la llegada a la ciudad de un pequeño contingente de refugiados bosnios y macedonios. Cuenta que, días después, un dramático acontecimiento la hizo comprender que los fantasmas no se marchan, que viven en nuestra mente, detrás de nuestros ojos, al tiempo que plantaba el germen de esta novela.

En Mañana acabará todo (Editorial Navona, 2024), Susana Rodríguez cambia el thriller noir por la oscuridad de una guerra. La de la Guerra de los Balcanes, el conflicto más sangriento ocurrido en suelo europeo desde que acabase la Segunda Guerra Mundial. Disputas étnico-religiosas que resultaron en cerca de 200.000 muertos y millones de almas desterradas de sus hogares y sus vidas. Y uno de los primeros conflictos sancionados y juzgados oficialmente como genocidio. Con una prosa sencilla, afilada e irónica, la autora nos sitúa en medio de una llanura cualquiera de la antigua Yugoslavia. Sobre la ajada tierra hollada por la ignominia y las bombas se levanta una casa. Parece a simple vista una casa cualquiera pero no lo es. En tiempos anteriores al reinado de la parca fue un burdel. Donde antes gobernaran los placeres de la carne, la risa y el jolgorio ahora campa a sus anchas la desolación entre telarañas, escombros y la muerte lamiendo las paredes. Tras cinco largos y extenuantes años dedicado al oficio de la guerra y la supervivencia, Fiódor, el antiguo cocinero del burdel, vuelve al que fuera su hogar y, al verlo en pie, decide convertirlo, tanto el edificio como su alma, en un lugar habitable. Dentro encuentra, escondidas en el desván, a Daniela, Adriana y un diminuto bebé sin nombre que nació al amanecer. Poco tiempo después se les unen Dunja, una de las chicas que trabajaba como prostituta allí, y Rita, la antigua madame y propietaria del inmueble, junto a Helldoor, un can aparentemente salido de las mismas fauces del infierno. Cada uno con sus miedos, pesadillas y dolores que sobrepasan los límites de la comprensión, tendrán que aprender a convivir y construir un mañana donde la luz sea posible. Pero, ¿y si acaso el destino jugara con las cartas marcadas?

Susana Rodríguez, en Mañana acabará todo, ofrece al lector un atisbo de humanidad conservada a pesar de la barbarie y la desgracia. Con habilidad, construye personajes bien perfilados, complejos, repletos de aristas y pasados ineludibles. Convierte un antiguo burdel en el epicentro de una trama donde se conjugan el dolor y la esperanza y donde cohabitan las atrocidades vividas con momentos de ternura. El ayer y la posibilidad de un mañana. El amor y el miedo. Con mucho acierto, Susana incide de manera directa y sin tiritas en la violencia sexual sobre la mujer como uno de los grandes crímenes de la guerra, que destroza por igual pasados, presentes y futuros. Una novela dura y conmovedora, sin duda, de lectura absolutamente recomendable. 


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