sábado, 11 de noviembre de 2023

La música de los huesos, de Nagore Suárez




Dice la RAE que la música es el «arte de combinar los sonidos de la voz humana o de los instrumentos, o de unos y otros a la vez, de suerte que produzcan deleite, conmoviendo la sensibilidad, ya sea alegre, ya tristemente». Los que la amamos sabemos que cualquier definición se queda corta. Unos acordes iniciales, el rasgueo de una guitarra, la respiración de un bajo o el latido de una batería son un regalo que acaricia todo aquello que escondemos bajo la coraza y es capaz de rescatarnos del pozo más profundo y más oscuro. Podréis intuir sin mucha dificultad que mis vicios confesables son la lectura y la música, y os digo que, cuando un/a autor/a las combina en una obra, casi casi me ha ganado la partida sin haberla empezado. La obra que acabo de terminar cuenta, entre sus ingredientes, con festivales musicales, letras y títulos de canciones (el título de cada capítulo corresponde al de una canción). Si a eso le sumamos la solvencia narrativa de la autora y su capacidad de mantenerme en tensión de la primera a la última página, ya podéis imaginar el resultado.
La música de los huesos (Penguin Random House, 2020) es la primera novela de Nagore Suárez y la que encabeza su Trilogía de los Huesos. Es un thriller policíaco ambientado en tierras navarras que me ha dejado con ganas de más (por lo que no os extrañará que, una vez acabe de escribir estas líneas, me lance de cabeza a por el segundo). En su primera novela, la autora nos presenta a Anne Aribe, una joven de veinticinco años que decide cambiar de aires, abandonar su empleo en una agencia de comunicación para ser periodida freelance y cambiar Madrid por la Ribera Navarra, donde su familia materna tiene una residencia de verano. Allí tiene la intención de reencontrarse con viejas amistades y bailar hasta la extenuación en un festival de música. Antes, por supuesto, parará en San Sebastián para visitar a su abuela y pasar un par de días con ella. Sin embargo, el destino tiene otros planes para Anne. Al poco de llegar a casa de su amatxi, reciben una llamada del encargado de las obras de la residencia veraniega informándolas de que han encontrado unos huesos enterrados junto a la fuente del jardín y han tenido que dar parte a la policía foral. Anne se verá obligada a adelantar su viaje al pueblo para encargarse del tema que, en principio, es sencillo. Hace unos 15 años enterraron allí a Uva, el perro de su amigo Abel. No obstante, la foral le hará saber que, bajo la osamenta del can, se han hallado restos humanos. Nagore Suarez utiliza, con mucha habilidad, dos líneas temporales para el desarrollo de la trama. En capítulos alternos, hace al lector desplazarse hasta al año 1978 cuando Marga, la madre de Anne, y su mejor amiga Carmen, madre de Paloma (amiga de Anne en el presente), vivirán una experiencia de juventud relacionada con el Festival Internacional de Rock por el Nuevo Milenio y unos hippies a los que acaban de conocer. Una experiencia que las dejará marcadas para siempre. En la trama del presente, el lector será testigo, junto a Anne, Paloma, Abel y Gabriel Palacios (un conocido de la infancia que ahora es subinspector de la foral), del avance de la investigación acerca de los huesos y de los entresijos del festival de música que ese año vuelve a celebrarse en la localidad. La aparición del cadáver de una asistente al festival supondrá un giro importante ya que entrecruzará ambas líneas temporales. Pasado y presente se combinarán en un rompecabezas que los protagonistas deberán resolver a pesar de las resacas.

En La música de los huesos, Nagore Suárez ya demuestra su solvencia con una trama bien definida e hilada. Ofrece al lector un ritmo ágil y fresco mediante capítulos cortos y abundancia de diálogo. Por supuesto, no se olvida de la dosis necesaria de amor que mueve el mundo y pellizca un poco el estómago y el corazón. La autora mezcla todos los ingredientes necesarios para que la lectura sea amena, y que una esté deseando llegar a casa para volver a coger el libro. Muy recomendable.

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