La sangre, además de ser importante a nivel fisiológico, tiene gran relevancia mitológica y simbólicamente hablando. Se la ha relacionado con la vida y el alma, con los cultos solares y la recolección de las cosechas, con la juventud y el deseo de inmortalidad. Su color ha sido fuente de inspiración de numerosas metáforas y su derramamiento causa y consecuencia de innumerables guerras. Obviaremos su génesis, su composición química y las leyes de la física que gobiernan su circulación. Sin embargo, en ocasiones no tendremos más remedio que hacernos alguna pregunta de índole genética: ¿qué contiene nuestra sangre que nos hace como somos? ¿Comparten glóbulo las moléculas de oxígeno con vicios hereditarios? ¿Cohabitan el rojo plaquetas y mezquindades congénitas? No me equivocaría mucho si afirmase que estas y otras cuestiones similares pueblan las noches de insomnio de Marcela Pieldelobo, protagonista de la novela que acabo de terminar.
En la sangre (Harper Collins, 2023) es el significativo título escogido para la sexta novela de Susana Rodríguez Lezaun, segunda entrega de la saga encabezada por la inspectora Pieldelobo e iniciada en Bajo la piel. La trama comienza pocos meses después del desenlace de la primera entrega, con una Marcela Pieldelobo en el punto de mira de sus superiores a causa de sus constantes transgresiones a los límites de la legalidad y su inobservancia de los principios básicos de funcionamiento de la escala jerárquica. Por si ya fuera poca la presión a la que se ve sometida, le asignan –sin posibilidad alguna de réplica– la espinosa misión de arrancar la confesión de culpabilidad del inspector Ribas, el que fuera su antiguo amante y mentor, principal y único sospechoso en un caso de asesinato y tráfico de drogas. Para cumplir su objetivo, tendrá que trasladarse a Bera, una pequeña población a 75km de Pamplona, enclave abertzale y punto de inicio de las rutas que cruzan las mugas para introducir droga en Francia. Sus primeros pasos en la investigación la empujan a rechazar la versión oficial (es Pieldelobo, no podía ser de otra manera) y seguirá indagando a pesar de advertencias y palos varios en las ruedas. En paralelo a las pesquisas de Marcela, Susana Rodríguez Lezaun nos irá mostrando la voz de Elur Amézaga, la chica asesinada supuestamente por Ribas, que irá desgranando poco a poco sus cómos y sus porqués. Esta vez Pieldelobo lo tendrá crudo para apoyarse en el bueno del subinspector Bonachera, enfangado hasta el cuello en el lodazal de las deudas y el vicio y víctima de un intento de chantaje por parte de la misma mano en la sombra que amenaza a Marcela con desvelar cierta información que destruiría su ya maltrecha reputación y, por supuesto, su carrera profesional. La solución vendrá de mano de... Ah, no, de eso nada. Si quieren saber, pues léanla.
Capítulos cortos, manejo soberbio de la tensión dramática y un personaje central de los mejores que he encontrado hasta la fecha. Marcela Pieldelobo es una paradoja con patas que me ha enamorado desde el primer minuto. Dura como el acero en apariencia, pero al tiempo frágil como el ala de una mariposa que busca refugio durante la tormenta. Arisca y seca para la mayoría, sedienta de amor y ternura en la intimidad. Deseosa de borrar el pasado pero con la maldición de la estirpe taladrándole los días y las noches: «lo llevas en la sangre, Marcela». El inspector de la Foral Damen Andueza será uno de los pocos capaces de permanecer a su lado a pesar de su aparente desapego, de su aspereza, de sus aristas cortantes. Será que me gustan las almas desportilladas porque, sin duda, quiero más Pieldelobo.
Oye, pues no pinta nada mal...
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