viernes, 31 de diciembre de 2021

Los besos, de Manuel Vilas


.. los besos, porque los besos siguen siendo el mayor misterio del mundo. Nadie logrará saber qué es un beso, por qué existen los besos, qué significan en realidad. Tienen un poder desconocido.
Los besos, allí está todo, en los besos.

En ocasiones, la inmensidad del universo se concentra en los besos. En ellos regalamos y recibimos alma. Tienen el poder de desatar las más terribles tormentas, el caos más aterrador, pero también sumergen nuestro espíritu en las aguas apacibles de la calma y nos hacen recordar constantemente lo afortunadas y afortunados que somos al darlos y al acogerlos. Dulces o lascivos, tiernos o provocadores, sosegados o ardientes... Lo importante es que no falten nunca.

De la misma opinión debe de ser Manuel Vilas, pues titula su última obra, publicada por Planeta en septiembre de este 2021, de una forma tan sencilla y hermosa como Los besos. En ella, Salvador, su protagonista, prejubilado a los 58 años por imperativo médico, le narra al lector en primera persona sus vivencias durante el confinamiento en un bungaló alquilado al sindicato de enseñanza al que está afiliado. De todas sus experiencias, la más importante y la que actúa como foco del relato es, sin duda, el hallazgo del amor en una mujer más joven que él, Montserrat, a la que él bautiza como Altisidora (en honor a la célebre dama cervantina). Navegando entre la poesía y la filosofía de las imágenes más prosaicas (la importancia de las sartenes, por ejemplo, o la vulgaridad que representa un rollo de papel higiénico) y de las emociones más profundas, Manuel Vilas es valiente y se arriesga a dibujarnos un esbozo de la identidad humana, con sus luces y sus sombras. Nos habla del amor maduro, con sus ventajas y sus inconvenientes, y de la absoluta necesidad de amar y sentirnos amados para luchar contra la Oscuridad que pretende dominar nuestros días. Nos habla de platonismo e idealización, pero también de piel y pasión carnal.  Tampoco le falta la ironía, sobre todo en cuanto a crítica social: rebautiza al presidente de esta nuestra nación como Narciso (no podía haber estado más acertado, pienso yo) y habla del gel hidroalcohólico como nueva agua bendita. Establece, pues es su única lectura durante la narración, un divertido (e inquietante a veces) paralelismo de su persona y sus circunstancias con las de Don Quijote de la Mancha. La obra está llena de reflexiones profundas, inteligentes y conmovedoras que a mí, personalmente, me han dejado poso y sobre las que iré trabajando.

Una obra tristemente hermosa y hermosamente triste donde los personajes no vacilan al tomar la decisión final. Aquí dejo algunos de los muchos fragmentos que me han emocionado:

"Elijo la memoria de un amor" , p. 415

"Y si no te vuelvo a ver nunca más, jamás te olvidaré.
Siempre estarás en mí, siempre en mis pensamientos, todos los días que vivimos juntos serán recordados en cada latido de mi corazón, en cada parpadeo de mis ojos, en cada pliegue de mis arrugas venideras", p. 431

"Fuiste un regalo de la vida. Un regalo de los más altos dioses del universo. Ojalá yo te diera una décima parte de lo que tú me diste" , p. 432.

Hermosa, triste pero muy hermosa. 

jueves, 23 de diciembre de 2021

La ira del insecto, de Antonio J. Ruiz Munuera

Aprendió a matar muy pronto.
Su primer muerto fue una cría de golondrina. Ella tenía unos días. Él, seis años.

De esta forma tan contundente, tan dura y tan irreversible comienza Antonio J. Ruiz Munuera La ira del insecto (Ediciones de Librería Estvdio, marzo de 2019), ganadora de la XXII Edición del Premio de Novela Corta José María de Pereda, otorgado por el Gobierno de Cantabria. Esas líneas iniciales ya permiten al futuro lector percibir la atmósfera luctuosa que envuelve los escenarios y personajes de la obra.

Ambientada en su Lorca natal (que respira y vibra como un personaje más de la novela) y recurriendo a Águilas ó Almería como escenarios esporádicos, La ira del insecto nos presenta una historia cruel y despiadada que combina personajes marginales enraizados en entornos delictivos con criminales desalmados, inhumanos y sádicos en extremo. Ruiz Munuera empieza relatándonos el luctuoso pasado de uno de sus protagonistas, Diego Quesada, para anunciarnos poco después la aparición del cadáver de su hermano en un parque público. En ese momento entra en escena el equipo policial, confirmado por Lucas Daireh, Mari Huertas y la forense Escarbajal (a Daireh y Escarbajal ya los conocimos en su novela anterior, Ojo de pez). Tanto Diego Quesada, alias Jarri (junto a su leal amigo Navajo) como los investigadores se verán obligados, unos por lealtad y otros en cumplimiento del deber, a meter las narices en un asunto turbio y peligroso donde figuran como actores principales dos antiguos miembros de la Ustacha, organización terrorista nacionalista croata basada en el racismo religioso, ​ aliada del nazismo, formada en 1929 por Ante Pavelić.​ Drogas, trata de mujeres encubierta por otras actividades supuestamente lícitas, crueldad y salvajismo recalcitrantes serán pues los ingredientes de una trama que, en ocasiones, hará al lector cerrar los ojos para no seguir leyendo y respirar antes de que vuelva a doler.

Con una prosa sencilla pero muy cuidada, Antonio J. Ruiz Munuera establece un interesante (y acertado) paralelismo entre la evolución del argumento de la novela y las diferentes etapas de la vida de un insecto, que captan totalmente la atención del lector usándolas como entradilla de cada una de las partes de la obra. Otro acierto del autor en La ira del insecto es, a mi juicio, usar el humor, por ejemplo en las conversaciones del equipo policial, como contrapunto a la sordidez de la trama, regalándole al lector un balón de aire que a veces, durante la lectura, es justo y necesario. Ya no me extiendo más. Simplemente, léanla. Merece la pena. 

jueves, 9 de diciembre de 2021

Teatro fantasma, de Ismael Orcero

Decía Séneca que la vida es una obra teatral que no importa cuánto haya durado, sino cuán bien haya sido representada. Según Arthur Miller, el potencial de fascinación del teatro radica en el hecho de ser tan accidental como la vida. El autor cuya obra acabo de terminar debe de estar de acuerdo con ambas celebridades, puesto que nos ofrece una pieza teatral excelentemente representada cuya materia prima no es sino la vida misma, sus caras y sus cruces, sus luces y sus sombras.

Al levantarse por primera vez el telón del Teatro fantasma de Ismael Orcero, publicada por Boria Ediciones en mayo de este 2021, el lector ya percibe de entrada un aroma a melancolía, una nostalgia serena de tiempos que fueron y no volverán, que habitan el abismo de la memoria y quizá alguna vieja fotografía o diapositiva. Las páginas de la obra, más que un diario o un compendio de relatos, conforman un lienzo hecho de retazos basados en su propia existencia. En los diferentes actos de su pieza podremos observar fantasmas de vidas anteriores que impregnan las paredes de una vivienda hasta entonces deshabitada, cafeteras de esencia inmortal, plumas estilográficas que son en realidad cetros reales, juegos y promesas de cuando era niño, jornadas en la oficina o currículos en tránsito, a sus padres, a su pareja. Su pasado, su presente y algún atisbo de su futuro. Acontecimientos importantes, pérdidas irreparables, imágenes adheridas a la retina de su memoria. Nostalgia, sí, pero no una nostalgia catastrofista, sino una mirada sosegada y reflexiva que probablemente le ayude a leer su propio yo mientras se escribe. Sin necesidad de rima ni de métrica, a menudo se desprende de sus líneas pura poesía, sobre todo en aquellos fragmentos donde van de la mano amor, dolor y ternura.

Las armas más poderosas de Ismael Orcero en Teatro fantasma son la sencillez (no confundir con simpleza, por favor) y la cotidianidad. Con un estilo llano y asequible, sin que ello suponga merma alguna a la calidad literaria, Ismael Orcero enciende el proyector y por delante de los ojos del lector comienzan a desfilar con toda naturalidad escenas que bien podrían pertenecer a nuestras propias vivencias. Mezcla en ellas melancolía, felicidad en diferido, incertidumbre, ironía, dolor, denuncia social. Y lo articula todo de manera tan sutil y certera que, cuando cae el telón por última vez en su obra, no tenemos más remedio que comenzar a construir nuestro álbum particular, nuestro propio teatro fantasma. Seguiría ahondando en las virtudes de Teatro fantasma, en sus propiedades beneficiosas para el organismo y puede que, incluso en su potencial terapéutico, pero en realidad solo les diré: léanla y sean testigos de primera mano de lo que ocurre cuando se alza el telón. 

lunes, 6 de diciembre de 2021

La colina del árbol hueco, de Manuel Moyano

Tener la posibilidad de viajar a lomos de un libro se me antoja siempre una experiencia mágica. Viajar al punto geográfico o al momento histórico que señala con sus palabras un autor en su obra es un aliciente sumamente motivador. Desplazarse a través del recuerdo hasta la propia infancia es si cabe más hermoso todavía.

La colina del árbol hueco, de Manuel Moyano,  publicada en octubre de este mismo año por Alfaqueque Ediciones, me ha transportado a finales de los 80, cuando no contaba en mi haber más que con ocho inviernos y adoraba por igual leer historias de Los cinco o Los siete secretos y jugar en el barrio con mis amigos. Ya en el prólogo el autor nos revela el catalizador que dio lugar a su relato: la inesperada visita del anciano Israel Marmitón y los increíbles acontecimientos que, según él, tuvieron lugar en su niñez. En los capítulos posteriores, descubriremos cómo Nando (alias Cachalote), el miembro más corpulento de la pandilla de Israel, pierde su sombra y cómo, a partir de ahí, el inquietante fenómeno mantiene en vilo a toda la ciudad. El grupo de amigos al completo se embarca entonces, al igual que Peter Pan, en la aventura de recuperar sombras, pero... ¿lo conseguirán? Para averiguarlo, tendrán que adentrarse en las páginas de La colina del árbol hueco (y recuerden, por favor, que la edad es solo un cálculo irrelevante en base a unos números).Las ilustraciones que acompañan al texto, realizadas por Francisco Javier García Hernández, le aportan al conjunto una nota simpática de misterio.

Manteniendo un nivel de lenguaje bastante más que aceptable, Moyano nos invita en esta obra a recuperar la ilusión de cuando éramos aquellos locos bajitos (bueno, algunas seguimos siendo bajitas y locas...) y a recordar. A mí, por ejemplo, me viene a la mente una pandilla de barrio, de la que esta servidora era la única fémina (al igual que Queta), que ideó un plan infalible para descubrir la guarida del Tío Saín y hacerse amigos suyos. Sonrío al acordarme. 

domingo, 5 de diciembre de 2021

La estancia, de Pedro Brotini

La progresión armónica de las notas de  cuerda del Canon en re mayor de Pachelbel se adueña del ambiente del salón. Al otro lado del cristal de la ventana sopla el viento helado de una fría tarde de diciembre, pero yo siento una agradable calidez en las yemas de los dedos y en los pliegues del alma que solo proporcionan los momentos mágicos. Algún espíritu que me tiene en alta estima (y al que estoy profundamente agradecida) ha decidido hacerme el precioso regalo de disfrutar de las últimas páginas de La estancia, de Pedro Brotini, con el acompañamiento de una de las piezas musicales más hermosas del mundo. Magnífico colofón para una obra que ha acariciado algunas de las fibras más sensibles de mi yo y me ha vuelto a hacer soñar.

En La estancia, publicada en el año 2017 bajo el sello de La Fea Burguesía, Pedro Brotini vuelve a hacer uso de una prosa cuidada, delicada y elegante para hacer al lector partícipe de una historia repleta de emoción, ternura y sueños por cumplir donde queda más que patente su profundo amor por la literatura. En ella, el camino de Irene, una mujer que tuvo que renunciar a sus ilusiones de futuro debido a uno de esos quebrantos que a veces la vida nos depara, se cruza con el de Aurora, una anciana peculiar cuyo objetivo en los años que le restan es ver culminado el propósito de su marido, fallecido hace unos años. Ese propósito conecta la trama en tiempo presente con una línea argumental del pasado, que trasladará al lector al verano de 1816 en Suiza, concretamente a Villa Diodati, donde tuvo lugar una reunión que marcaría un hito en la historia de la literatura. Los asistentes a esa reunión fueron nada más y nada menos que Lord Byron, Percy B. Shelley, Mary Shelley y John Polidori, entre otros. Puede que de ese erudito concilio nacieran dos de las mejores obras literarias que ha conocido la humanidad. El título de una de ellas es célebre en el mundo entero (al lector no le costará demasiado averiguarlo), pero, ¿y la otra? La labor de nuestras protagonistas, Aurora e Irene, será precisamente indagar acerca de esa joya que nunca llegó a ser conocida. El resto... tendrán que leer La Estancia, por supuesto, para averiguarlo.

Dicen que la mitad de una obra la crea el autor, y la otra mitad la aportan los lectores. Siendo así, el resultado de la conjunción de Pedro Brotini y esta lectora es una novela preciosa, de ritmo sosegado y que ha emocionado profundamente a una mujer que un día también fue filóloga y admiradora de las pocas líneas que hasta nosotros han llegado de Polidori, primer padre del vampiro romántico. La dulzura de la narración de Brotini es inmensa y palpable, incluso en los momentos de melancolía y oscuridad. Insisto en que, hasta ahora, es el narrador más dulce que ha pasado por mis manos. Una frase de esta obra me llevo grabada en el corazón, por muchos motivos:

"El mundo necesita a gente que crea en unicornios, Aurora"

Lean La estancia, y ojalá puedan disfrutarla una millonésima parte de lo que lo he hecho yo. 

domingo, 21 de noviembre de 2021

El tiempo de las palabras azules, de Pedro Brotini Villa


El mundo está lleno de tesoros. Solo es necesario estar en el lugar adecuado y en el momento preciso para hallarlos. El azar puede ponerlos en nuestro camino un día cualquiera en el instante menos esperado y cambiar, a partir de ahí, la configuración del multiverso que habitamos. No es un secreto para nadie que esta lectora ha encontrado la mayoría de sus tesoros más importantes entre las páginas de un libro, y que alguno de ellos la ha cautivado hasta tal punto que ha hecho que sus ojos apreciaran en el cielo colores nuevos que hasta ese momento no había percibido. Descubrir una obra y que su autor sea capaz de reconfigurar las emociones que se se asocian a un color es, sencillamente, un regalo que no esperaba.

El sábado gris de ayer me obsequió con la oportunidad de descubrir El tiempo de las palabras azules, de Pedro Brotini, ganadora del IV Premio Volkswagen Qué Leer y publicada en 2011 por MC Ediciones. En esta primera novela, de corte psicológico, Brotini nos relata de manera exquisita una historia donde la melancolía y la esperanza brillan a partes iguales. Con una prosa cuidada, elegante y sosegada, nos cuenta cómo Angélica, tras toda una vida de apacible matrimonio, queda viuda y en una situación económica preocupante. Su única opción, vender el Volkswagen 1500 modelo 3 a medio restaurar que había sido la gran pasión de su difunto marido. Para ello contará con la inestimable ayuda de su amigo y abogado, Martín. En su búsqueda de la persona capacitada para continuar con la restauración de la joya automovilística, sus pasos los llevan a la puerta de Abel, un antiguo aprendiz del difunto en cuyo pecho late una historia de amor inconclusa que le aparta del mundo y de cualquier perspectiva de futuro. Durante el proceso de compostura del vehículo, surgirá entre Angélica y Abel un precioso vínculo de amistad que les llevará a ambos a desatar los nudos que les aprietan el pecho y les bloquean la esperanza. Además, alguien descubre la verdadera historia del automóvil que intentan vender (conectada a una celebridad mundial) y las expectativas crecen exponencialmente para lectores y personajes. Una verdadera delicia de historia que suaviza los contornos oscuros y afilados de la pérdida e instala al lector en el regazo de una calma apacible y deseada.

Desgranada en capítulos cortos que procuran una lectura ágil y al mismo tiempo tranquila, sin grandes sobresaltos, sin grandes dramas, sin estridencias, El tiempo de las palabras azules es, por el momento, la lectura más tierna que ha pasado por mis manos. Sus páginas destilan una dulzura y una emoción que, de algún modo, quedan adheridas a las yemas de los dedos y permean la piel hasta introducirse en ese espacio inconcreto al que llamamos alma. Un auténtico placer y una experiencia inolvidable.

Os dejo uno de los fragmentos que más me han gustado (pinchad encima de Palabras azules):

Palabras azules



sábado, 20 de noviembre de 2021

El Quinto Sol, de Andrés Cánovas Izquierdo

A lo largo de la historia, las diversas culturas se han aplicado en erigir y dar forma precisa a una cosmogonía que de respuesta al origen del universo y de la propia humanidad. Los mexicas, escindidos de los aztecas en algún punto indeterminado del tiempo, creían que, desde su creación, la Tierra y el Universo que la contiene habían pasado por cinco etapas, regidas cada una por un sol. Según ellos, ahora estaríamos en la era del Quinto Sol, y un día concreto de un año concreto sería necesario un sacrificio que posibilitara la continuidad de nuestra existencia.

En esta leyenda mexica se basa Andrés Cánovas Izquierdo para la construcción de su primera novela (y espero sinceramente que haya más) , que lleva precisamente el título de El Quinto Sol y ha sido publicada por los servicios editoriales de la Asociación Palin hace poco más de un mes. En sus algo más de 400 páginas, Andrés Cánovas le ofrece al lector una novela negra casi arquetípica con ciertos matices que la anclan sin lugar a dudas a nuestra era tecnológica. Geográficamente, sitúa la trama en la Región de Murcia, concretamente en Mazarrón y alrededores ya que, debido a su trayectoria personal y profesional, conoce bien la zona. El preámbulo de la obra, inquietante y absolutamente desasosegador, ya vaticina la tensión dramática de las páginas que vendrán a continuación. En el primer capítulo nos presenta al cabo de la PJ de la Guardia Civil León Montalbán, temporalmente suspendido de empleo y sueldo y al borde del colapso personal. Pronto conoceremos a su fiel compañero Chente y a Elena, una novata en el cuerpo que será toda una caja de sorpresas. El catalizador de la acción: una mujer que aparece en la playa con un corazón y unos mechones de pelo humano y afirma que solo hablará con el cabo Montalbán. A partir de ese momento, la tríada protagonista tendrá que ponerse manos a la obra para descubrir de dónde proceden los restos humanos y evitar nuevas muertes antes del ocaso del Quinto Sol pero... Pero, ¿de verdad esperan que se lo cuente? De eso nada. La leen y sufren como yo.

Intriga, mucha tensión, mentiras y medias verdades acompañarán al lector durante la mayor parte de la obra. Otras veces transitará, envuelto en un halo de tristeza, las sendas del remordimiento y la culpa, buscando el ansiado olvido en el fondo de una copa o de muchas. A menudo navegará también por la mente del asesino y de su inseparable hermano, y con él volverá al pasado anhelando encontrar alguna clave. Al autor se le da bien jugar con la perspectiva y, con mucho tino, otorga a cada uno de sus personajes la voz y el espacio necesarios para dinamizar y dramatizar una trama que atrapará al lector prácticamente desde el primer instante. Por otro lado, la portada de la novela es sencillamente espectacular, llena de fuerza y con mucho simbolismo (que apreciarán, sin duda, cuando terminen de leer la obra y vuelvan a mirarla con detenimiento). ¿Se la van a perder? 

domingo, 14 de noviembre de 2021

Descenso al abismo, de Javier Marín

Hay autores expertos en crear intriga y mantenerla durante toda la obra. Hay otros maestros de los giros argumentales que te dejan con la boca abierta. Y hay otros que combinan las dos facetas con tanto arte que mantienen al lector boquiabierto, ojiplático y con taquicardia la mayor parte de la obra. Entre estos últimos, podríamos citar, por ejemplo, al pinatarense Javier Marín, al que todavía tengo que decidir si aprecio u odio. Es bueno en lo suyo, desde luego, pero no sé si puedo perdonarle el haber estado a punto de volver a morderme las uñas.

En Tablero mortal ya dejó patente su valía como autor de novela negra, y vuelve a hacer gala de ella en Descenso al abismo, la segunda entrega de la serie Marco Duarte, autopublicada este mismo 2021.En esta última, que empieza unos meses después de haber cerrado el caso del asesino invisible, que mantuvo en jaque a toda la ciudad durante semanas en Tablero Mortal, Marco Duarte y su equipo se enfrentarán a un nuevo y macabro reto: descubrir la identidad del criminal que va dejando un rastro de cadáveres femeninos cuyo único factor común es que son mujeres, que viven solas, y la amputación post mortem de un dedo meñique. Hilos de los que tirar, entre pocos y ningunos. Tiempo, en negativo si quieren evitar un reguero de muerte. La prensa, para variar, no ayuda mucho y, por si faltaba algo, hay un topo en la comisaría. La perspicacia de un nuevo miembro del equipo les dará la clave para conseguir detener al asesino, pero mientras... Mientras, tendrán que leerla si es que acaso les picara la curiosidad porque, desde luego, no seré yo quien les vaya a hacer spoiler.

Carreras contra reloj, nervios, desesperación y angustia, y una luz al final del camino. Dramas personales, personajes intrigantes y alguna nota de amor. Letras de canciones (me encanta que el autor las incluya) y una pizca de magia. El conjunto de todo lo anterior junto a la narración ágil, dinámica, convierten a Descenso al abismo en una lectura adictiva no apta para lectores con cardiopatías. Sin embargo, lo que esta humilde lectora destacaría, por encima de todo, de esta novela es la maravillosa habilidad del autor para engranar tramas y subtramas de manera natural, encaminándolas sin dificultad alguna hacia su punto de convergencia, y sus asombrosos giros argumentales (que serían, sin duda, aplaudidos por el mismísimo Jeffrey Deaver). Léanla y me cuentan. 

lunes, 1 de noviembre de 2021

Cuentos de terror, de Sheridan Le Fanu

Hay veces que una coge una obra con mucha ilusión y, cuando acaba, se queda más fría que una mañana de enero. Eso es justo lo que me ha pasado con los Cuentos de Terror de Sheridan Le Fanu. Quiero pensar que la culpa la tengo yo por haber elegido una edición "barata" (la de Plutón Ediciones) con una traducción que deja bastante que desear (pesimísima a ratos, diría yo), porque me parece imposible que el autor de mi adorada Carmilla me haya dejado tan indiferente.

Aun así, pensaré en los aspectos positivos para que la decepción no sea completa. Un punto a favor de Le Fanu es la ambientación de los relatos: los sitúa en el frondoso paisaje de su Irlanda natal, de un lujurioso verde durante el día y una siniestra oscuridad durante las horas nocturnas. Inmersos en lluvia, bruma y misterio. El atrezzo victoriano de escenarios y personajes también ayuda bastante, pero...

Ay, son muchos peros. Por un lado, Le Fanu basa sus relatos en el folklore irlandés, riquísimo en mitos y leyendas, por lo que me extraña y casi me ofende que sean tan repetitivos en cuanto a personajes y situaciones: disputas por herencias, vidas descarriadas y apariciones fantasmales que casi en su totalidad, conducen a la muerte. Pocos cuentos se salvan de este patrón. Por otro lado, la traducción es a ratos tan mala que, en lugar de inquietud, lo que me ha provocado ha sido una confusión mayúscula y algún bostezo de aburrimiento.

Dentro de un tiempo, tendré que volver a esta obra en versión original a ver si mejora algo. De momento, ustedes alejense de esta edición y no pierdan su precioso tiempo. 

sábado, 30 de octubre de 2021

El grafiti del Cid, de Paco López Mengual

Me quedó claro ya desde La memoria del barro que Paco López Mengual era uno de los grandes de las letras. Lo fui confirmando en obras posteriores. Su modo de engranar historia y realismo mágico, su forma de narrar y salpicarlo todo con generosas dosis de humor dan fe de ello. Ahora, lo que descubro en El grafiti del Cid es su versatilidad como autor, pues se adentra en el terreno de la narrativa juvenil y vuelve a demostrar su maestría. Cautiva al lector con su frescura y no rebaja un ápice la calidad literaria de su prosa.

El grafiti del Cid (Tirano Banderas, 2017) se ambienta en su patria chica, Molina de Segura, y parte de una leyenda: un supuesto entramado de túneles bajo la ciudad que sirvió de vía de escape al rey al-Samiz III al verse hostigado por los almorávides. Esta leyenda y la supuesta visita del Cid a Molina en el año 1089 son la materia prima que López Mengual utiliza para elaborar la simpática trama de esta novela. Su protagonista, Elena, es una adolescente de 14 años que comienza, con más desgana que otra cosa, a leer el Cantar de Mio Cid para un trabajo literatura. Junto a su familia, acaba de mudarse a un caserón restaurado de más de un milenio de antigüedad, donde se cuenta que estuvo hospedado el Cid allá por 1089. Uno de los rasgos distintivos de Elena, según su padre, es su torpeza (de ahí mi empatía con esta pobre chica), y no parece andar muy errado ya que, al intentar clavar una chincheta en una de las paredes de su dormitorio, se desprende de esta parte del estuco que la recubre y deja al descubierto una curiosa inscripción: Evades sed cautivo mio Cid (Aquí está preso el Cid). A partir de este hallazgo, empieza, junto a su mejor amiga, una divertida labor de investigación que la llevará de sorpresa en sorpresa.

Adolescentes enamoriscadas, padres con el ceño fruncido, príncipes árabes, trillizos malcarados, plumas, tesoros ocultos y alguna organización en la sombra son los ingredientes de esta novela dulce que, en ocasiones, hará al lector pasear por las callejuelas de la Molina del s. XI. La construcción del personaje de Elena es, sencillamente, espectacular (sobre todo si se tiene a una Elena así en casa). Si quieren disfrutar de un buen rato de lectura y, a la vez, revisar ciertas verdades históricas, no lo duden. Léanla. 

martes, 26 de octubre de 2021

Maldito chino, de Paco López Mengual

A veces, cuando acabo de leer una obra, me quedo un rato pensando en qué querría de mí el autor como lectora. ¿Que reflexionara sobre un tema en concreto? ¿Que empatizase con algún personaje o que aprendiese algo? ¿Que simplemente me dejase llevar por la historia? En el caso de Maldito chino (Círculo Rojo, 2013), de Paco López Mengual, el propósito del escritor está claro como el agua: hacer que el lector se ría hasta que se le salten las lágrimas. Objetivo muy loable, por cierto, pues la risa es beneficiosa a todos los niveles.

Maldito chino es una novela hilarante en cuyas páginas confluyen una infinitud de disparates. Imaginen a su protagonista: un cincuentón esquizofrénico y devoto de Pérez-Reverte cuyo gran sueño es la regeneración de España. Imaginen que, un buen día, desaparece su mascota y comienza una divertidísima cruzada contra el Imperio Chino para que su chihuahua sea liberado y, de paso, proteger al país de una más que inminente invasión oriental. Recréense también en la imagen de un grupo de trasnochados nostálgicos del régimen franquista que conciben un embrolladísimo plan con el fin de obtener financiación para dar el golpe de estado definitivo que acabe con los treinta y tantos años de pesadilla democrática en que se haya sumida España. Súmenle a esto un preso fugado con profundas inclinaciones anticlericales, un importador de fruta que guarda un terrible secreto, una tita madrina que se acuesta cada noche con la mortaja puesta, una maga estríper, un político de alto rango disfrazado de mandarín, dos Testigos de Jehová negros, un dentista cabreado y un señor ecuatoriano que domina el arte de la levitación. El resultado, desternillante.

Ya conocía el lado cómico de Paco López Mengual, su retranca y su sorna, pero me ha pillado desprevenida esta obra gamberra e irreverente donde las haya. Jamás hubiera pensado que semejante encadenamiento de despropósitos pudiese alcanzar el nivel de calidad literaria de Maldito chino, pero me ha encantado descubrirlo. Les invito a leerla y a disfrutar de un rato de risas y buena literatura (siempre que no pertenezcan, claro está, a uno de los tropecientos colectivos designados al inicio de la obra como susceptibles de ofensa). 

jueves, 21 de octubre de 2021

El último barco a América, de Paco López Mengual

Algunos personajes de ficción son tan entrañables que, cuando el lector termina la última página de la novela, sabe que no va a tardar mucho en echarlos de menos. Eso es lo que me ha ocurrido a mí con Marcial, protagonista de El último barco a América (Temas de hoy, 2011), de Paco López Mengual, una obra que me ha encandilado ya desde la primera frase: «La noche de los disparos presentaba el típico cielo de un agosto moribundo, con sucesión de nubes amenazantes y claros estrellados». Un anticipo perfecto de la calidad de la prosa que vendrá a continuación.

En las 220 páginas de El último barco a América, Paco López Mengual relata la entrada fortuita de Marcial, un pastor adolescente, en el mundo de los adultos al comienzo de la Guerra Civil española. Huérfano a una edad muy temprana, Marcial vive con su hermano mayor, Negrillo, y su perro Fetén en el monte, de un lado a otro, sin hogar. El pastor que los acogió al morir sus padres emigró a  América, les dejó como legado un rebaño de ovejas y un cayado, y plantó en el corazón de Marcial la semilla de dos sueños: una nueva vida en el Nuevo Continente y el amor de una mujer. Una noche, mientras duermen, llega hasta ellos el barullo y el sonido de los disparos de un pelotón de fusilamiento. Corre el rumor en el pueblo de que han "ajusticiado" a once republicanos, pero esas cosas es mejor no saberlas. El terreno del que se sirven como clandestina sepultura adquiere, a ojos de nuestro inocente zagal, la forma del continente americano, avivando su sueño de partir un día hacia aquellas tierras. Pocas noches después, oye voces en la fosa y, al acercarse para ver qué ocurre, asiste boquiabierto a la aparición de los espectros de los once fusilados. El hallazgo de una alianza donde aparece grabado el nombre de la esposa de uno de ellos es para Marcial señal inequívoca de que el finado se la cede para su uso y disfrute. Esta pasión arrebatadora, junto al sueño americano, será un palo en la rueda de la maquinaria puesta en marcha por la incorpórea hueste para apoyar desde ultratumba al legítimo gobierno de la República. Conflictos éticos, decisiones complicadas y primeras experiencias pondrán a Marcial en el portal de la edad adulta pero, ¿hará realidad alguno de sus dos sueños? No piensen que les voy a desvelar yo aquí esta incógnita. De eso ni hablar. Léanlo.

Paco López Mengual lo consigue de nuevo. Vuelve a embelesarme desde el primer párrafo. Vuelve a envolverme en su prosa fresca y ligera de paso, teñida de humor a veces y velada de drama otras (la escena donde obligan a los muchachos a ahorcar a su perro me dejó de regalo un tenso nudo en la garganta). Su galería de personajes pintorescos es asombrosa y, junto con un realismo mágico que se combina página tras página con un guerracivilismo incoloro, casi dulce, hacen del relato en primera persona de Marcial una experiencia literaria deliciosa y plástica. Les invito a disfrutarla. 

domingo, 17 de octubre de 2021

Recuerdos de Lisboa, de Paco López Mengual

Viajar es una de las actividades más completas y enriquecedoras a las que dedicar nuestro tiempo de ocio. Uno puede optar por buscar transporte, reservar alojamiento y acarrear maletas con el objetivo de conocer lugares diferentes. Otra opción sería la dr elegir un sitio tranquilo, relajarse y conocer las calles, los enclaves emblemáticos y a los habitantes de una ciudad dejándose llevar por la prosa sencilla e intimista de un autor de ojos inquietos y afán divulgador. Esta lectora acaba de visitar Lisboa en las poco más de 50 páginas de Recuerdos de Lisboa (La Sierpe y el Laúd, 2011) de Paco López Mengual, y la experiencia ha resultado altamente gratificante.

En Recuerdos de Lisboa, Paco López Mengual comparte con el lector las vivencias de un viaje de cinco días a la capital lusa acompañado de su esposa, en el año 2007. Le habla de las calles que recorrieron, de los monumentos arquitectónicos que les llenaron los ojos, de los hitos históricos que marcaron la historia de la urbe, de los aromas y los sabores que les acompañaran durante el viaje. Su vista se posa también en las gentes que se cruzan en su camino, y aderezará el relato de sus excursiones con mendigos lisboetas de piernas y pies destrozados por el estado de sus calles (ironía modo on) y con cantantes de fado, profesionales o amateurs. Buscará la historia en cada rincón y se la trasladará al lector para que también pueda beber de ella (y, por si no lo saben ya, les diré que Paco López Mengual es un narrador fabuloso de historias fabulosas). Como buen amante de la literatura, buscará en su viaje la referencia literaria y se percatará de la profusión de librerías que salpican su paisaje urbano. Tres años después, nos cuenta, la traducción al portugués de su obra El mapa de un crimen luciría entre las expuestas en el escaparate de la emblemática librería Bertrand (qué orgulloso tuvo que sentirse al saberlo).

La prosa de López Mengual es, una vez más, brillante, y viene cargada de sentimiento (la frase que da inicio a la obra es bellísima: «Sé de una pareja que coleccionaba atardeceres»), de información y de toques de humor que, como es habitual, dan color a sus páginas. Si quieren conocer Lisboa de la mano de un magnífico narrador, adelante. Pasen y vean. 

sábado, 16 de octubre de 2021

La luz de Yosemite, de Antonio J. Ruiz Munuera

Ubicado a lo largo de las laderas orientales de la californiana Sierra Nevada, 320km al este de San Francisco, el Parque Nacional de Yosemite fue uno de los primeros espacios protegidos en el extenso territorio estadounidense. Cuentan quienes lo han visitado que el lugar cautiva desde el primer momento, y que la luz mágica de un amanecer o un ocaso entre sus rocas es algo que se graba en la memoria para siempre. Así debe de ser, puesto que el autor Antonio J. Ruiz Munuera le rinde homenaje en las poco más de cien páginas de La luz de Yosemite, publicada a principios de 2015 por Ediciones Desnivel.

Conocí a Ruiz Munuera con Ojo de pez, y me pareció un autor formidable, por lo que me hice con todas sus obras publicadas (hasta la fecha) y anoté su nombre en mi interminable listado de autores pendientes. El listado de autores fue escrupulosamente destruido por el bien de mi salud mental, pero este autor permaneció en mi cabeza desde entonces y, como ya es costumbre, decidí comenzar a disfrutarlo desde el principio. Así he llegado a La luz de Yosemite. Reconozco que, una vez leída la sinopsis (cosa que casi nunca suelo hacer; no sé por qué me dio por ahí), me asaltó una ligera duda. ¿Una obra sobre paisajes, montañas, escalada...? Creí que no iba a ser capaz de entrar en ella, de comprender, de gozar leyendo. Suerte que, para variar, no me hice caso, empecé a leerla y descubrí lo equivocada que estaba.

En La luz de Yosemite, Ruiz Munuera nos ofrece seis relatos que, como ya nos advierte en el prólogo, son miembros de una misma cordada encaminada a mostrarnos la historia de tan espléndido paraje (abarcan desde el año 1710 hasta 1998) y parte de las maravillas que alberga. En sus páginas habita una amplia galería de personajes — humanos y no humanos— que bailan al son de una narración concisa, amena y con cierto tono lírico que pone de manifiesto la pasión del autor por los elementos centrales de la obra: la naturaleza, la fotografía y la escalada. Los miwoks (primeros habitantes del lugar), John Muir, y renombrados fotógrafos, escaladores y saltadores comparten protagonismo con acantilados de granito, saltos de agua, ríos cristalinos, bosques de secuoyas gigantes y aves que surcan el cielo de Yosemite. La luz, el aire e incluso las ilusiones que se deslizan por las paredes de roca desnuda son también actores principales en el espectáculo orquestado por el autor en sus páginas. Su manera de contarlo es todo un festín para los sentidos y un acicate para la imaginación lectora.

Una delicia de obra, sí señor. 

miércoles, 6 de octubre de 2021

Tablero mortal, de Javier Marín

El Festival Cartagena Negra siempre es una caja de sorpresas, y esta edición de 2021 no iba a ser menos. Entre todas las novelas que adornaban la mesa bien provista de Santos Ochoa, hubo una que captó mi atención desde el primer momento y, junto con algunos otros, se vino conmigo a casa. Su portada, oscuridad y un encapuchado. Su título, Tablero mortal. Su autor, Javier Marín. Su premio, el Icue Negro. Galardones aparte, todo un descubrimiento.

En la portada de Tablero mortal, Javier Marín ya nos avisa (para mi deleite) de que nos hallamos ante la primera entrega de la Serie Marco Duarte que, como ya habrán podido suponer, es el nombre del carácter central de la novela. En ella, el lector se enfrentará y sufrirá (porque sufrirá con toda seguridad), junto al inspector Duarte, la inspectora Alejandra Verdú y el resto de su equipo, a la situación más difícil que hasta ahora les ha tocado vivir: tomando como referencia el juego de rol Arkham Horror, cuya trama gira en torno a Lovecraft y su universo ficcional, un individuo decide sembrar de horror y muerte una ciudad, según palabras del criminal, «cada vez más podrida». Tras cada uno de los asesinatos rituales dejará un escenario macabro donde los haya y una pista cuya interpretación les conducirá al siguiente. El equipo policial tendrá que librar una encarnizada batalla contra el reloj para tratar de detener el juego letal, hasta que... Uy, hasta aquí les puedo contar. Mejor si lo leen ustedes.

Con Tablero mortal, Javier Marín se revela como una promesa de la novela negra. Sus capítulos son cortos e intensos e imprimen a la narración un ritmo trepidante. Su manejo de la tensión dramática es excelente, aunque ya consigue atrapar al lector desde las primeras páginas. Lo dicho, un gran descubrimiento. Le seguiremos los pasos y esperaremos con ganas la llegada del siguiente. 

domingo, 3 de octubre de 2021

Follar y trabajar terminan en "ar", de Nicole La Nuit


‌Decía el escritor italiano Cesare Pavese que "si el sexo no fuese la cosa más importante de la vida, el Génesis no empezaría por ahí”. El también escritor Henry Miller afirmaba que el sexo es una de las nueve razones para la reencarnación y que las otras ocho no son importantes. Y Woody Allen declaraba con contundencia: “Sólo existen dos cosas importantes en la vida. La primera es el sexo y la segunda no me acuerdo.” El parecer de Nicole La Nuit, autora de esta obra, debe de ser muy similar al de las insignes figuras mencionadas pocas líneas antes, pues dedica todo un libro al asunto. Follar y trabajar terminan en "ar" (Libro Azul, 2021)es el título bajo el que se nos presentan estas páginas. "El libro con el que aprenderás a trabajar menos y follar más", la descripción concisa y precisa de la obra, y se nos ofrece de forma clara y nítida en la portada de la misma. No creo que sea necesario dar más pistas sobre el contenido, ¿verdad?

‌Nicole La Nuit (o el nombre real que se oculta bajo este seudónimo) es una escritora peculiar nacida en tierras murcianas y afincada en París (¿será porque el francés es la lengua del amor o por la expectativa deliciosa que el nombre del idioma evoca? Tendremos que preguntarle). En Follar y trabajar terminan en "ar", con su pluma abierta, descarada, ácida y en clave de humor, pero real como la vida misma, la autora va a intentar dejarle al lector/a claro como el agua que debe prestarle al sexo la atención que se merece, puesto que aporta múltiples beneficios a nivel físico y psicológico. Desmontará mitos y leyendas urbanas y aportará información que, muy probablemente, los lectores desconozcan. ¿Sabían ustedes que la monogamia como forma de vida tiene solo unos milenios de antigüedad y que fue instaurada por motivos de salud pública? ¿Y que el clítoris nunca envejece? ¿Cuáles son las ventajas de tener un follamigo? Sobre estas cuestiones y muchas otras se explaya Nicole La Nuit en las 178 páginas de la obra. Lo hace desde una perspectiva personal, pero ampliamente fundamentada en rigurosos estudios llevados a cabo por instituciones prestigiosas a nivel mundial. Y lo desarrolla del siguiente modo: la obra está dividida en tres secciones —"Singles", "Como la vida misma" y "Parejas"—; cada una de ellas está integrada por diferentes capítulos con una estructura idéntica. En primer lugar, un relato (real o ficticio) que introduce un topic o una situación; a continuación, una digresión de extensión variable acerca del asunto en cuestión); y, por último, una brevísima conclusión con la que el lector no podrá dejar de estar de acuerdo. Su lema, si tempus fugit, carpe diem.


‌Una obra escandalosa, transgresora y muy divertida que puede dar pie a la reflexión sobre qué lugar ocupa en nuestra vida uno de los mayores placeres que nos han sido otorgados por quien quiera que juegue a los dados con nuestros designios: el sexo. Fuera tabúes, fuera pecados, fuera censuras y a disfrutar como a cada uno más le apetezca. En resumen, que follen y dejen follar. 

miércoles, 29 de septiembre de 2021

Los viajes de Ariadna, de Jose A. Jiménez-Barbero

 


Hay escritores que son grandes escritores, otros que son grandes narradores, otros que combinan los dos aspectos y otros pocos que forman parte del santuario particular de un lector. En mi caso, Jose A. Jiménez-Barbero es uno de estos últimos. Podría decirse que fue el autor que inauguró mi idiosincrático y caótico olimpo de dioses literarios con El niño que no quiso llorar hace ya unos cuantos años (no recuerdo cuántos con exactitud), por lo que le guardo un cariño especial. La razón de que no estén todas sus publicaciones en el blog es porque su lectura fue bastante anterior al nacimiento de Libridinosum, pero mi intención es ir recuperándolas poco a poco y dejar por escrito mis impresiones, a modo de homenaje a uno de los dos únicos autores (hasta la fecha) que ostenta el (dudoso) honor de haberme hecho llorar mientras leía.

La novela que hoy rescato de mi altar se titula Los viajes de Ariadna y fue publicada en septiembre de 2017 bajo el sello de Adaliz Ediciones. El argumento de la obra gira en torno a Ariadna, una joven que se enamora de Armando Comesaña, militar de profesión y, en principio, paradigma de hombre ideal, y decide unir su vida a la de él. Una vez finalizado el sagrado trámite del matrimonio “como Dios manda”, el novio educado, cortés y enamorado comienza a mostrar su verdadero rostro y se transforma en un marido autoritario, violento y despiadado que le regala bofetones como quien regala rosas, insultos por doquier y palizas brutales para instaurar en su hogar el reinado del miedo. Ni siquiera un embarazo ni el nacimiento de su pequeña Lucía aplaca el carácter irascible y agresivo de Armando. El hombre ideal de Ariadna resulta ser un maltratador de manual, y su proyecto medieval de vida se orienta básicamente al dominio absoluto de su esposa mediante la violencia física y el ultraje psicológico. Ariadna soporta estoicamente el maltrato, por esa maldita forma en que hasta ahora la sociedad nos ha educado a las mujeres (por el bien de su hija,  por los trapos sucios que se lavan en casa, por la importancia de la familia, por el sustento económico…), hasta que un don peculiar de herencia familiar la pone sobre aviso: su espíritu puede desplazarse transgrediendo los límites del tiempo y del espacio y es capaz de prever ciertos movimientos de su agresor. Tiene que huir y esconderse, y durante un tiempo lo consigue; pero el despreciable, maníaco y obsesivo monstruo de su marido no se resignará a dar por perdida su propiedad más rebelde y emprenderá una búsqueda frenética (y delictiva) hasta encontrarla. ¿La avisará su espíritu? ¿Logrará Ariadna burlar definitivamente a la muerte alojada en los ojos inmisericordes del cazador? Tendrán que leerlo para averiguarlo.

Todo en Los viajes de Ariadna –tema, trama, construcción de personajes, lenguaje y modo- conspira desde la primera página para despertar el interés y la empatía del lector. La expectación inicial se torna incomprensión, impotencia, rabia y dolor. En algunas escenas, pareciera que una mano de acero le estrujara a uno el corazón y las entrañas. Las lágrimas se deslizan por las mejillas sin que se pueda hacer nada para evitarlo. Otras escenas son de una ternura infinita y se leen con un nudo de emoción en la garganta: se me ha grabado en el alma la llegada al mundo de la pequeña Lucía y los primeros momentos en brazos de Ariadna. Es una maldita habilidad que tiene Jose A. Jiménez-Barbero la de tocar la fibra más sensible y conmover al lector hasta límites insospechables. Lo peor de esta obra es, sin duda, que se lea cuando se lea, será siempre de rabiosa actualidad, puesto que el tipo de maltrato que relata con pulso firme y preciso no parece que vaya a dejar de lastrarnos como sociedad, al menos durante un tiempo. Ojalá llegue un día en que podamos decirle al autor que su novela ha pasado de moda. Ojalá todas las Ariadnas del mundo se rebelaran antes de sufrir lo indecible porque las han educado de otra forma, libres y con autonomía suficiente para sentirse seguras. Ojalá muchas personas leyeran esta novela, absorbieran todo el contenido sociólogico, psicológico y emocional que empapa sus líneas, y reflexionaran.


martes, 28 de septiembre de 2021

La mansión de los mutantes, de Paco López Mengual

Esta mañana, recién despierta, tocaba elegir la nueva lectura que me acompañaría durante el día. El aforo de mi mochila hoy demandaba que las dimensiones de la obra fueran reducidas, por lo que he optado por La mansión de los mutantes (Tres Fronteras, 2008), de Paco López Mengual.  Dado que no estaba yo hoy muy social, el café y la comida en silencio me han dado la oportunidad de devorar sus 57 páginas. Como ya me ocurriera con Hegel en el tranvía, de Rubén Castillo, es maravilloso constatar lo grande que puede ser una obra tan pequeñita en tamaño.

López Mengual nos ofrece en esta plaquette un relato y dos cuentos. El relato (que da nombre a la obra), "La mansión de los mutantes", cuenta la historia de un empresario circense cuya actividad se centra en la exhibición de criaturas insólitas a lo largo y ancho de Europa, allá por los años 20 del siglo pasado. La llegada de la Segunda Guerra Mundial y, posteriormente, la Guerra Civil española llevan su negocio a la ruina, haciendo necesario que toda la troupe se embarque con destino a lo inesperado. El primer cuento, "La poza negra", oculta el misterio de la desaparición de un hombre en una poza y las consecuencias que de ella derivan. "El cazador de sirenas", el segundo cuento, relata la experiencia que llevará a un buscador de criaturas mitológicas a abandonar la caza de sirenas.

En un magnífico homenaje al realismo mágico y, en ocasiones, al surrealismo, La mansión de los mutantes ofrece al lector esas historias que le hacían abrir mucho los ojos de niño, narradas con una concisión admirable desde el cariño, la ternura y la inocencia. No dejen de leerlas. Su espíritu lector se lo agradecerá. 

lunes, 27 de septiembre de 2021

El mapa de un crimen, de Paco López Mengual

Ya me habían advertido que Paco López Mengual era un narrador excelente y que junto a sus letras me aguardaban muchas horas de gozo lector. Quien me lo dijo no se equivocaba (casi nunca se equivoca), como bien he podido comprobar tras la lectura de El mapa de un crimen (Maeva, 2016). López Mengual vuelve a apuntarse un tanto literario utilizando un trasfondo tan manido como podría ser la posguerra en una pequeña ciudad del Levante español y enfocándolo de manera diferente, rompiendo la linealidad temporal, ampliando o reduciendo la perspectiva según sus intereses narrativos, desestructurando las tramas en diferentes piezas con un resultado verdaderamente eficiente a la hora de captar y mantener la atención del lector.

El primer capítulo de El mapa de un crimen lo abre un narrador en primera persona que, ya de adulto, no puede olvidar la historia que cada día le repetía su madre a la hora de la merienda: la muerte de Joaquín Maqueda, boticario y comunista irredento, a manos de Matías el Garra, fascista y enamorado hasta las trancas de Isabel Coy (la joven prometida de Maqueda). Tenemos un crimen, conocemos la identidad de víctima y verdugo, y sabemos el motivo. ¿Qué nos queda por averiguar, pues? Conforme el lector va avanzando en las páginas, descubrirá que, a pesar de disponer de los datos más relevantes en cualquier investigación, en realidad no sabe nada. Tendrá que remontarse al pasado de los diferentes personajes para comprender. Necesitará ir colocando en su lugar correspondiente cada una de las piezas en forma de tramas  que le ofrece López Mengual para poder apreciar la imagen del puzle completo. Qué consecuencias tuvo la guerra para ellos; qué sensación de fracaso arrastra cada uno y por qué; qué luz de esperanza les proporciona aliento. Será necesario volver al presente, a un presente póstumo, para constatar que, una vez más, las cosas no son lo que parecen. Conflictos familiares, ideologías políticas, misiones frustradas, sentimientos a varias bandas y el amor todopoderoso que todo lo vence serán parte de los ingredientes de una receta culinaria de alta calidad aliñada con la prosa de un maestro narrador.

Otro acierto de López Mengual en El mapa de un crimen es permitir a los lectores que ellos mismos elaboren ese mapa con la ayuda de los trazos que el dibuja. No lo cuenta todo, no lo explica todo de manera lineal y directa, sino que confía en el potencial de la mente lectora para despejar las incógnitas. Es francamente de agradecer el que un autor se apoye en la implicación y en la complicidad del posible lector para desvelar misterios. Gran obra, gran autor, sonrisa en mi cara. 

miércoles, 22 de septiembre de 2021

Soledad de mirlo ebrio, de Carlos del Moral

Vuela entre la multitud un mirlo que aúlla su dolor entre el bambú negro de las]
ciudades sin alma.
El amor es puro sexo que se derrite entre los dedos. Una epístola a la muerte.]
Un sijei empapado de sangre placentaria.

En ocasiones, reservamos un artículo preciado para un momento especial. Un vino, un perfume, una prenda íntima pueden esperar pacientemente hasta que aparezca la circunstancia propicia para su disfrute. Yo he guardado un libro durante un par de meses. Decidí no leerlo tras los dos anteriores de su autor para gozar más el placer anticipatorio. Lo miraba cada día en su estantería y luchar contra la tentación de fisgar un poco entre sus páginas me hacía sonreir. El pasado fin de semana (no preguntéis el motivo, porque lo desconozco) supe que había llegado el momento, y por fin desvelé los misterios de Soledad de mirlo ebrio, de Carlos del Moral. Y fue todo un premio.

Soledad de mirlo ebrio (Canalla Ediciones, 2017) es un orgasmo lento e intenso disfrazado de poemario. El primer paso para comenzar a saborearlo es olvidarse de quien uno cree que es y fluir con sus líneas hacia el punto exacto donde la humedad destruye mapas y brújulas. Carlos del Moral escoge al mirlo, ave territorial y con cierto apego a la soledad, para sobrevolar el mundo y desordenarlo con palabras. A veces le huele el universo a flor que se abre para él; otras, a rama de cerezo japonés y a penas travestidas de origami. De vez en cuando el mirlo se transforma en lobo (del que me confieso adicta) y le aúlla a la luna para conjurar la oscuridad y la nada. O en perro callejero que mea todas las esquinas de tu piel para marcar su territorio. Muchas noches, el mirlo se vuelve fuego o lluvia entre las piernas de una mujer. O huye de la muerte mirándola a los ojos.

Igual que en Follándome la vida, jodiendo la muerte, en los 104 poemas de Soledad de mirlo ebrio el autor combina observación, experimentación, alma e instinto (cerebro, corazón y tripas) sin censura de ningún tipo. Todo es natural en él, en su sintaxis retadora y en su semántica del yo profundo: la tristeza, el desapego, el vicio inyectado en vena, el amor y la muerte. Todo en sus versos se confabula para volarme la cabeza, en un sentido o en otro. Para que las sensaciones y emociones sean tantas y tan dispares que esta entrada de blog solo la pueda escribir desde las entrañas. Y así lo hago, con la esperanza de que aquellos que la lean puedan captar algo en medio de esta tormenta.

Si tuviera que dejarles aquí todas las líneas de Soledad de mirlo ebrio que me han marcado, probablemente el autor o la editorial me demandarían por publicar en esta entrada el contenido casi íntegro del poemario. No obstante, y para terminar, les dejaré algunas seleccionadas al azar:

«Devoré las ovejas que cuentas, para tenerte
despierta
todas las noches.» (XII)

«Nunca supe quién era, hasta que aprendí a
lamer
todas las letras de tu tristeza» (XIII)

«Esta pequeña muerte,
te multiplica ante mis ojos; en un tornado de
gemidos.» (XXI)

«Busqué por los sótanos del cielo, la raíz de tu pelo;]
esa maraña que se enreda en mi boca.
Hallé tan solo,
un escarceo de mis dedos.
Adoro mojarlos
en el agua de tu agujero, olisquearte hasta
la noche llevando mi pico erecto.» (XXXIV)

«Ya sabes que te miro a escondidas porque es cuando se]
adivina
tu texto no escrito.» (XLIII)

«... Quiero crear una
noche eterna,
construir mensajes cifrados entre tus piernas.]
Vivir es escuchar
cuando te corres,
a pleno pulmón ahogado.» (XLVIII) 

sábado, 18 de septiembre de 2021

La memoria del barro, de Paco López Mengual

No sé qué tendrá Molina de Segura, pero alberga entre sus calles a un nutrido grupo de autores de primera calidad. Será que aquel supuesto meteorito impregnó la tierra del mejor arte literario y de cuando en cuando sus efluvios permean los espíritus predispuestos a la magia de las letras. Y es que el autor de cuyas obras me propongo disfrutar ahora también es molinense (este de nacimiento). Su nombre, Paco López Mengual. Su profesión, mercero.  Su poder, una habilidad pasmosa para contar historias. He tenido el privilegio de escucharlo contar alguna de viva voz y la experiencia ha resultado francamente cautivadora.

Mi primera aproximación a este autor, como casi siempre, viene de la mano de su primera obra publicada. Se titula La memoria del barro y fue publicada por primera vez en 2005 por Ediciones Las cuatro y diez; nueve años después, en 2014, la reeditaría con mucho acierto La Fea Burguesía. Yo tenía el capricho de leer la primera edición, así que recurrí a la biblioteca y a mediados de esta misma semana ya la tenía entre mis manos.

En La memoria del barro, López Mengual sitúa como eje de la narración una pieza de la imaginería religiosa que tan profusamente floreció en la capital murciana en el s. XVIII. El relato arranca a finales de ese ilustrado siglo, con el encargo de la familia Funes de un Niño Jesús de unas determinadas características al taller de Salzillo. El escultor muleño Roque López (discípulo del afamado artista) se encarga de elaborar la talla, concibiéndola y ejecutándola a imagen y semejanza de uno de los recuerdos más gratos de su infancia, y obteniendo un resultado hasta entonces nunca visto en el campo de la imaginería que fascinará a más de una y a más de uno de los que lo contemplen. En torno a esta talla y su ubicación en la iglesia de Nuestra Señora del  Rosario de Murcia (no la busquen, pues fue reducida a escombros al inicio de la Guerra Civil) girarán dos siglos de historias con las que el autor deleitará al lector, contándolas de una forma que lo atrapará desde el principio. La niña Elena que se enamora del Niño y le promete no casarse con nadie que no se parezca a él. Su posterior boda con trágico desenlace (tragicómico, porque yo me he reído mucho) y el origen de su prometido. La virgen de la regla y el emisario papal. Conquistadores, putas, damas engañadas, procesiones peculiares, bandoleros e incluso piratas conviven en sus páginas junto a sacerdotes, obispos, monaguillos y sacristanes y hasta con el mismísimo Fernando VII. Intentos de ilustración, tramas milagrosas urdidas en pos del beneficio económico y enajenaciones místicas serán algunos de los ingredientes de este compendio de tramas a través de las cuales vislumbraremos la evolución de la sociedad murciana durante dos siglos; constataremos el poder de la rumorología, así como la coexistencia de la devoción sincera, la beatería de postureo y el anticlericalismo más radical en los últimos años de la República. Habrá momentos que acongojen al lector, pero habrá muchos más que lo hagan sonreír e incluso reír a carcajadas, porque la frescura, el desparpajo y la retranca con los que Paco López Mengual relata bien lo merecen.

Conclusión: que he disfrutado mucho con la primera incursión en las letras de López Mengual, que es un narrador excelente que aúna elegancia y sentido del humor, y que me froto las manos al pensar que esta es solo la primera de sus obras, que me quedan bastantes más por disfrutar. 

miércoles, 15 de septiembre de 2021

Aventuras de Rufus, de Manuel Moyano

Es una sensación extraña esta de escribir en Libridinosum sobre la única obra de Manuel Moyano que me quedaba pendiente de leer. Aunque lo he dosificado para que se alargara en el tiempo, el final de la lista ha llegado, y lo ha hecho en forma de relato de aventuras para peques y no tan peques. Aventuras del piloto Rufus (Raspabook, 2017) es una divertida propuesta de narrativa junior que interesará seguro a los espíritus inquietos y soñadores, a las almas viajeras, exploradoras y trotamundos.

En esta ocasión, Manuel Moyano nos presenta a Rufus, un personaje peculiar que ha ejercido un sinfín de oficios, siendo su favorito el de aviador, y ha vivido gran número de aventuras. De entre todas sus peripecias, selecciona cuatro para contárselas al lector, ya advirtiéndole en la "Presentación" de que, por inverosímiles que parezcan, ocurrieron en realidad. Nos narra, por ejemplo, la ocasión en que el motor de su Pawnee se averió, cayendo en medio del mar. Cuando despertó, lo hizo en una isla, no consignada en ningún mapa, donde iban a parar todos los niños y niñas extraviados en el mundo ("La Isla de los Niños Perdidos"). Nos cuenta también la vez en que su amplia experiencia como aviador le granjeó el acceso a uno de los secretos mejor guardados de la historia: lo que se oculta al final del arcoiris ("La Fábrica del Arcoiris"). O cuando creó una empresa de desratización y ayudó al Coronel Cornelius a devolver la calma a la población de Perigallo al desvelar el misterio de las ratas gigantes ("Odisea en el Planeta Basura"). Por último, nos referirá una curiosa historia en la que se vieron involucrados la doctora Doris, el Coronel Cornelius y él mismo y un estrafalario artefacto destinado a la pérdida de peso ("La Máquina de Adelgazar").

Con un estilo sencillo y asequible para los lectores más jóvenes, pero sin renunciar un ápice al marchamo de calidad característico de la prosa de Moyano, en Aventuras de Rufus el autor nos vuelve a demostrar su solvencia como narrador, su versatilidad como escritor y su don para crear magia. Anímense y disfrútenla. No se van a arrepentir. 


martes, 14 de septiembre de 2021

Hijos del Pecado, de Carmen Martínez Pineda

De una manera u otra todos portamos, seamos conscientes de ello o no, heridas en nuestro equipaje de años. Algunas de esas heridas sanan con el paso del tiempo, dejándonos cicatrices que dibujan el mapa secreto de nuestra historia personal. Otras heridas nunca cierran, o cierran solo de manera superficial, supurando humores acibarados que emponzoñan la existencia, la propia y la ajena, y perpetúan el dolor de un pasado que fagocita el presente. Esto último les ocurre a la mayoría de personajes de Hijos del pecado (Raspabook, julio de 2021), de Carmen Martínez Pineda, condenados a cadena perpetua en el cenagal de los recuerdos.

Con pulso firme y una prosa magnífica, Carmen Martínez Pineda nos ofrece en Hijos del pecado la posibilidad de ensamblar, pieza a pieza, capítulo a capítulo, la historia de una familia marcada por el drama. El pistoletazo de salida llega en 1999 con la muerte de Vicente, un discapacitado intelectual de veinticinco años, que deja a su familia al borde del precipicio de la memoria non grata. La autora buceará a partir de ese momento en los recuerdos de sus padres –Candela y Gerardo–, de su abuela Concha y de su hermano Ginés, que se bate a pecho descubierto con sus dos peores enemigos: el remordimiento por la muerte del hermano y su orientación sexual. Enlazará esta trama cercana en el tiempo con otras de los mismos personajes y otros familiares suyos en el levante rural (más concretamente en la huerta de Murcia), remontándose incluso a los últimos años de la Segunda República. Nos irá dibujando por capítulos la historia de la abuela Concha y de su hija Candela, la de la tía Angustias y el tío Herminio, que enmarcarán la trayectoria de la prima Margarita, la de Juan Antonio el Sin dios y Fuensanta de Fanjul. Vidas todas marcadas por la miseria de su entorno rural, por la Guerra Civil y, sobre todo, por el yugo cristiano del pecado, la culpa y el castigo. Almas sepultadas por el lodo de la hipocresía y la doble moral. Pieles tatuadas a fuego por la indecencia. Hiel en los labios y sueños de légamo.

En Hijos del pecado se aprecia un planteamiento diferente en cuanto a estructura temporal, puesto que prescinde de la secuencia cronológica de acontecimientos o del flashback y nos los presenta cual piezas de un rompecabezas que el lector deberá ir colocando en su lugar correspondiente para obtener la panorámica completa de una historia en la que la realidad se disfraza de verdades inventadas.  La forma de narrar de la autora es verdaderamente magnífica (o a mí me lo parece), combinando el lenguaje común de gentes sencillas con una prosa intensa que a menudo roza lo poético. A este respecto, podría citar la forma en que varios de los personajes se refieren eufemísticamente al retraso mental de Vicente. Por ejemplo, en la página 30, la abuela Concha lo define como una criatura «con esa mente de alambrada en la que se enredan las ideas». También podría referirme a la escena cuando una Concha adolescente se mira al espejo en la página 42:«frente al espejo de la palangana que proyectaba su imagen a retazos, bosquejos de un cuerpo en espiral, zigzagueante, como látigo que trina con furia de tempestades». Me dejaría en el tintero sus «pasos de hospicio», sus «dientes temerosos» o sus «lenguas de ventisca», pero es imposible consignar todo lo que me ha parecido maravilloso sin que esta entrada se haga eterna. Os invito a leerla y a disfrutarla tanto como lo he hecho yo. 

martes, 7 de septiembre de 2021

Cuadernos de tierra, de Manuel Moyano

Cuando una madrugada de agosto me alejé de casa caminando por la orilla de cierto río, con intención de llegar hasta su nacimiento en las remotas montañas, no se me pasó por la cabeza que también estaba empezando a escribir un libro.

Así comienza Manuel Moyano su última obra publicada, Cuadernos de Tierra (Menoscuarto, 2020), donde nos relata de forma soberbia las rutas a pie que realizó durante un lustro por diversos parajes del sureste español. Movido por un impulso de soltar el lastre de la vida cotidiana y alcanzar, en sus propias palabras, «un estado mental impreciso», Moyano se echa a los caminos portando únicamente alguna muda, un par de mantas, botellas de agua y la cartera (amén de algún cuaderno cuyas anotaciones fueron el germen de esta obra). Remonta y desciende el curso del Segura, sigue también el trazado del Mula o del Vinalopó, o se adentra en pueblos remotos de las sierras de Albacete (alguno de ellos, por su nombre, podría pasar perfectamente por aldea gala). Pernocta al raso en muchas ocasiones; camina bajo soles crueles de agosto, indiferentes al sufrimiento humano; se baña desnudo en ríos, embalses o en acequias; se alimenta en tabernas o bares que el azar le va cruzando en el camino. A cada paso se aleja de su yo burgués y se reencuentra con su yo primitivo. Salvaje y libre. A veces en condiciones tan deplorables que se le confunde con un vagabundo. Por la pura cabezonería de hacerlo.

En Cuadernos de tierra, la pluma perfecta de Moyano nos dibuja paisajes y experiencias sin filtro. Salen directamente de sus ojos o de su piel y llegan a nosotros sin trucos de artificio. Como lo ve, lo describe; como lo siente, lo expresa. Vuelve a deleitarnos con su mirada de ave rapaz y su forma tan característica de observar y contarnos el mundo. La orografía, flora y fauna de los lugares que recorre pasan ante nuestros ojos como en un documental, complementadas con los usos, costumbres y las gentes de las poblaciones que visita.
Saboreamos de su boca el vino con gaseosa y las carnes que a menudo le sirven de combustible. Casi podemos oler su sudor y sentir su dolor de pies.

Sin embargo, en las páginas de Cuadernos de tierra, el autor no se limita a la descripción geográfica, biológica o antropológica. Manuel Moyano es un experto cazador de historias, un maestro de la peripecia narrativa certero y generoso: olfatea las historias interesantes que se le ponen delante, las rumia durante un tiempo y vuelve al origen a buscar las fuentes que le revelen los entresijos de tramas que parecen ficcionales pero no lo son. Encontraremos así, en cursiva, intercaladas entre ruta y ruta,  la historia de un asesino en serie que cruzó Europa sembrando su camino de cadáveres (y guardándose de paso algún souvenir) para ser detenido casi por casualidad en un pueblecito; o la de un ajusticiamento que, al parecer, de justo tuvo poco; o la de una guarida de nazis en costas levantinas. Y todo narrado como solo él podría hacerlo. Una auténtica delicia literaria, para variar. 

viernes, 3 de septiembre de 2021

Fuego eterno, de Cosmin F. Stircescu


En líneas generales, dentro de la literatura fantástica, y salvo un puñado de excepciones, la figura del orco se esboza siempre como un mal necesario para el desarrollo de la trama. Los orcos son el enemigo por excelencia de todas las razas en la fantasía épica. Bestias bárbaras, estéticamente poco agraciadas, crueles y sin un gramo de alma, constituyen el contrapunto perfecto a la belleza, la hidalguía y la nobleza de los héroes. Pero, ¿qué ocurre si eliminamos de la ecuación la dialéctica entre el bien y el mal y convertimos a un orco en el personaje central de una novela? Pues el resultado es Fuego eterno, de Cosmin F. Stircescu, publicada por la almeriense Ediciones Arcanas en 2017.

Rough, el personaje principal de Fuego eterno, es un orco mestizo, nacido de la unión entre un macho orco de sangre pura y una hembra de trasgo de las arenas. Su mestizaje es al tiempo una maldición y una bendición. Por un lado, le sitúa en el escalafón más bajo de la sociedad orca; por otro, le concede la gracia de la magia elemental. Es perseverante y concienzudo y, contra todo pronóstico, alcanza el grado de chamán supremo de la corte. Sin embargo, Rough aspira a la corona y, cuando está a punto de conseguirla por medio de malas artes, es traicionado por el que creía su más fiel aliado. Entonces comenzará la historia de su huida y el nacimiento de una sed de venganza que gobernará sus pasos a partir de ese momento. Inteligencia, constancia y magia oscura serán sus compañeros inseparables en un viaje a las antípodas de la redención.

Con Fuego Eterno, novela ambientada en el mundo de Erodhar unos quinientos años antes de lo acontecido en La vara de Argoroth, Cosmin F. Stircescu vuelve a demostrar su solvencia en el terreno de la fantasía épica. Su prosa es sencilla y directa, y al mismo tiempo cuidada. Combina de manera acertadísima las dos líneas temporales imprimiendo a la narración un ritmo ágil y ameno. Y, además, se aleja del maniqueísmo creando a Rough como un personaje maquiavélico, polifacético y con un millar de matices interesantes.

Si os gusta la fantasía épica, ya sabéis: a disfrutar. 


jueves, 26 de agosto de 2021

Perdedores, de Anabel Rodríguez

Los monstruos deberían dar señales de lo que esconden, pero no es así; sus casas son normales, sus vidas son normales, sus vidas pasan desapercibidas.

Buscando información para la que fue su primera novela, Azaría (Ediciones del Serbal, 2015), Anabel Rodríguez encontró una foto de principios de siglo que le picó la curiosidad. Investigando sobre los individuos que figuraban en aquella imagen, germinó en su mente la simiente de Perdedores, obra publicada por Ediciones Dokusou el pasado otoño y que esta servidora acaba de leer por segunda vez (tercera si contamos el primer borrador). Cada lectura ha sido distinta por razones varias, pero las preguntas y las emociones al acabar son siempre las mismas. Y es que la novela plantea tantas cuestiones, tantos retos éticos, morales (y legales) que no sé si alguna vez seré capaz de encontrar respuestas.

Perdedores se ambienta en el Madrid de principios del siglo XX y nos narra la historia, basada en hechos reales (léase sobre el crimen del capitán Sánchez), de un pleito que conmocionó profundamente a la sociedad madrileña de 1913 y supuso un escándalo mediático de proporciones colosales. Vicente Agrelo, militar, y Virtudes Agrelo, hija mayor de este pero menor de edad, se hallan en prisión a la espera de juicio. ¿El crimen? Haber matado, robado y despedazado al supuesto pretendiente de la hija. Los abogados Gaspar Santana y Zenón Cardenal serán los encargados tanto de defender a los acusados como de mostrarle al lector los entresijos del sistema judicial del momento y las circunstancias de la familia Agrelo, una familia marcada por el abuso, la violencia, el estupro, la miseria. Sujetos con el dolor grabado a fuego en el alma.

La narración es brutal y contundente, sin llegar al ensañamiento morboso. Anabel Rodríguez combina el relato de un narrador omnisciente con el monólogo interior (estremecedor y sumamente nítido) de Virginia, la hija pequeña de la familia y mantiene el interés del lector durante las algo más de trescientas páginas. Tanto la contextualización histórica de la trama (todo un catálogo de usos y costumbres del Madrid de principios del siglo pasado) como la articulación del contenido relativo al sistema judicial son fruto de un arduo y concienzudo trabajo de investigación por parte de la autora.

Y, como podría seguir hablando maravillas de la obra pero no quiero que esto se haga más largo, solo me queda recomendarla. Leed esta obra, esta historia en la que, al final, todos resultan Perdedores

jueves, 19 de agosto de 2021

Los reinos de Otrora, de Manuel Moyano

Dicen que lo bueno si breve, dos veces bueno y, si lo breve que es bueno lo escribe Manuel Moyano, coincidirán conmigo en que entonces resulta infinitamente mejor. Aún así, esta lectora no está del todo de acuerdo con la máxima, y se ha quedado con ganas de más al finalizar Los reinos de Otrora, obra publicada en 2019 por la editorial asturiana Pez de Plata.

En Los reinos de Otrora, Manuel Moyano nos lleva de viaje por una geografía, la del continente Otrora, que mezcla los olores y colores del medievo (o medioevo, como al autor le gusta escribirlo) con los sabores del mito, obteniendo de la mezcla un resultado exquisito. El narrador protagonista de la obra, un sexagenario innombrado, nos cuenta en el Exordio como, siendo muy niño aún, la peste lo dejó huérfano y desamparado y fue a parar a un hospicio. De allí lo rescató, por fortuna, su tío Nicodemo, junto al que vivirá un sinfín de experiencias y aventuras recorriendo el continente, que constituyen la materia prima de los siete relatos dispuestos a continuación y donde el tío Nicodemo, a modo del maestro de los cuentos clásicos, demostrará todo tipo de habilidades sorprendentes y donde interactuarán con personajes y elementos de lo más peculiar. Un rey dispuesto a preservar su estirpe a cualquier precio. Unas flores cuyo aroma provoca la melancolía en quien lo percibe. Un soberano genocida que guarda un tesoro poco común. Individuos de escasa estatura y enorme susceptibilidad. Un pobre diablo enajenado que se piensa caballero. Una posada habitada por un eco caprichoso y enloquecedor. Y, como colofón,  el destino manipulado de un monarca. En todas las aventuras se enfrentan a un dilema moral que ensanchará el conocimiento del narrador protagonista.

Manuel Moyano vuelve a brillar con su sintaxis narrativa perfecta, con su riqueza léxica y utilizando esta vez ciertos términos y estructuras arcaizantes que refuerzan su imaginado medioevo (más de una vez he tenido que usar el diccionario). Y, por supuesto, continúa rindiendo homenaje en la obra a una de sus pasiones, la literatura. Encontramos a Cervantes y su Quijote en el relato del caballero Alamor.  A Lovecraft en el Necronomicon escrito por Abdul Alhazred.  A R. L. Stevenson en la travesía que comparten los protagonistas con un monarca cuya codicia desemboca en enajenación. O a Swift y sus liliputienses en "Un encuentro en Xaor".

Toda una delicia, vamos. El único pero, el término "novela" que aparece en la portada, pero no voy a entrar en eso ahora. 

El perfil, de Pedro García Jiménez


Descubrir autores nuevos siempre es emocionante. Con el nombre de Pedro García me crucé, por casualidad, en el stand de la editorial MurciaLibro de la Feria del Libro de Alicante 2021. Compré, entre otros, los dos títulos que a este autor le había publicado la mencionada editorial y esa misma noche publiqué un post con mi botín de libros de ese día. Gran sorpresa cuando Pedro García respondió mi post lleno de agradecimiento y, mayor sorpresa aún cuando, al día siguiente, dejó firmado para mí (con una dedicatoria preciosa, por cierto) un ejemplar de su primera novela, El perfil, publicada por Ediciones Falsaria allá por el año 2014. Como la cronología de publicación suele ser el factor determinante en mi listado de lecturas de un mismo autor, escogí esta obra para empezar a conocerlo, y me complace afirmar que ha sido un buen comienzo.

El perfil empieza, a modo de introducción, presentándonos a Isaac, un niño de 8 años que toma una decisión drástica y espeluznante para dar a su vida un giro radical. Tras ejecutarla y dejar al lector boquiabierto, el escritor salta en el tiempo y nos sitúa en el momento presente de la narración, en el ala de urgencias de un hospital, en medio del gran revuelo ocasionado por el ingreso de un niño al que han intentado asesinar. El inspector Bayle y la residente de psiquiatría Gloria Miller, acompañados por otros personajes de menor calado, iniciarán entonces una carrera contra el tiempo y las circunstancias para desenmascarar la identidad del perfil psicopático que se oculta tras este crimen y otros que se irán descubriendo conforme avanza la trama. El desenlace es original, desde luego. Nada predecible.

El perfil es una novela difícil de clasificar (suponiendo que a mí se me diera bien, claro está, este asunto de las clasificaciones). Posee rasgos del género negro y del policíaco, aunque prescinde de elementos inherentes a los anteriores como pudiera ser la historia trágica y turbulenta del criminal o la existencia excesivamente atormentada de los investigadores. Los personajes, sin llegar a ser planos, no muestran una profundidad psicológica ni un background que permita al lector intuir el porqué de sus acciones, reacciones o pensamientos. Lo importante de la obra es que el lector confíe casi ciegamente en el instinto de sus protagonistas y, junto a ellos, vaya encajando las piezas de este puzle macabro. Es el ritmo trepidante, en ocasiones frenético, del thriller el que provoca en el lector la suspensión de la incredulidad. En definitiva, aunque la obra adolece de ciertos puntos débiles (el más incómodo sería la edición) me reafirmo en lo dicho y considero que es un buen comienzo, pues el autor demuestra en esta su primera obra su solvencia como narrador y constructor de tramas. Si tienen la oportunidad, acérquense a la obra y me cuentan qué opinan. 

jueves, 12 de agosto de 2021

Mamíferos que escriben, de Manuel Moyano

Los escritores que realmente consiguen trascender el papel impreso son aquellos que llegan a modificar nuestra percepción de la realidad.
 
Hay afirmaciones con las que un lector puede estar de acuerdo, y hay otras que el lector rubricaría con gotas de su propia sangre. La que encabeza esta entrada es una de estas últimas. Lo cierto es que he disfrutado leyendo a la mayoría de autores que han pasado por mis manos, pero hay tres en concreto (de momento) que han cambiado mi forma de percibir el mundo. Manuel Moyano es, sin duda, uno de ellos. 

Llegando ya al final del listado de sus obras, le ha tocado el turno a Mamíferos que escriben (Newcastle Ediciones, 2018), una obra pequeñita en tamaño pero magnífica en cuanto a las posibilidades de lectura que ofrece: tiene algo de ensayo, algo de cuaderno de viaje, algo de relato y mucho de posibilidad de conocer mejor al autor (al final yo también resultaré ser una lectora fetichista). Según cuenta el propio Moyano en su "Advertencia" inicial, los textos que conforman Mamíferos que escriben fueron concebidos como ensayos para El Kraken, revista literaria con la que colaboró mensualmente durante algún tiempo. Se trata, pues, de un conjunto de textos donde el autor nos muestra, de un modo "personal", en cierto modo "proselitista" pero "iconoclasta" (y así lo asevera él mismo), a los autores que realmente le han dejado huella.

Paul Auster, Lovecraft, Cioran, Bukowski, Bioy Casares, Dylan Thomas, García Lorca, Kipling, Álvaro Cunqueiro y, como no, Cortázar y Borges, junto a Bob Dylan y Stanley Kubrick, son las leyendas (casi mitos) que dan vida a las páginas de Mamíferos que escriben, y Manuel Moyano nos los dibuja cómo solo él podría hacerlo – pues nadie más es poseedor de su mirada de halcón–, de manera sincera y cercana (como si nos lo estuviera contando un amigo), mostrándonos con naturalidad sus luces y sus sombras, sus idiosincrasias, sus momentos de gloria y sus pozos de miseria. Aunando sus vidas y sus obras en un todo de lo más ilustrador. Visitando los lugares donde aún palpita el alma de los sujetos: sus hogares, los cafés que frecuentaban, sus tumbas. Rastros de su gozo quedan aún en la tinta desde la que nos lo narra.

Elegante y sutil, ácido a veces, ingenioso y brillante siempre, Manuel Moyano se reinventa en esta obra para volver a sorprenderme (sí, otra vez, y ya he perdido la cuenta de cuántas van). Todo un lujo viajar con él por cualquier senda, mucho más por las suyas propias. 


El día que se perdió la cordura, de Javier Castillo

Hace unos días, en Estamos Leyendo Blog, publicaron una interesante entrevista en torno al thriller y la entrevistadora hizo una...