jueves, 19 de agosto de 2021

Los reinos de Otrora, de Manuel Moyano

Dicen que lo bueno si breve, dos veces bueno y, si lo breve que es bueno lo escribe Manuel Moyano, coincidirán conmigo en que entonces resulta infinitamente mejor. Aún así, esta lectora no está del todo de acuerdo con la máxima, y se ha quedado con ganas de más al finalizar Los reinos de Otrora, obra publicada en 2019 por la editorial asturiana Pez de Plata.

En Los reinos de Otrora, Manuel Moyano nos lleva de viaje por una geografía, la del continente Otrora, que mezcla los olores y colores del medievo (o medioevo, como al autor le gusta escribirlo) con los sabores del mito, obteniendo de la mezcla un resultado exquisito. El narrador protagonista de la obra, un sexagenario innombrado, nos cuenta en el Exordio como, siendo muy niño aún, la peste lo dejó huérfano y desamparado y fue a parar a un hospicio. De allí lo rescató, por fortuna, su tío Nicodemo, junto al que vivirá un sinfín de experiencias y aventuras recorriendo el continente, que constituyen la materia prima de los siete relatos dispuestos a continuación y donde el tío Nicodemo, a modo del maestro de los cuentos clásicos, demostrará todo tipo de habilidades sorprendentes y donde interactuarán con personajes y elementos de lo más peculiar. Un rey dispuesto a preservar su estirpe a cualquier precio. Unas flores cuyo aroma provoca la melancolía en quien lo percibe. Un soberano genocida que guarda un tesoro poco común. Individuos de escasa estatura y enorme susceptibilidad. Un pobre diablo enajenado que se piensa caballero. Una posada habitada por un eco caprichoso y enloquecedor. Y, como colofón,  el destino manipulado de un monarca. En todas las aventuras se enfrentan a un dilema moral que ensanchará el conocimiento del narrador protagonista.

Manuel Moyano vuelve a brillar con su sintaxis narrativa perfecta, con su riqueza léxica y utilizando esta vez ciertos términos y estructuras arcaizantes que refuerzan su imaginado medioevo (más de una vez he tenido que usar el diccionario). Y, por supuesto, continúa rindiendo homenaje en la obra a una de sus pasiones, la literatura. Encontramos a Cervantes y su Quijote en el relato del caballero Alamor.  A Lovecraft en el Necronomicon escrito por Abdul Alhazred.  A R. L. Stevenson en la travesía que comparten los protagonistas con un monarca cuya codicia desemboca en enajenación. O a Swift y sus liliputienses en "Un encuentro en Xaor".

Toda una delicia, vamos. El único pero, el término "novela" que aparece en la portada, pero no voy a entrar en eso ahora. 

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