martes, 13 de julio de 2021

Follándome la vida, jodiendo la muerte, de Carlos del Moral

Lo vital es un pez que no maúlla,
lo exiguo, crece en jardines 
de insomnio.

"Ya" es comprensible
cuando el dolor es orgasmo.
(Extracto de "Atisbando la monomaquia, matándome en ayunas")

Cuando comencé a leer Follándome la vida, jodiendo la muerte (Canalla Ediciones, 2014), de Carlos del Moral, supe que iba a hacerme disfrutar, aunque no imaginaba cuánto. Me hice el propósito de gozarlo despacio, a sorbitos, saboreando la miel y la hiel que empapan sus letras, y lo he conseguido. Tres días inolvidables perdida entre sus páginas, leyendo y releyendo, imaginando y sintiendo, ha sido una experiencia de lo más estimulante.

Follándome la vida, jodiendo la muerte es mucho más que un poemario, al menos para esta lectora. Es un huracán, un terremoto, una tempestad nocturna de soledades y angustias ahogadas en sexo. La voz del autor llega directa y natural, sin tapujos, llamando al pan, pan, y al coño, coño (o vagina, su diosa vagina). En ocasiones, perro callejero buscando asilo en bares o abandonándose a la nebulosa del alcohol. A veces niño que lee de noche o se esconde bajo la cama de sus padres. Otras veces fiera indómita que sueña con correr libre en la estepa. Bebiéndose la vida y mirando a la cara a la muerte en todas sus formas. Boca, manos, piel, ansiosas por beber del elixir que más lo embriaga. Miedos, oscuridades y placer bailando a ciegas sobre la cuerda floja de las noches. Y momentos de ternura deliciosa y sutil.

Palabras como cuchillas afiladas que rasgan la piel y fluyen por tu sangre, sin pedir perdón ni permiso. Letras que hieren, que lloran, que duelen y dejan marca.Versos que turban, conturban, perturban y masturban. Imágenes sumamente excitantes, a nivel mental y a nivel físico. Hay lecturas de las que no salgo indemne, y esta ha sido una de ellas. Placer y dolor, dolor y placer. Puro vicio.


sábado, 10 de julio de 2021

7 calles (Vida de perro), de Carlos del Moral

Como ya sabréis los que me leéis habitualmente (ya de paso, gracias) me gusta mucho que me sorprendan. Es un gozo ir descubriendo poco a poco a autores y autoras que, por un motivo u otro, me dejan huella y dejar mis impresiones plasmadas en este blog. Ya le voy cogiendo el gustillo y perdiendo el miedo. Para lo que no estaba en absoluto preparada era para que un autor me descolocara del modo en que lo ha hecho este. Se llama Carlos del Moral y sus letras son jodidamente adictivas. La primera vez que leí su blog (Moscas en los bares cerveza caliente) tuve que pellizcarme para creerme que fuera real, pero eso, si acaso, ya os lo contaré otro día. No me costó mucho averiguar que tenía cuatro obras publicadas, e inmediatamente supe que tenían que ser mías (no que tenía que leerlas: tenían que ser mías).

Hoy he acabado 7 calles (Vida de perro), publicada por Canalla Ediciones en 2016, y sé que no estaba equivocada. Es una novela radicalmente distinta a ninguna de las que haya leído anteriormente. Imaginad a un tipo de edad indeterminada (joven) que despierta en un tren en una estación en Madrid sin tener ni pajolera idea de qué hace allí. Imaginad que en su bolsillo encuentra un teléfono móvil con el número de su colega en la agenda. Lo llama y este le cuenta que la noche anterior se pasó con las drogas y le partió el cuello a un tío en una pelea, y que ahora se tiene que esconder en Madrid. Hasta aquí, convencional, ¿no? Pues ahora imaginad que, en su nueva vida, una bruja alienígena lo convierte en HP (humano perro) y que su misión va a ser salvar a la humanidad de los entes que quieren dominarla y someterla. El disparate está servido, regado siempre con cerveza, faltaría más. E imaginad que, en medio de todo ese embolao, el protagonista encuentra el amor (violines, por favor). El resultado es de lo más impactante, al menos para esta lectora.

No sé si alguna vez me había reído tanto leyendo una novela. Pero reír de verdad. De esas veces que estallas en carcajadas como si se te hubiera pinzado algún cable dentro de la cabeza. En la mayoría de líneas, su lenguaje no es bello, sino directo, de la calle, sórdido, muy escatológico. No se anda con eufemismos ni zarandajas de ningún tipo. Si folla, folla y si caga, caga, directamente. Los diálogos son magníficos. Totalmente pulp. Como si Tarantino hubiera rodado una peli en Malasaña. Salpicada también de reflexiones interesantes (demasiadas para escribirlas aquí). Ácido. Erótico. Divertidísimo. Sin embargo, tiene algo más. Entre perros, buscadores de la esencia, pollas, coños, alcohol y drogas, brilla con fuerza una prosa poética que engancha nada más leerla. Mi subrayador y los post-its verdes fosforitos dan fe de ello. 

Sé que algo me gusta mucho cuando quiero más.

sábado, 3 de julio de 2021

La hipótesis Saint-Germain, de Manuel Moyano

«Concatenar hechos disímiles, arroparlos con datos avalados por supuestos científicos y darle a todo ello una apariencia de verosimilitud era algo que se me daba bien, un terreno en el que me movía como pez en el agua» (pág. 173)

Con esas palabras se refiere Daniel Bagao, uno de los dos protagonistas principales de La hipótesis Saint-Germain, a su maestría en las lides de la escritura. Así mismo podríamos referirnos sus lectores a Manuel Moyano: como el gran mago capaz de suspender de modo instantáneo nuestra incredulidad con los trucos de su regia pluma. Obra suya que leo, obra que me deja con la boca abierta y me complica la tarea de dosificar sus obras y espaciarlas en el tiempo.

Thriller en toda regla, La hipótesis Sant-Germain (Algaida, 2017) nos presenta una atractiva trama en la que se ve implicado Daniel Bagao, director y propietario de Mundo Oculto -una revista relacionada con lo esotérico y lo paranormal con amplia difusión a nivel mundial- cuando Ismael Koblin se cuela en su despacho para desvelarle la identidad actual del enigmático conde de Saint-Germain, supuesto descubridor de la piedra filosofal garante de la inmortalidad. Aunque escéptico, Bagao analiza el posible incremento de ventas de la revista que podría derivarse de la atracción que despierta la figura de Saint-Germain y decide aceptar la propuesta de Koblin. Lo que en un principio iba a ser un simple artículo más de la revista se convierte en catalizador de una cadena de acontecimientos que llevará a los personajes a situaciones límite y desembocará en un final absolutamente inesperado.

De nuevo en primera persona (que le gustan al autor los narradores intradiegéticos), Moyano vuelve a seducirnos con su prosa precisa e impecable en una novela donde brilla especialmente su manejo del tempo narrativo y su construcción de diálogos. Más Moyano, por favor. 






El día que se perdió la cordura, de Javier Castillo

Hace unos días, en Estamos Leyendo Blog, publicaron una interesante entrevista en torno al thriller y la entrevistadora hizo una...