miércoles, 30 de agosto de 2023

Deuda de sangre, de Ismael Orcero

En ocasiones no es necesario morir para adentrarse de lleno en el infierno. Tampoco es necesario desplazarse miles de kilómetros para llegar hasta él. Se halla ahí, a una breve jornada sobre la montura, al otro lado de una sierra que separa el mundo civilizado de la mera supervivencia. Se encuentra más cerca de lo que pensamos, a la vuelta de la esquina del funeral de un ser querido que es arrancado de la vida por manos ímprobas. A veces el misterio de ser de los buenos o de los malos de la película reside en el lado de la montaña en el que haya nacido cada uno. 

En Deuda de sangre (Grupo Master Distancia, 2022), Ismael Orcero nos presenta ambas caras de la moneda en un espacio narrativo de geografía imprecisa que evoca en el lector otras narraciones y otros caminos ya transitados por autores como Juan Rulfo o Cormac McCarthy. En la novela, narrada entre el presente de una búsqueda y el pasado de una memoria ahíta de tristezas, Andrés y su hijo Juan se echan al monte para dar caza al monstruo que ha segado la vida de su pequeña Adela de la forma más atroz y depravada. Persiguen a un villano sin alma ni nombre y con malformaciones de bestia apocalíptica apodado Colmillón. Nació como una maldición del vientre de María la de los Sapos, y apuntan que su padre es el mismísimo diablo. Dicen que a Colmillón nadie puede darle muerte, pero Andrés y su hijo se empeñan en demostrar lo contrario y para ello se aventuran al otro lado de la sierra, donde no gobierna Dios ni las leyes de los hombres y la brujería es un credo ante el que muchos se postran. Para saldar su deuda de sangre, se enfrentarán al sol calcinador, al frío implacable de las noches, a la aridez de una tierra baldía y ponzoñosa y al mal en todas sus formas en esa otra parte del mundo donde quienes mejor viven son los animales carroñeros. 

Entre el realismo mágico y el western, Ismael Orcero nos ofrece en Deuda de sangre una historia de venganza y desesperanza. Con ritmo lento y prosa dura de calidad impecable, el autor consigue que al lector le entre en la boca el polvo seco de los caminos y recele de las piedras bajo las cuales yacen criaturas ponzoñosas y sienta el cansancio del camino, atenuado por evocaciones del pasado que añadirán peso a la tristeza del presente. El autor pone con frecuencia en boca de los protagonistas reflexiones sobre asuntos universales y eternos: la existencia de Dios, el comportamiento humano y el mal en su naturaleza, la intervención divina (o del maligno) en el comportamiento de las personas, el conocimiento del mundo, la superstición, el azar, la moral, el destino del hombre y la muerte. En definitiva, literatura de la mejor calidad en la que conviven un universo agreste y salvaje con la profundidad del alma humana. Yo de ustedes no me lo perdería. 

sábado, 26 de agosto de 2023

La verdad no hace amigos, de Rafael Guerrero

Hay profesiones interesantes, profesiones arriesgadas y las hay también que producen un cierto morbo al personal que sabe poco o nada acerca de ellas. La de detective conjugaría, a mi parecer, los tres atributos. Si se mira en la RAE la definición de detective una se encuentra con esto: "Policía particular que practica investigaciones reservadas y que, en ocasiones, interviene en los procedimientos judiciales". Lo cierto es que yo lo cambiaría por "investigador privado", pero he leído en algún blog en Internet que hay ciertos matices diferenciales entre ambas profesiones relacionados con las tareas desempeñadas y la clientela de los mismos, pero no he podido averiguar si esto es realmente así o solo apreciación de quién lo escribe. Quizá el autor de la novela que acabo de terminar podría aportar alguna aclaración al respecto. Criminólogo, experto en seguridad y en servicios de inteligencia, ejerce de detective privado al frente de una agencia con solera en el ámbito de la investigación internacional. Más de treinta años como detective sin duda le otorgan material para escribir de sobra y, además, lo bendijeron con el don de la palabra, lo que le permite dotar sus vivencias con la épica necesaria para abastecer al público de lectura atractiva.

En La verdad no hace amigos (M.A.R. Editor, 2021), ganadora del X Premio Wilkie Collins que otorga el festival Tenerife Noir, Rafael Guerrero relata con una prosa sencilla (que no simple) y en primera persona (el autor se convierte en RG, el protagonista) dos de sus casos investigados en un pasado relativamente reciente. Su forma de narrarlos también es atractiva. En el marco de una investigación que lleva sus pasos a la Madre Rusia, introduce, a modo de informe, el caso cuyo culmen abre la novela. Vayamos por partes (ya, ya sé que como Jack el Destripador). Por un lado, ha de conseguir pruebas fehacientes que exculpen a su cliente Jorge de cualquier estratagema pergeñada por su amante y potencial mariticida. Empleará para ello una estrategia que le irá mordiendo la conciencia y la ética provisional, y nos irá contando el proceso mediante el "Informe Franchesca", que irá escribiendo a ratos mientras se encuentra inmerso en la siguiente misión. Unos padres angustiados le contratan para averiguar el paradero y condiciones de vida de los padres biológicos de su hijo Alexey, al que adoptaron dieciocho años atrás en Rusia. Tales pesquisas lo sitúan a él y a Silvia, su colaboradora rusa, en el punto de mira del doble rasero de los servicios de inteligencia rusos y de ciertas mafias cuyos tentáculos se adentran en el Kremlin. Todo un reto del que no saldrán con vida fácilmente.

Es la primera novela que leo del autor (tiene otras tres publicadas con anterioridad) y he quedado más que satisfecha. Su modo de narrar, sus juegos de palabras y sus reflexiones profundas in media re me han hecho disfrutar de lo lindo. Os dejo con una frase de la novela que me ha encantado:
El mundo es un gran teclado de ordenador y quien no pulsa las teclas se convierte en una de ellas. Darwin no previó esa mutación o se la calló para reírse desde la tumba (p. 63)

martes, 22 de agosto de 2023

Donde haya tinieblas, de Manuel Ríos Sanmartín

...donde haya tinieblas, ponga yo luz;
donde haya tristeza, ponga yo alegría...
(Fragmento de la oración franciscana por la paz)

"Pecado" y "culpa" son dos conceptos de raigambre judeocristiana que han trascendido los márgenes de la doctrina religiosa y han permeado los diferentes estratos de la sociedad civil. Cambien la palabra "pecado" por "transgresión" y hallarán la versión laica del cuento. Como ejemplo, podríamos señalar que tanto ciertos programas de televisión como las redes sociales se han erigido en virtuales campos de batalla donde se libran las nuevas cruzadas, en desnortados púlpitos desde los que se proclaman catecismos pelín trasnochados, en postmodernas aras de juicio y de venganza. La justicia divina de la estulticia en masa a un solo click. Somos un estado con etiquetado laico fraudulento, qué le vamos a hacer. Manuel Ríos Sanmartín, director, productor, guionista de cine y televisión, y escritor al que acabo de leer por primera vez, combina esta coyuntura social con ingredientes de una investigación de primera y el resultado es una novela absolutamente magnífica (y negra, muy negra).

Donde haya tinieblas (Planeta, 2021), thriller de ritmo marcado y trama intensa, comienza con la desaparición en Madrid de una joven modelo rusa. La chica había viajado a la capital española para asistir a la inauguración de una tienda de lencería de una marca de primer nivel, pero no acudió al evento. Se hará cargo del caso un equipo de la UDEV (Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta), liderado por los inspectores Martínez y Pieldelobo. Sin embargo, lo que parecía un secuestro se complicará con la aparición de un cadáver en el altar de la pequeña Ermita de la Virgen del Ara, en Extremadura. A partir de ese momento, el autor demuestra su habilidad urdiendo una trama efectista en la que se van a mezclar diferentes líneas de investigación, relacionadas con la prostitución de alto standing y la doctrina cristiana, que llevarán al lector a distintos enclaves sagrados de la geografía española. Aparte del excelente engranaje de la trama, otro de los elementos clave de Donde haya tinieblas es el antagonismo de sus personajes principales. El inspector Martínez y la inspectora Pieldelobo son seres radicalmente opuestos, tanto en su modo de ver la vida como en su forma de investigar, con un punto importante en común. Al caos de un baby boomer algo carca con una divertida dispersión mental (me he reído mucho con él, y también me ha hecho llorar) se le opone la tozudez cuadriculada y feminista de una millennial que me ha sacado de mis casillas en más de una ocasión y a la que más tarde he comprendido (sin justificar su basura de carácter, que conste). No obstante, ambos tienen carisma de sobra y apostarán por entenderse en más de un plano. ¿Qué? ¿Ya les ha picado la curiosidad?

Con un ritmo ágil marcado a golpe de capítulo breve y una prosa intimista (lo narra el inspector Martínez en primera persona), sencilla y de una plasticidad tremenda, Manuel Ríos Sanmartín consigue en Donde haya tinieblas un thriller de acción de primera calidad que pone su foco de atención en el arma de doble filo que suponen las redes sociales (información vs. sobreexposición) y en una reinterpretación sui generi del Génesis (imagino el arduo trabajo de investigación previo a la escritura, dada el peso en la obra de la iconografía religiosa), así como en elicitar en el lector reflexiones en torno a la violencia y el machismo derivadas del discurso de sus personajes. Más que recomendable lectura. 



viernes, 18 de agosto de 2023

El aquelarre perdido de Trasmoz, de Gema Tacón

¿Sabían que en España existe un pueblecito excomulgado desde el s. XVI? No se preocupen, yo tampoco hasta que empecé a leer la novela a cuya lectura acabo de poner fin. Pues sí, en la provincia de Zaragoza, en la comarca de Tarazona y el Moncayo, se encuentra Trasmoz, una localidad con poco más de 80 habitantes que ostenta el morboso honor de ser el único pueblo oficialmente maldito y excomulgado por un Papa de la Iglesia Católica. Cuna de un vasto legendarium sobre brujas y aquelarres, no me extraña que haya sido fuente de inspiración de diversas obras literarias. Bécquer, sin ir más lejos, hizo buen uso de alguna de sus leyendas. Y la gaditana Gema Tacón se sirve de él como escenario geográfico y elemento clave en el argumento de la novela que me ha secuestrado durante los últimos dos días.

El aquelarre perdido de Trasmoz (2022) es la cuarta novela que he leído de la autora y actúa a modo de spin off continuador de la saga Susurros. Aquí Kate Warne ya no es personaje principal, sino que cede el protagonismo a Lidia, hija de una herborista que padece una inusual progeria (vejez prematura) y a William, periodista de investigación tocapelotas que se dedicó a desprestigiar en prensa la labor de Warne cuando esta aún pertenecía a las fuerzas del orden público. Ambos protagonistas se verán involuntariamente involucrados en una guerra contra fuerzas esotéricas mientras tratan de desvelar el misterio de sus vidas. Tras la muerte de su madre, Lidia indagará en los orígenes de su familia, y el azar cruzará su camino con el de William, que lleva años intentando demostrar (a los demás y a sí mismo) que su padre no lo abandonó en un bosque cuando tenía tres años, sino que desapareció en extrañas circunstancias. Sus destinos se darán la mano mientras viajan a la zona de Trasmoz buscando respuestas (ella junto a su amigo John y él junto a su hermana Alicia), y desde entonces sus existencias quedarán ligadas a escobas, brujerías, maldiciones, monjes fantasma y señoras bigotudas de armas tomar. ¿Y qué pinta Kate Warne en todo esto (junto a personajes que ya conocimos en Ola de Silencio como Nandor Fodor, Madre Shipton o la gauda Leo? Pues...pues lo leen si les ha picado la curiosidad (que debería).

En su línea habitual, en El aquelarre perdido de Trasmoz Gema Tacón es capaz de crear, con una prosa asequible y sin dobleces y un desparpajo tremendo, una historia llena de misterio donde el drama y la tensión se ven compensados por la sonrisa o incluso la carcajada del lector, cosa que yo valoro enormemente, al igual que las sorpresas. Y qué sorpresa más preciosa cuando empecé la lectura y me saltó el corazón al encontrarme con el prólogo de Javi (Marín), maestro de los giros argumentales al que aplaudiría sin duda Jeffery Deaver y creador de Marco Duarte, otro de mis investigadores preferidos. Cosas bonicas que tiene la vida y que te ponen una sonrisa en la cara. En definitiva, que lo lean, que merece la pena. 

martes, 15 de agosto de 2023

Ola de silencio, de Gema Tacón


Serendipia: f. Hallazgo valioso que se produce de manera accidental o casual.
Bendita serendipia. Creo que una de las cosas más bonitas del mundo es reconocer cuando alguien hace algo maravilloso y hacérselo saber. En mi pequeño gran universo de letras, corazón y algún suspiro, ciertos obsequios son recompensados con una gratitud infinita: que me hagan reír, que me sorprendan y que me obliguen a devorar un libro como si no hubiese un mañana. Por eso, aprovecho estas líneas para agradecerle a Gema Tacón el haberme regalado las tres cosas. Estamos a mitad de agosto, y ya me atrevo a decir que con Kate Warne y su autora he encontrado el tesoro del año. Cierto es que me vuelven loca y a veces me dan ganas de matarlas un poquito, pero en ello reside parte de su encanto. Gracias también a todos aquellos que con vuestras reseñas y vuestra insistencia me habéis llevado a descubrirla. Y dejo ya el terreno de lo empalagoso (que cuando la vena moñas hace pop ya no hay stop), porque lo que yo venía a contarles es cuánto he disfrutado con la novela que acabo de terminar.

Se trata de la tercera entrega de la saga Susurros de la gaditana Gema Tacón (hombre, no iba a ponerme ahora, después del momento moñas, a escribir sobre el libro de otro) y se titula Ola de silencio (primera edición 2023). Esta vez, la autora sitúa la trama en la tranquila isla de Tabarca (tranquila hasta que ella la escribe, claro). La ya ex policía Kate Warne (aunque no sea oficial, ella ya no se considera tal), con el alma rotísima tras el desenlace de El Apóstol de la muerte y con la semillita de su gremlin creciendo en su interior, decide tomarse un respiro lejos de los suyos para encontrarse a sí misma y convertirse en la mujer madre que realmente quiere ser. La noticia en un diario de la desaparición de una joven en la isla de Tabarca la lleva a hacer el equipaje y trasladarse hasta allí. Solo para ayudar un poco, se dice y, como siempre, se mete hasta un poquito más arriba del cuello. En colaboración (obligada) con la capitana Barrera, de una comisaría de Alicante, se verá inmersa en una investigación de lo más accidentado rodeada de un varioponto elenco de personajes, desde la cotilla del pueblo, pasando por un párroco con talante y nombre pelín inquisitorial, un par de polis poco espabilados a la primera vista y un simpático camarero que le hará tilín donde hacía ya tiempo no sonaba ninguna campana. Contarán con la impagable ayuda de la cerebrito Penélope García y con un cuarteto de individuos insólitos como poco cuyo dominio no es de este mundo. ¿Lograrán salir sanas y salvas y descubrir al criminal? Tendrán que averiguarlo ustedes, si acaso la curiosidad les pica.

Sangre, intriga, tensión, acción, cocktail de emociones, magia y alguna criatura onírica son algunos de los ingredientes de Ola de silencio que me han hecho disfrutarla al máximo. Suelo sentirme afortunada porque voy disfrutando de los autores y obras que elijo (o que me eligen, vaya usted a saber), pero es difícil igualar la conexión total que siento con las páginas de la gaditana. Su desparpajo, su manera desenfadada de escribir y provocarme una carcajada para que me miren raro mis vecinos de sombrilla. Su modo de desgarrar un corazón con frases cortas y punzantes. No diré más, que bastante me he alargado ya. Leedla. Merece la pena.

sábado, 12 de agosto de 2023

El Apóstol de la muerte, de Gema Tacón

Que no, que puedes irte a beber agua a la cocina, que no se te va a esacapar el malo. Que no, que a ti no te quiere eliminar ningún francotirador oculto desde un tejado. Que no aprietes un acelerador que no tienes bajo el pie porque nadie va a llegar más rápido a ningún lugar. Deja ya de hiperventilar, poramordediosbendito, y relaja las mandíbulas, que luego te va a doler la cabeza. Que no, que a ti no se te ha roto el corazón (o sí, pero será por otros motivos).

Que todo eso no te ha pasado a ti, sino a Kate Warne, y tú solo eres el lector o lectora que acaba de terminar El Apóstol de la muerte de Gema Tacón (la segunda edición de 2023, que la primera es de 2019), y ahora no sabes, dada la improbable situación de tenerla enfrente, si le plantarías un beso en los morros o le darías un bofetón épico. Por esta segunda entrega de la saga Susurros, la gaditana sería merecedora del Nobel del Sadismo porque, vamos, la forma metódica y concienzuda de causar sufrimiento al lector... La trama de El Apóstol de la muerte se inicia un par de años después de los hechos narrados en El último susurro, que aún van a dar algún coletazo que otro para complicarle la vida a Kate Warne, ahora ya capitana de la comisaría tras la resolución del caso anterior. Acostumbrada a la acción y a una vida disoluta, Warne se ahoga por momentos entre las cuatro paredes de su despacho y en la relación consolidada con Joseph Bell, hasta que el destino decide volver a jugar con ella a los dados y la nueva incorporación a su equipo —una rubia despampanante que le va a dar algún quebradero de cabeza— entra en tromba en su despacho para anunciar la desaparición de cinco mujeres que, al investigar un poco, resultan no existir. A la llamada de una desconocida que asegura que las desapariciones no son tales le sigue el asesinato en modo barbacoa de uno de los cinco denunciantes y, a partir de ahí, la trama va dando unos giros que traerán de cabeza (o de culo, según se mire) al equipo de Warne. Para colmo, al sur de la ciudad, un ángel exterminador con delirio megalómano —al que los medios pronto bautizarán como el Apóstol de la muerte— pretenderá purificar las calles eliminando a pecadores tales como prostitutas, drogadictos, mendigos y homosexuales. Con dos frentes abiertos de tal calado, a Kate Warne no le será posible tomar decisiones con la cabeza y, tanto ella como otros miembros de su equipo de verán expuestos a situaciones límite que acabarán... Si, hombre, que lo voy a contar todo. A sufrir como yo si quieren saber.

El Apóstol de la muerte es una obra sencillamente brutal. No entiendo por qué, pero al comenzar a leer no es que empatice con Kate Warne, sino que, mediante algún tipo de magia negra, de repente es su piel la que me cubre los huesos. En capítulos cortos y con un nivel Dios de tensión en cada uno, Gema Tacón consigue que el lector no quiera dejar de leer en ningún momento. Ni se imaginan la lucha que he mantenido conmigo misma para no saltar hasta las últimas páginas y que todo se arreglase, que fuese una confusión, un mal sueño, lo que fuera. Mientras perpetro esta reseña ( o este ejercicio de enajenación mental necesario para mantener la cordura) aún noto los latidos de un corazón que parece querer salírseme por la boca.

El último susurro, de Gema Tacón

Dicen que uno nunca se va a dormir sin haber aprendido algo nuevo, y yo me enteré hace un par de días de que existe algo llamado ASMR, una experiencia física y psicológica —orgásmica y ansiolítica— en la cual, mediante estímulos básicamente visuales y auditivos, se consiguen respuestas sensoriales en un amplio abanico que abarca desde el escalofrío hasta el orgasmo de baja intensidad, proporcionando una sensación relajante que facilita, entre otras cosas, el sueño. Al parecer, hay personas que se ganan la vida (y bastante bien, por lo que leo) abasteciendo de esta suerte de sedante natural a los internautas. Boca abierta como reflejo de mi ignorancia mayúscula y otra que le debo a San Google por la sapiencia prestada. ¿Que por qué me meto yo en estos jardines? La culpa la tiene una autora recién descubierta y la primera novela que he leído de ella.

El último susurro (yo he leído la segunda edición, de 2023, pero la primera es de 2017) es la primera entrega de la saga Susurros, de la gaditana Gema Tacón. Todo un thriller de novela negra, adictivo y poco recomendable para aquellos que estén intentando dejar de morderse las uñas (para que los que no se las quieran morder, peor). Además, los nombres de sus personajes están inspirados en personajes reales célebres en sus menesteres (hasta el mismísimo August Dupin mora entre sus páginas). El último susurro nos presenta a Kate Warne, policía en el camino correcto hacia la autodestrucción a causa de la pérdida de su anterior compañera y pareja (¡ay, la culpa!), a las puertas de la investigación del asesinato de una ASRMartist (es decir, una celebrity dentro del mundillo del ASRM del que hablábamos antes). La jefa de policía, que al parecer no la tiene en mucha estima, le asigna un nuevo compañero para el caso, y encima lo pone al mando de la investigación. Juntos, con el apoyo de la forense Clea (íntima amiga de Kate) y un elenco de personajes peculiares, deberán echarle un pulso a las agujas del reloj para detener a un asesino hábil y escurridizo. Cada vez que parecen estar cerca de atraparlo, un giro desmonta el plan y alguien cercano a Kate acaba pagando las consecuencias, hasta que esta acaba con sus huesos en un centro psiquiátrico y... Que no, que no. Que no les voy a seguir contando. Si les interesa, ya saben.
Lo cierto es que Gema Tacón ha sido todo un descubrimiento. Incisiva, mordaz y sin andarse por las ramas me ha regalado a Kate Warne, una protagonista de esas con las que empatizo desde el primer instante (absténgase quien la conozca de emitir juicio alguno sobre el estado de mi azotea). Malhablada y desagradable en la mayoría de ocasiones, con cero respeto por normas o convenciones sociales, me provoca unas tremendas ganas de abrazarla y darle un poco de la ternura que le falta. Me quedo tranquila porque de eso ya se encarga Joseph, su obligado adlatere. Con capítulos cortos de ritmo frenético y giros argumentales que dejan al lector con la boca abierta al menos un palmo, Gema Tacón consigue en El último susurro la ansiada suspensión de la incredulidad que preconizaba Brecht: te da igual si es posible, verosímil o no. Que se salve, que no muera, que atrapen al asesino, es lo único en lo que piensas mientras estás leyendo. Otro mérito de la gaditana (no se rían, por favor) es que ha sido la primera que logra que esta lectora "sienta" un beso inventado en negro sobre blanco... ¿Recomendable? Por supuesto.

miércoles, 9 de agosto de 2023

La última paloma, de Men Marías


El mayor dolor del mundo no es el que mata de un golpe, sino aquel que, gota a gota, horada el alma y la rompe (Francisco Villaespesa).

De algunas lecturas es imposible salir con el alma intacta. Una las acaba y la palabra "dolor" se convierte en centro del centro, y piensa entonces que hay palabras que alumbran canciones y otras que, directamente, paren heridas. En la párvula redondez de unas letras que engendran llagas. En la congoja estampada de negro sobre blanco. La primera vez que la escuché, ya sabía que esta autora me iba a gustar, pero desconocía hasta qué punto. Su nombre, Men Marías.

Acabo de terminar la novela y ya noto el sabor de las ganas de más. La útima paloma (Planeta, 2021) comienza con desconcierto y miedo, los de un niño arrancado de su hogar y de su sonrisa, y avanza hacia una escena impactante y truculenta. En las inmediaciones de una casona abandonada, aparece el cadáver mutilado de una joven, nieta de un matrimonio muy querido en Rota, lugar donde se desarrolla la trama. Pechos amputados, unas alas blancas cosidas a la espalda e infibulada (castrada sexualmente). Las sospechas recaen inmediatamente sobre su supuesto novio, un delincuente común del pueblo, pero el instinto de la sargento de la Guardia Civil Patria Santiago le dice otra cosa: es un crimen ritual, el asesino va a volver a matar. ¿Y si se equivoca? La sargento Santiago, junto al cabo mayor Sacha Santos –con quien mantiene una borrascosa relación sentimental— deberán elegir entre sentido común y conocimiento criminalístico, y se verán abocados a una investigación relacionada con sucesos acaecidos a finales de los 50 que orbitan en torno a la base americana de Rota. El pasado siempre vuelve, o eso dicen, o quizá es que nunca se ha ido del todo.

Ganadora de la edición de 2022 de Cartagena Negra, La última paloma encaja perfectamente en el patrón de las novelas negras negrísimas y, sin embargo, su prosa a ratos es casi poesía. Men Marías engrana a la perfección tramas y subtramas en una novela coral que se desliza continuamente entre un presente y varios pasados. Una novela donde la investigación es tan relevante como la historia individual y colectiva de los personajes. Patria Santiago es un carácter inolvidable, tan hierática a veces, tan testaruda, tan rota. Patria, la apátrida de su propia vida que recurre al dolor autoinfligido para sobrellevar la herida de un ayer que nunca podrá ser cicatriz. La estrategia narrativa de capítulos breves que alternan la primera persona de las voces principales y el narrador omnisciente que desbroza el pasado resulta muy efectiva. No me queda más que recomendarla. Sería imposible no hacerlo. 

miércoles, 2 de agosto de 2023

Los muertos no saben nadar, de Ana Lena Rivera


Es curiosa la sensación de pérdida, de vacío, que se apodera de esta lectora al cerrar algunos libros. Como si no hubiese leído cientos de ellos con anterioridad y la lista de los que esperan su turno no fuese lo más próximo al infinito. ¿Y qué hago yo ahora sin Gracia San Sebastián? Esa es la pregunta que me taladra la cabeza desde anoche tras leer la última página de la tercera y más reciente novela de la saga protagonizada por la investigadora de fraudes financieros creada por Ana Lena Rivera. La voy a extrañar mucho, sin duda.

Los muertos no saben nadar (Maeva, 2021) es el título elegido por Ana Lena para la tercera entrega de la serie encabezada por la sabuesa asturiana. Ambientada entre Oviedo y Gijón, con algún vistazo fugaz a Rumanía, el inicio de la novela no podría ser más brutal. Mientras juega en la playa de San Lorenzo (Gijón) con su padre en pleno mes de diciembre, el pequeño Isma encuentra, en el rincón secreto donde guarda los tesoros, el brazo amputado de un hombre. La extremidad cercenada pertenece a un sujeto que en ese momento está siendo investigado en la comisaría central de Oviedo por una presunta estafa piramidal. Por esa razón, el jefe de la Policía del Principado asigna el caso al comisario Rafael Miralles, para el que ahora trabaja Gracia San Sebastián como colaboradora externa experta en asuntos financieros. Su misión consistirá únicamente en indagar sobre el más que probable delito financiero cometido por la víctima, pero con la aparición del cadáver todo se va a complicar, ya que entra en juego un intrincado entramado de blanqueo de dinero orquestado por un peligroso grupo de mafiosos rumanos sin escrúpulos. En paralelo a la investigación de esa trama, la autora irá, mediante flashbacks, desgranando los secretos de dos familias asturianas implicadas, voluntaria o involuntariamente, en el desarrollo de la misma. En cuanto al plano personal de Gracia, su relación sentimental con Rodrigo parece marchar bien hasta que Jorge, su legalmente todavía marido, vuelve de Estados Unidos con un objetivo claro para él pero confuso para el resto. En resumen, van a ser unas navidades moviditas para todos pero, si quieren saber más, tendrán que leerla.

Al igual que en las dos novelas anteriores, en Los muertos no saben nadar pesa tanto la trama de investigación como el aspecto personal de la vida de los personajes. Por lo tanto, aunque se pudiese leer como novela independiente, el lector desconocería multitud de datos y matices necesarios para la comprensión de los mismos. Algunos de los caracteres ya presentes en las dos anteriores ceden protagonismo a otros cuya relevancia es mayor en este caso. Uno de los que se posiciona en primer plano es el comisario Rafael Miralles, fabuloso tanto en su faceta profesional como en la privada. Queda claro que una de las fortalezas de Ana Lena es el modo que da forma a los personajes, dotándolos de una personalidad bien definida y asignándoles un rol bien marcado en la historia. En definitiva, una lectura más que recomendable.

El día que se perdió la cordura, de Javier Castillo

Hace unos días, en Estamos Leyendo Blog, publicaron una interesante entrevista en torno al thriller y la entrevistadora hizo una...