miércoles, 2 de agosto de 2023

Los muertos no saben nadar, de Ana Lena Rivera


Es curiosa la sensación de pérdida, de vacío, que se apodera de esta lectora al cerrar algunos libros. Como si no hubiese leído cientos de ellos con anterioridad y la lista de los que esperan su turno no fuese lo más próximo al infinito. ¿Y qué hago yo ahora sin Gracia San Sebastián? Esa es la pregunta que me taladra la cabeza desde anoche tras leer la última página de la tercera y más reciente novela de la saga protagonizada por la investigadora de fraudes financieros creada por Ana Lena Rivera. La voy a extrañar mucho, sin duda.

Los muertos no saben nadar (Maeva, 2021) es el título elegido por Ana Lena para la tercera entrega de la serie encabezada por la sabuesa asturiana. Ambientada entre Oviedo y Gijón, con algún vistazo fugaz a Rumanía, el inicio de la novela no podría ser más brutal. Mientras juega en la playa de San Lorenzo (Gijón) con su padre en pleno mes de diciembre, el pequeño Isma encuentra, en el rincón secreto donde guarda los tesoros, el brazo amputado de un hombre. La extremidad cercenada pertenece a un sujeto que en ese momento está siendo investigado en la comisaría central de Oviedo por una presunta estafa piramidal. Por esa razón, el jefe de la Policía del Principado asigna el caso al comisario Rafael Miralles, para el que ahora trabaja Gracia San Sebastián como colaboradora externa experta en asuntos financieros. Su misión consistirá únicamente en indagar sobre el más que probable delito financiero cometido por la víctima, pero con la aparición del cadáver todo se va a complicar, ya que entra en juego un intrincado entramado de blanqueo de dinero orquestado por un peligroso grupo de mafiosos rumanos sin escrúpulos. En paralelo a la investigación de esa trama, la autora irá, mediante flashbacks, desgranando los secretos de dos familias asturianas implicadas, voluntaria o involuntariamente, en el desarrollo de la misma. En cuanto al plano personal de Gracia, su relación sentimental con Rodrigo parece marchar bien hasta que Jorge, su legalmente todavía marido, vuelve de Estados Unidos con un objetivo claro para él pero confuso para el resto. En resumen, van a ser unas navidades moviditas para todos pero, si quieren saber más, tendrán que leerla.

Al igual que en las dos novelas anteriores, en Los muertos no saben nadar pesa tanto la trama de investigación como el aspecto personal de la vida de los personajes. Por lo tanto, aunque se pudiese leer como novela independiente, el lector desconocería multitud de datos y matices necesarios para la comprensión de los mismos. Algunos de los caracteres ya presentes en las dos anteriores ceden protagonismo a otros cuya relevancia es mayor en este caso. Uno de los que se posiciona en primer plano es el comisario Rafael Miralles, fabuloso tanto en su faceta profesional como en la privada. Queda claro que una de las fortalezas de Ana Lena es el modo que da forma a los personajes, dotándolos de una personalidad bien definida y asignándoles un rol bien marcado en la historia. En definitiva, una lectura más que recomendable.

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