sábado, 26 de agosto de 2023

La verdad no hace amigos, de Rafael Guerrero

Hay profesiones interesantes, profesiones arriesgadas y las hay también que producen un cierto morbo al personal que sabe poco o nada acerca de ellas. La de detective conjugaría, a mi parecer, los tres atributos. Si se mira en la RAE la definición de detective una se encuentra con esto: "Policía particular que practica investigaciones reservadas y que, en ocasiones, interviene en los procedimientos judiciales". Lo cierto es que yo lo cambiaría por "investigador privado", pero he leído en algún blog en Internet que hay ciertos matices diferenciales entre ambas profesiones relacionados con las tareas desempeñadas y la clientela de los mismos, pero no he podido averiguar si esto es realmente así o solo apreciación de quién lo escribe. Quizá el autor de la novela que acabo de terminar podría aportar alguna aclaración al respecto. Criminólogo, experto en seguridad y en servicios de inteligencia, ejerce de detective privado al frente de una agencia con solera en el ámbito de la investigación internacional. Más de treinta años como detective sin duda le otorgan material para escribir de sobra y, además, lo bendijeron con el don de la palabra, lo que le permite dotar sus vivencias con la épica necesaria para abastecer al público de lectura atractiva.

En La verdad no hace amigos (M.A.R. Editor, 2021), ganadora del X Premio Wilkie Collins que otorga el festival Tenerife Noir, Rafael Guerrero relata con una prosa sencilla (que no simple) y en primera persona (el autor se convierte en RG, el protagonista) dos de sus casos investigados en un pasado relativamente reciente. Su forma de narrarlos también es atractiva. En el marco de una investigación que lleva sus pasos a la Madre Rusia, introduce, a modo de informe, el caso cuyo culmen abre la novela. Vayamos por partes (ya, ya sé que como Jack el Destripador). Por un lado, ha de conseguir pruebas fehacientes que exculpen a su cliente Jorge de cualquier estratagema pergeñada por su amante y potencial mariticida. Empleará para ello una estrategia que le irá mordiendo la conciencia y la ética provisional, y nos irá contando el proceso mediante el "Informe Franchesca", que irá escribiendo a ratos mientras se encuentra inmerso en la siguiente misión. Unos padres angustiados le contratan para averiguar el paradero y condiciones de vida de los padres biológicos de su hijo Alexey, al que adoptaron dieciocho años atrás en Rusia. Tales pesquisas lo sitúan a él y a Silvia, su colaboradora rusa, en el punto de mira del doble rasero de los servicios de inteligencia rusos y de ciertas mafias cuyos tentáculos se adentran en el Kremlin. Todo un reto del que no saldrán con vida fácilmente.

Es la primera novela que leo del autor (tiene otras tres publicadas con anterioridad) y he quedado más que satisfecha. Su modo de narrar, sus juegos de palabras y sus reflexiones profundas in media re me han hecho disfrutar de lo lindo. Os dejo con una frase de la novela que me ha encantado:
El mundo es un gran teclado de ordenador y quien no pulsa las teclas se convierte en una de ellas. Darwin no previó esa mutación o se la calló para reírse desde la tumba (p. 63)

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