Hay lugares a donde uno siempre quisiera volver, aunque ya no sea posible porque tan solo existen en nuestros recuerdos. Unos están hechos de sal, espuma y arena. Otros, de un primer beso en una tarde de lluvia. Postales de un ayer que siempre extrañaremos. Por suerte, hay otros a los que podemos regresar siempre que lo deseemos y nos acogen con los brazos abiertos. En el caso de esta lectora, esos lugares están sólidamente construidos con letras, por lo que son imperecederos, refugios para almas rebeldes que huyen, quizá cobardes, de realidades y circunstancias. Como a la mayoría de personajes de la novela que acabo de terminar, a mí también me gusta volver a la Santa Rita nacida de la imaginación de Elia Barceló. Pasear por sus jardines, recorrer sus estancias y escuchar a sus gentes. Afortunados los que hallamos cobijo en tierra ficticia.
La segunda parte de la saga de Elia Barceló ambientada en Santa Rita se titula Amores que matan (Roca Editorial, 2023) y sigue la estela de la anterior, Muerte en Santa Rita. Tras los sucesos acaecidos en la primavera, estación durante la que transcurre la primera entrega, llega el verano y la comunidad que habita el espacio quasi mágico (tocado sin duda por la diosa de la justicia poética) tampoco podrá afrontarlo con normalidad, puesto que, al hacer unas obras en uno de los pabellones del recinto, aparecen, emparedados en una minúscula habitación, unas pinturas que se suponen de gran valor junto con el cadáver de un bebé nacido al menos ochenta años antes. Los cuadros parecen pertenecer a la escuela Der Blaue Reiter (El Jinete Azul), un grupo de pintores expresionistas fundado por Kandinsky en los primeros años del S. XX. Para verificar su autenticidad, vendrá un profesor suizo experto en la época y el movimiento, acompañado de su bella "asistente", mientras que la esposa del profesor deberá hacer frente a la mayor derrota de su vida... Todo se complicará cuando este experto aparezca brutalmente asesinado en la misma puerta de su habitación de hotel. La inspectora Lola Galindo, que ya vive desde hace un par de meses en Santa Rita, será la encargada de investigar tanto el asesinato del suizo como la procedencia de los huesos del recién nacido, y lo tendrá francamente difícil. Mientras tanto, Greta, sobrina y heredera de la propietaria de Santa Rita, irá descubriendo que la historia de su familia no es tan dulce e idílica como se la habían contado...
En Amores que matan, el lector disfrutará de una trama muy bien construida, de una prosa elegante, cuidada y muy inteligente, repleta de matices, y de un transfondo de crítica social contundente pero exquisita. A pesar de que el nudo central de la historia se centre en la investigación del asesinato, la perspectiva del lector será diferente, puesto que conocerá desde el inicio la identidad y los motivos de la persona responsable de esa muerte. Sin embargo, esto no restará ni pizca de intriga y suspense a la trama, pues el nivel de expectativa siempre se mantiene alto. La ambientación de la novela es magnífica y se percibe que, aunque el lugar es ficiticio, Elia Barceló conoce a la perfección la localización geográfica y el ambiente mediterráneo en los que se inspira. Sus personajes son, en su gran mayoría, profundamente humanos y entrañables, alejados de cualquier atisbo de maniqueísmo. Con respecto a la crítica social, destacaría especialmente la denuncia, implícita y explícita, de la opresión de la mujer en todos los aspectos de su vida, desde la pura obliteración de su condición de ser pensante y sintiente hasta el abuso y el maltrato más sangrantes. Especial relevancia adquiere la reivindicación del papel de la mujer (ignorado, obviado, cuando no intencionadamente oculto) en el arte. En definitiva, Amores que matan es una novela amable donde, además de la trama de investigación, se tratan temas tan humanos y universales como el amor, la esperanza o el futuro. Una obra que, sin duda alguna, disfrutaréis. Palabra de lectora.
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