sábado, 31 de octubre de 2020

Buffet Libre, relato dentro de Nocturnos. Historias de sexo y muerte, de Claude Lalumière (traducción: Aurora Carrillo)


 BUFFET LIBRE

O sea, mi pelo está recién teñido; tan negro como me ha sido posible. Además, toda la ropa que llevo es negra: pañuelo, abrigo de cuero (con un corsé de encaje debajo), guantes de cuero, falda, medias de red, y botas de media caña. Luego está mi piel. O sea, para empezar, soy bastante pálida, pero la hago parecer aún más pálida con maquillaje blanco. Para darle glamour, la cubro con purpurina blanca. Hace que prácticamente brille en la oscuridad. El toque final: sombra de ojos blanca enmarcada con delineador negro, y lápiz de labios azul brillante. O sea, estoy impresionante. Maravillosa. Sobrenatural.

O sea, de verdad, ya es hora de echar un polvo. Estoy en Montreal, por el amor de Dios. La ciudad del pecado de la Costa Este y bla, bla, bla...

O sea, esto es jodidamente fantástico. La noche. La música. Los bares. Las chicas guapas. Los chicos sexys. Los hombres, que están más buenos todavía. Es una especie de buffet libre. Pero todavía no me he llevado a nadie a casa. Y tampoco he dejado que nadie me lleve a la suya. A ver, no soy una estrecha. En la Manitoba rural de donde vengo no hay nada que hacer aparte del sexo, aunque no haya mucho donde elegir. Así que lo haces porque, en comparación, es mejor hacerlo que no hacerlo.

Pero esto es abrumador. Casi paralizante, diría yo. Con tanto donde escoger, ¿cómo puedo escoger? Además, la verdad es que, antes de esta noche, no estaba segura de estar lista. A ver, no es que esté completamente segura ahora mismo, pero ya está bien, ¿sabes? Hay tantas oportunidades que aprovechar ahora que vivo sola en la ciudad. No quiero engancharme a nadie todavía. Solo quiero averiguar quién puedo llegar a ser en medio de esta algarabía, ideal y maravillosa, que me rodea. Pero ya estoy empezando a sentirme como una monja o algo así. Así que hoy toca follar.

A veces, claro, cuando salgo, me enrollo con algunos chicos, y chicas. Incluso dejo que me magreen un poco si me gustan de verdad. Pero de momento no he dejado que vayan más allá. Todavía no. Y, en especial, me he mantenido fuera del alcance de los hombres. Ya sabes a los que me refiero. Esos que tienen una mirada de lobo irresistible; esos que parecen moverse como si el espacio a su alrededor les perteneciera, pero sin una pizca de arrogancia; esos con manos fuertes que te harán rendirte a la primera de cambio.

No, de ellos me he mantenido alejada, porque estoy segura de que ahí es exactamente donde soy capaz de perderme y no encontrarme.

~

O sea, casi todo el mundo está en grupitos, riendo, charlando y toda esa mierda. Yo, como siempre, me muevo sola entre toda esta gente. Soy como un espectro, una sombra eterna que acecha la noche de Montreal.

O sea, voy a mi club favorito, BizBiz Bizarre. Está en el Plateau, no muy lejos de donde vivo, y allí la gente suele vestirse como le da la gana, algunos de forma muy original. Pero, ahora mismo, estoy tan espectacular que soy capaz de destacar incluso entre todos ellos.

Pero, por alguna extraña razón, esta noche resulta muy aburrida. La música es como muy de los 90. O sea, Red Hot Chilli Peppers- ¿en serio? No es que haya precisamente una multitud y, además, la mayoría parecen heteros. ¿Qué es esto? ¿Me colado sin querer en alguna fiesta universitaria o algo así?

De repente, tres tíos se ponen a bailar a mi alrededor. No paran de chocar contra mí y de reírse. Son todos jodidamente altos y musculosos. Y esa ropa que llevan, tan ordinaria y tan poco original; obviamente, solo son niños ricos. De los que el día de mañana serán médicos o abogados. Cada vez se ríen más fuerte y de manera más mezquina. Trato de librarme de ellos, pero me están rodeando, y cada vez me acorralan más. Aunque saben que estoy ahí, me ignoran por completo. Cada vez que me rozan con sus cuerpos, puedo notar que están empalmados.

Joder, ya está bien.

Me pongo a gritarles como una loca, a todo pulmón, para que puedan oírme por encima de la música. Parezco una maldita harpía del infierno. Aprovecho el momento de confusión y consigo escapar. No miro atrás.

Al minuto siguiente estoy ya en la calle, corriendo a la máxima velocidad que me permiten mis piernas.

~

O sea, soy idiota. Por lo menos podría haber corrido en dirección a mi casa. Pero no. Estaba como demasiado acojonada. Una jodida víctima indefensa e histérica. Esto no está tan bien como pensaba. De todos modos, mi casa no queda tan lejos.

Mierda. De nuevo sola a casa. Jodidamente sola. Otra vez. Soy una cagueta. Una perdedora. Esta noche no ha sido más que una jodida decepción. O sea, estoy totalmente decepcionada conmigo misma. Sé que no ha sido culpa mía pero joder, esto no es lo que quería.

De repente, noto que se me erizan los pelos de la nuca, y un escalofrío me recorre la columna. Otra vez me encuentro rodeada por un grupo de tíos. Joder, son los mismos gilipollas del club. Me empujan hacia un callejón, y me sitúan detrás de un contenedor de basura, de manera que nadie me pueda ver desde la calle. Sí, un cliché, pero, joder, como asusta.

Me doy cuenta de que no puedo quedarme allí sin hacer nada. Me dispongo a gritar pero, antes de que ningún sonido pueda salir de mi garganta, unas manos ásperas y apestosas me tapan la boca. Trató de darle un mordisco al tío, pero no puedo mover la mandíbula. Este tío es demasiado fuerte para mí.

Mierda. Mierda. Mierda.

Forcejeo, intentando liberarme- esto no me puede estar pasando; no soy una víctima. Me niego a convertirme en víctima. Pero apenas puedo respirar y soy una maldita debilucha.

Mierda. Mierda. Mierda.

Entonces oigo unos gritos ahogados... Noto una brusca ráfaga de viento, como un mini-huracán o algo por el estilo... Seguido de unos golpes secos... Y soy libre.

Debería echar a correr mientras pueda, pero me siento segura. Y la curiosidad vence sin mucha dificultad a la precaución. Miro a mi alrededor.

Los tres tíos están en el suelo, boca arriba. Al menos dos de ellos están como totalmente muertos, con las gargantas desgarradas y las tripas fuera. Hay una figura inclinada sobre el tercer tipo. Un hombre con la cara enterrada en el cuello del tío. Como si estuviera comiendo o algo así.

Debería largarme de aquí pero estoy como totalmente hipnotizada.

No quiero hacer ningún ruido, pero, como si fuera una niñita estúpida, se me escapa un grito.

El hombre se gira para mirarme, y como que lo reconozco totalmente. Pero antes de poder decir nada- ¡zas!- una niebla gris, y ha desaparecido. Como si nunca hubiera estado aquí.

Pero, evidentemente, no he sido yo la que ha abierto en canal los cuerpos de los tres tipos que, por cierto, están aquí a mis pies, con las tripas fuera.

Así que me piro.

~

O sea, ¿hombres? Chicos mayores. ¿Vale? Manteneos alejadas de ellos. Especialmente de mi vecino de enfrente. No sé cómo se llama. No sé nada sobre él. Bueno, eso no es del todo así. Sé dos cosas sobre él. Una, que es demasiado sexy para mi propio bien. O sea, joder. Sus ojos son tan oscuros y tan intensos que mojo las bragas cada vez que me los cruzo. Además, es súper alto. Debe de medir más de dos metros. Tiene el pelo largo, de un granate muy oscuro, adornado por unas pocas canas. Y se mueve como una pantera. En silencio, con seguridad, pero listo para atacar en cualquier momento. Dos, también sé que es capaz de matar y destripar a tres tíos como tres armarios en menos que canta un gallo.

Mierda. Mierda. Mierda.

~

O sea, ha pasado una semana. Y en todo este tiempo no le he visto ni una sola vez. Ni una. Pero sé que está ahí. Básicamente porque escucha música a todas horas, y las paredes de este edificio son una mierda.

Al final va a ser bueno que no traiga nunca nadie a casa porque, como que todo el mundo iba a escuchar la sesión de sexo.

El tipo de enfrente tiene gustos raros. Es como que un minuto está escuchando punk del duro y al minuto siguiente escucha melodías de música de cámara. A menudo se pasa el día escuchando mierda como Anne Murray o Barry Manilow.

Sin embargo, ¿por qué estoy tan asustada?

O sea, me salvó, ¿no? Si hubiera querido, yo hubiera sido su postre. Estoy segura de que mi sabor es mucho mejor que el de esos chicos universitarios. ¿Será que solo le gustan los tíos?

Por, digamos, enésima vez me planto en su puerta, con mi dedo a milímetros del timbre. Pero soy una gallina y salgo corriendo a mi piso. Siempre me pasa lo mismo.

~

O sea, voy al trabajo. Me aburro. Salgo. Me aburro. Me quedo levantada toda la noche. Me aburro. Me emborracho. Me aburro. Me drogo con cualquier cosa que pueda meter en mi boca, mis pulmones, mi nariz, mis venas. Me aburro.

La gente flirtea conmigo. Me aburro. Películas. Por favor- me aburro. Todo es aburrido. Incluso comer es aburrido.

¿Y cuando me masturbo?

¿A que no lo adivináis? Lo hago pensando única y exclusivamente en una cosa: en mi vecino de enfrente, con toda esa sangre goteándole de la cara, mirándome. Sí, mirándome. Repito esa escena en mi mente una y otra vez. Y estoy segura de lo que vi entonces y de lo que sigo viendo en mi mente: que estaba preocupado por mí.

Pero, ¿por qué coño tendría que preocuparse por mí?

Y me corro de manera brutal.

~

O sea, no sigo mucho las noticias. Ni siquiera tengo televisión. Pero alguien se dejó un periódico en la mesa del comedor del trabajo. Y el titular dice, Salvada Mujer en Silla de Ruedas. Agresores Brutalmente Asesinados.

O sea, por supuesto, sé con seguridad que ha sido él. De todas maneras, leo la noticia completa. Menciona otros incidentes supuestamente obra del mismo vigilante homicida: un niño rescatado de una limusina (tres hombres muertos); un anciano salvado de un conductor borracho (solo una muerte esta vez); una pareja de atracadores armados destripados mientras amenazaban a una cajera de un supermercado (pero las cámaras no pudieron captar más que un borrón); una pandilla de adolescentes, que se dedicaban a torturar y matar a los gatos del vecindario, hechos trizas. Según el periódico, mi propio trío de potenciales violadores había sido el primer incidente. Yo nunca lo denuncié pero, claro, encontraron los cuerpos.

Pero ahora, por primera vez, tenían una descripción. La idiota de la silla de ruedas, como que va y lo delata. Su descripción es un poco imprecisa, pero se acerca mucho. ¿Es que quiere que la policía lo encuentre? O sea, la salvó. La gente puede llegar a ser tan jodidamente desagradecida.

~

O sea, esta vez estoy tan decidida que ni siquiera dudo. Ni siquiera durante un nanosegundo. Toco el timbre por tercera vez, pero él no abre la puerta. Sé que está dentro. Puedo escuchar la música. (Aunque desearía no escucharla. O sea, The Carpenters, ¿en serio?)

Golpeo la puerta. No voy a dejar que me ignore. Finalmente, la puerta se abre, y ahí está él. Verlo por primera vez desde aquella noche me deja un poco en shock.

“Hola, Jenny.” ¡El tío sabe cómo me llamo! Parece más alto de lo que recordaba. Una puta torre infernal rebosante de poder primigenio. Y sus ojos, hostia puta. Lo que hay ahí dentro es profundidad, y lo demás son tonterías. Me siento como una minúscula mota ante él, apenas merecedora de estar en su presencia. Y estoy jodidamente aterrada. Sobrecogida. ¿Es esto lo que se siente al estar delante de un dios? Y mis bragas, como que están empapadas. Siento un calor intenso ahí abajo. Ganas de él.

Pero, joder, no es ningún dios. No sé ni por qué pensé eso. Entonces, finalmente caigo en la cuenta de cuál es la pregunta obvia; si no es un dios, ¿qué coño es? O sea, he estado tan distraída por la lujuria que no se me ha ocurrido hacerme esa pregunta tan básica. O sea, se ve a leguas que no es una persona normal. A lo mejor es un extraterrestre, o un experimento gubernamental fugado (¿tenemos mierdas de esas raras en Canadá?) o yo qué coño sé.

Como si pudiera leer mi mente, me suelta, “Creo que el término que mejor me describe es vampiro.”

Vale. Vampiro. OK. O sea, que es un loco psicópata. ¿Qué demonios estoy haciendo hablando con él? Pero digamos que si, hipotéticamente, lo fuera en realidad... Entonces debería correr para ponerme a salvo. En cualquiera de los dos casos, es hora de salir por patas- o sea, ya. Lo haría, si no fuera por el hecho de que no puedo moverme. Siento sus ojos sobre mí- como si me estuviera sujetando psíquicamente, impidiendo que me moviera.

Me dice, «Pasa.» Y, como un maldito títere manejado por sus cuerdas, desfilo hacia la oscuridad de su apartamente.

Oigo la puerta cerrarse tras de mí.

~

O sea, la siguiente cosa de la que soy consciente es de que estoy tumbada en un sofá que no me es familiar, relajada como si nada, con un dolor extrañamente agradable en mi muñeca izquierda. Intento levantarme pero, aunque no le veo, siento su mirada, su voluntad, que me mantiene allí, tumbada y en calma. Incluso intento forzarme a entrar en pánico pero, en lugar de eso, una ola de serenidad me invade. Así que me dejo llevar.

Estoy como flotando totalmente en un mar de deliciosa insensibilidad. Es como después de haber tenido un orgasmo brutal. Solo que sin el sudor y el escozor.

No tengo ni idea de cuánto tiempo llevo aquí. La iluminación es tenue pero mis ojos se van acostumbrando poco a poco a ella.

Al menos el tío ha apagado la música. Al final, recupero la suficiente claridad mental como para sentarme y comprobar qué le pasa a mi muñeca. Y como que ahí están, dos minúsculas marcas de mordedura sobre una de mis venas.

«Bienvenida.» Su voz grave resuena como si llegara desde lo más profundo de una húmeda caverna subterránea. Es sexy hasta derretirse.

De nuevo, una parte de mí es consciente de que debería temer por mi propia vida, pero mi cuerpo se niega a obedecer a esos sentimientos.

Esa voz otra vez: «Si quisiera matarte o lastimarte, ¿no crees que ya lo habría hecho? Aunque no me pude resistir a probar un sorbo. Te lo confirmo, estás realmente deliciosa.»

A estas alturas, mis bragas ya debían haberse disuelto.

«Lo siento. No puedo satisfacer tus deseos.» Otra vez leyéndome la mente. Mierda. Y entonces aparece ante mis ojos. Y yo lucho contra una necesidad casi incontrolable de caer de rodillas. No, no así             (bueno, no solamente así), pero sí de adorarle- porque realmente me siento como si estuviera en presencia de un dios.

«Puedo parecer humano, pero no lo soy. Para mí significas lo mismo que para ti significaría una preciada mascota o un animal de granja. Podrías ser una compañía agradable o una preciosa fuente de alimento, pero nunca querría, ni podría, mantener relaciones sexuales contigo.»

Atiné a decir, «Algunas personas, ya sabes, quieren mucho a sus vacas.» Genial. Me acababa de comparar con una vaca. Felicidades. O sea, qué seductora soy.

«No tengo por qué darte explicaciones, pero me diviertes. El sexo es irrelevante: no tengo necesidades sexuales ni reproductivas. Simplemente existo.»

No soy tan estúpida. Sé cosas sobre los vampiros. He visto unas cuantas pelis y eso. «Pero cuando, como lo llamáis, transformáis a alguien en vampiro-» (y en ese mismo instante se me ocurre que ese puede que sea el destino que me tenga reservado; y me doy cuenta de que, aunque pueda sonar friki, ahora me creo que realmente sea un vampiro) «- no es como satisfacer una necesidad reproductiva?»

Él suspira. «Eso es solo folclore. Mito. Ficción. Yo no puedo transformar a un humano en vampiro, lo mismo que tú no puedes transformar a un gato en un ser humano. Lo he intentado. Lo he intentado de todas las maneras posibles, de todas las formas sobre las que he leído o se me han ocurrido. Pero no son más que estupideces.»

«Entonces, ¿cómo se convierte alguien en vampiro? ¿Cómo hacéis para que haya más de vuestra especie?»

De nuevo, un suspiro, pero esta vez profundo y apesadumbrado. «Hasta donde yo sé, no hay otros. Solamente yo. Siempre ha sido solamente yo.»

Ey, conozco esa sensación. Solamente yo es como la historia de mi vida.

Le pregunto, «Tío, ¿como cuántos años tienes?»

Se sienta a mi lado y coge mi mano entre las suyas. El hecho de que toda mi mano quepa dentro del hueco que forman sus palmas me hace sentir todavía más pequeña. «Ojalá lo supiera. Mi memoria es poco fiable. A veces, en sueños, pienso que recuerdo el pasado más lejano, hasta antes de la aparición de los humanos. Algunas veces, creo que recuerdo no haber tenido siempre esta forma humana. Recuerdo vagamente que tenía unas revistas, y que leía en ellas sobre mi pasado, pero las perdí todas en un incendio a finales del año 1800. Ese es mi primer recuerdo claro. Un incendio en Londres. Algunos días siento que ese recuerdo empieza también a desvanecerse, pero trato de aferrarme a él con fuerza. Recuerdo que, incluso después del incendio, tenía otros recuerdos anteriores, pero ya han desaparecido por completo. Mi mente no puede almacenar todos los recuerdos de mi existencia, por lo que el pasado se me escapa, se desintegra conforme pasan los años. Me autodenomino vampiro simplemente porque nada satisface mi hambre tanto como la sangre humana, y porque también se me pueden aplicar otros elementos del mito.»

«O sea, huyes de las cruces, no soportas el sol- mierda como esa?»

«Los símbolos religiosos no me afectan. Eso no es más que otra superstición. Sin embargo, soy vulnerable a la luz del sol, aunque mucho menos si hace poco tiempo que he saciado mi hambre.»

¿Por qué diablos me está contando todo esto? Sólo se está burlando de mí. Va a matarme en cuanto me relaje por completo y confíe en él. Únicamente para satisfacer algún ansia perversa y monstruosa.

Se ríe; y entonces recuerdo que puede leerme la mente.

«Lo que te infundió el valor necesario para llamar a mi puerta fue que te preocupaste por mi bienestar. ¿Por qué desconfiar de ti? ¿Por qué desconfías tú de mis motivos?»

Casi le creo. ¿O me está manipulando de alguna forma, hipnotizándome para que confíe en él?

«Oh, y realmente no puedo leerte la mente. Es solo que, como la mayoría de los humanos, transmitís vuestros pensamientos y emociones más abiertamente de lo que pensáis. Tu olor, tu postura, tu cara, tus feromonas... es todo bastante transparente. Pero sí, puedo ejercer cierto control sobre tu voluntad. No sería bueno para ninguno de los dos que empezaras a gritar o hicieras otro tipo de estupidez. Lo cierto es que he ido disminuyendo gradualmente mi control sobre ti. Aunque a regañadientes, estás empezando a aceptar la verdad.»

Suelto la pregunta que me ha estado incordiando desde hace un rato. «O sea, ¿por qué actúas como un héroe y salvas a la gente?»

«Vi cómo te amenazaban aquellos chicos, y me percaté de que eras mi vecina de enfrente. De todos modos, estaba hambriento, así que les ataqué. Me alimenté de ellos. Pero entonces, al rescatarte, sentí algo... algo... bueno. Lo volví a probar, salvando a otras personas. Por desgracia, no me proporcionó el mismo sentimiento de satisfacción como aquella primera vez, cuando te salvé a ti. Así que he dejado de jugar al héroe vampiro. Lo que importa ahora es que estás aquí. Que estamos conectados. ¿No es eso lo que quieres? ¿Lo que ambos queremos?»

Lo que acaba de decir me ha desconcertado un poco, pero me esfuerzo por concentrarme. «Bueno, todo eso es muy bonito y tal, pero ahora la policía puede encontrarte, aunque hayas dejado el rollo ese de vigilante. Ahora saben cómo eres. Tenemos que hacer algo.»

«¿Tenemos?»

Y, así de simple, veo como puede cambiar mi vida.

«Sí. Tenemos. Me quieres cerca, y yo quiero estar cerca de ti. Puede que seas un vampiro de la hostia viejo como el sol y eso, pero no eres muy disimulado que digamos. Puede que deseemos cosas diferentes, pero a lo mejor se nos puede ocurrir un plan que te permita alimentarte, preferiblemente de tipos malos que de todos modos no merecen vivir, y a la vez esconderte de los polis. O sea, necesitas comer, ¿vale? Al mismo tiempo, podrías hacerle algo de bien a la sociedad. Ya estoy involucrada, y lo sabes. Y quiero participar.» Lo que no digo, pero que probablemente ya sabe, es lo mucho que necesito esto.

Algo que nadie de mi familia ni de mi pueblo podría siquiera imaginar. Algo tan fuera de lo común que podría hacerme olvidar todo sobre el lugar de donde vengo. «Ahora...Dime: exactamente, ¿qué clase de poderes tienes? Y debilidades. Tu historia. Tu nombre. Toda esa mierda. Cuéntamelo todo.»

Y, o sea, sus ojos profundos y oscuros se iluminan y dice, «Tienes razón. Tengo que... bueno, tenemos que asegurarnos de que nadie me reconoce.»

Sin preguntar, clava sus dientes en mi ya perforada muñeca.

~

O sea, deja de chuparme la sangre y me sonríe afectuosamente. Le gusto, es evidente. Mierda. ¿Le gusto? ¿Qué soy? ¿Un perrito faldero? Supongo que, para él, es lo que soy. Al menos, es mejor que ser un cerdo en el matadero. O sea, mejor ser su mascota que su próxima comida- obviando el mordisco y sorbo ocasional.

Conforme ese pensamiento cruza mi mente, coge mi otro brazo- el que no ha mordido todavía- y me vuelve a morder. Pero esta vez también me da algo a cambio: durante todo el tiempo que dura la succión siento que me estoy corriendo. No es que sea un gran, salvaje y escandaloso orgasmo, sino más bien una ola continua y suave de un placer profundo. ¡Guau! Según yo, se acerca mucho al sexo.

Sin embargo, no puedo dejar de pensar en las marcas de mordedura en mi piel. O sea, no es que mañana en el trabajo vayan a pasar desapercibidas.

Apartándose de mí, se lame los labios y dice: «No te preocupes, las heridas habrán desaparecido al amanecer.» Entonces sonríe como un chiquillo. «Oh, y ese pequeño extra que te he dado...» O sea, me está mirando lascivamente. ¡Qué hipócrita! Animal de granja, ¡y una mierda! Pero no me voy a quejar.

«Puedo controlarlo. No suelo hacer eso con mis víctimas. Y tú no eres una víctima.» Tengo que reconocer que este tío sabe qué decir para que una se sienta especial.

Me abre la blusa y sus dientes se acoplan a mi hombro. Y es como la felicidad absoluta. Como estar en el cielo.

~

O sea, ¿me he desmayado otra vez? Estoy jodidamente mareada. El vampiro me sostiene la mano. Es como muy mono.

«O sea, tío, ya puedes ir escupiendo. Ahora somos un equipo, tú y yo. Cuéntamelo todo.» Necesito tanto que se abra a mí. O sea, como que le dejo que me abra las venas y se alimente de mí. Me parece lo justo. «Si vamos a estar juntos en esto tiene que haber como confianza mutua, ¿no?»

Sonríe abiertamente y coge mi brazo, acariciando mi piel con sus afiladas uñas. Me provoca escalofríos. Pero él ya lo sabía. Dice, «Yo también quiero saberlo todo sobre ti.» Y con eso, vuelve a clavar sus dientes en mi hombro. Conforme mi sangre pasa de mis venas a su boca, siento que el peso de mis dudas se disipa. Siento que no es solamente mi sangre, sino mi esencia, la que se escapa hasta él. Esta sensación es jodidamente fantástica. Como el nirvana. Estoy a punto de olvidar quién soy.

Retira su boca de mi piel, y dice, «Tantos meses en este edificio, y nunca has traído amigos a tu casa. No te he oído nunca hablar con nadie por teléfono. Estás tan oportunamente sola.»

Mierda. De repente me pongo a llorar. Llevo en Montreal como tres meses. Y aún no he hecho amigos. Tampoco es que tuviera amigos en mi pueblo. ¿Y mi familia? Que les jodan. Mierda. Me prometí a mi misma que no lloriquearía por estar sola. Es mi elección. No me entristece, no soy ninguna víctima del mundo cruel. No lo soy. No lo soy. Joder. Joder. Joder.

El vampiro me acuna mientras lloro. Esto es jodidamente vergonzoso. Sus dientes perforan con ternura mi garganta, y bebe un poco más de mi sangre.

Haciendo una pausa, dice, «Antes, me preguntaste cómo me llamaba. Si alguna vez tuve nombre, hace ya mucho que lo he olvidado. Esta forma humana se llamaba Randolph. Pero ya es hora de que me deshaga de esta vieja piel y evolucione.»

¿Randolph? La sonoridad del nombre me hace reír, y, o sea, parece que voy drogada. Como si me hubiera fumado un puñado de porros o algo así. Seco lo que queda de mis lágrimas, palpo las pequeñas perforaciones en mi cuello, y continúo riéndome como una idiota.

Con sus fuertes manos sujetándome por los hombros, Randolph vuelve a clavarme los dientes en la garganta. Esta vez no es tan suave, pero está bien. Vuelve a beber de mí. Me está empezando a costar mucho trabajo recordar. O sea, joder, ¿cómo me llamo? Y cosas como esa.

Y todo esto está dejando de ser tan agradable para mí. Como que me están empezando a doler los huesos. Y ya no puedo ver con suficiente claridad. Mi boca está como muy reseca y en carne viva. También siento la piel seca y agrietada.

Lo miro y como que alucino totalmente. Podría jurar que me estoy mirando a mí misma.

¿Quién coño es él? ¿O es ella? ¿Qué estoy haciendo aquí? ¿Dónde estoy?

Siento que él/ella me quita la ropa y recorre con sus uñas mi piel arrugada.

Él/Ella se inclina y muerde mi muslo. Y él/ella bebe de mí. Siento como que mi esencia pasa de mi cuerpo al suyo.

~

O sea, me duele todo. Soy tan jodidamente vieja, y estoy tan cansada. ¿Por qué se siente uno tan mal siendo viejo? O sea, todo el mundo se hace mayor. Así es la vida, ¿sabes? Ojalá pudiera recordar mi vida. ¿Tuve hijos? ¿Mis tetas eran bonitas cuando era joven? ¿Conseguí algo en la vida? Nada... no recuerdo nada.

¿Quién es esta chica que está sentada a mi lado? Me suena...pero no soy capaz de recordar quién es... ¿Por qué tiene la boca llena de sangre? ¿Y por qué estamos desnudos?

Se agacha y -¡oh!- me muerde con fuerza en la barriga. Debería doler, pero, en lugar de eso, lo siento como un alivio. Es tan placentero. Como flotar en un mar de puro placer. Liberarme de mí. Liberarme de todo...

~

O sea, adiós Randolph, hola Jenny. Jenny está muerta. Viva Jenny.

O sea, como que despedazo lo que queda de la vieja Jenny y lo reparto en bolsas pequeñas. Entonces, me pongo su ropa. Pero, ¿en serio? Esto no es nada para lo que tengo en mente.

Así que voy a mi nuevo apartamento- el apartamento de Jenny- y, o sea, me arreglo totalmente. Mejoro lo que hay, para entendernos.

Me tiño el pelo lo más negro posible. A continuación: un corsé negro de encaje; guantes de cuero negros; falda negra; medias de red negras; botas negras de media caña. Y luego está mi piel. O sea, para empezar, soy bastante pálida, pero la hago parecer aún más pálida con maquillaje blanco. Para darle glamour, la cubro con purpurina blanca. Hace que mi piel prácticamente brille en la oscuridad. El toque final: sombra de ojos blanca enmarcada con delineador negro, y lápiz de labios rojo brillante. O sea, estoy impresionante. Maravillosa. Sobrenatural.

De camino a los clubs del centro, voy tirando las bolsitas con los restos de Jenny en contenedores públicos, pero evito los que están cerca de casa.

Esto es jodidamente maravilloso. La noche. La música. Los chicos y chicas guapos. Los hombres y mujeres sexis. Es, o sea, como un buffet libre. Es casi abrumador. Tanto donde escoger. Dejo que algunos hombres y mujeres me magreen, que algunos chicos y chicas me besen. Hasta que encuentre a la persona adecuada para esta noche. Esa persona que sepa bien. Entonces, la dejaré que me lleve a su cama, y me tocará a mi besarla.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

El día que se perdió la cordura, de Javier Castillo

Hace unos días, en Estamos Leyendo Blog, publicaron una interesante entrevista en torno al thriller y la entrevistadora hizo una...