jueves, 22 de octubre de 2020

Ventanas de Papel, de Rubén Castillo Gallego

Dice Care Santos en su artículo “Leer para ser feliz” (publicado en la revista Mujerhoy de 14 de mayo de 2017, y que hace un par de días me leyó mi hija como parte de su tarea de Lengua) que «más de la mitad de los adolescentes actuales considera que leer es un aburrimiento, y la culpa, es de los adultos» y que «a veces no es fácil dar con el libro adecuado. Por eso se necesitan (buenos) mediadores. Tenemos muchos. Profesores y bibliotecarios que lo han entendido, que hacen un gran trabajo. Qué haríamos sin ellos».

Una de estas personas que indudablemente lo han entendido es Rubén Castillo que, aparte de escritor sublime y voracísimo lector, es profesor de secundaria desde hace ya unos cuantos lustros, por lo que sabe bien de lo que habla cuando, en Ventanas de Papel (publicado en 2010 por el Servicio de Publicaciones de la Consejería de Educación, etc. de la Región de Murcia) sugiere a sus colegas docentes un catálogo de 50 obras de literatura juvenil que ayuden a acercar, o a mantener, si ya estuvieran dentro, a los alumnos al gusto por la literatura. La presentación de las propuestas se hace en formato muy agradable, por lo bien estructurado y casi coqueto del diseño. Para cada uno de los títulos seleccionados nos ofrece datos técnicos del libro, unos breves apuntes biográficos sobre el autor, un comentario de la obra (y qué comentario, señores) y una sugerencia de actividades didácticas que, aparte de tratar aspectos literarios y lingüísticos, engloban toda una serie de conocimientos pertenecientes a otras disciplinas (historia, ciencias, ciudadanía-ética-o como demonios se llame ahora, cine...) y un notable contenido en transversalidad compatible con la mayoría de currículos.

No voy a cansarles con temáticas ni títulos, pero sí les tengo que confesar mi maravillado asombro al encontrar entre las obras El Castillo de Otranto de Horace Walpole (uno de mis preferidos dentro de la literatura gótica), El Príncipe Caspian (segundo libro publicado de la serie Las Crónicas de Narnia) de C.S. Lewis, Un Puente hacia Terabithia de Katherine Paterson y, felicidad máxima, Crepúsculo de Stephenie Meyer (que será una de mis novelas favoritas de aquí a la eternidad para perpetua irritación de ciertos conocidos, sesudos literatos. Nuevo argumento para futuros debates que espero con ansia: lo dice el Sr. Castillo, así que amén). Porque son justos y necesarios los quijotes, las celestinas, los lazarillos, las colmenas, los árboles de la ciencia, los santos inocentes y tantos otros de los clásicos; porque si bien es cierto que una de las funciones más importantes de la literatura es enseñar, no es menos verdad que se puede contemporaneizar de manera que, aparte de conocimientos, aporte algo más esencial todavía: felicidad.

P.D. Mi lista de lecturas pendientes ha aumentado en cerca de 35 títulos (y porque algunos ya los había leído). ¿Hasta cuándo se es joven?

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