Ellas: pronombre personal, femenino y plural, que engloba a prácticamente la mitad de la población mundial. Tan diferentes. Libres u oprimidas. Sabias o ignorantes. De vientre fecundo o yermo. El sexo "débil" que se abre paso en la vida a codazos y a mordiscos si es necesario. Mujeres. Es habitual que el género femenino escriba desde, por y en torno a sí mismo. Sin embargo, no es muy común que un autor de género masculino las convierta al mismo tiempo en sujeto y objeto de sus letras y les dedique una obra completa. El valenciano Javier Caravaca lo hace y de manera deliciosa, por cierto. Pasear por los stands de una feria del libro y que un título y una cubierta te llamen tan poderosamente la atención no es algo que me haya ocurrido muchas veces. Constatar que envoltorio y contenido van tan de la mano, tampoco.
Javier Caravaca le ofrece al lector en Ellas. Perras, brujas y serpientes (NPQ Editores, 2020) una sabrosa colección de diecisiete relatos de temática amplia pero cuyas tramas se estructuran, de un modo u otro, alrededor de la condición femenina. Diecisiete historias de mujeres distintas en muchos aspectos pero que convergen en su perspectiva de feminidad. Una bruja que besa con la boca, con el cuerpo y poniendo en juego el alma, capaz de exponer sus teorías sobre cómo el cristianismo desvirtuó y demonizó elementos de otras religiones y culturas. Una enfermera insegura que exorciza sus temores haciendo rápel y barranquismo. Una soldado de la marina que vuelve al mar porque la tierra ya no es su sitio. Un clon que espera con impaciencia que carguen en su memoria los datos de su historial y su cronología. Una poetisa guardiana que vive del vino y del sol. Una mujer de manos destrozadas y sueños despiertos que recoge flores por la mañana y trabaja en la máquina del tiempo por las tardes. El miedo a la monstruosa serpiente que encarna todo el mal femenino. Perras que no volverán a ser las mismas al ser despojadas de su esencia. La angustiosa odisea de una madre que se topa con la burocracia y la mala leche de algún funcionario al intentar matricular a su hijo en un instituto. Otras madres que enseñan a sus hijas a reflexionar. Interesantísimas reflexiones sobre la existencia o no de machismo en nuestro idioma. Estos son solo algunos ejemplos de los personajes y argumentos que dan vida a las páginas de esta obra, pero hay muchos más a los que hincarles el diente.
En Ellas. Perras, brujas y serpientes, Javier Caravaca muestra una habilidad pasmosa para ocultar el género del narrador(a) o interlocutor (a) hasta que decide desvelarlo (es uno de los aspectos más interesantes de la obra, por cierto). Utiliza en muchos casos el diálogo para exponer ideas, lo que confiere a los relatos un carácter dinámico. Analiza y desmonta mitos que han sido convenientemente manipulados y retorcidos para favorecer la doctrina del poder imperante. Sin embargo, les confieso que, entre todo lo bueno que tiene la obra, he desarrollado una cierta adicción a su título: Ellas. Perras, brujas y serpientes.
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