En estos tiempos que corren, en los que la crispación, el sinsentido y la estulticia más profunda campan a sus anchas (si no me creen, atrévanse a encender la televisión o a leer los titulares de cualquier periódico), la risa es casi un acto de rebeldía. Por ende, se agradece mucho cruzarse con obras que mandan al carajo aquello que podría considerarse políticamente correcto y enarbolan el humor como arma contra el hastío, contra el aborregamiento y el encefalograma plano del homo ignorans.
«Los textos reunidos en este libro están creados con animus jocandi, jamás con animus injuriandi o animus doli.»
Esta es la advertencia que figura en una de las primeras páginas de 36 maneras de quitarse el sombrero (M.A.R. Editor, 2018), de Miguel Ángel de Rus y, como reza el popular mantra, quien avisa no es traidor. Y es que el Sr. de Rus se quita el sombrero de una forma indefectible y deliciosamente irreverente compilando en esta obra 36 relatos escritos con pluma afilada en los que se nos muestran visiones satíricas de la realidad contemporánea. Encontrará el lector entre sus páginas desde el drama kafkiano de El híbrido mezclándose con los vapores alcohólicos de una boda de provincias hasta algún apocalipsis pergeñado con la vista puesta en una exorbitada rentabilidad económica pasando por cierto escándalo sexual protagonizado por el todopoderoso director de un importante periódico. Hallará también diversos ejemplos en los que la inteligencia humana será puesta en duda a causa del simiesco fanatismo futbolero y además pruebas irrefutables del lesivo poder de la estulticia en masa y el riesgo que suponen las redes sociales. Se le escapará alguna que otra carcajada al leer un texto que, de no ser por las advertencias iniciales del autor, podría incurrir en delito de lesa majestad. Se espantará frente al magnicidio culinario perpetrado por un chef justiciero y tal vez ante el apocalipsis caníbal vaticinado por cierto predicador yanki (lo de la perversión de la sexualidad humana por medio de los cafés de Starbucks es sencillamente hilarante). O ante la ascensión al cielo de Carlos y Camilla patrocinada por un enjambre multinacional de indignados. Interesantes perversiones sexuales y la conversión al judaísmo de una famosa ex-reina del porno figuran entre los ingredientes más picantes de la propuesta de M.A. de Rus. No se olvida este autor de las ferias del libro, ni de resucitar a autores tales como Proust o Miguel Mihura, ni de dejar en ridículo a las mentes más lúcidas del CNI por una pintada de mensaje indescifrable. El payaso de Trump tiene asimismo su minuto de gloria, y el pintor de acuarelas y emergente político Adolf Hitler no iba a ser menos. ¿Y qué me dicen de la posibilidad de mutilar los textos clásicos para adaptarlos al paradigma ético del momento?
Estas escenas absurdas, cargadas de humor negro, ironía, sarcasmo y otras comedias llevan implícita, por supuesto, una acibarada crítica social y la intención de hacer añicos la burbuja de aceptación hipócrita donde respiramos con un nivel aceptable de comodidad las mansas ovejas del rebaño gobernado por los lobos. Con un estilo muy pulido y tremendamente preciso (ni una simple coma le falta o le sobra), Miguel Ángel de Rus invita al lector a sumergirse en su propuesta, inteligente, ingeniosa, de observar desde una óptica diferente las perversiones del sistema capitalista y sus secuaces, de los todopoderosos amos del mundo y sus serviles esclavos. Para quitarse el sombrero, sí señor.
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