En un acceso de ira provocado por la diosa Hera, Heracles (o Hércules en la adaptación romana), con sus propias manos, acaba con la vida de su esposa, Megara (hija del rey de Tebas) y de los tres hijos que ambos tienen en común. Una vez recuperada la cordura, horrorizado ante su crimen, decide aislarse del mundo en tierras salvajes. Sin embargo, su hermanastro Ificles lo encuentra y lo convence para que acuda, en busca de la redención, al Oráculo de Delfos. Una vez allí, la sibila délfica le impone como penitencia realizar una serie de trabajos ideados por Euristeo, el hombre al que más odia Hércules, pues era quien había –involuntariamente– usurpado su legítimo derecho al trono. Este pasaje mitológico es conocido como "Los doce trabajos de Hércules" y es la fuente de inspiración de la novela que acabo de terminar.
La melodía de la oscuridad (Espasa Libros, 2019) de Daniel Fopiani es quizá la novela más brutal (en el sentido literal de la palabra) que he leído hasta la fecha. Fopiani ambienta la obra en su Cádiz natal, e inicia la trama de la misma con el asesinato de un guardia de seguridad en el Museo de la ciudad. El cadáver es hallado en posición de oración u ofrenda junto a la estatua de Hércules Farnesio y le falta un cuadrado de piel en la espalda. El teniente Román de la UOPJ de la Guardia Civil pide ayuda a Adriano, un ex-compañero del cuerpo retirado forzosamente del servicio tras la explosión de una mochila bomba a la salida del cuartel de Intxaurrondo que le robó la vista y las ganas de vivir. Deberán poner sus mentes a trabajar para detener a tiempo a un asesino al que conocemos ya en las primeras páginas de la novela. Se hace llamar Alceo (nombre con el que bautizaron a Heracles al nacer), es de origen rumano y, al igual que el héroe griego, mató a su familia en un arrebato de ira y ahora busca, mediante la ejecución de crímenes rituales, la expiación de su pecado. Las escenas de los asesinatos son realmente espeluznantes, salvajes, macabras, rozando el gore hasta el punto de la náusea (también literal).
En paralelo al desarrollo de la investigación y a la preparación de las ofrendas por parte del asesino, Fopiani va desgranando la tormentosa relación entre Adriano y su mujer, Patricia. Él, encerrado en la amargura de un mundo cuya única banda sonora es la tristísima melodía de la oscuridad. Ella, dedicada al esposo tullido en alma, ya que el cuerpo se lo entrega esporádicamente a otro hombre en episodios de sexo terapéutico que la hace sentir viva. Un torbellino de sentimientos y emociones que mantiene al lector con un nudo en el pecho y otro en la garganta.
En definitiva, una lectura negra negrísima que atrapará al lector en su telaraña macabra y lo torturará hasta el final, sobre todo al final. No apta para estómagos sensibles.
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