jueves, 7 de agosto de 2025

Un fuego azul, de Pedro Feijoo


Avanza, lenta pero inexorable, la lectura de la infinita lista de pendientes de Libridinosum, y por fin le ha llegado el turno a Pedro Feijoo. Las opiniones sobre el autor y la novela leídas en redes eran inmejorables y, si sumamos a eso el hecho de que su nombre apareciera en la lista de autores invitados a Gata Negra, podríamos concluir que las expectativas estaban a un nivel bastante alto al inicio de la lectura. Pues bien, una vez acabada, confieso que la realidad ha superado con creces a cualquier planteamiento inicial. Sinceramente, me ha roto los esquemas ya que, si bien es cierto que en la mayoría de novela negra se explora y se reflexiona sobre la maldad, la difusa frontera entre la insania y la cordura, etc., en este caso lo que encontramos en las páginas de la novela, un thriller muy oscuro, duro y escrito con contundencia, es el MAL (con mayúsculas) en su acepción más genuina y brutal que, sin embargo, no es incompatible con cierto grado de empatía y con mi siempre latente debilidad por la justicia poética.

En Un fuego azul (Ediciones B, 2020), Pedro Feijoo se aplica en mostrarle al lector la capacidad y las posibilidades del ser humano para ejercer la maldad, coreografiándola en una serie de situaciones espeluznantes y escenarios cada cual más dantesco que el anterior (y no uso el término «dantesco» de un modo figurado). Tras unas primeras páginas que apuntan claramente a una purificación pirolítica, la Brigada Criminal de Vigo, con el inspector Mateo a la cabeza, encuentra en una vicienda, gracias a la llamada de un vecino, a una pareja de ancianos asesinados en una bañera de una forma peculiar, ya no solo por el tremendo ensañamiento, sino porque el escenario en sí parece querer trasladarles algún mensaje del criminal. Este será solo el primero de una serie de crímenes al que se tendrá que enfrentar la Brigada Criminal, crímenes que en principio no parecen tener más nexo común que la avanzada edad de las víctimas y un elevadísimo nivel de sadismo. Mateo y su equipo apenas tendrán hilos de los que tirar, y encontrarán grandes dificultades hasta para encontrar la identidad de los cadáveres. La conexión entre todos ellos se resumirá en una serie de interrogantes y de preguntas sin respuesta. Sin embargo, esas respuestas de las que carece el equipo investigador le irán siendo reveladas al lector en la dosis justa y necesaria para no querer abandonar por ningún motivo las páginas de la novela. Retazos de historia, flashbacks que nos conducirán de cabeza al infierno donde germinó la semilla de la maldad presente regada y abonada por la más abyecta depravación moral. De nuevo, nos hallamos ante una obra cuya negritud es infinita, en la que la trama policial quedará incluso subyugada por la disección del miedo y el dolor en estado puro. 

Un fuego azul es una de esas novelas desconcertantes en las que los giros argumentales se agazapan para coger al lector desprevenido. Aparte de la trama, uno de los puntos fuertes de la obra son sus personajes. Complejos y verosímiles, algunos serán la misma encarnación del mal. Sin embargo, una vez escuchada su voz tras superar el rechazo inicial, serán capaces de generar empatía, provocando un giro radical en nuestras emociones. Otra de las fortalezas de la obra es la forma de narrar de su autor, una mezcla de belleza y brutalidad a partes iguales, con profusión de diálogos que imprimen a la lectura un ritmo ágil, para construir una trama hilada a la perfección que mantiene altísimos los niveles de suspense y tensión narrativa hasta la última página. Absolutamente recomendable. Palabra de lectora.

domingo, 3 de agosto de 2025

Sinántropos, de Carlos Bassas del Rey


Hay páginas a las que el negro se les queda corto, muy corto. Oscuridades que nunca han atrapado la luz porque esta siempre viaja más rápido. Hay letras que dan forma a historias y hay cuchillos que las esculpen en las páginas a base de dolor y de la más abyecta de las miserias. Los futuros cadáveres no saben aún que lo son, excepto aquellos cuyos bonus de vida giran en torno a un único objetivo: la venganza. Ella es el leit motif de la novela que acabo de terminar, una historia durísima y narrada de forma prodigiosa. 

Sinántropos (Editorial Alrevés, 2022), es la primera obra que leo de Carlos Bassas del Rey y lo cierto es que me ha sorprendido gratamente, tanto por el planteamiento de la historia como por la exquisitez de la narración. Sinántropos son aquellos seres animales o vegetales que han desarrollado la capacidad de adaptarse a las condiciones ambientales de un entorno urbano impuestas por el hombre. Sinántropos son también los hombres y mujeres que habitan entornos en ruinas, en permanente amago de catástrofe, solo que no la ven porque nacieron bajo su auspicio, y que apenas viven porque emplean su aliento en sobrevivir. Así es Corto, el protagonista de la novela, un joven cuyo verdadero nombre se esfumó de los anales de la historia, que vuelve al agujero en el que nació diez años después de su misteriosa partida, vestido de traje y zapatos lustrosos, tan diferente al de antes que solo lo reconoce un chucho que en su ausencia ha cambiado hasta de nombre. ¿Por qué se marchó del barrio? Y lo que es más importante, ¿por qué vuelve ahora? Página tras página conoceremos las razones de su huida y de su regreso, suministradas a cuentagotas que generan altas dosis de suspense que incita al lector a devorar el libro. Solo os diré que durante esos diez años de ausencia, en la que los mafiosos del barrio tuvieron mucho que ver, Corto quiso llamarse Bruno y que, trabajando de escort conoció a Candela, una joven de clase alta responsable de que al chico le nacieran sueños alguna vez, pero... mejor lo descubrís vosotros si decidís leer la novela. 

Como he dicho al principio, Sinántropos es una obra durísima, para estómagos que soporten novelas negras que no se anden con contemplaciones. El barrio donde se desarrolla es puro escombro, material y moral; las relaciones entre quienes lo habitan son complejas y a menudo crueles; las jerarquías están claras, al igual que las consecuencias de no respetarlas. La violencia, intrínseca. Aparte de la historia, lo que me ha encantado es el estilo del autor. Que fuera revelando poco a poco las respuestas a tantas preguntas. La anáfora, el paralelismo, las copulativas y, sobre todo, la yuxtaposición que dota a la narración de un ritmo tan propio que en numerosas ocasiones la prosa coquetea con la forma de un verso. Además, Carlos Bassas deja patente en sus páginas su amor por el léxico, que utiliza con la precisión de un cirujano, incluyendo a veces tecnicismos de diferentes disciplinas que armonizan y contrastan a la vez con el resto. He disfrutado también sus continuas referencias a la literatura antigua, sobre todo al Antiguo Testamento y a la tragedia griega. En resumen, una novela que pisa fuerte y no se anda con rodeos narrada de modo exquisito. Os dejo uno de los fragmentos que más me ha gustado:

Ciertas personas no desean las cosas, sino el deseo de poseerlas; han nacido rotos, condenados a la insatisfacción, a no saciarse jamás, tienen una fuga por la que les gotea la felicidad (p. 167)

Un fuego azul, de Pedro Feijoo

Avanza, lenta pero inexorable, la lectura de la infinita lista de pendientes de Libridinosum, y por fin le ha llegado el turno a...