Dicen que segundas partes nunca fueron buenas, y suele atinar bastante en eso la sabiduría popular. Sin embargo, casi toda regla tiene su excepción y, en este caso, la norma deja de cumplirse cuando de libros se trata. Esa sensación de terminar un libro y que te puedan las ganas de saber qué ocurre con los personajes en el siguiente es incomparable. Y, si hablamos de las locuras de la Tacón, ya para qué contar... Como un cencerro es poco, pero qué cencerro más maravilloso (que no se note que estoy tratando de darles jabón a las vacas y a las cabras sicarias, ¿eh?).
Si en la primera entrega de Las Soliña disfruté como una cría con el berenjenal paranormal y surrealista que había escrito la gaditana, solo deciros que la segunda, Las Soliña. Brujas, sapos, ángeles y demonios (2023) la he devorado en dos tardes (bueno, puede que alguna hora noctura también) y la he gozado como una enana, aunque en esta me haya hecho soltar un par de lagrimillas. Tras el final apoteósico de la entrega anterior, el mundo de las Soliña se ha quedado un pelín patas arriba, aunque seguirán haciendo de las suyas hasta lograr que nos tronchemos de risa. La trama de la novela comienza con Sarah, la bruja más encantadora y locuela que conozco, encerrada en su habitación, triste y apática. Ay, el mal de amores que no da tregua ni a los seres sobrenaturales. James lleva días desaparecido en compañía de una angelical tetona, sin conexión mental alguna con su brujita preferida. Lo que no saben en la Tierra es que el hechicero descubrirá su origen en el Cielo, y volverá con la misión de salvar a la humanidad de un nuevo Diluvio Universal. Al parecer, cierta Soliña inquieta, con su peculiar manera de viajar a lomos de un estornudo, ha abierto demasiadas grietas en el velo que separa el mundo de los vivos y el de los que ya no lo están y, o consiguen atajar el problema, o...agua para todos. Entre aventura y aventura de nuestra protagonista, Sarah, que parece no dar pie con bola, iremos desvelando más misterios sobre su vida a la vez que conoceremos personajes nuevos. A los que ya aparecían en la entrega anterior se unirán ahora ángeles y demonios para romper estereotipos y hacernos dudar sobre el Cielo y el Infierno. Ah, que queréis saber más... pues a leerlas se ha dicho (y en orden, que si no luego no os enteráis).
Fiel a su estilo, Gema Tacón vuelve a ofrecernos en esta segunda parte de Las Soliña una mezcla que no sé bien cómo definir pero que me encanta. Que tiene arte es un hecho, porque a ver si no quién consigue que convivan en las mismas páginas unas brujas desquiciadas y desquiciantes pero entrañables, hechiceros mestizos y sus Pinochos, un cónclave sobrenatural para tirarse de los pelos, ángeles de blanco Neutrex con demonios encerrados, ninfas vengadoras, monjes asesinos y posesiones de lo más salido...sin olvidar un gremlin del infierno, un sapo fantasma y lamedor y una cabra alcohólica que...bueno, mejor dejemos a la cabra tranquila. Y no me enrollo más. Si queréis disfrutar de ratitos de lectura donde no os falten las carcajadas (que si, que alguna lagrimilla también), no os perdáis a Las Soliña. Yo voy de cabeza a por el siguiente.
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