Nunca me han gustado las despedidas. Se me dan fatal o peor en el mundo real, y con los personajes de los que me encariño me suele pasar lo mismo. Cuando la conocí lo primero que pensé fue: qué tipa más rara. Tras unas cuantas páginas, me acostumbré a ella y a sus excentricidades. Me he reído con ella, me ha hecho abrir los ojos como platos en ocasiones y rescatar el gel hidroalcohólico del fondo del cajón. A veces he pensado que si saliera del libro y viera mi mesa de trabajo cuando estoy en plena faena lo más seguro es que hiperventilara. He sufrido con ella y he llorado con ella (bueno, yo más que ella, que soy un trasto llorón). Pero todo tiene un final, sobre todo las buenas historias, y hoy toca decirle adiós a un personaje que me ha hecho plantearme muchas cosas y darme cuenta de otras.
Con Indira (Penguin, 2023), Santiago Díaz pone el punto y final a la saga protagonizada por la inspectora Indira Ramos. La novela comienza de forma muy impactante, pero no comprenderá el lector el principio hasta el mismo final. A continuación, se encontrará a una Indira con una vida personal que parece estable (pero solo lo parece) pero con una faceta profesional de lo más enrevesado. Tras haber elegido en Las otras niñas al hombre de su vida, su relación con el inspector Iván Moreno es cada vez más tensa, a pesar de que cada uno lidera su propio equipo y trabajan por separado, hasta que el comisario les obliga a trabajar una vez más juntos. El caso del que deberán ocuparse va a ser una pesadilla: en una obra de Getafe aparece un cadáver, el primero de cinco enterrados en el mismo terreno. Personas en principio sin ningún nexo común. El único hilo del que tirar es el anterior propietario del solar pero, cuando van a interrogarle, se encuentran con que tanto él como su familia, asistenta incluida, han sido asesinados en su propia vivienda. Ante una investigación de tal complejidad, y bajo la presión de las altas esferas, que no desean que la atención del público se disperse de cara a las cercanas elecciones generales, Indira e Iván tendrán que colaborar sí o también para obtener resultados. Con lo que nadie contará es que, en mitad de esa investigación, las ansias de venganza de un ser abyecto les obligarán a enfrentarse al caso más difícil y doloroso de su vida, un caso que hará que se unan o se alejen para siempre.
Estructurada en cuatro partes y narrada en tercera persona a golpe de capítulo corto, lo que imprime gran agilidad al relato, Indira permitirá al lector completar el puzle conformado por sus distintas tramas al engranar las perspectivas de varios personajes. Por un lado, tendrá la trama de los cadáveres hallados en Getafe, conociendo sus vidas y lo que les ha llevado a morir. Mientras tanto, un indeseable recluso diseñará un maquiávelico plan para originar un motín en la prisión de Alcalá de Henares que le permitirá escapar y aplacar su sed de venganza. Además, la agente Lucía Navarro se reincorporará a su puesto tras los sucesos acaecidos en la anterior entrega, y los remordimientos no la dejarán vivir tranquila ni disfrutar de la compañía de Juan de Dios Cortés, alias Jotadé, la última adquisición del equipo de Indira, un perspicaz policía gitano que deberá luchar contra los prejuicios de unos y otros, y encontrar el equilibrio entre su faceta profesional y la lealtad hacia su familia. Todo un descubrimiento este personaje, de verdad. No me queda más que recomendar la lectura de la novela y deciros que váis a disfrutar con ella (a sufrir también, claro, pero es parte del juego), pero con la mente abierta y sin rezarle al dios de la justicia poética. Dicen que dar las gracias es una buena forma de despedirse, así que: gracias, Indira, y gracias, Santiago, por hacerla posible.
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