sábado, 11 de enero de 2025

Los guardianes del libro, de Geraldine Brooks


Desde mediados de abril de 1992 hasta finales de 1995 el territorio que hoy conocemos como Bosnia y Herzegovina fue escenario de una cruenta guerra resultado de una complicada y peligrosa combinación de factores políticos y religiosos. Como siempre digo, y aplica desde el principio de los tiempos, estos no han dejado de ser nunca más que subterfugios que ocultan los delirios megalómanos y las ansias de poder de unos pocos. Hablar de la guerra de Bosnia es imposible sin recordar la matanza de Srbrenica, el último genocidio en suelo europeo, la mayor masacre en el viejo continente desde el Holocausto: 8372 personas de etnia bosnia musulmana fueron cruelmente asesinadas por los nacionalistas serbios ante los ojos del mundo. Limpieza étnica. Exterminio. Para acabar con un pueblo es necesario acabar con su legado, con su cultura, con su identidad. Desde el incendio de la Biblioteca de Alejandría ha sido así. Tres mil años de destrucción de libros y otros bienes culturales para tratar de borrar de la faz de la Tierra la semilla que los generó. Memoricidio se llama. Bombas incendiarias de fósforo destruyeron la Biblioteca de Sarajevo, la Jerusalén de los Balcanes (incomprensiblemente, la orden de lanzarlas fue dada por un profesor de literatura especializado en Shakespeare). Muchos ciudadanos arriesgaron sus vidas para salvar lo que pudieron de aquellas ingnominiosas bombas. Una de las joyas que se salvó de la destrucción del Museo Nacional de la capital bosnia fue la "Haggadah de Sarajevo", una obra maestra del arte sefardí, un libro manuscrito usado en la Pascua Judía (Pesaj), y en torno a ella gira el argumento de la novela que acabo de terminar. 

Los guardianes del libro (Círculo de Lectores, 2008), de Geraldine Brooks, ha sido una novela que me ha enganchado desde el principio. En las primeras páginas, la autora nos presenta a su protagonista, la Doctora Hanna Heath, especialista en el estudio y la conservación de manuscritos medievales. Una madrugada cualquiera de 1996, recibe la llamada de un colega israelí, anunciándole la aparición de la Haggadah de Sarajevo, antíquisimo manuscrito en paradero desconocido desde la guerra de Bosnia. Cuentan con su profesionalidad y experiencia para verificar su autenticidad y realizar las tareas necesarias de conservación de la obra. Sin pensarlo dos veces, Hanna viajará desde Australia a Sarajevo, donde su carácter sensible acusará el golpe de percibir la tensión y el dramatismo de la posguerra, así como las heridas infligidas por esta en la ciudad y en las almas de sus habitantes. Allí se enterará de que fue el kustos del Museo Nacional, Ozrem Karaman, quien arriesgó su vida para salvar la Haggadah, y establecerá una relación especial con él. Con tanta emoción como profesionalidad, Hanna estudiará cada aspecto del manuscrito y reparará lo justo y necesario para que este no pierda ni su esencia ni su historia. Hallará entre los antiquísimos pergaminos ciertos elementos que ayudarán al lector a determinar su origen. Un fragmento de insecto, unas perforaciones que debieron haber albergado herrajes, unas manchas y un pelo permitirán a la imaginación lectora recorrer la ruta recorrida por la Haggadah y las vidas de quienes la crearon y la salvaron, pero en sentido inverso. De la Bosnia del 96 viajaremos en el tiempo a la Bosnia de 1940. A la Viena de finales del s. XIX. A la Venecia de principios del s. XVII. A la Tarragona de 1492 y a la Sevilla de 1480. En paralelo a la trama de la Haggadah, Geraldine Brooks nos irá desvelando aspectos de la vida personal de Hanna y de su peculiar relación con su madre, que se verá alterada por ciertos giros que la cambiarán por completo. ¿Logrará Hanna recomponer el puzle de la historia de la Haggadah, la de sus creadores y salvadores? Pero, ¿está realmente a salvo? Para saber, tendréis que leer.

En Los guardianes del libro, Geraldine Brooks utiliza una técnica narrativa dinámica e interesante a mi juicio. Los capítulos dedicados al tiempo presente están contados en primera persona por Hanna, lo que crea un vínculo casi inmediato con el lector. Los pasajes dedicados al pasado y a la propia historia de la Haggadah y las personas que tuvieron relación con ella, en la voz de un narrador omnisciente, están magníficamente ambientados histórica y socioculturalmente. Son un recorrido a través del tiempo que refleja los distintos contextos en los que habitó el manuscrito, unidos por algún nexo común como el sufrimiento y la intolerancia que han azotado a la humanidad por los siglos de los siglos. La narrativa, llena de suspense de principio a fin, estimula la curiosidad del lector y apela, sin duda, a sus emociones. La protagonista es algo fría al principio por motivos que se descubrirán después, pero la autora hace uso del recurso de los recursos: el amor, para aportarle un poco de calidez y algún revés a la trama. Si os gusta la historia, el suspense y los buenos ratos de lectura, ya sabéis, a por ella. 

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