lunes, 4 de marzo de 2024

Flores en el ático, de V.C. Andrews

¿Qué es la familia? ¿Qué es una madre? ¿Qué es en realidad lo que mueve el mundo, el amor o el dinero? ¿Hasta dónde pueden llegar la ambición y la crueldad de una persona? ¿Cómo se transforman las flores de la dulzura y la inocencia en ponzoñosas espinas de dolor? Es fascinante como puede una historia encoger hasta tal punto el corazón de los lectores; es asombroso cómo es capaz una ficción de provocar la empatía de esta lectora y que esta tenga que cerrar el libro porque no le cabe una gota más de angustia. Sí, esto es lo que me ha ocurrido con la novela que acabo de terminar, disfrutada y sufrida a partes iguales.

Flores en el Ático (Ediciones Orbis, 1995, aunque la primera edición vio la luz en 1979), de V. C. Andrews, es la primera entrega de la saga Dollanganger y es, hasta la fecha, una de las obras más tristes y desgarradoras que he leído, el relato del padecimiento de cuatro niños encerrados a causa de un pecado que jamás cometieron. Al principio de la novela, se nos presenta a la familia Dollanganger como la familia ideal. Rubios, perfectos, amorosos, en excelente posición económica gracias al trabajo de un abnegado padre que solo pasa en casa los fines de semana. La voz de Cathy, la hija mayor, es la que narra la historia, la que cuenta cómo llegan al mundo sus dos hermanos pequeños, a los que primero detesta y luego querrá con locura. La que le relata al lector la rotura de la burbuja de ensueño en la que viven al fallecer su padre, en un accidente de tráfico, el mismo día en que hubiese cumplido 36 años. Una vez transcurrido el duelo y agotados los recursos económicos, Corrine, la madre, decide volver a casa de sus acaudalados padres, quienes la tacharon como hija a los 18 años por haber cometido un "delito" imperdonable. Contra todo pronóstico, la abuela acepta ayudarla, y los cinco se trasladan allí mientras Corrine consigue trabajo y dinero para mantener por sí sola a la familia. Corrine les explica a sus hijos que ellos tendrán que vivir en clausura en el ático de la enorme casa mientras ella logra que su padre la perdone y la incluya de nuevo en el testamento. Solo una noche, solo unos días... que se prolongarán durante años de indecible maltrato para unas criaturas que nada tuvieron que ver en la mácula del deshonor de su madre. Hasta aquí puedo contar para no hacer excesivo spoiler. 

Flores en el ático es adictiva a más no poder. El lector siempre piensa que nada puede empeorar para estos chiquillos, pero luego descubre que sí, que puede, y que lo hará, haciendo trizas el alma. El villano de la historia será la abuela, una implacable fanática religiosa que odia a sus nietos por el mero hecho de haber nacido y los considera hijos del diablo. La dulzura e inocencia de los niños se muestran en clara contraposición al mal y los prejuicios encarnados en los adultos. El lector será testigo de cómo esa inocencia infantil se irá corrompiendo ante la duda y la mentira, y acompañará a la joven narradora en la encrucijada que les parte el alma y los sitúa al borde del abismo entre el resentimiento y la capacidad infinita de amor de unos hijos hacia la que les dio la vida. Miles de preguntas (muchas sin respuesta) rondarán la mente lectora. ¿Qué es más deleznable, el azote o el olvido? V. C. Andrews también nos deja ver en sus páginas la dolorosa llama de la esperanza vestida de flores de papel que adornarán el ático y las ilusiones de los niños, y transmitirá la importancia de mantenerse fuerte hasta en los momentos más oscuros. Sin embargo, no escatimará en recursos para mostrar a todo color el abuso emocional, físico y verbal que recibirán los pequeños, y que generará en el lector una terrible sensación de impotencia. Uno de los puntos clave de la novela es, sin duda, el magnífico desarrollo y evolución de los personajes, cómo va forjándose poco a poco su carácter y su modo de pensar conforme transcurre la historia. La ambientación claustrofóbica y la descripción de las emociones también son soberbias. Es un hecho que te rompe el corazón y, al finalizar la lectura, una parte de él se ha quedado entre los pequeños y las flores del ático. 


2 comentarios:

  1. Brutal reseña, gracias

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchísimas gracias, Juan Carlos. Qué ilusión que comentes aquí ☺️

      Eliminar

El día que se perdió el amor, de Javier Castillo

Lo cierto es que, con todo lo que tengo pendiente de leer, no entraba en mis planes leer dos títulos seguidos del mismo autor, p...