lunes, 25 de marzo de 2024

Un millón de gotas, de Víctor del Árbol

¿Qué es el océano, sino un millón de gotas?

Qué difícil es a veces escribir sobre una novela cuando te ha gustado tanto que ha marcado un antes y un después. En el fondo, sientes temor a no hacerle justicia, a no ser capaz de transmitir todo lo que te han hecho sentir sus páginas, todo lo que te ha revuelto por dentro y lo que, pese a la dureza y al dolor inherentes a su lectura, has disfrutado con ella. Nunca había leído nada de Víctor del Árbol —lo cierto es que la novela cayó en mis manos por recomendación más que explícita—, y esta primera aproximación al autor ha sido toda una revelación, gozada y sufrida a partes iguales.

En Un millón de gotas (Ediciones Destino, 2014) encontramos un thriller de gran intensidad articulado en torno a la traición, la venganza, el amor, el deseo y el miedo, entre otros. Ya desde las primeras páginas nos vamos a sentir atrapados por la historia, ya que Víctor del Árbol arranca la trama de modo brutal (en el sentido literal de la palabra), con el asesinato de un niño y el consecuente proceso de autodestrucción de su madre. Puede que a priori este inicio no sea originalísimo, pero pronto nos enteramos de que ella, Laura, es policía y se deja la piel en una investigación que intenta destapar una red de trata de blancas, abuso infantil, corrupción, etc. Cuando encuentren el cadáver del presunto asesino de su hijo, será señalada y acusada como principal sospechosa. Tras la desaparición de esta, su hermano Gonzalo, un abogado anodino cuya propia vida le es ajena y vive bajo la sombra de su omnipotente suegro, recibirá el testigo de seguir con la investigación y poner fin a la Matrioshka, una organización cuyos ramificaciones enturbian hasta los más altos niveles de la élite. Pero esto no es más que el principio. Si en algún momento pensáis que tenéis delante una trama sencilla, os equivocais, porque a lo largo de sus páginas se desarrolla una novela compleja, llena de misterios y secretos, cuyo final queda atado y bien atado de una forma totalmente coherente. Víctor del Árbol alterna en la narración dos periodos temporales diferentes, uno que empieza en el año 1933 y del que el protagonista principal, aunque no el único, es Elías Gil (padre de Laura y Gonzalo), y  otro que se desarrolla a partir del año 2002 como resultado y consecuencia del anterior. Los personajes de la novela, aunque a simple vista puedan parecer simples (el ingenuo, el anodino, el malvado...) son en realidad totalmente poliédricos, repletos de aristas y matices, y muchos de ellos se esconden tras una fachada creada con un propósito concreto, demostrando fehacientemente que todo lo que reluce no es oro.

Si tuviera que quedarme con un aspecto concreto de Un millón de gotas, lo tendría francamente difícil. Me ha encantado la forma de escribir del autor, su manera de hilvanar y ambientar la historia, su modo de engranar todos los elementos para construir con ellos una de las mejores lecturas que ha pasado por mis manos hasta la fecha. Me gusta cómo explora el tema de la maldad, que habitualmente endosamos a seres enfermos o despiadados, pero que quizá no nos sea tan ajena como pensamos. Victor del Árbol expone de manera magistral las pasiones y lo que conllevan. La venganza que perdura a través del tiempo. El amor fraternal. El amor que nunca se borra. El amor incondicional que se niega a ver la sombra de maldad que acecha al ser amado. El amor puro y simple del que no espera nada. Y por si no teníamos suficiente, el autor dosifica muy bien, a lo largo de la trama, pinceladas de misterio, de secretos familiares que hacen la historia más atractiva todavía. A pesar de que el ritmo narrativo va creciendo y nos genera la necesidad de seguir, no queremos hacerlo demasiado rápido, por si se nos escapara algún detalle. Se le agradece al autor también la prosa certera, sencilla y directa, y su habilidad para transmitir con ella el profundo horror que destilan algunas escenas sin necesidad de recrearse demasiado en lo escabroso o lo grotesco. Lo cierto es que consigue que duela igual o más incluso. Creo que no es necesario seguir, ¿no? ¿Habéis captado ya que os la recomiendo? 

Pues os dejo unos cuantos fragmentos de la novela que se quedan dentro de mí: 

Todo se pone en marcha con un simple gesto. La primera gota que cae es la que empieza a quebrar la piedra, ¿no es cierto?

...entonces cruzó aquella línea roja que ella misma había trazado: puedes fantasear con las vidas que quieras, pero ésta es la que tienes, la que has elegido y por la que debes pelear

Las cosas importantes no necesitan decirse para ser ciertas, y a veces el silencio es la única verdad posible.

¿...cómo se quema lo que te arde por dentro? ¿Qué hacer con las cenizas si, por mucho que uno se empeñe en esparcirlas, el viento las deja una y otra vez amontonadas en la puerta de tu casa?

Uno sabe cuándo camina hacia la destrucción, pero no tiene voluntad para impedirlo

Las palabras mienten, pero la mentira puede ser el único consuelo posible.

Nadie puede imaginar hasta qué punto llega a ser retorcido el ser humano cuando se le otorga el papel de verdugo, qué grado de sadismo y placer encuentra en el martirio de sus víctimas. 

Lo bueno que tiene el miedo, Gonzalo, es que cuando te libras de él es como si nunca hubiera estado doblándote la espald







No hay comentarios:

Publicar un comentario

El día que se perdió la cordura, de Javier Castillo

Hace unos días, en Estamos Leyendo Blog, publicaron una interesante entrevista en torno al thriller y la entrevistadora hizo una...