Nos guste o no reconocerlo, existe cierta fascinación por "espiar" ciertas vidas ajenas, sobre todo si se trata de personas cuyos poros exudan misterio y magnetismo a partes iguales. Contaba la escritora Mónica Rouanet en una cena que en ocasiones, cuando camina, se queda mirando las ventanas de las viviendas y fantasea con lo que cree que ocurre dentro. ¿Quién no lo ha hecho alguna vez? Imaginad ahora que uno de esos seres magnéticos os abre la ventana y os invita a ser testigos de una parte de su existencia. ¿Aprovechariais la oportunidad? Esta lectora lo ha tenido claro, desde luego, y durante unos días se ha convertido en una voyeuse a tiempo parcial de la vida del autor de la obra que acabo de terminar.
Polvo en los zapatos (Menoscuarto Ediciones, 2023). Así se titula la última obra publicada de Manuel Moyano, una recopilación de artículos de su pluma que aparecieron publicados semanalmente en el diario La Opinión durante dos años, de principios de 2018 a principios de 2020. No podría haber escogido mejor título (gracias, Teresa), porque otra cosa no, pero polvo en los zapatos ha debido el autor acumular un par de toneladas (no me sean mal pensados: diferente polvo, diferentes zapatos). Alejado voluntariamente de la ficción, al menos por el momento, Moyano nos ofrece en esta suerte de diario, con el loable objetivo de «plasmar la belleza y variedad del mundo a través de la escritura», fragmentos de su realidad que abarcan el abanico infinito que se extiende desde la cotidianeidad de sus conversaciones, encuentros, lecturas y otros placeres, hasta la excepcionalidad de transitar caminos sitos en tres continentes distintos, pasando por intimidades que descubren a los ojos lectores la vulnerabilidad del afable semidiós de mirada atenta. Viajes de unos cuantos kilómetros en bicicleta o de otros cuantos miles por Marruecos, Escocia, Polonia, Italia o Tailandia, solo o en compañía de Teresa, su esposa. Su inextinguible pasión por el Bob Dylan de los 70 o por Borges. Umbral, Cela y otras curiosidades literarias. El poso de fascinación que en su infancia dejó Félix Rodríguez de la Fuente (fascinación que compartimos, por cierto). Su acervo de conocimientos con respecto a flora y fauna. La mitificación de territorios que a otros ojos no serían más que simples coordenadas en un mapa. Pesadillas con zombies o la invasión de su casa. La preparación de su obra anterior, La Frontera interior. Muertes de familiares o amigos que le han mordido el alma y he leído con un nudo en la garganta. Y yo seguiría escribiendo, porque hablar de Moyano es fabuloso, pero al final será esta entrada más larga que su propio diario.
Lo importante de Moyano, no me cansaré de repetirlo -a riesgo de resultar cansina- no es solo el qué sino el cómo. Su manera de escribir, su forma de contemplar el mundo. Su mirada inquieta que enfoca tanto lo grande como lo pequeño. Su prosa honesta, clara y sosegada. Sus reflexiones profundas y su habilidad para observar el interior del ser humano. Y esa capacidad pasmosa de ilustrar lo que va narrando mediante referencias literarias y/o cinematográficas. En definitiva, Polvo en los zapatos resulta una absoluta delicia para paladear despacio y con calma. No soy de elegir, lo quiero todo, pero esta frase de la parte final del diario se me ha quedado enganchada en alguna rincón de la mente: «Cada uno afronta como puede nuestra singular suerte, la de criaturas pensantes en el inconcebible universo.»
Tenemos la suerte de leer a (y disfrutar de la amistad de) un auténtico monstruo de las letras españolas.
ResponderEliminarSin duda, Rubén. Yo tengo el doble de suerte...porque tengo el honor de que me leas 😉.
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