lunes, 21 de diciembre de 2020

Aniversario en París, de Pascual García

Déjame que recuerde la ternura,

ciertas palabras y lo que yo quise

que fuéramos entonces para siempre.

Volvemos, con estos versos, al terreno de la poesía de Pascual García, terreno donde fulge de manera excepcional un autor sensible y, a mis ojos, honesto cuando se trata de emociones y sentimientos. Aniversario en París, la obra que nos ocupa, se compone de veintiocho poemas, que podrían leerse como uno solo pero también ser apreciados en su compleja individualidad, y nos lleva de la mano, junto al poeta y su esposa, a un viaje de aniversario a la ciudad de la luz y el amor por antonomasia. Asistimos junto a ellos a un reencuentro que es al mismo tiempo una despedida, a los últimos instantes de un amor que se fue diluyendo en los días, en los años, en la costumbre. A un armisticio que las agujas del reloj transformarán en clausura, como parece anunciar el poeta al encabezar el poemario con la DESPEDIDA y usando el ENCUENTRO como cierre.

“Este es un viaje para rescatarnos

de todos los días en que no fuimos” (p. 23)

 

“Este es el viaje que nos consolará de todo,

el viaje del amor y de los besos

que no dimos, que se esfumaron raudos” (p.31)


“París nos ha ofrecido un armisticio

y hemos hecho las paces” (p.45)


París se convierte así, en el universo del poeta y de su amada, en un lugar que solo será suyo unos pocos días, un lugar donde no tendrán cabida el hastío, la indiferencia, el deterioro, la erosión o el desamor. En aquella ciudad mágica únicamente existen la felicidad, la hermosura, las almas enamoradas de los primeros momentos. Pero entre sus grandes avenidas, los museos, el champán, la lluvia, los besos y el sexo dulce asomarán indicios claros del irreversible fin:

“Debo decirte que eras muy hermosa

y que yo estaba muy enamorado.” (p.55)

Hasta llegar a la última línea del último poema, el doloroso y “último abrazo de despedida”.

Veintiocho poemas intimísimos, impregnados de una sensibilidad sobrecogedora, que se adentran en el territorio de los sentimientos y las emociones de forma profunda y conmovedora, a través de la maraña de sensaciones, dudas, recuerdos, sufrimientos y deseos expresados por la voz del poeta que provocan sin duda la empatía del lector. Incluso la descripción de los paisajes y el clima, como viene siendo típico en las obras de Pascual, contribuyen a esa atmósfera ambigua, de notas agridulces, que configura el tono predominante del poemario. Versos cuidados, lenguaje nítido pero imágenes y metáforas extremadamente sugerentes para dibujar la cualidad destructora del discurrir del tiempo y el deseo de detener su avance, la lluvia y las lágrimas en silencio por los sueños que no llegaron a ser, el anhelo de pieles en fugaz reencuentro.

Ay, el amor, ese sentimiento hermoso y terrible que provoca que el suelo tiemble bajo tus pies, esa criatura salvaje y caprichosa a la que todas las voluntades le son ajenas, capaz de elevarte hasta el más azul de los cielos o hacerte descender al más oscuro de los infiernos. Qué triste cuando se apaga o pierde la purpurina...

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