Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, "Aquel que es, que era y que va a venir", el Todopoderoso. (Apocalipsis 1,8)
La semana pasada, en la presentación de la novela que acabo de terminar que tuvo lugar en la Feria del Libro de Murcia, el entrevistador le hizo al autor dos preguntas que se me quedaron rondando en la cabeza y a las que aún no he conseguido dar respuesta. La primera fue que si pudiera resucitar a un autor y pasar con él/ella una velada, a quién elegiría. No supo bien qué contestar, pero nombró el indisoluble binomio Bukowski-alcohol. Yo, ni idea, en blanco. La segunda cuestión: ¿qué haría, a qué se dedicaría, si supiera que el mundo se acababa el viernes siguiente? Comer, beber, paseos por el monte, familia, dijo él. Yo, más en blanco todavía, y por más vueltas que le doy creo que no seré capaz de hallar una respuesta que me proporcione un mínimo de satisfacción ni de consuelo. Espero no tener que decidir nunca...
El mundo acabará en viernes (Menoscuarto Ediciones, 2025) es el sugerente título de la nueva novela de Manuel Moyano, una sátira sui generi del temido armagedón cristiano escrita de la forma en que solo él podría escribirla. La novela comienza con John Ekaverya, un psiquiatra de Idaho con ancestros vascos que compagina su profesión con la escritura y está a punto de presentar la novela que, según su ego desmedido, le coronará con los laureles del éxito. Ekaverya decide hacerse cargo del paciente de un colega que presenta un extraño delirio, pues habla y actúa como un escritor mundialmente famoso. En Tel Aviv, Myriam Shejav, empleada de una productora audiovisual, acoge en su casa a un individuo, extraño pero bien parecido, mientras está inmersa en los preparativos de un evento musical televisivo que será retransmitido a todo el planeta. En algún lugar de Londres, Mihir Boshu, un fotógrafo siempre a la caza del famoso pero con ínfulas de artista, descubre con asombro a un personaje que de seguro causará un gran revuelo mediático y engrosará las cifras de su cuenta bancaria. Mientras tanto, una criatura con forma de gusano pergeña desde las nubes la criba de justos e injustos según el manual de instrucciones del apocalipsis y otro engendro de igual forma repelente intentará impedirlo apelando a la naturaleza hedonista del ser humano. Una plaga de langostas, volcanes en erupción simultánea, la amenaza de impacto de un meteorito y una pandemia de resurrecciones anuncian que el final está cerca. Si queréis verificar si ponemos el THE END o no, tendréis que leerlo. Vamos, digo yo...
Como siempre, en El mundo acabará en viernes, Moyano hace gala de una prosa como pocas. Ágil, precisa y pluscuamperfecta. Como siempre, su ingenio, su imaginación desbordante y esa mirada que capta matices que a otros pasarían desapercibidos, convierten el bíblico y archiconocido armagedón en novedosa y primera calidad literaria. Esta vez lo hace en una novela coral cuyas variopintas voces enriquecen más si cabe el complejo e inquietante escenario global que la ambienta. Por si fuera poco, hay diálogos absolutamente brillantes, para enmarcar, lo mismo que construir al mandamás supremo en forma de gusano gordo y petulante. No digo más. Leedla y disfrutaréis. Y ahora, después de El evangelio de Judas y esta versión satírica e iconoclasta del Apocalipsis... ¿qué toca, Manuel Moyano?
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